Ver todo tipo de desastres suceder uno tras otro,que usted se ha dado cuenta de que esto es el cumplimiento de las profecías del regreso del Señor, y está esperando con mayor ansiedad que el Señor venga en una nube. Pero si ha notado que las Escrituras sobre el regreso del Señor profetizan que Él no sólo regresará públicamente sobre nubes, sino también vendrá encarnado secretamente como el Hijo del hombre, tal como: “He aquí, vengo como ladrón […]” (Apocalipsis 16:15). “Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre” (Mateo 24:44). “Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27). Estas profecías mencionan que “vengo como ladrón”, “así será la venida del Hijo del Hombre” y “vendrá el Hijo del Hombre”. Las palabras “vengo como ladrón” significan que el Señor vendrá en silencio, en secreto, y el Hijo del hombre se refiere a Aquel que nace de un ser humano y tiene la imagen de la gente. Si es un ser espiritual, no se puede llamar el Hijo del hombre. Por ejemplo, Jehová es el Espíritu y no puede ser llamado el Hijo del hombre; los ángeles son seres espirituales y tampoco se pueden denominar el Hijo del hombre. El Señor Jesús era la carne encarnada por el Espíritu de Dios y podría ser llamado el Hijo del hombre, Cristo. De esto, se puede ver que el Señor vendrá en secreto como el Hijo del hombre por medio de la encarnación.
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¿Qué es la Fe? ¿Cómo podemos desarrollar la verdadera Fe?
¿Qué es la fe? Muchos hermanos y hermanas en el Señor, creen que mientras reconozcamos el nombre de Dios, sigamos leyendo la Biblia, reuniéndonos y orando, y sobre todo, mientras seamos capaces de sacrificarlo todo y trabajar duro, serán creyentes que tengan fe en Dios. De hecho, la verdadera fe significa que cuando nuestra mente y nuestro cuerpo padecen grandes sufrimientos durante una adversidad, aun así no malinterpretamos a Dios ni nos quejamos de Él, sino que le obedecemos y seguimos creyendo en Él y le seguimos.
Dice la Biblia que cuando Abraham tenía 100 años, Jehová Dios le concedió un hijo: Isaac. Cuando Isaac hubo crecido, Dios le pidió a Abraham que lo devolviera. Aunque Abraham estaba muy apenado, estuvo dispuesto a soportar aquel gran dolor y devolverle Isaac a Dios, obedeciendo así lo que Dios había dispuesto, sin poner condiciones. Cuando Abraham alzó el cuchillo para sacrificar a su hijo, Dios vio su verdadero corazón y lo detuvo a tiempo. Y le preparó un holocausto que presentar a Dios. Después de aquello, las siguientes generaciones llamaron a Abraham el padre de la fe.
Job es otro ejemplo. Fue tentado por Satanás. Unos bandidos le robaron su ganado, asesinaron a sus sirvientes, la calamidad cayó sobre sus hijos, unas llagas malignas cubrieron todo su cuerpo y su mujer se reía de él y le pedía que renunciase a Dios. Cuando Job tuvo que enfrentarse a todas estas repentinas desgracias, soportó tanto el dolor físico como el psíquico. Y sin embargo, no se quejó por lo que Jehová Dios le había sacado, sino que dijo: “... Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). Soportó los duros y dió rotundos testimonios de Dios, lo cual avergonzó y derrotó a Satanás. Al ver Dios la fe que Job tenía en Él, lo bendijo doblemente, concediéndole más ganado, ovejas y hermosos hijos. Job murió dichoso, con muchos días a su espalda. Tanto Abraham como Job son modelos de fe, y vale la pena que todos nosotros, los creyentes del Señor, los imitamos.
Aprendemos de los testimonios de Abraham y Job que cuando Dios los bendijo, creyeron que todo lo que el hombre tiene, se lo debe a las bendiciones de Dios, de modo que le dieron las gracias y lo adoraron. Cuando las pruebas de Dios cayeron sobre ellos, aunque no lo entendían y sentían un gran dolor en sus interiores, siguieron obedeciendo a Dios y no se quejaron. Sólo esto es la verdadera fe en Dios, y también es el corazón sincero entregado a Dios. Tal como dicen las palabras de Dios: “¿A qué se refiere la fe? La fe es la creencia genuina y el corazón sincero que los humanos deberían poseer cuando no pueden ver ni tocar algo, cuando la obra de Dios no está en línea con las nociones humanas, cuando está más allá del alcance humano. Esta es la fe de la que hablo. Las personas necesitan fe durante los momentos de dificultad y de refinamiento, y junto a la fe viene el refinamiento. Esto es inextricable”.
