Ver todo tipo de desastres suceder uno tras otro,que usted se ha dado cuenta de que esto es el cumplimiento de las profecías del regreso del Señor, y está esperando con mayor ansiedad que el Señor venga en una nube. Pero si ha notado que las Escrituras sobre el regreso del Señor profetizan que Él no sólo regresará públicamente sobre nubes, sino también vendrá encarnado secretamente como el Hijo del hombre, tal como: “He aquí, vengo como ladrón […]” (Apocalipsis 16:15). “Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre” (Mateo 24:44). “Porque así como el relámpago sale del oriente y resplandece hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27). Estas profecías mencionan que “vengo como ladrón”, “así será la venida del Hijo del Hombre” y “vendrá el Hijo del Hombre”. Las palabras “vengo como ladrón” significan que el Señor vendrá en silencio, en secreto, y el Hijo del hombre se refiere a Aquel que nace de un ser humano y tiene la imagen de la gente. Si es un ser espiritual, no se puede llamar el Hijo del hombre. Por ejemplo, Jehová es el Espíritu y no puede ser llamado el Hijo del hombre; los ángeles son seres espirituales y tampoco se pueden denominar el Hijo del hombre. El Señor Jesús era la carne encarnada por el Espíritu de Dios y podría ser llamado el Hijo del hombre, Cristo. De esto, se puede ver que el Señor vendrá en secreto como el Hijo del hombre por medio de la encarnación.
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¿Qué es el arrepentimiento según la Biblia?
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¿Qué es el arrepentimiento según la Biblia?
Por Liu Shuo
Nota del editor: El Señor Jesús dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). Se puede ver que sólo aquellos que se arrepienten de verdad pueden entrar en el reino de los cielos. Muchos hermanos y hermanas piensan que mientras oren al Señor y reconozcan sus pecados, clamando con el corazón, entonces ese es el verdadero arrepentimiento. Sin embargo, algunos plantean dudas: “Aunque podamos orar al Señor y confesarnos, a menudo seguimos pecando y resistiéndonos a Él. ¿Es esto un verdadero arrepentimiento? ¿Podemos realmente ser arrebatados al reino celestial cuando el Señor regrese?” Entonces, ¿qué es el verdadero arrepentimiento? Veamos cómo estos compañeros encuentran las respuestas en una reunión de estudio de la Biblia.
Discusión sobre el verdadero arrepentimiento
En una reunión de compañeros de obra, Wang Wei, Ma Tao y Hu Zhi se sentaron comprometidos con el estudio de la Biblia.
Wang Wei sonrió y habló al grupo, diciendo: “Compañeros de obra, empecemos leyendo un par de versos de las escrituras. El Señor Jesús dijo: ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado’ (Mateo 4:17). ‘El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio’ (Marcos 1:15). Podemos ver de las palabras del Señor que, si queremos entrar en el reino de Dios, debemos confesar nuestros pecados a Dios y arrepentirnos. Sin embargo, hemos creído en el Señor durante años, y aunque a menudo le confesamos nuestros pecados, todavía somos capaces de cometer pecados y vivimos dentro de un círculo vicioso de confesión y pecado. Parece que todavía no entendemos lo que es el verdadero arrepentimiento, y por lo tanto todavía no estamos libres de pecado. Por lo tanto, tener claro lo que es el verdadero arrepentimiento es extremadamente importante para nuestra posibilidad de entrar en el reino celestial. Hoy, vamos a profundizar en este tema juntos”.
Hu Zhi habló entonces con desprecio: “Creo que mientras nos presentemos de todo corazón ante el Señor Jesús, le roguemos y reconozcamos nuestros pecados, clamando con el corazón, estaremos verdaderamente arrepentidos. Mientras nos confesemos frecuentemente y nos arrepintamos de esta manera, entonces podremos obtener el perdón del Señor, y cuando Él regrese, podremos ser ascendidos al cielo”.
Wang Wei frunció un poco el ceño y respondió: “Pero hemos orado y confesado de esta manera durante tantos años, dando cuenta de nuestros pecados ante el Señor y llorando lágrimas amargas”. Pero en el momento en que nos encontramos con algo real, seguimos cometiendo pecados involuntariamente y, además, cometemos exactamente los mismos pecados una y otra vez. Me preocupa que nosotros, que a menudo vivimos en pecado, seamos abandonados y eliminados por el Señor cuando regrese”.
Ma Tao asintió y dijo: “Yo también he contemplado esto antes. Creo que llorar frecuentemente en oración y confesarse al Señor sólo demuestra que tenemos el deseo de confesarnos y arrepentirnos ante el Señor. Sin embargo, que esto constituya un verdadero arrepentimiento depende de cómo lo practiquemos y de que experimentemos o no un verdadero cambio. Por ejemplo, cuando un ladrón es sorprendido robando algo, confesará su ofensa y prometerá no volver a robar nunca más cosas que pertenezcan a otras personas. Pero esto no demuestra que realmente haya pasado página y que no volverá a robar nunca más. La mayoría de las veces, para evitar asumir la responsabilidad temporal de su delito y evitar el castigo legal, no tiene otra opción que admitir su delito, pero esto no significa que no quiera volver a robar en el futuro. Si es capaz de abstenerse de robar bajo cualquier circunstancia, entonces esto es lo único que probará que realmente se arrepiente. ¿No somos así también? Aunque a menudo confesamos nuestros pecados al Señor y nuestra actitud confesional parece sincera, después de un tiempo cometemos pecados de la misma manera, y no aborrecemos nuestros pecados ni los despreciamos en lo más mínimo. Orar y confesarse de esta manera es, en realidad, tratar de engañar a Dios, y lo hacemos para evadir la disciplina temporal de Dios, y para buscar el consuelo y el perdón del Señor. Y sin embargo no hacemos planes para cambiarnos completamente, así que ¿cómo puede ser esto un verdadero arrepentimiento?”
