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¿Qué es adorar a Dios en espíritu y en verdad según la Biblia?

 Por Xianxin

El Señor dijo: “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24). El Señor requiere que adoremos a Dios en espíritu y en verdad, porque sólo de esa manera podemos ganar Su aprobación. Pero, ¿qué implica exactamente adorar a Dios en espíritu y en verdad? Algunos hermanos y hermanas creen que orar diligentemente y leer la Biblia todos los días es adorar a Dios, y algunas personas creen que asistir a las reuniones a tiempo e ir a la Iglesia cada semana es adorar a Dios, todavía hay otros que creen que trabajar duro, sacrificarse y dedicándose al Señor es adorar a Dios, y así sucesivamente. Hay muchas maneras de practicar la adoración a Dios, pero ¿lo estamos adorando en espíritu y en verdad? ¿Aprecia Dios este tipo de práctica? Vamos a compartir esto juntos.

1. ¿Estamos practicando la verdad, o aferrándonos a reglas y rituales?

Desde el momento en que comenzamos a creer en el Señor, aunque podamos orar, leer la Biblia y cantar himnos todos los días, e ir a la iglesia, alabar al Señor y escuchar sermones cada semana, ¿adorar a Dios en espíritu y en verdad implica sólo estas prácticas externas? Podemos recordar que cuando la mujer samaritana le preguntó al Señor Jesús dónde debía adorar a Dios, y el Señor Jesús respondió: “[...] la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. […] cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:21, 23-24). El Señor Jesús claramente le dijo a la gente la voluntad y los requisitos de Dios: No importa dónde uno adore a Dios, ni debe seguir ninguna regla o ceremonia, sino más bien uno debe adorar a Dios en espíritu y en verdad. Este es también nuestro principio de práctica para adorar a Dios. Pero la mayoría de las veces sólo centramos nuestro esfuerzo en nuestras prácticas externas; tenemos cuidado de orar un poco más y decir un poco más; leemos versículos en la Biblia una y otra vez, tratando de memorizarlos; asistimos a la iglesia todo el tiempo, haya viento o lluvia, esté caliente o frío; organizamos todo tipo de actividades u organizamos diversos espectáculos para alabar al Señor, y siempre participamos con una actitud positiva; y así sucesivamente. Desde el exterior, parece que estamos realizando mucho esfuerzo y estamos pagando un alto precio para alabar al Señor, y que sufrimos mucho, pero ¿cuántas veces hablamos lo que hay en nuestro corazón cuando oramos a Dios? ¿Cuántas veces durante el tiempo en que leemos la Biblia, cantamos himnos o asistimos a la Iglesia y escuchamos sermones, hacemos esfuerzos para estar cerca de Dios y meditar las palabras del Señor? ¿Cuántas veces, al adorar a Dios, buscamos la voluntad del Señor y comprendemos las palabras del Señor? Algunos hermanos y hermanas han practicado de esta manera durante muchos años, sin embargo, todavía no entienden la verdad, no tienen conocimiento del Señor, y cuando las cosas les suceden, todavía pecan con frecuencia y viven dentro de la esclavitud y las limitaciones del pecado. En esto nos enfrentamos a un problema serio, que es que la mayor parte del tiempo que pasamos orando, leyendo la Biblia, yendo a la Iglesia y escuchando sermones, simplemente estamos pasando yendo con la corriente. En realidad, no estamos adorando a Dios en espíritu y en verdad, ni estamos practicando la verdad para satisfacer a Dios. No importa lo bien que podamos mantener estas prácticas externas, Dios no lo aprueba.

Entonces, ¿cómo podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad al orar o leer la Biblia? Leamos un pasaje de las palabras de Dios juntos. Las palabras de Dios dicen: “Una vida espiritual normal es vivir una vida ante Dios. Cuando uno ora, puede acallar su corazón ante Él y, a través de la oración, puede buscar el esclarecimiento del Espíritu Santo, entender las palabras de Dios, y entender la voluntad de Dios. Al comer y beber las palabras de Dios, se puede ser más claro y más lúcido respecto a lo que Dios quiere hacer ahora mismo, tener una nueva senda de práctica y no ser conservador de manera que toda la práctica de uno tenga el propósito de lograr el progreso en la vida. Por ejemplo, la oración de uno no tiene como propósito pronunciar algunas palabras bonitas o llorar a gritos delante de Dios para expresar la deuda propia, sino, más bien, practicar ejercitando el espíritu propio, acallar el propio corazón delante de Dios, practicar la búsqueda de la guía de las palabras de Dios en todas las cosas, hacer del corazón propio un corazón que sea atraído hacia la nueva luz cada día; no ser pasivo ni perezoso y entrar en la senda correcta de practicar las palabras de Dios” (‘Respecto a una vida espiritual normal’ en “La Palabra manifestada en carne”).