Pero entonces, ¿cómo podemos desarrollar la verdadera fe en Dios? Tenemos que experimentar en la práctica y apreciar la obra de Dios en nuestra vida cotidiana. Cuando somos capaces de ver la soberanía de Dios, Sus orquestaciones y lo que dispone para nosotros y Su autoridad y Sus hechos, y cuando a través de ellas logramos un entendimiento genuino de Dios, entonces no importa que la obra de Dios no encaje con nuestras nociones, seguiremos siendo capaces de mantener nuestra fe en Él. Al igual que hizo Job: sólo había oído hablar de Dios, nunca había visto a Dios. Sin embargo, supo conocer la soberanía de Dios y ver la justicia de Dios en todas las cosas. Por ejemplo: la fortuna y el infortunio del hombre, cuánto dinero uno poseería y cuántos hijos uno tendría – sabía que todo ello caía bajo la soberanía de Dios, por mucho que el hombre lo planease o calculase. Vio quiénes eran malvados y por lo tanto castigados por Dios, quiénes tenían un gran corazón y por lo tanto recibían la gracia y la bendición de Dios. Como Job experimentó la soberanía de Dios y Su justicia en su vida, supo entender a Dios y desarrolló una verdadera fe en Él, sin pedirle nada, y pensó que lo que tenía que hacer era aceptar y obedecer los designios de Dios. Cuando las tentaciones de Satanás recayeron sobre él, a pesar de encontrarse en una situación miserable, supo ver que todas las cosas de las que había disfrutado, habían venido de Dios y no a través de su propio trabajo duro, y que si Dios quería quitárselas, no debería quejarse de ello o malinterpretar a Dios, sino obedecerle. Y fue así que Job dio un testimonio rotundo de Dios ante Satanás y que Dios lo aceptó.
Por lo tanto, si queremos desarrollar la verdadera fe en Dios tal como hicieron Abraham y Job, debemos experimentar la obra de Dios en nuestra vida cotidiana. Sólo cuando hayamos experimentado la guía, el apoyo, la ayuda, el castigo y la disciplina de Dios, y hayamos entendido que lo que Dios hace en nosotros es todo Su amor y nuestra salvación, obtendremos un verdadero entendimiento de Él, apreciaremos Su omnipotencia y Su sabiduría y, lo que es más, sabremos que Su carácter justo es inviolable por el hombre. Cuando llegue ese momento, tendremos un corazón reverente de Dios y por lo tanto desarrollaremos la verdadera fe en Dios.
(Traducido del original en inglés al español por Eva Trillo)
Para conocer más: ¿Qué es la fe en Dios?
¿Qué es adorar a Dios en espíritu y en verdad según la Biblia?
Por Xianxin
El Señor dijo: “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24). El Señor requiere que adoremos a Dios en espíritu y en verdad, porque sólo de esa manera podemos ganar Su aprobación. Pero, ¿qué implica exactamente adorar a Dios en espíritu y en verdad? Algunos hermanos y hermanas creen que orar diligentemente y leer la Biblia todos los días es adorar a Dios, y algunas personas creen que asistir a las reuniones a tiempo e ir a la Iglesia cada semana es adorar a Dios, todavía hay otros que creen que trabajar duro, sacrificarse y dedicándose al Señor es adorar a Dios, y así sucesivamente. Hay muchas maneras de practicar la adoración a Dios, pero ¿lo estamos adorando en espíritu y en verdad? ¿Aprecia Dios este tipo de práctica? Vamos a compartir esto juntos.
1. ¿Estamos practicando la verdad, o aferrándonos a reglas y rituales?
