La Palabra de Dios | La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III (Fragmento)

Juan 20:26-29 Ocho días después, sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Y estando las puertas cerradas, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron.

Siendo que el Señor Jesús ahora estaba habitando un cuerpo espiritual, ¿cómo podían tocarlo o verlo? Esto está relacionado con la relevancia de que el Señor Jesús se apareciera a la humanidad. ¿Habéis notado algo en los pasajes de las escrituras que acabamos de leer? Por lo general, los cuerpos espirituales no pueden verse ni tocarse; además, la obra que el Señor Jesús había asumido después de resucitar ya había llegado a su fin. Por tanto, en teoría ya no tenía necesidad alguna de regresar entre las personas en Su imagen original para encontrarse con ellas, pero que se apareciera en Su cuerpo espiritual a seres humanos como Tomás hace que la relevancia de Su aparición sea más concreta y penetró con mayor profundidad en el corazón de las personas. Cuando se acercó a Tomás, dejó que el dubitativo Tomás tocara Su mano y le indicó: “extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Estas palabras y estos actos no eran cosas que el Señor Jesús quisiera decir o hacer después de haber resucitado solamente; de hecho, eran cosas que quería hacer antes de ser clavado en la cruz. Es evidente que antes de la crucifixión el Señor Jesús ya sabía que existían personas como Tomás. ¿Qué podemos ver en esto? Él seguía siendo el mismo después de resucitar. Su esencia no había cambiado. Las dudas de Tomás no acababan de empezar, sino que le habían acompañado todo el tiempo que él había seguido al Señor Jesús. Sin embargo, aquí estaba el Señor Jesús que había resucitado de entre los muertos y que había regresado del mundo espiritual con Su imagen y Su carácter originales y con la comprensión de la humanidad que tenía en Su época en la carne. De modo que fue primero en busca de Tomás y permitió que este tocara Su costado, para que no sólo viera Su cuerpo espiritual después de la resurrección, sino que pudiera tocar y sentir la existencia de Su cuerpo espiritual y se deshiciera de todas sus dudas. Antes de que el Señor Jesús fuera crucificado, Tomás siempre dudó de que fuera Cristo y no podía creerlo. Su fe en Dios sólo se cimentaba en aquello que él podía ver con sus propios ojos, en lo que podía tocar con sus propias manos. El Señor Jesús entendía muy bien cómo era la fe de este tipo de persona. Ellos sólo creían en el Dios del cielo, y no creían en absoluto en el enviado por el Dios ni en el Cristo encarnado y no lo aceptaban. Con el fin de que Tomás reconociera y creyera en la existencia del Señor Jesús, y que de verdad era Dios encarnado, Él permitió que Tomás le tocara el costado. ¿Dudó Tomás de forma distinta antes y después de la resurrección del Señor Jesús? Siempre estaba dudando y, excepto el cuerpo espiritual del Señor Jesús que se le apareció personalmente y le permitió a Tomás que tocara las marcas de los clavos en Su cuerpo, nadie pudo resolver sus dudas ni consiguió que se deshiciera de ellas. Por tanto, desde el momento en que el Señor Jesús le permitió tocar Su costado y le dejó palpar la existencia de las marcas de los clavos, la duda de este desapareció; supo realmente que el Señor Jesús había resucitado y reconoció y creyó que Él era el verdadero Cristo y Dios encarnado. Aunque en ese momento Tomás ya no dudó, había perdido para siempre la oportunidad de encontrarse con Cristo, de estar con Él, de seguirle, de conocerle; había perdido la oportunidad de que Cristo lo perfeccionara. La aparición del Señor Jesús y Sus palabras proveyeron una conclusión, y un veredicto sobre la fe de quienes estaban llenos de dudas. Usó Sus palabras y Sus actos prácticos para decirles a los que dudaban, a los que sólo creían en el Dios del cielo, pero no en Cristo: Dios no elogió la creencia de ellos ni que le siguieran llenos de dudas. El día que creyeran por completo en Dios y en Cristo sólo podría ser el día en que Dios completara Su gran obra. Por supuesto, también sería el día en que su duda recibiría un veredicto. Su actitud hacia Cristo determinó su destino, y su obstinada duda significaba que su fe no había producido resultados, y su dureza indicaba que sus esperanzas eran en vano. Debido a que su creencia en el Dios del cielo se alimentaba de ilusiones, y a que su duda hacia Cristo era en realidad su verdadera actitud hacia Dios, aunque tocaran las marcas de los clavos en el cuerpo del Señor Jesús, su fe seguía siendo inútil y su resultado sólo podía describirse como coger agua con una cesta de bambú: todo en vano. Lo que el Señor Jesús le dijo a Tomás también fue Su manera de indicarles claramente a todas las personas: el Señor Jesús resucitado es el Señor Jesús que pasó obrando con anterioridad treinta y tres años y medio entre la humanidad. Aunque había sido clavado en la cruz y experimentado el valle de sombra de la muerte y la resurrección, nada en su aspecto había sufrido cambio alguno. Aunque ahora tenía marcas de clavos en Su cuerpo y había resucitado y salido de la tumba, Su carácter, Su comprensión de la humanidad y Sus intenciones hacia esta no se habían modificado en lo más mínimo. Asimismo, les estaba diciendo a todos que Él había bajado de la cruz, triunfado sobre el pecado, superado las dificultades y triunfado sobre la muerte. Las marcas de los clavos precisamente eran la prueba de Su victoria sobre Satanás, de haber sido la ofrenda por el pecado para redimir con éxito a toda la humanidad. Estaba proclamando que ya había cargado con los pecados de esta y que había completado Su obra de redención. Cuando regresó para ver a Sus discípulos, les transmitió este mensaje por medio de Su aparición: “Sigo vivo, sigo existiendo; hoy estoy verdaderamente delante de vosotros para que podáis verme y tocarme. Siempre estaré con vosotros”. El Señor Jesús también quería usar el ejemplo de Tomás como advertencia para la gente futura: aunque no puedes ver ni tocar al Señor Jesús en tu fe en Él, eres bendecido por tu fe verdadera y puedes verle por ella y este tipo de persona es bendecida.