Las palabras de Dios nos muestran el camino de la práctica. Cuando oramos, debemos prestar mucha atención para hablar a Dios desde el corazón, para hablar honestamente y para confiar en Dios nuestras dificultades prácticas y nuestro estado real. Y, cuando leemos la Biblia, cantamos himnos, vamos a la iglesia o escuchamos sermones, nuestros corazones siempre deben centrarse en buscar la verdad, buscar la guía y la iluminación del Espíritu Santo, contemplando las palabras de Dios, para que podamos entender la voluntad de Dios a través de Sus palabras, conocer a Dios y tener un camino de práctica y entrada. Sólo esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Si practicamos a menudo de esta manera, experimentaremos un crecimiento continuo en la vida.

2. ¿Nos dedicamos a Dios por el bien de amarlo y satisfacerlo?

Después de creer en el Señor, muchos hermanos y hermanas renuncian y gastan para el Señor y llevan a cabo sus tareas en medio de grandes adversidades. Algunos hacen donaciones frecuentes, algunos están ocupados con la difusión del Evangelio, otros dan sermones dondequiera que van, y algunos incluso abandonan sus matrimonios y sirven al Señor por el resto de sus vidas... Muchos hermanos y hermanas creen que esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pero, ¿alguna vez hemos considerado si pagamos este precio para amar y satisfacer al Señor? Si lo pensamos detenidamente, aunque trabajemos y prediquemos el Evangelio para el Señor, a veces todavía nos mostramos y testificamos a nosotros mismos a través de compartir la Biblia para ganar la estima y el apoyo de los demás, y para establecer nuestra propia posición e imagen. Aunque algunos hermanos y hermanas abandonan, gastan, se dedican y trabajan, poseen muchas impurezas, y hacen estas cosas por el bien de obtener recompensas y coronas, y para que puedan disfrutar de las bendiciones del reino celestial... Entonces podemos ver que pagamos un precio y no nos dedicamos con un corazón sincero por consideración a la carga de Dios y para satisfacer la voluntad de Dios, sino que trabajamos, predicamos el Evangelio, entregamos las cosas y nos dedicamos para satisfacer nuestros propios deseos egoístas, y luchamos por nuestro propio futuro y posiciones. Esto no es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pagar un precio y depender de esta manera es negociar con Dios, y no puede ganar la aprobación del Señor. El Señor Jesús dijo: “Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad»” (Mateo 7:22-23). El Señor condenó a las personas que predicaban y trabajaban para Él como personas que trabajaban en la iniquidad. Esto se debió a que no adoraban a Dios en espíritu y en verdad, ni se ofrecían sinceramente por Dios. En cambio, deseaban trabajar por el Señor a cambio de recompensas y bendiciones. Lucharon y trabajaron por el bien de sus propios destinos finales, y por la fama, la fortuna y el estatus. En última instancia, no sólo no ganaron la aprobación del Señor por el precio que pagaron, sino que, por el contrario, fueron condenados por el Señor. Tomemos como ejemplo a los fariseos de la época. Durante generaciones, leyeron la Escritura y asistieron al templo con todos los climas para adorar a Jehová Dios. Viajaron por tierra y mar para difundir el evangelio de Jehová, se entregaban al renunciar a sus familias y negocios, y sufrieron mucho. Pero nada de lo que hicieron se hizo por amor a Dios o satisfacer a Dios, sino que se hizo por el bien de sus propias posiciones y medios de vida. Cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra, sabían perfectamente que las obras y las palabras del Señor Jesús poseían autoridad y poder, y que todo provenía de Dios, pero que no buscaban ni investigaban en absoluto. En cambio, definieron al Señor de acuerdo con sus propias nociones e imaginaciones, creyendo que un hombre que no era llamado Mesías no podía ser Dios. En particular, cuando vieron el creciente número de personas comunes que seguían al Señor Jesús, tuvieron miedo de que ya nadie los siguiera, y de que sus posiciones y medios de vida fueran insostenibles. Y así, aprovechaban todas las oportunidades para atacarlo, juzgarlo, condenarlo y blasfemarlo, hasta que finalmente crucificaron al Señor Jesús. A partir de esto, podemos ver que los fariseos no adoraron a Dios en espíritu y en verdad. Parecían piadosos por fuera, pero su esencia era hipócrita y engañosa, y por lo tanto el Señor Jesús les reprendió, diciendo: “Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! [...]” (Mateo 23:13).