Desde el momento en que comenzamos a creer en el Señor, aunque podamos orar, leer la Biblia y cantar himnos todos los días, e ir a la iglesia, alabar al Señor y escuchar sermones cada semana, ¿adorar a Dios en espíritu y en verdad implica sólo estas prácticas externas? Podemos recordar que cuando la mujer samaritana le preguntó al Señor Jesús dónde debía adorar a Dios, y el Señor Jesús respondió: “[...] la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. […] cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:21, 23-24). El Señor Jesús claramente le dijo a la gente la voluntad y los requisitos de Dios: No importa dónde uno adore a Dios, ni debe seguir ninguna regla o ceremonia, sino más bien uno debe adorar a Dios en espíritu y en verdad. Este es también nuestro principio de práctica para adorar a Dios. Pero la mayoría de las veces sólo centramos nuestro esfuerzo en nuestras prácticas externas; tenemos cuidado de orar un poco más y decir un poco más; leemos versículos en la Biblia una y otra vez, tratando de memorizarlos; asistimos a la iglesia todo el tiempo, haya viento o lluvia, esté caliente o frío; organizamos todo tipo de actividades u organizamos diversos espectáculos para alabar al Señor, y siempre participamos con una actitud positiva; y así sucesivamente. Desde el exterior, parece que estamos realizando mucho esfuerzo y estamos pagando un alto precio para alabar al Señor, y que sufrimos mucho, pero ¿cuántas veces hablamos lo que hay en nuestro corazón cuando oramos a Dios? ¿Cuántas veces durante el tiempo en que leemos la Biblia, cantamos himnos o asistimos a la Iglesia y escuchamos sermones, hacemos esfuerzos para estar cerca de Dios y meditar las palabras del Señor? ¿Cuántas veces, al adorar a Dios, buscamos la voluntad del Señor y comprendemos las palabras del Señor? Algunos hermanos y hermanas han practicado de esta manera durante muchos años, sin embargo, todavía no entienden la verdad, no tienen conocimiento del Señor, y cuando las cosas les suceden, todavía pecan con frecuencia y viven dentro de la esclavitud y las limitaciones del pecado. En esto nos enfrentamos a un problema serio, que es que la mayor parte del tiempo que pasamos orando, leyendo la Biblia, yendo a la Iglesia y escuchando sermones, simplemente estamos pasando yendo con la corriente. En realidad, no estamos adorando a Dios en espíritu y en verdad, ni estamos practicando la verdad para satisfacer a Dios. No importa lo bien que podamos mantener estas prácticas externas, Dios no lo aprueba.
Entonces, ¿cómo podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad al orar o leer la Biblia? Leamos un pasaje de las palabras de Dios juntos. Las palabras de Dios dicen: “Una vida espiritual normal es vivir una vida ante Dios. Cuando uno ora, puede acallar su corazón ante Él y, a través de la oración, puede buscar el esclarecimiento del Espíritu Santo, entender las palabras de Dios, y entender la voluntad de Dios. Al comer y beber las palabras de Dios, se puede ser más claro y más lúcido respecto a lo que Dios quiere hacer ahora mismo, tener una nueva senda de práctica y no ser conservador de manera que toda la práctica de uno tenga el propósito de lograr el progreso en la vida. Por ejemplo, la oración de uno no tiene como propósito pronunciar algunas palabras bonitas o llorar a gritos delante de Dios para expresar la deuda propia, sino, más bien, practicar ejercitando el espíritu propio, acallar el propio corazón delante de Dios, practicar la búsqueda de la guía de las palabras de Dios en todas las cosas, hacer del corazón propio un corazón que sea atraído hacia la nueva luz cada día; no ser pasivo ni perezoso y entrar en la senda correcta de practicar las palabras de Dios” (‘Respecto a una vida espiritual normal’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Las palabras de Dios nos muestran el camino de la práctica. Cuando oramos, debemos prestar mucha atención para hablar a Dios desde el corazón, para hablar honestamente y para confiar en Dios nuestras dificultades prácticas y nuestro estado real. Y, cuando leemos la Biblia, cantamos himnos, vamos a la iglesia o escuchamos sermones, nuestros corazones siempre deben centrarse en buscar la verdad, buscar la guía y la iluminación del Espíritu Santo, contemplando las palabras de Dios, para que podamos entender la voluntad de Dios a través de Sus palabras, conocer a Dios y tener un camino de práctica y entrada. Sólo esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Si practicamos a menudo de esta manera, experimentaremos un crecimiento continuo en la vida.
2. ¿Nos dedicamos a Dios por el bien de amarlo y satisfacerlo?