Ejemplos de arrepentimiento en la Biblia
Wang Wei escuchó con atención la comunión de Ma Tao, y pensó por un momento. Luego dijo: “Habiendo escuchado la enseñanza del hermano Ma, el rey David de repente viene a mi mente. Para tomar por la fuerza a Betsabé para sí mismo, David planeó hacer matar a Urías, y cometió adulterio y asesinato. Jehová Dios envió al profeta Natán para que hablara con David, para que le hiciera saber los pecados que había cometido y que sería castigado. Desde entonces, la espada nunca se apartaría de su casa. David sabía que había violado los mandamientos proclamados por Dios y había ofendido el carácter de Dios. Después de darse cuenta de sus malas acciones, David se arrepintió enormemente y aborreció los pecados que había cometido, por lo que oró sinceramente a Dios, confesó sus pecados y se arrepintió. Cuando envejeció, a David le disgustaba mucho el frío, por lo que sus asistentes eligieron a una chica virgen para calentarle la cama, pero David no tuvo relaciones sexuales con ella. Por el asunto del arrepentimiento de David, podemos ver que poseía un corazón temeroso de Dios, y que no sólo sentía verdadero arrepentimiento y aborrecimiento por sus pecados, sino que también experimentó un cambio real, y sólo esto es una expresión de verdadero arrepentimiento”.
Ma Tao asintió con la cabeza y dijo: “Sí, y el testimonio del verdadero arrepentimiento de la gente de Nínive hacia Dios también está registrado en la Biblia. Cuando el rey de Nínive escuchó al profeta Jonás transmitiendo las palabras de Dios, diciendo: ‘Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada’ (Jonás 3:4), lo creyó y obedeció. Dejó a un lado su estatus de rey, se quitó sus ropas de rey y llevó a la gente de la ciudad de Nínive a confesarse y arrepentirse ante Dios, cubriéndose de cilicio y sentándose sobre ceniza, tal como está registrado en las Escrituras: ‘Cuando llegó la noticia al rey de Nínive, se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por decreto del rey y de sus grandes, diciendo: Ni hombre ni bestia, ni buey ni oveja prueben cosa alguna; no pasten ni beban agua, sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios con fuerza, y vuélvase cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos. ¡Quién sabe! Quizá Dios se vuelva, se arrepienta y aparte el ardor de su ira, y no perezcamos’” (Jonás 3:6-9).
En ese momento, Wang Wei dijo emocionado: “Hablando del arrepentimiento del pueblo de Nínive, recientemente leí un pasaje en un libro que se relaciona precisamente con este asunto. Déjame leértelo”.
Wang Wei sacó un cuaderno de su bolso, lo hojeó hasta encontrar la página que buscaba, y luego leyó: “Después de oír la declaración de Dios, el rey de Nínive y sus súbditos llevaron a cabo una serie de acciones. ¿Cuál fue la naturaleza de sus acciones y su conducta? En otras palabras, ¿cuál fue la esencia de la totalidad de su conducta? ¿Por qué hicieron lo que hicieron? En los ojos de Dios se habían arrepentido sinceramente, no sólo porque habían hecho fervientes ruegos a Dios y confesado sus pecados delante de Él, sino también porque habían abandonado su conducta malvada. Actuaron de esta forma porque después de oír las palabras de Dios, se asustaron increíblemente y creyeron que Él haría lo que dijo. Ayunando, vistiendo de cilicio y sentándose sobre cenizas, deseaban expresar su disposición a reformarse de sus caminos y refrenar su maldad, y oraron para que Jehová Dios contuviese Su enojo, rogaron a Jehová Dios para que se retractase de Su decisión y la catástrofe que se cernía sobre ellos. Si examinamos todo su comportamiento se puede ver que ya entendieron que sus actos malvados anteriores eran detestables para Jehová Dios y vemos también que entendieron la razón por la que Él los destruiría pronto. Por este motivo, todos deseaban alcanzar un completo arrepentimiento, alejarse de sus malvadas sendas y abandonar la violencia en sus manos. En otras palabras, una vez conocieron la declaración de Jehová Dios, todos y cada uno de ellos sintió miedo en su corazón; ya no continuaron con su conducta malvada ni cometiendo esos actos que eran tan aborrecidos por Jehová Dios. Adicionalmente, rogaron a Jehová Dios que perdonase sus pecados pasados y que no los tratase de acuerdo a sus acciones pasadas. Estaban dispuestos a no involucrarse más en la maldad y actuar según las instrucciones de Jehová Dios, si así fuera posible nunca más enfurecer a Jehová Dios. Su arrepentimiento fue sincero y profundo. Provino del fondo de sus corazones y no fue fingido ni pasajero” (De “Dios mismo, el único II”).
Nueva inspiración sobre el verdadero arrepentimiento
Wang Wei entonces dio la comunión, diciendo: “Podemos ver en este pasaje que el verdadero arrepentimiento no es sólo admitir nuestros pecados y malas acciones. También debemos saber cuál es la actitud de Dios hacia nuestros pecados, y también debemos entender la esencia y el daño de nuestros pecados. Sólo de esta manera puede surgir en nosotros la verdadera reverencia y el temor a Dios, sentiremos el verdadero arrepentimiento y el aborrecimiento desde el fondo de nuestros corazones por nuestros pecados, ya no caminaremos por el mismo viejo camino como siempre lo hemos hecho, y comenzaremos a hacer un cambio y a convertirnos en nuevas personas; sólo esto es el verdadero arrepentimiento. Como la gente de Nínive, por ejemplo. Se dieron cuenta de que sus actos malvados habían ofendido el carácter de Dios, y sabían que, si no se arrepentían, serían destruidos por Dios. Por lo tanto, todos vistieron de cilicio y se sentaron sobre cenizas para arrepentirse ante Dios desde el rey más alto hasta el plebeyo más bajo. Comenzaron a arrepentirse completamente de sus fechorías y ya no harían el mal ni desafiarían a Dios. Su arrepentimiento fue verdadero, y surgió desde el fondo de sus corazones. ¿Y qué hay de nosotros? Aunque decimos que a menudo vamos ante Dios para arrepentirnos y confesarnos, esto es sólo una confesión verbal, y no es el aborrecimiento o el desdén por nuestros pecados lo que sentimos desde el fondo de nuestros corazones. Cuando nos encontramos con problemas, todavía nos preocupamos sólo por nuestros propios intereses, actuamos bajo el control de nuestra naturaleza pecaminosa interior, codiciamos los placeres del pecado y no sufrimos ningún cambio real. Este tipo de arrepentimiento es sólo un reflejo y está totalmente en desacuerdo con la voluntad de Dios. Dios escudriña el corazón del hombre y el hombre no puede engañar a Dios. Sólo a través del verdadero arrepentimiento podemos ganar la misericordia y la gracia de Dios”.