El Señor Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Dios requiere que persigamos el amor de Él, y que cuando gastamos para Dios y nos ocupamos trabajando por Dios, se debe hacer sobre el fundamento de amar a Dios y satisfacer a Dios. Debemos ser sinceramente considerados de la carga de Dios y satisfacer Su voluntad, libres de cualquier impureza o negociación personal, y no hacer estas cosas para obtener bendiciones o coronas, sólo esto es adorar al Señor en espíritu y en verdad. Tomemos a Pedro, por ejemplo. Después de que el Señor Jesús resucitó, le preguntó a Pedro tres veces: “[...] Simón, hijo de Juan, ¿me amas? [...] Pastorea mis ovejas” (Juan 21:16). De Su pregunta, Pedro comprendió los requisitos del Señor y la tarea que el Señor le había confiado: perseguir convertirse en alguien que amaba y satisfacía a Dios, hacer todo lo que estuviera en su poder para alimentar a las ovejas de Dios y completar la comisión de Dios. Pedro grabó la tarea que el Señor le había confiado en su corazón, y en su obra posterior, buscó aún más amar y satisfacer a Dios con todo su corazón y alma. Difundió el evangelio del Señor en todas las direcciones, y testificó las palabras y la voluntad del Señor a más personas. En su obra, exaltó y testificó al Señor en todos los sentidos, y dirigió a sus hermanos y hermanas utilizando la verdad que entendía, los llevó a todos ante el Señor y les enseñó a respetar al Señor por encima de todo. Además, cuando Pedro encontró persecución y adversidad, pudo jurar lealtad al Señor hasta la muerte, de modo que, al final, sacrificó todo lo que tenía, incluso su vida, por el Señor. Fue crucificado colgado boca abajo, dando así testimonio de su amor extremo por Dios y su voluntad de obedecer hasta la muerte. Pedro adoraba a Dios en espíritu y en verdad, se dedicó con un corazón que amaba a Dios y, al final, se convirtió en alguien que deleitaba al Señor, y a quien el Señor alabó.

De la comunión anterior, podemos ver que, si queremos adorar a Dios en espíritu y en verdad, debemos usar nuestro corazón para acercarnos a Dios, procurar entender la voluntad y los requisitos de Dios de Sus palabras, practicar las palabras de Dios en nuestra vida diaria y no aferrarnos a rituales y reglas. Al mismo tiempo, debemos ser capaces de abandonar sinceramente y dedicarnos a Dios sin pedir nada a cambio ni establecer ninguna condición, sino que debemos amar y satisfacer al Señor con todo nuestro corazón y alma. De esta manera, podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Sólo practicando de esta manera podemos entender la verdad y lograr el crecimiento en nuestras vidas, y sólo entonces ganaremos la aprobación de Dios a través de la dedicación.

Traducido del original en inglés al español por Xinia Arias Quirós

Para conocer más: Cómo aprender a leer la Biblia

Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso

Frente a la situación social actual, oramos por ti

“Cuando escuché la explosión y los disparos afuera, estaba asustado y triste. Nuestra vida ya es muy difícil, junto con esta situación turbulenta, estoy preocupado por el futuro… Por favor, oren por nosotros”.

“No paro de orar y esperando que restaure mi vida pacífica y de paz… ¿Pueden ustedes orar por nosotros?”.

Al ver los mensajes de los amigos en Colombia, podemos apreciar sus sentimientos y estamos dispuestos a orar a Dios con todos, porque Dios es nuestro fuerte respaldo. Pero además de orar a Dios, necesitamos buscar Su voluntad que se esconde detrás de estos asuntos. Con que oremos y busquemos de acuerdo con la voluntad de Dios, tendremos la oportunidad de ser protegidos por Él.

Lean el siguiente artículo para conocer los detalles.