Después de creer en el Señor, muchos hermanos y hermanas renuncian y gastan para el Señor y llevan a cabo sus tareas en medio de grandes adversidades. Algunos hacen donaciones frecuentes, algunos están ocupados con la difusión del Evangelio, otros dan sermones dondequiera que van, y algunos incluso abandonan sus matrimonios y sirven al Señor por el resto de sus vidas... Muchos hermanos y hermanas creen que esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pero, ¿alguna vez hemos considerado si pagamos este precio para amar y satisfacer al Señor? Si lo pensamos detenidamente, aunque trabajemos y prediquemos el Evangelio para el Señor, a veces todavía nos mostramos y testificamos a nosotros mismos a través de compartir la Biblia para ganar la estima y el apoyo de los demás, y para establecer nuestra propia posición e imagen. Aunque algunos hermanos y hermanas abandonan, gastan, se dedican y trabajan, poseen muchas impurezas, y hacen estas cosas por el bien de obtener recompensas y coronas, y para que puedan disfrutar de las bendiciones del reino celestial... Entonces podemos ver que pagamos un precio y no nos dedicamos con un corazón sincero por consideración a la carga de Dios y para satisfacer la voluntad de Dios, sino que trabajamos, predicamos el Evangelio, entregamos las cosas y nos dedicamos para satisfacer nuestros propios deseos egoístas, y luchamos por nuestro propio futuro y posiciones. Esto no es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pagar un precio y depender de esta manera es negociar con Dios, y no puede ganar la aprobación del Señor. El Señor Jesús dijo: “Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad»” (Mateo 7:22-23). El Señor condenó a las personas que predicaban y trabajaban para Él como personas que trabajaban en la iniquidad. Esto se debió a que no adoraban a Dios en espíritu y en verdad, ni se ofrecían sinceramente por Dios. En cambio, deseaban trabajar por el Señor a cambio de recompensas y bendiciones. Lucharon y trabajaron por el bien de sus propios destinos finales, y por la fama, la fortuna y el estatus. En última instancia, no sólo no ganaron la aprobación del Señor por el precio que pagaron, sino que, por el contrario, fueron condenados por el Señor. Tomemos como ejemplo a los fariseos de la época. Durante generaciones, leyeron la Escritura y asistieron al templo con todos los climas para adorar a Jehová Dios. Viajaron por tierra y mar para difundir el evangelio de Jehová, se entregaban al renunciar a sus familias y negocios, y sufrieron mucho. Pero nada de lo que hicieron se hizo por amor a Dios o satisfacer a Dios, sino que se hizo por el bien de sus propias posiciones y medios de vida. Cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra, sabían perfectamente que las obras y las palabras del Señor Jesús poseían autoridad y poder, y que todo provenía de Dios, pero que no buscaban ni investigaban en absoluto. En cambio, definieron al Señor de acuerdo con sus propias nociones e imaginaciones, creyendo que un hombre que no era llamado Mesías no podía ser Dios. En particular, cuando vieron el creciente número de personas comunes que seguían al Señor Jesús, tuvieron miedo de que ya nadie los siguiera, y de que sus posiciones y medios de vida fueran insostenibles. Y así, aprovechaban todas las oportunidades para atacarlo, juzgarlo, condenarlo y blasfemarlo, hasta que finalmente crucificaron al Señor Jesús. A partir de esto, podemos ver que los fariseos no adoraron a Dios en espíritu y en verdad. Parecían piadosos por fuera, pero su esencia era hipócrita y engañosa, y por lo tanto el Señor Jesús les reprendió, diciendo: “Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! [...]” (Mateo 23:13).
El Señor Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Dios requiere que persigamos el amor de Él, y que cuando gastamos para Dios y nos ocupamos trabajando por Dios, se debe hacer sobre el fundamento de amar a Dios y satisfacer a Dios. Debemos ser sinceramente considerados de la carga de Dios y satisfacer Su voluntad, libres de cualquier impureza o negociación personal, y no hacer estas cosas para obtener bendiciones o coronas, sólo esto es adorar al Señor en espíritu y en verdad. Tomemos a Pedro, por ejemplo. Después de que el Señor Jesús resucitó, le preguntó a Pedro tres veces: “[...] Simón, hijo de Juan, ¿me amas? [...] Pastorea mis ovejas” (Juan 21:16). De Su pregunta, Pedro comprendió los requisitos del Señor y la tarea que el Señor le había confiado: perseguir convertirse en alguien que amaba y satisfacía a Dios, hacer todo lo que estuviera en su poder para alimentar a las ovejas de Dios y completar la comisión de Dios. Pedro grabó la tarea que el Señor le había confiado en su corazón, y en su obra posterior, buscó aún más amar y satisfacer a Dios con todo su corazón y alma. Difundió el evangelio del Señor en todas las direcciones, y testificó las palabras y la voluntad del Señor a más personas. En su obra, exaltó y testificó al Señor en todos los sentidos, y dirigió a sus hermanos y hermanas utilizando la verdad que entendía, los llevó a todos ante el Señor y les enseñó a respetar al Señor por encima de todo. Además, cuando Pedro encontró persecución y adversidad, pudo jurar lealtad al Señor hasta la muerte, de modo que, al final, sacrificó todo lo que tenía, incluso su vida, por el Señor. Fue crucificado colgado boca abajo, dando así testimonio de su amor extremo por Dios y su voluntad de obedecer hasta la muerte. Pedro adoraba a Dios en espíritu y en verdad, se dedicó con un corazón que amaba a Dios y, al final, se convirtió en alguien que deleitaba al Señor, y a quien el Señor alabó.