Ma Tao dijo entonces con sinceridad, “Gracias a la guía de Dios que ahora entendemos claramente lo que es el verdadero arrepentimiento. Con el pecado, el hombre no puede entrar en el reino de los cielos. El Señor Jesús dijo: ‘En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre’ (Juan 8:34-35). Y también dice en otra parte de la Biblia: ‘[...] la santidad, sin la cual nadie verá al Señor’ (Hebreos 12:14). Dios es justo y santo, y el reino de los cielos no permite que nadie que aún sea capaz de cometer pecados entre en él. No importa lo bien que alguien se arrepienta verbalmente, no puede ganar la alabanza de Dios. Sólo desechando la naturaleza pecaminosa de uno y siendo capaz de ser absolutamente obediente y devoto a Dios puede uno estar calificado para entrar en el reino de los cielos. Aunque hemos creído en el Señor durante muchos años, no reverenciamos a Dios en nuestros corazones en absoluto y no tememos a Dios. En cambio, creemos que el Señor es amoroso y misericordioso y que, cuando cometemos un pecado, todo lo que tenemos que hacer es confesar y arrepentirnos ante el Señor para que nuestros pecados sean perdonados, para que Dios no se acuerde de nuestras transgresiones y para que seamos arrebatados al reino celestial cuando el Señor regrese. A través de nuestra comunión, finalmente me he dado cuenta de que nuestra fe es tan confusa. Somos como mendigos que sólo saben extender las manos al Señor y pedir cosas, y sin embargo no entendemos cómo apreciar la preocupación de Dios y la pena que siente en Su corazón por nosotros viviendo en pecado y sin pensar en el arrepentimiento, y también nos falta la resolución y determinación de distanciarnos del pecado. Parece ahora que, si somos incapaces de temer a Dios y de evitar el mal, entonces no podremos arrepentirnos verdaderamente, y nuestra espera de que el Señor venga a llevarnos al reino de los cielos es sólo un sueño ocioso. No podemos seguir creyendo en Dios confiando en nuestros propios conceptos e imaginaciones erróneas, ¡porque eso es demasiado peligroso! Debemos concentrarnos en practicar la verdad y buscar el cambio, porque sólo eso concuerda con la voluntad de Dios”.
Solo aceptando la obra de juicio en los últimos días, podrán lograr el verdadero arrepentimiento
Wang Wei continuó: “Recientemente, tuve una reunión con un hermano sobre las condiciones para nuestra entrada en el reino celestial. Él dijo, ‘El Señor Jesús profetizó: “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final” (Juan 12:48). “Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Aunque nuestros pecados son perdonados cuando aceptamos la salvación del Señor Jesús, nuestra naturaleza pecaminosa sigue estando profundamente arraigada en nosotros y todavía somos capaces de cometer pecados involuntariamente y desafiar a Dios; hasta que no podamos deshacernos de las ataduras del pecado, no mereceremos entrar en el reino de los cielos. Cuando el Señor regrese, realizará la etapa de la obra de juzgar y purificar al hombre con palabras, y si queremos entrar en el reino de Dios, entonces debemos aceptar la obra de juicio del Señor cuando regrese en los últimos días, reconocer nuestra naturaleza pecaminosa, ser capaces de aborrecernos verdaderamente y abandonar nuestra carne, practicar las palabras de Dios, obedecer a Dios y venerar a Dios, y desechar nuestros caracteres corruptos. Sólo así podemos ser purificados y alcanzar la salvación final de Dios”. Creo que su comunión tiene mucho sentido, así que lo traeré aquí para que se comunique con nosotros, si les parece bien a todos”.
Ma Tao dijo inmediatamente: “¡Genial! Si la obra de juicio del Señor en los últimos días puede permitirnos ser purificados y lograr un verdadero arrepentimiento, entonces tenemos esperanza de entrar en el reino de los cielos. ¡Somos realmente tan afortunados! Hermano Wang, será mejor que te des prisa y traigas a ese otro hermano aquí para que se una a nosotros”.
Wang Wei sonrió mientras decía, “Bien, iré a buscarlo mañana…”.
Recomendación: Cómo aprender a leer la Biblia
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso
¿Cómo aprender a leer la Biblia y entenderla?
Xiao Xiao (Francia)
La lectura de la Biblia es una obligación diaria para los cristianos, además de indispensable en la senda hacia la verdad y la madurez en la vida espiritual. El Señor Jesús dijo: “Escrito está: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’” (Mateo 4:4). Es evidente que leer las palabras de Dios con frecuencia y valorarlas con el corazón es obligación de todo cristiano, pero ¿cómo debemos leer la Biblia para recibir la guía del Espíritu Santo y lograr resultados positivos? Esta es una cuestión de suma importancia para nosotros. Es probable que todos hayamos leído la Escritura de la siguiente manera. A veces somos capaces de recibir el esclarecimiento y la guía de Dios y de entender Su voluntad y Sus exigencias; nuestro espíritu se conmueve y tenemos fe y determinación para practicar las palabras de Dios en la vida diaria. Cada vez nos gusta más asistir a reuniones, orar y leer la Escritura y durante ese tiempo, además, maduramos en la vida espiritual. Sin embargo, algunas veces no disfrutamos la lectura de la Biblia y no percibimos el esclarecimiento ni la iluminación del Espíritu Santo. Sólo entendemos el significado literal de los pasajes bíblicos y nos falta sentido de la voluntad y las exigencias de Dios; no sabemos defender las palabras de Dios en la vida diaria y no maduramos espiritualmente. En ocasiones puede que hasta nos entre sueño leyendo la Biblia y cada vez tengamos menos ganas de hacerlo, de asistir a reuniones y de orar. Esto puede ser muy confuso. Si leemos la Biblia como siempre, ¿por qué se dan dos resultados totalmente distintos? ¿Cómo podemos leer la Biblia para obtener resultados positivos? A fin de recibir luz a partir de la lectura de la Biblia, comprendiendo estos tres principios podemos acercarnos más a Dios y recibir Su esclarecimiento y guía con facilidad.