¿Conocéis los 4 elementos clave de la oración cristiana?

de Yang Yang, China

Hermanos y hermanas, todos sabemos que orar a Dios es la manera más directa para que los cristianos se comuniquen con Dios. Por eso, además de las oraciones de la mañana y de la tarde, oramos en muchos otros momentos, como cuando leemos la Biblia, en las reuniones, cuando observamos el Sabbath o cuando nos encontramos en dificultades. Pero, ¿son nuestras oraciones acordes a la voluntad del Señor y va Él a molestarse en escucharlas? Es importante que cada hermano y hermana entienda esto; de lo contrario, da igual cuántas veces oremos o durante cuánto tiempo, tales oraciones no obtendrán la aprobación de Dios. De hecho, el Señor Jesús nos dio estas respuestas hace mucho tiempo. ¡Busquemos juntos este aspecto de la verdad!

1. Conoced nuestro lugar como ser creado en la oración

En Lucas 18:9–14 se registró: “Refirió también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. ‘Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano’. Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, ten piedad de mí, pecador’. Os digo que este descendió a su casa justificado pero aquel no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado. Es fácil ver a partir de la parábola del Señor Jesús que el Señor aprobó la oración del publicano y estaba disgustado con la oración del fariseo. Eso se debe a que esta última consistía en lucirse y exhibirse, en enumerar sus obras para Dios. Se colocó a sí mismo en una posición muy alta, incluso al mismo nivel que Dios. Hacía tratos con Dios y quería crédito por su trabajo; no poseía ni la más mínima piedad ante Dios. Carecía totalmente de un corazón de reverencia hacia Dios, y esto despertó el asco y el odio de Dios. Pero el publicano era completamente diferente: sabía que era un humilde pecador, así que en su oración tenía un corazón de reverencia hacia Dios y se desnudaba a sí mismo, reconociendo su propia corrupción y pidiendo sinceramente el perdón de Dios. Al final, recibió la misericordia de Dios. Dios adoptó distintas actitudes hacia cada uno de ellos debido a sus diferentes actitudes hacia Él. Comparad esto con nuestras propias oraciones. Frecuentemente adoptamos una postura equivocada. A veces, por ejemplo, cuando nos encontramos con un problema, sabemos que lo que estamos haciendo no está de acuerdo con las palabras del Señor, pero aun así nos mostramos decididos a hacerlo y en nuestras oraciones queremos que Dios haga las cosas de acuerdo a nuestra propia voluntad. Cuando cumplimos con nuestro deber, o cuando nos arrestan y no traicionamos al Señor, sentimos que somos muy devotos del Señor, que realmente lo amamos. Cuando oramos, cantamos nuestras propias alabanzas y nos damos palmaditas en la espalda y, si Dios no nos bendice, nos enfadamos con Él. Cuando enfermamos o algo terrible sucede en casa, en nuestras oraciones culpamos a Dios por no protegernos, e incluso tratamos de razonar con Dios y ajustar cuentas con Él. La lista sigue y sigue. Todas estas oraciones tienen como fin hacerle demandas a Dios y tratar de forzar Su voluntad; eso es explotarlo y culparlo, incluso oponernos y enfrentarnos a Él. Este tipo de oraciones carecen por completo de conciencia y razón; todas están en oposición a Dios. Para que Dios nos escuche, los cristianos debemos orar como el publicano. Debemos conocer nuestro propio lugar como seres creados, tener una actitud de piedad ante Él y orarle a Dios con la precondición de la obediencia. No debemos tratar de reclamarle nuestros propios deseos a Dios o exigirle que actúe de acuerdo a nuestra propia voluntad. Sólo debemos pedir que Dios haga las cosas de acuerdo a su propia voluntad. Sólo de esa manera escuchará Dios nuestras oraciones y nos iluminará y guiará.