De la comunión anterior, podemos ver que, si queremos adorar a Dios en espíritu y en verdad, debemos usar nuestro corazón para acercarnos a Dios, procurar entender la voluntad y los requisitos de Dios de Sus palabras, practicar las palabras de Dios en nuestra vida diaria y no aferrarnos a rituales y reglas. Al mismo tiempo, debemos ser capaces de abandonar sinceramente y dedicarnos a Dios sin pedir nada a cambio ni establecer ninguna condición, sino que debemos amar y satisfacer al Señor con todo nuestro corazón y alma. De esta manera, podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Sólo practicando de esta manera podemos entender la verdad y lograr el crecimiento en nuestras vidas, y sólo entonces ganaremos la aprobación de Dios a través de la dedicación.
Traducido del original en inglés al español por Xinia Arias Quirós
Para conocer más: Cómo aprender a leer la Biblia
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso
Película cristiana en español | Qué voz más hermosa
El Señor Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27).
Pedro escuchó al Señor y recibió al Señor Jesús;
Mateo escuchó al Señor y siguió a Jesucristo;
La mujer samaritana reconoció a Cristo desde Sus palabras;
Los tres tienen una cosa en común: Reconocieron al Señor Jesús después de escuchar Su voz.
Entonces, ¿has escuchado la voz de Dios en los últimos días?
Si no, mira la película cristiana“¡Qué voz más hermosa!”, y escucha, esta voz llena autoridad y poder;
escucha, esta voz es justa y majestuosa;
escucha, este es el sonido del agua de vida que fluye del trono…
¿Qué es el arrepentimiento según la Biblia?
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¿Qué es el arrepentimiento según la Biblia?
Por Liu Shuo
Nota del editor: El Señor Jesús dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Se puede ver que sólo aquellos que se arrepienten de verdad pueden entrar en el reino de los cielos. Muchos hermanos y hermanas piensan que mientras oren al Señor y reconozcan sus pecados, clamando con el corazón, entonces ese es el verdadero arrepentimiento. Sin embargo, algunos plantean dudas: “Aunque podamos orar al Señor y confesarnos, a menudo seguimos pecando y resistiéndonos a Él. ¿Es esto un verdadero arrepentimiento? ¿Podemos realmente ser arrebatados al reino celestial cuando el Señor regrese?” Entonces, ¿qué es el verdadero arrepentimiento? Veamos cómo estos compañeros encuentran las respuestas en una reunión de estudio de la Biblia.
Discusión sobre el verdadero arrepentimiento
En una reunión de compañeros de obra, Wang Wei, Ma Tao y Hu Zhi se sentaron comprometidos con el estudio de la Biblia.
Wang Wei sonrió y habló al grupo, diciendo: “Compañeros de obra, empecemos leyendo un par de versos de las escrituras. El Señor Jesús dijo: ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado’ (Mateo 4:17). ‘El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio’ (Marcos 1:15). Podemos ver de las palabras del Señor que, si queremos entrar en el reino de Dios, debemos confesar nuestros pecados a Dios y arrepentirnos. Sin embargo, hemos creído en el Señor durante años, y aunque a menudo le confesamos nuestros pecados, todavía somos capaces de cometer pecados y vivimos dentro de un círculo vicioso de confesión y pecado. Parece que todavía no entendemos lo que es el verdadero arrepentimiento, y por lo tanto todavía no estamos libres de pecado. Por lo tanto, tener claro lo que es el verdadero arrepentimiento es extremadamente importante para nuestra posibilidad de entrar en el reino celestial. Hoy, vamos a profundizar en este tema juntos”.