1. Al leer la Biblia, es imprescindible sosegar el corazón ante Dios para recibir el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo.
Aunque perseveremos en la lectura diaria de la Biblia a una hora fija, si no sosegamos el corazón ante Dios durante ese tiempo, simplemente leeremos la Biblia mientras pensamos en cómo ocuparnos de los asuntos familiares o laborales. Esa manera de leer la Escritura se limita a seguir una norma y llevar a cabo un ritual. En tal caso, es probable que lo hagamos mecánicamente y alcancemos una comprensión superficial; de ningún modo podremos recibir esclarecimiento del Espíritu Santo, no adquiriremos nueva luz y, naturalmente, ya no tendremos gozo espiritual. Especialmente en una época tan acelerada, las ocupaciones laborales y las complicadas relaciones interpersonales nos dejan exhaustos de cuerpo y mente, así que, cuando leamos la Escritura, debemos tener todavía más en cuenta el sosiego ante Dios y meditar con esmero Sus palabras. Esta es la única vía para recibir esclarecimiento y guía del Espíritu Santo.
Dice la palabra de Dios: “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren” (Juan 4:23). “Acallar el corazón en presencia de Dios es el paso más crucial para entrar en Sus palabras. […] Solo después de que las personas son capaces de estar en paz delante de Dios, el Espíritu Santo puede tocarlas y las puede esclarecer e iluminar, y solo entonces pueden tener comunión verdadera con Dios y pueden entender Su voluntad y la guía del Espíritu Santo” (“Acerca de acallar el corazón delante de Dios”). En las palabras de Dios comprobamos que Él nos exige que lo adoremos con honestidad de espíritu. Si deseamos ser movidos por el Espíritu Santo y conseguir resultados positivos de la lectura de la Biblia, debemos sosegarnos ante Dios, meditar con esmero Sus palabras y escuchar Su guía, pues el tiempo que pasamos leyendo la Escritura es también el tiempo que tenemos para acercarnos a Dios, adorarlo y entender verdades de la Escritura. Sólo si veneramos a Dios de corazón, nos volcamos de todo corazón en Sus palabras y buscamos y meditamos sinceramente podemos recibir esclarecimiento y orientación del Espíritu Santo, ser movidos por Él y comprender el sentido de las palabras de Dios. Por tal motivo, antes de leer la Biblia debemos encontrar un lugar tranquilo y evitar a las personas, circunstancias o cosas que puedan distraernos. Debemos hacer una oración antes de empezar, sosegar deliberadamente el corazón ante Dios y pedirle que nos guíe para que entendamos la verdad de Sus palabras. Cuando nos volcamos de todo corazón en las palabras de Dios podemos recibir Su esclarecimiento y guía, y no sólo podemos comprender Su voluntad y Sus exigencias, sino también aprender nuevas perspectivas y conocimientos sobre Sus palabras. Cuanto más practiquemos esto, más oportunidades tendremos de ser movidos por el Espíritu Santo al leer la Escritura y seremos capaces de descubrir qué podemos hacer para cumplir la voluntad de Dios. Entonces maduraremos en la vida espiritual con mayor rapidez.
2. No leas por leer: elige pasajes acordes a tus problemas y dificultades reales.
En primer lugar, hemos de saber que leer la Biblia no implica seguir una norma ni llevar a cabo una tarea. Se trata, más bien, de resolver nuestros problemas y dificultades de carácter práctico para tener un sendero de práctica en nuestra vida diaria. Sin embargo, estamos sujetos a error en la lectura de la Biblia; a veces nos limitamos a seguir las normas y pasar de un capítulo a otro, de un versículo a otro, o leemos cualquier página a la que llegamos sin rumbo. Leer la Escritura así, sin ningún objetivo, no da resultados positivos. Es como si un enfermo intenta tratar su enfermedad: no puede esperar una mejoría tomándose cualquier medicamento, sino que primero tiene que entender qué ha provocado realmente la enfermedad y de qué tipo es para poder recuperar la salud con el medicamento adecuado a su patología concreta. Lo mismo sucede al leer la Escritura. La palabra de Dios dice: “Cuando comas y bebas de las palabras de Dios, deberás comparar con ellas la realidad de tu estado. Es decir, cuando descubras tus defectos en el transcurso de tu experiencia real, deberás saber encontrar una senda de práctica y dar la espalda a tus motivaciones y nociones incorrectas. Si siempre te esfuerzas por estas cosas y pones todo tu corazón en lograrlas, tendrás una senda que seguir, no te sentirás vacío y, por tanto, podrás mantener un estado normal. Solo entonces serás una persona que soporta una carga en la vida, que tiene fe” (“Práctica (7)”). Con las palabras de Dios comprendemos que debemos tener en cuenta las dificultades y los problemas que nos encontramos en nuestra vida normal y que leer las palabras de Dios selectivamente es la única vía para lograr resultados positivos. Por tanto, antes de hacer la lectura diaria de las palabras de Dios, primero hemos de pensar un poco en nuestra situación espiritual actual, en la clase de personas, circunstancias y cosas a que nos hemos enfrentado últimamente, en el aspecto de la verdad con el que guardan relación y en el tipo de práctica que debemos tener para cumplir la voluntad de Dios. Entonces podremos buscar conscientemente, para su lectura, unas palabras de Dios adecuadas a nuestras dificultades reales. Esto es así porque las palabras de Dios dejarán al descubierto nuestras motivaciones incorrectas y nuestra corrupción, lo que puede señalarnos el sendero correcto de práctica. Siempre que actuemos según las exigencias de Dios y desechemos nuestras motivaciones y perspectivas incorrectas, nuestros problemas se resolverán y nuestra situación espiritual y nuestra relación con Dios podrán ir mejorando. Incorporando nuestros problemas personales a la lectura de la Biblia podemos lograr resolver nuestros problemas prácticos.