2. Orad a Dios con sinceridad y honestidad

El Señor Jesús le dijo una vez a Sus discípulos: “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6:5–6). Según lo escrito en la Biblia podemos ver que, cuando los fariseos oraban, a menudo les gustaba elegir un lugar lleno de gente. Les gustaba situarse en las sinagogas o en las intersecciones para orar, y allí con frecuencia recitaban las escrituras y decían largas oraciones para lucirse. Todo aquello era para que los demás los vieran, para que la gente los considerara los más devotos, los más piadosos, y ganarse así las loas de los demás, que los admiraran. Ese tipo de oración no es otra cosa que querer encumbrarse y alardear; es tratar de engañar a Dios. Por eso el Señor Jesús dijo que ellos y sus oraciones eran hipócritas, por eso le resultaban repugnantes. Si reflexionamos, muchas veces cuando oramos también albergamos motivaciones incorrectas. Por ejemplo, cuando oramos en las reuniones no le hablamos a Dios sobre nuestras verdaderas dificultades o nuestra corrupción ni le hablamos de corazón y le pedimos que nos guíe. En vez de eso, decimos palabras floridas y soltamos alabanzas vacías, si es que no estamos recitando capítulos de la Biblia o mencionado las escrituras sin parar. Creemos que alguien que ha memorizado más escrituras y puede hablar con más elocuencia ora mejor. También pensamos que mientras más a menudo hacemos nuestra vigilia matutina y nuestras oraciones vespertinas, además de orar antes de las comidas y dar las gracias a Dios después de comer, y cuanto más tiempo dediquemos a estas cosas, más espirituales y devotos seremos. Pensamos que orar de esta manera se acerca más a la voluntad del Señor. De hecho, orar de esa manera no es compartir nuestros corazones con el Señor ni adorarle de verdad. Por el contrario, se trata de aferrarse a nuestros propios motivos y metas con el fin de mostrar a los demás lo grande que es nuestra búsqueda, con intención de presumir. Orar de esa manera es simplemente hacerlo de memoria, seguir los pasos, orar como un rito religioso. Es simplemente ser superficial con Dios y tratar de engañarlo; esto a Él le repugna. El Señor Jesús dijo, “Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). Dios es el Señor de la creación, así que cuando los seres creados oran ante el Creador, debemos tener un corazón reverente y adorarlo con sinceridad, aceptar Su examen y decirle a Dios lo que hay en nuestro corazón, lo que es real. Sólo este tipo de oración le causa alegría a Dios.

3. Orad a Dios para hacer su voluntad

En Mateo 6:9-10, 13 el Señor Jesús dijo: “Vosotros, pues, orad de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. […] Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal’”. Desde que la humanidad fue corrompida por Satanás, Dios ha estado obrando para salvar a la humanidad y que podamos escapar del mal, de las restricciones y el daño de Satanás, y finalmente ser ganados por Dios. Así que Dios espera que la gente pueda acudir a Él y aceptar Su salvación. También espera que la gente pueda vivir de acuerdo a Sus palabras, venerarlo en Su grandeza, hacer la voluntad de Dios en la tierra, lograr el reino de Cristo en la tierra. Por eso en nuestras oraciones no sólo debemos hacer apelaciones para nosotros mismos, sino que también debemos ser considerados con la voluntad de Dios, llevar una carga para ayudar a que se haga la voluntad de Dios en la tierra y el reino de Cristo aparezca en la tierra. Debemos orar para que el evangelio de Dios se extienda a cada rincón del mundo. Este es otro sendero de práctica para que las oraciones de los cristianos lleguen a estar de acuerdo con la voluntad de Dios. Por ejemplo, cuando nos encontramos con dificultades, burlas y apuros al difundir el Evangelio y nos sentimos débiles y negativos, debemos orarle sinceramente a Dios y pedirle que nos dé fe y fuerza, que nos permita abandonar la carne y superar todas las dificultades y no estar sujetos a las restricciones de las fuerzas enemigas. Cuando obramos y predicamos, debemos orar a Dios con una carga, pidiéndole que nos ilumine y nos guíe para que entendamos Sus palabras de manera que podamos compartir Su voluntad en la comunicación durante las reuniones. Entonces podremos guiar a los hermanos y hermanas a practicar y experimentar las palabras de Dios, llevándolos ante Dios y permitiendo que se haga Su voluntad. Cuando vemos que se hacen cosas malas y deshonestas en la iglesia, debemos orar a Dios y pedirle fe y valor, y también debemos entender la verdad para no dejarnos engañar por los trucos de Satanás y defender los intereses de la casa de Dios. Si oramos con frecuencia para que venga el reino de Dios y se haga Su voluntad y somos capaces de ofrecer nuestra propia fuerza para la difusión de Su evangelio, entonces Dios aprobará nuestras oraciones y estas cumplirán Su voluntad. De hecho, hay algunas oraciones en la Biblia que obtuvieron la aprobación de Dios, como cuando el rey David le quiso construir un templo a Jehová Dios para que el pueblo pudiera adorar a Dios en él. David a menudo le oraba a Dios con ese fin y también lo puso en práctica; sus súplicas obtuvieron la aprobación de Dios, y al final se convirtió en alguien en concordancia con la voluntad de Dios. Cuando Salomón se convirtió en rey, Dios se le apareció en un sueño para preguntarle qué le pediría; Salomón no pidió riquezas ni una larga vida, lo único que le pidió a Dios es que le concediera sabiduría para poder gobernar mejor al pueblo de Dios, de tal modo que su pueblo pudiera adorar mejor a Dios. Dios aprobó sus oraciones, y no sólo le otorgó esa sabiduría, sino también las riquezas y la larga vida que ni siquiera había pedido. Queda claro que orar con el fin de que se haga la voluntad de Dios es una oración totalmente de acuerdo con Su voluntad.