Hu Zhi habló entonces con desprecio: “Creo que mientras nos presentemos de todo corazón ante el Señor Jesús, le roguemos y reconozcamos nuestros pecados, clamando con el corazón, estaremos verdaderamente arrepentidos. Mientras nos confesemos frecuentemente y nos arrepintamos de esta manera, entonces podremos obtener el perdón del Señor, y cuando Él regrese, podremos ser ascendidos al cielo”.
Wang Wei frunció un poco el ceño y respondió: “Pero hemos orado y confesado de esta manera durante tantos años, dando cuenta de nuestros pecados ante el Señor y llorando lágrimas amargas”. Pero en el momento en que nos encontramos con algo real, seguimos cometiendo pecados involuntariamente y, además, cometemos exactamente los mismos pecados una y otra vez. Me preocupa que nosotros, que a menudo vivimos en pecado, seamos abandonados y eliminados por el Señor cuando regrese”.
Ma Tao asintió y dijo: “Yo también he contemplado esto antes. Creo que llorar frecuentemente en oración y confesarse al Señor sólo demuestra que tenemos el deseo de confesarnos y arrepentirnos ante el Señor. Sin embargo, que esto constituya un verdadero arrepentimiento depende de cómo lo practiquemos y de que experimentemos o no un verdadero cambio. Por ejemplo, cuando un ladrón es sorprendido robando algo, confesará su ofensa y prometerá no volver a robar nunca más cosas que pertenezcan a otras personas. Pero esto no demuestra que realmente haya pasado página y que no volverá a robar nunca más. La mayoría de las veces, para evitar asumir la responsabilidad temporal de su delito y evitar el castigo legal, no tiene otra opción que admitir su delito, pero esto no significa que no quiera volver a robar en el futuro. Si es capaz de abstenerse de robar bajo cualquier circunstancia, entonces esto es lo único que probará que realmente se arrepiente. ¿No somos así también? Aunque a menudo confesamos nuestros pecados al Señor y nuestra actitud confesional parece sincera, después de un tiempo cometemos pecados de la misma manera, y no aborrecemos nuestros pecados ni los despreciamos en lo más mínimo. Orar y confesarse de esta manera es, en realidad, tratar de engañar a Dios, y lo hacemos para evadir la disciplina temporal de Dios, y para buscar el consuelo y el perdón del Señor. Y sin embargo no hacemos planes para cambiarnos completamente, así que ¿cómo puede ser esto un verdadero arrepentimiento?”
Ejemplos de arrepentimiento en la Biblia
Wang Wei escuchó con atención la comunión de Ma Tao, y pensó por un momento. Luego dijo: “Habiendo escuchado la enseñanza del hermano Ma, el rey David de repente viene a mi mente. Para tomar por la fuerza a Betsabé para sí mismo, David planeó hacer matar a Urías, y cometió adulterio y asesinato. Jehová Dios envió al profeta Natán para que hablara con David, para que le hiciera saber los pecados que había cometido y que sería castigado. Desde entonces, la espada nunca se apartaría de su casa. David sabía que había violado los mandamientos proclamados por Dios y había ofendido el carácter de Dios. Después de darse cuenta de sus malas acciones, David se arrepintió enormemente y aborreció los pecados que había cometido, por lo que oró sinceramente a Dios, confesó sus pecados y se arrepintió. Cuando envejeció, a David le disgustaba mucho el frío, por lo que sus asistentes eligieron a una chica virgen para calentarle la cama, pero David no tuvo relaciones sexuales con ella. Por el asunto del arrepentimiento de David, podemos ver que poseía un corazón temeroso de Dios, y que no sólo sentía verdadero arrepentimiento y aborrecimiento por sus pecados, sino que también experimentó un cambio real, y sólo esto es una expresión de verdadero arrepentimiento”.
Ma Tao asintió con la cabeza y dijo: “Sí, y el testimonio del verdadero arrepentimiento de la gente de Nínive hacia Dios también está registrado en la Biblia. Cuando el rey de Nínive escuchó al profeta Jonás transmitiendo las palabras de Dios, diciendo: ‘Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada’ (Jonás 3:4), lo creyó y obedeció. Dejó a un lado su estatus de rey, se quitó sus ropas de rey y llevó a la gente de la ciudad de Nínive a confesarse y arrepentirse ante Dios, cubriéndose de cilicio y sentándose sobre ceniza, tal como está registrado en las Escrituras: ‘Cuando llegó la noticia al rey de Nínive, se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por decreto del rey y de sus grandes, diciendo: Ni hombre ni bestia, ni buey ni oveja prueben cosa alguna; no pasten ni beban agua, sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios con fuerza, y vuélvase cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos. ¡Quién sabe! Quizá Dios se vuelva, se arrepienta y aparte el ardor de su ira, y no perezcamos’” (Jonás 3:6-9).