Por ejemplo, digamos que surge un conflicto entre nosotros y nuestra familia, o nuestros hermanos y hermanas, y no somos tolerantes ni pacientes con ellos, sino que damos muestras de mal genio. Para empezar, debemos aprender a sosegarnos ante Dios, plantearnos con qué aspecto de la verdad guarda relación este problema, qué nos exige Dios, etc. Una vez que hayamos captado estas cosas, sabremos buscar en la Escritura las exigencias de Dios para que tengamos amor, tolerancia y paciencia hacia los demás. Asimismo, podremos buscar pasajes en los que Dios nos pide introspección y que no nos centremos solamente en la otra persona. También podríamos leer cómo el Señor Jesús amaba y perdonaba a la gente. Con esta clase de lectura selectiva de la Escritura podemos apreciar lo arrogantes, ofendidos, mezquinos y conflictivos que somos con los demás. Igualmente podemos reconocer que es voluntad de Dios que aprendamos a perdonar al prójimo, que nos amemos, seamos magnánimos y tolerantes unos con otros; quiere que vivamos como cristianos. Luego, si pensamos un poco en la magnanimidad y tolerancia del Señor Jesús hacia la gente, por las que lavó personalmente los pies de Sus discípulos, nos emocionaremos más todavía. Cuando conozcamos estas verdades sentiremos ganas de amar al prójimo según las exigencias de Dios y, con naturalidad, cultivaremos la tolerancia y la comprensión hacia quienes nos rodean. Veamos otro ejemplo. Cuando nos volvemos débiles y negativos mientras predicamos el evangelio y nos topamos con los impedimentos, la represión, la calumnia y el juicio de las malvadas fuerzas de Satanás, podemos leer en la Escritura pasajes acerca de cómo tener en consideración la voluntad de Dios, así como sobre el perfeccionamiento de nuestra fe a manos de Dios. También podemos mirar fragmentos acerca de la prudencia ante las fuerzas de Satanás, opuestas a Dios, mientras predicamos el evangelio. Con la lectura de estas Escrituras podemos entender mejor la voluntad de Dios, ver que somos tan frágiles que nos volvemos negativos y débiles ante los fracasos o los reveses, y que tenemos muy poca fe. Puede que esto, asimismo, nos ayude a comprender que la propagación del evangelio del reino es nuestro deber y misión obligatorios y que hemos de soportar la persecución y las dificultades para dar testimonio de la obra de Dios. De igual modo, en la Escritura podemos llegar a conocer las exigencias de Dios hacia nosotros; debemos ser prudentes al difundir el evangelio en esta era del mal y aprender a ser astutos como las serpientes e inocentes como las palomas. Cuando sepamos estas cosas tendremos fe para apoyarnos en Dios y podremos utilizar la prudencia para vencer a Satanás y seguir difundiendo el evangelio de Dios. Por ello, si leemos la Biblia selectivamente, dirigiéndonos a nuestras dificultades reales, podremos recibir con mayor facilidad el esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo, alcanzar a entender la voluntad de Dios y tener un sendero de práctica correcto. Acto seguido, nuestra relación con Dios puede volverse más íntima; así es como se logra el mejor resultado de la lectura de la Escritura.
3. Céntrate en meditar las palabras de Dios y en entender el significado profundo de la verdad.
Muchos piensan que solamente alegran a Dios las personas que están muy familiarizadas con la Biblia y tienen muchos conocimientos bíblicos. Así, al leer la Escritura, hacemos mucho hincapié en leer y memorizar más pasajes para sabérnosla más al dedillo y de cabo a rabo. Sin embargo, no nos centramos en meditar las palabras de Dios para lograr entender de qué tratan realmente. Si lo pensamos detenidamente, tal vez nos parezca que esta práctica simplemente nos familiariza más con el texto bíblico y que llegamos a comprender algunos principios espirituales. No obstante, no entendemos las verdades inherentes a las palabras de Dios, no conocemos Su voluntad ni Sus exigencias y, en especial, nos falta verdadero conocimiento del propio Dios. Es más, en nuestra vida normal no sabemos experimentar ni practicar las palabras de Dios. De ese modo, puede que también nos volvamos cada vez más arrogantes por dominar tantos conocimientos y teorías de la Biblia. Alardeamos ante los hermanos y hermanas y nos lucimos interpretando teorías y conocimientos bíblicos; nos exhibimos para que nos admiren y adoren, y nos plantamos ante nuestros hermanos y hermanas al tiempo que tenemos una relación cada vez más distante con Dios. En lo espiritual, caemos en la oscuridad, involucionamos y no sentimos la presencia de Dios.