Estas palabras, registradas en la Biblia, que el Señor Jesús habló cuando se le apareció a Tomás son de gran ayuda para todas las personas de la Era de la Gracia. Su aparición ante Tomás y las palabras que le dijo han tenido un profundo impacto en las generaciones siguientes; tienen una relevancia eterna. Tomás representa a un tipo de persona que cree en Dios, aunque duda de Él. Esta clase de persona tiene una naturaleza sospechosa, un corazón siniestro, son traicioneros y no creen en las cosas que Dios puede lograr. No creen en la omnipotencia divina ni en Su soberanía, ni tampoco en Dios encarnado. Sin embargo, la resurrección del Señor Jesús fue un golpe para estas características que ellos tienen, y les proporcionó así la oportunidad de descubrir y reconocer su propia duda, de aceptar su propia traición, llegando así a creer de verdad en Su existencia y Su resurrección. Lo que ocurrió con Tomás fue una advertencia y un aviso para las generaciones posteriores, para que más personas pudieran tener cuidado de no dudar como Tomás, y que si se llenaban de dudas se hundirían en la oscuridad. Si sigues a Dios, pero sólo como Tomás, siempre quieres tocar el costado del Señor y sentir Sus marcas de los clavos para confirmar, verificar, especular si Dios existe o no, Dios te abandonará. Por tanto, el Señor Jesús requiere que las personas no sean como Tomás, que sólo creen lo que ven con sus propios ojos, sino que sean una persona pura, honesta que no albergue dudas hacia Dios, y que sólo crean en Él y le sigan. Este tipo de persona es bendecida. Este es un requisito muy pequeño que el Señor Jesús tiene para las personas y una advertencia para Sus seguidores.

De ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III’ en "La Palabra manifestada en carne"

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