En ese momento, Wang Wei dijo emocionado: “Hablando del arrepentimiento del pueblo de Nínive, recientemente leí un pasaje en un libro que se relaciona precisamente con este asunto. Déjame leértelo”.
Wang Wei sacó un cuaderno de su bolso, lo hojeó hasta encontrar la página que buscaba, y luego leyó: “Después de oír la declaración de Dios, el rey de Nínive y sus súbditos llevaron a cabo una serie de acciones. ¿Cuál fue la naturaleza de sus acciones y su conducta? En otras palabras, ¿cuál fue la esencia de la totalidad de su conducta? ¿Por qué hicieron lo que hicieron? En los ojos de Dios se habían arrepentido sinceramente, no sólo porque habían hecho fervientes ruegos a Dios y confesado sus pecados delante de Él, sino también porque habían abandonado su conducta malvada. Actuaron de esta forma porque después de oír las palabras de Dios, se asustaron increíblemente y creyeron que Él haría lo que dijo. Ayunando, vistiendo de cilicio y sentándose sobre cenizas, deseaban expresar su disposición a reformarse de sus caminos y refrenar su maldad, y oraron para que Jehová Dios contuviese Su enojo, rogaron a Jehová Dios para que se retractase de Su decisión y la catástrofe que se cernía sobre ellos. Si examinamos todo su comportamiento se puede ver que ya entendieron que sus actos malvados anteriores eran detestables para Jehová Dios y vemos también que entendieron la razón por la que Él los destruiría pronto. Por este motivo, todos deseaban alcanzar un completo arrepentimiento, alejarse de sus malvadas sendas y abandonar la violencia en sus manos. En otras palabras, una vez conocieron la declaración de Jehová Dios, todos y cada uno de ellos sintió miedo en su corazón; ya no continuaron con su conducta malvada ni cometiendo esos actos que eran tan aborrecidos por Jehová Dios. Adicionalmente, rogaron a Jehová Dios que perdonase sus pecados pasados y que no los tratase de acuerdo a sus acciones pasadas. Estaban dispuestos a no involucrarse más en la maldad y actuar según las instrucciones de Jehová Dios, si así fuera posible nunca más enfurecer a Jehová Dios. Su arrepentimiento fue sincero y profundo. Provino del fondo de sus corazones y no fue fingido ni pasajero” (De “Dios mismo, el único II”).
Nueva inspiración sobre el verdadero arrepentimiento
Wang Wei entonces dio la comunión, diciendo: “Podemos ver en este pasaje que el verdadero arrepentimiento no es sólo admitir nuestros pecados y malas acciones. También debemos saber cuál es la actitud de Dios hacia nuestros pecados, y también debemos entender la esencia y el daño de nuestros pecados. Sólo de esta manera puede surgir en nosotros la verdadera reverencia y el temor a Dios, sentiremos el verdadero arrepentimiento y el aborrecimiento desde el fondo de nuestros corazones por nuestros pecados, ya no caminaremos por el mismo viejo camino como siempre lo hemos hecho, y comenzaremos a hacer un cambio y a convertirnos en nuevas personas; sólo esto es el verdadero arrepentimiento. Como la gente de Nínive, por ejemplo. Se dieron cuenta de que sus actos malvados habían ofendido el carácter de Dios, y sabían que, si no se arrepentían, serían destruidos por Dios. Por lo tanto, todos vistieron de cilicio y se sentaron sobre cenizas para arrepentirse ante Dios desde el rey más alto hasta el plebeyo más bajo. Comenzaron a arrepentirse completamente de sus fechorías y ya no harían el mal ni desafiarían a Dios. Su arrepentimiento fue verdadero, y surgió desde el fondo de sus corazones. ¿Y qué hay de nosotros? Aunque decimos que a menudo vamos ante Dios para arrepentirnos y confesarnos, esto es sólo una confesión verbal, y no es el aborrecimiento o el desdén por nuestros pecados lo que sentimos desde el fondo de nuestros corazones. Cuando nos encontramos con problemas, todavía nos preocupamos sólo por nuestros propios intereses, actuamos bajo el control de nuestra naturaleza pecaminosa interior, codiciamos los placeres del pecado y no sufrimos ningún cambio real. Este tipo de arrepentimiento es sólo un reflejo y está totalmente en desacuerdo con la voluntad de Dios. Dios escudriña el corazón del hombre y el hombre no puede engañar a Dios. Sólo a través del verdadero arrepentimiento podemos ganar la misericordia y la gracia de Dios”.