La palabra de Dios dice: “Cuando leía las palabras de Dios, Pedro no estaba centrado en entender las doctrinas y, menos aún, en obtener conocimiento teológico; más bien, se concentró en comprender la verdad y captar la voluntad de Dios y lograr un entendimiento de Su carácter y Su encanto. Pedro también intentó comprender los diversos estados corruptos del hombre a partir de las palabras de Dios, así como la naturaleza corrupta del hombre y sus verdaderas deficiencias, cumpliendo, así, con todos los aspectos de las exigencias que Dios le hace al hombre para que lo satisfaga. Pedro tuvo muchas prácticas correctas que se ciñeron a las palabras de Dios. Esto estuvo totalmente alineado con la voluntad de Dios y fue la mejor forma en la que una persona podía cooperar al tiempo que experimentaba la obra de Dios” (“Cómo caminar por la senda de Pedro”). Esto deja claro que, cuando Pedro leía las palabras de Dios, no se conformaba únicamente con comprender algunos conocimientos teológicos o cartas y doctrinas, sino que se esforzaba especialmente en lo que Dios exige, así como en la búsqueda y la contemplación reiteradas, y entonces captó el propósito y la voluntad inherentes a las palabras de Dios. Posteriormente, actuó conforme a las exigencias de Dios de tal modo que supo poner en práctica, con gran naturalidad, las palabras de Dios en todas las cosas y vivir la realidad de Sus palabras. La práctica de Pedro nos aporta una senda propia, práctica y viable. Las palabras de Dios son la verdad, expresión de Su carácter y de lo que Él tiene y es; todas contienen la voluntad y las exigencias de Dios. Si no las buscamos, meditamos ni percibimos detenidamente, no entenderemos nada más que doctrinas literales; desde luego, no la voluntad de Dios. Tampoco entenderemos de qué tratan realmente las palabras de Dios, por lo que, naturalmente, no podremos entrar en la realidad de las mismas. Así pues, cada vez que leamos un pasaje de ellas, debemos meditar con esmero lo siguiente: ¿Cuál era el propósito de Dios al decir esto? ¿Cuál es Su voluntad y cuáles Sus exigencias a la humanidad? ¿Qué quería que lográramos por medio de esto? ¿En qué fallo yo? ¿Cómo debo practicar y entrar en esto en mi vida real? ¿Qué puedo hacer para cumplir las exigencias de Dios? Al emprender este tipo de búsqueda y meditación, para cuando nos demos cuenta, Dios nos dará esclarecimiento y guía y nos permitirá comprender el significado profundo de Sus palabras. Tendremos algo de verdadero conocimiento del carácter y la voluntad de Dios, hallaremos un sendero de práctica y entrada y, así, entraremos paso a paso en la realidad de las palabras de Dios.
Observemos las siguientes palabras del Señor: “En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). “Antes bien, sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; y lo que es más de esto, procede del mal” (Mateo 5:37). En las palabras de Dios vemos que Él posee una esencia de credibilidad: ama a los honestos y le disgustan los mentirosos y tramposos. Sólo los honestos pueden entrar en el reino de los cielos, mientras que los siniestros y taimados no pueden cruzar sus puertas. La oración y meditación de las palabras de Dios son la única vía para que podamos entender que Dios quiere que seamos honestos, inocentes y abiertos como niños, sin mentir de palabra y sin engaño ni falsedad de corazón. Llegados a ese punto en nuestros planteamientos, podemos pasar a la búsqueda: ¿Tenemos elementos de deshonestidad? Reflexionando sobre nuestros pensamientos y actos comprobamos que aún manifestamos mucha falsedad. En ocasiones, cuando estamos ante Dios en oración, decimos toda clase de maravillas y nos proponemos muchas cosas, pero casi nunca estamos a esa altura en la vida real. A veces hacemos algo mal y queremos reconocer el error ante otra persona, pero nos da miedo que nos desprecie, así que, para preservar nuestra imagen y reputación, decimos una media verdad y ocultamos la realidad. De vez en cuando, al comentar nuestras experiencias, estamos más que dispuestos a airear cómo ponemos en práctica las palabras de Dios, pero muy rara vez hablamos de cómo desafiamos y nos oponemos a Dios y de cuando no ponemos en práctica la verdad. A menudo aparentamos ser lo que no somos para que los demás conserven una buena imagen de nosotros. Alguna vez vemos a hermanos y hermanas que hacen cosas que no están en consonancia con la voluntad de Dios y queremos hablar con ellos, pero nos preocupa herirlos en su orgullo o nos da miedo que no acepten nuestra opinión y nos juzguen, por lo que mantenemos un ojo abierto y otro cerrado como si no supiéramos nada. Suma y sigue. Con la reflexión vemos cuánta falsedad manifestamos: en absoluto somos honestos y agradables a Dios, así que ¿cómo podría entrar alguien como nosotros en el reino de los cielos? Tras comprender estas cosas, debemos proceder a sopesar la senda hacia la honestidad en las palabras de Dios. En primer lugar, no podemos mentir de palabra, sino que debemos hablar con arreglo a la verdad. Hay que diferenciar las cosas: este es el fundamento de nuestra práctica. Pero, más que nada, es necesaria la honestidad de corazón. Este no puede albergar perversidad ni falsedad; todo cuanto decimos o hacemos está sujeto al escrutinio de Dios. No podemos mentir ni engañar para proteger nuestro estatus, reputación o imagen, sino que, ante un problema, deberíamos ser capaces de despojarnos de nuestras motivaciones incorrectas y hablar sin rodeos, con honestidad y con el corazón. Este es el primer paso hacia la honestidad. Si siempre meditamos seriamente las palabras de Dios de esta forma, procurando entender la esencia de la verdad más allá del sentido literal, comprenderemos cada vez mejor los pormenores de la verdad y, entonces, será más correcto lo que practiquemos en nuestra vida. Nos acercaremos más a la voluntad y las exigencias de Dios y nuestra práctica será más acorde a Su voluntad. Estaremos cada vez más cerca de Dios y nos sentiremos firmes, tranquilos y satisfechos en el alma.
Otro punto que cabe plantear es que, sea cual sea el aspecto que estemos leyendo de las palabras de Dios, no podemos conocerlo del todo y a fondo tras una o unas pocas lecturas. Esto siempre es un proceso. Las palabras de Dios son tan profundas que ocultan muchas verdades, por lo que no podemos tener demasiada prisa ni ansia por terminar. Debemos esforzarnos con ellas, sopesarlas y orar al respecto de manera constante y trabajar diligentemente para entender las verdades que contienen. También debemos llevarlas a la práctica en la vida diaria, reflexionándolas y entrando en ellas al mismo tiempo para que adquiramos a través de nuestras experiencias una comprensión más profunda de las verdades que contienen. Tras practicar esto durante un tiempo, podremos entender y profundizar poco a poco en la verdad, lo que nos aportará conocimiento de la misma.
Estos son los tres principios de la lectura de la Escritura. Poniéndolos en práctica podemos subsanar nuestros problemas de falta de esclarecimiento en la lectura o de ausencia de gozo espiritual, madurar en la vida espiritual y cultivar una relación de creciente cercanía con Dios. Queridos hermanos y hermanas, ¿a qué esperáis? ¡Haced la prueba!
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso
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Himno de la Palabra de Dios ¿QUÉ ES LA FE VERDADERA?
Intro
Es la creencia real y el corazón sincero que
debes tener cuando no puedes ver ni tocar,
cuando la obra de Dios no se ajusta
a las nociones de los hombres,
cuando sobrepasa el entender.
Esta es la fe de la que habla Dios.
Verso 1
Las personas necesitan fe para tolerar dificultades.
Con la fe viene el refinamiento,
ambos son inseparables.
No importa tu entorno ni cómo Dios obre en ti,
busca la verdad y la vida,
que Su obra se haga en ti.
Busca entender los actos de Dios,
actúa según la verdad.
Esto muestra tu fe real,
y no pierdes tu esperanza en Él.
Coro
Siempre busca la vida y cumplir Su voluntad.
Esto es fe real, amor bello y real.
Verso 2
Durante el refinamiento no tengas dudas sobre Dios,
sigue buscando la verdad y amar a Dios de verdad.
No importa lo que haga Dios,
practica siempre la verdad,
considera y busca Su voluntad.
Esta es tu fe genuina en Él.
Coro
Siempre busca la vida y cumplir Su voluntad.
Esto es fe real, amor bello y real.
Puente
Cuando Dios dijo que serías rey, lo amaste.
Cuando Él se mostró ante ti, lo buscaste.
Pero ahora, Dios se oculta,
ahora no puedes verlo.
A la vista de los problemas,
¿acaso pierdes la esperanza en Él?
Coro
Siempre busca la vida y cumplir Su voluntad.
Esto es fe real, amor bello y real.
De "La Palabra manifestada en carne"
Para conocer más: ¿Qué es la fe en Dios?
Cómo leer la Biblia-Carta a mi amigo lejano de la iglesia
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Cómo leer la Biblia-Carta a mi amigo lejano de la iglesia
Sin darnos cuenta hemos estado alejado por más de dos años. ¿Cómo están yendo tus cosas en estos días? ¿Cómo están los hermanos y hermanas? Realmente extraño aquellos días cuando compartíamos el evangelio, leíamos la biblia y acudíamos a las reuniones. Recuerdas aquella vez que discutimos acerca de cómo debería ser leída la biblia ya que no entendíamos la palabra del Señor Jesús aunque la leiamos todos los días. Para ser honesto contigo hace varios años publiqué este interrogante en Internet. Rápidamente un amigo de la iglesia me contestó y me hizo ganar muchísimo. Por eso te escribo esta carta para compartir el camino de cómo leer la palabra de Dios para entender la verdad.
En primer lugar, cuando leemos la palabra de Dios deberíamos tener una actitud sincera, devota y concentrarnos. El Señor Jesús dijo: “Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). Dios es santo y fiel. Su palabra es la expresión de Su disposición de la vida y la revelación de Su esencia. Por lo tanto, debemos leer Su palabra con un corazón sincero y anheloso. Solo así el Espíritu Santo entrara en nosotros. Si leemos con una actitud despreocupada e indiferente y sólo nos concentramos en saber, resumir y terminar el sentido literal de Su palabra o sólo nutrirnos de la teoría espiritual, entonces caeremos inevitablemente en nuestra idea e imaginación. De este modo, no sólo no podemos entender la voluntad y requerimientos de Dios, sino que fácilmente haremos el mal para evitar a Dios e interrumpir y perturbar Su obra. Recuerda las parroquias de la era de ley. Ellos recitaban las escrituras día tras día pero nunca buscaron o reflexionaron sobre el significado profundo de la palabra de Dios, ni sabían en lo más mínimo acerca del trabajo del Espíritu Santo, en vez de eso eran tan arrogantes que tomaron conocimiento de una carta corta de la biblia y la usaron de guía y tenían varias nociones acerca de Dios. Cuando el señor Jesús vino a hacer Su trabajo para redimir a la humanidad, ellos usaron la carta y la doctrina de la Biblia para negar a Dios, rechazarlo y resistir Su obra. Finalmente usaron la carta para clavar al Señor en la cruz, pecando terriblemente y siendo eliminado y castigado por Dios. Esto completa las palabras de la biblia: “porque la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2 Corintios 3:6). De ahí podemos ver que si nosotros deseamos la iluminación divina del Espíritu Santo y entender el propósito de Dios, es necesario una actitud piadosa, concentrada y sincera. Solo así podemos obtener resultados reales al leer la palabra del Señor.