Ma Tao dijo entonces con sinceridad, “Gracias a la guía de Dios que ahora entendemos claramente lo que es el verdadero arrepentimiento. Con el pecado, el hombre no puede entrar en el reino de los cielos. El Señor Jesús dijo: ‘En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre’ (Juan 8:34-35). Y también dice en otra parte de la Biblia: ‘[...] la santidad, sin la cual nadie verá al Señor’ (Hebreos 12:14). Dios es justo y santo, y el reino de los cielos no permite que nadie que aún sea capaz de cometer pecados entre en él. No importa lo bien que alguien se arrepienta verbalmente, no puede ganar la alabanza de Dios. Sólo desechando la naturaleza pecaminosa de uno y siendo capaz de ser absolutamente obediente y devoto a Dios puede uno estar calificado para entrar en el reino de los cielos. Aunque hemos creído en el Señor durante muchos años, no reverenciamos a Dios en nuestros corazones en absoluto y no tememos a Dios. En cambio, creemos que el Señor es amoroso y misericordioso y que, cuando cometemos un pecado, todo lo que tenemos que hacer es confesar y arrepentirnos ante el Señor para que nuestros pecados sean perdonados, para que Dios no se acuerde de nuestras transgresiones y para que seamos arrebatados al reino celestial cuando el Señor regrese. A través de nuestra comunión, finalmente me he dado cuenta de que nuestra fe es tan confusa. Somos como mendigos que sólo saben extender las manos al Señor y pedir cosas, y sin embargo no entendemos cómo apreciar la preocupación de Dios y la pena que siente en Su corazón por nosotros viviendo en pecado y sin pensar en el arrepentimiento, y también nos falta la resolución y determinación de distanciarnos del pecado. Parece ahora que, si somos incapaces de temer a Dios y de evitar el mal, entonces no podremos arrepentirnos verdaderamente, y nuestra espera de que el Señor venga a llevarnos al reino de los cielos es sólo un sueño ocioso. No podemos seguir creyendo en Dios confiando en nuestros propios conceptos e imaginaciones erróneas, ¡porque eso es demasiado peligroso! Debemos concentrarnos en practicar la verdad y buscar el cambio, porque sólo eso concuerda con la voluntad de Dios”.
Solo aceptando la obra de juicio en los últimos días, podrán lograr el verdadero arrepentimiento
Wang Wei continuó: “Recientemente, tuve una reunión con un hermano sobre las condiciones para nuestra entrada en el reino celestial. Él dijo, ‘El Señor Jesús profetizó: “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final” (Juan 12:48). “Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Aunque nuestros pecados son perdonados cuando aceptamos la salvación del Señor Jesús, nuestra naturaleza pecaminosa sigue estando profundamente arraigada en nosotros y todavía somos capaces de cometer pecados involuntariamente y desafiar a Dios; hasta que no podamos deshacernos de las ataduras del pecado, no mereceremos entrar en el reino de los cielos. Cuando el Señor regrese, realizará la etapa de la obra de juzgar y purificar al hombre con palabras, y si queremos entrar en el reino de Dios, entonces debemos aceptar la obra de juicio del Señor cuando regrese en los últimos días, reconocer nuestra naturaleza pecaminosa, ser capaces de aborrecernos verdaderamente y abandonar nuestra carne, practicar las palabras de Dios, obedecer a Dios y venerar a Dios, y desechar nuestros caracteres corruptos. Sólo así podemos ser purificados y alcanzar la salvación final de Dios”. Creo que su comunión tiene mucho sentido, así que lo traeré aquí para que se comunique con nosotros, si les parece bien a todos”.
Ma Tao dijo inmediatamente: “¡Genial! Si la obra de juicio del Señor en los últimos días puede permitirnos ser purificados y lograr un verdadero arrepentimiento, entonces tenemos esperanza de entrar en el reino de los cielos. ¡Somos realmente tan afortunados! Hermano Wang, será mejor que te des prisa y traigas a ese otro hermano aquí para que se una a nosotros”.
Wang Wei sonrió mientras decía, “Bien, iré a buscarlo mañana…”.
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Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso
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