En segundo lugar, deberíamos rezar y reflexionar más acerca de la palabra de Dios. Todos sabemos que la palabra de Dios contiene Sus requerimientos y propósitos. Cuando leemos un pasaje de Su palabra necesitamos reflexionar sobre: por qué Dios quiere pronunciar esas palabras, cuál es el propósito de esas palabras, qué problemas quería que resolvamos por nuestra cuenta y qué resultados quiere adquirir. Solo reflexionando acerca de esto, entenderemos el significado de Su palabra y comprenderemos Su propósito. Una vez cuando leí la palabra del Señor Jesús: “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres” (Mateo 6:5). Luego reflexioné: ¿por qué Dios no aprobaba los rezos de los fariseos? ¿Qué significaba la manifestación de sus oraciones? ¿Cuál sería la consecuencia si rezaremos del mismo modo que ellos? En aquellos días, yo siempre rezaba y reflexionaba sobre estos temas. Luego de esto, pensé acerca del comportamiento de los fariseos. Por ejemplo, ellos hipócritamente realizaban largas plegarias, les encantaba rezar parados en las esquinas de las calles para ser vistos por la gente y repetían palabras agradables a Dios, pero no las ponían en práctica. Además devoraron la propiedad de las viudas y hasta asesinaron profetas. Sus plegarias engañaban a los hombres y a Dios. Dios es fiel, bendito y justo; Dios aborrece y condena las plegarias hipócritas de los Fariseos. Comparado con el comportamiento de los fariseos podemos descubrir que nuestras plegarias están llenas de mentiras, palabras vacías y pretenciosas, que decimos palabras agradables y realizamos incontables propósitos ante Dios pero pocas veces los cumplimos. Por ejemplo, en ocasiones rezábamos para obtener gracia pero nunca para entender la verdad o hacer realidad la palabra de Dios; en otras rezábamos para amar al Señor pero cuando teníamos dificultades en nuestra vida y caíamos inmediatamente nos quejábamos del Señor y no podíamos amarlo más; hubo momentos también que rezábamos a Dios diciendo que estábamos dispuestos a servir al Señor toda la vida pero al ver a nuestros amigos viviendo una vida fácil y cómoda, comenzábamos a dudar y queríamos caminar por el mismo camino que ellos. Solo luego de darnos cuenta que nuestras oraciones no están alineados con la voluntad del Señor podemos hablar de manera sincera al Señor y estar dispuesto a arrepentirnos. Este es el resultado que Dios quiere que alcancemos diciendo esas palabras. De aquí podemos ver que podemos conscientemente reflexionar acerca de cada palabra y cada requerimiento de Dios, buscar más acerca del propósito de Dios cuando habla y cuál es el resultado que quiere que alcancemos; así poder obtener la iluminación divina del Espíritu Santo y gradualmente entender el verdadero significado de las escrituras.
Además hay un tiempo para que funcione el Espíritu Santo. En algunos casos no podemos recibirnos de forma inmediata la iluminación divina del Espíritu Santo cuando reflexionamos sobre las escrituras; en ese momento no podemos abatirnos ni rendirnos pero deberíamos tener una determinación perseverante y confiado para no descansar hasta entenderlas. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados” (Mateo 5:6). “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Dios es fiel. Siempre que reflexionemos con frecuencia y esperemos, tal vez luego de un tiempo, Dios nos iluminara y de repente entenderemos Sus palabras. Así es como Peter lo experimento. El Señor Jesús una vez le preguntó a Peter tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (Juan 21:16). En ese momento Peter no entendió la voluntad de Dios. Mediante constantes reflexiones y rezos se dio cuenta que él sólo amaba una idea vaga de Dios en el cielo pero no amaba al Señor en la tierra. El propósito de Dios es esperar que el hombre pueda amar al Dios práctico en tierra y no la idea vaga, invisible e intangible de Dios en el cielo. De ese momento Peter se propuso como meta para su vida amar a Dios. Al final, él alcanzó su propósito de amar a Dios al máximo y fue crucificado de cabeza por el Señor, siendo perfecto para Dios. Dios no es injusto con las personas mientras que nosotros nos esforcemos en entender la palabra de Dios y rezar más y esperar con un corazón obediente, con seguridad Dios nos iluminará y guiará.
Por último, deberíamos poner en práctica en la vida real la palabra de Dios que entendemos. Sólo de ese modo podemos entender de forma más clara la palabra de Dios. Deberíamos practicar tantas verdades como entendamos en las escrituras. Aún si sólo entendemos en sentido literal, podemos practicar de ahí. Por ejemplo, El Señor dijo: “Antes bien, sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; y lo que es más de esto, procede del mal” (Mateo 5:37). Luego de reflexionar sobre estas palabras podemos entender que para ser una persona honesta hay que llamar a las cosas por su nombre y no decir mentiras. Luego podemos empezar a practicar ser honestos de acuerdo con lo que entendimos. Cuando actuemos así, nos daremos cuenta que no es fácil ser una persona honesta y que es muy difícil no decir mentiras. Cuando hacemos algo, aún tenemos muchas impurezas y malas intenciones y para proteger nuestra vanidad, rostro e intereses, también decimos mentiras a pesar de nosotros mismos. En este momento podemos entender que Dios requiere que nosotros resolvamos las intenciones e impurezas que tenemos dentro así podemos deshacernos de nuestra predisposición deshonesta y conseguir no engañar a Dios, al hombre ni a nuestro corazón. Además, cuando nos comportamos como personas honestas, podemos descubrir que la humanidad está profundamente corrompida por Satanás y necesitamos la salvación de Dios. En este momento, rezaremos urgentemente para que Dios nos ilumine y nos guíe, así podemos practicar la verdad y ser purificados pronto y ser alguien que enorgullezca Dios. Si solo prestamos atención en nutrirnos con el conocimiento bíblico y la doctrina espiritual pero no enfatizamos en practicar la palabra de Dios lo que sabemos permanecerá superficial y aún cuando podamos recibir la iluminación de Dios la olvidaremos con rapidez. Cuando Dios vea que no practicamos la verdad el Espíritu Santo no nos iluminará más para entender la palabra de Dios. Esto completa la frase del Señor Jesús: “Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mateo 13:12). Entonces luego de recibir la iluminación divina del Espíritu Santo deberíamos prestar atención para ponerlo en práctica. Esta es la llave para recibir la aprobación de Señor.
Lo que te mencione anteriormente lo obtuve en los días que pasaron. Gracias al Señor! Espero que esta información sea beneficiosa para ti y que pueda ayudarte a liberarte pronto de la vejación de cómo leer las escrituras para alcanzar los propósitos y ganar un suministro interminable de agua de vida del Señor.
¡Que la bendición del Señor te acompañe!
(Traducido del original en inglés al español por Antonela Ayelen Martinez)
Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.
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