4. Orad al Señor con energía y determinación - No perdáis la fe

En Lucas 18:1–8 dice: “Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer, diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo:Hazme justicia de mi adversario’. Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: ‘Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia’. Y el Señor dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?”. Esta parábola muestra que cuando le oramos al Señor para buscar la voluntad de Dios o pedir algo, no podemos tener prisa por su resolución. Hay principios respecto a qué oraciones son cumplidas por Dios y debemos aprender a esperar, buscar y obedecer. Dios es todopoderoso y práctico. Él no hace cosas sobrenaturales, pero Su obra de guiar y dar sustento a la humanidad está basada en la estatura real de la gente y se basa totalmente en lo que de verdad puede lograr la gente. Mientras nuestras súplicas concuerden con Su voluntad, Él ciertamente consumará nuestras oraciones. Debemos tener fe en Dios. Todos hemos pasado por este tipo de cosas; a veces, cuando nos topamos con una dificultad y no sabemos qué hacer, nos acercamos a Dios en oración y, a través de la lectura de las palabras de Dios y de la comunicación con los hermanos y hermanas, Dios nos ilumina y nos guía muy rápidamente, nos da un camino de práctica. O a veces oramos mucho tiempo por algo y no recibimos una respuesta de Dios, y en esos momentos necesitamos callar nuestros corazones y esperar que la voluntad de Dios se nos revele. Otras veces, Dios prueba nuestra fe para ver si somos capaces de apoyarnos verdaderamente en Él. Algunas veces Dios pretende exponer la adulteración dentro de nosotros y purificar nuestra corrupción. A veces Dios quiere movilizar y disponer que algunas personas, cosas o eventos sucedan de una determinada forma para que así cumplan con nuestras oraciones, y esto requiere tiempo y un cierto proceso. También hay momentos en que Dios ve que nuestra estatura actual es pequeña y no podemos encargarnos de algo, no podemos alcanzarlo, así que Él espera hasta que nuestra estatura haya crecido un poco y luego nos lo hace llegar... En general, da igual que nuestras oraciones a Dios se hayan consumado, debemos tener fe en Dios y creer que todo lo que Él hace en nosotros es bueno, que es beneficioso para nuestro crecimiento en la vida y que la buena voluntad de Dios existe dentro de todo. Así que, ya se hallen las dificultades a la que nos enfrentamos en nuestra vida diaria o en nuestro servicio a Dios, nunca debemos perder la fe o desanimarnos, sino que debemos ser como las viudas que buscan reparación y tienen un corazón constante y una fe auténtica en Dios, que se presentan con frecuencia ante Él en oración y búsqueda a esperar que Su voluntad nos sea revelada. Debemos creer que cuando llegue el momento de Dios, obtendremos la iluminación y el esclarecimiento del Espíritu Santo y veremos la omnipotencia, la sabiduría y las maravillas de Dios.

Estos cuatro elementos de la oración son un camino de práctica para la oración cristiana y si podemos tratar de ponerlos en práctica cada día, seremos capaces de establecer una relación apropiada con Dios y entender la verdad dentro de las palabras del Señor. Nuestra condición espiritual será cada vez mejor, tendremos cada vez más confianza en nuestra fe y en nuestro seguimiento de Dios. ¡Nuestras oraciones también se ganarán la aprobación de Dios!

Nota del editor: Cómo orar para ganar la aprobación de Dios es una verdad en la que necesitamos entrar urgentemente. Este ensayo señala el camino de cómo deben orar los cristianos para que el Señor nos escuche. Podemos orarle honestamente a Dios desde nuestras almas, decirle a Dios lo que hay en nuestros corazones, conocer nuestro lugar como seres creados y ofrecer a menudo oraciones para que se cumpla la voluntad de Dios. Creo que si ponemos en práctica estos cuatro principios, nuestras oraciones serán oídas por Dios. Además, me gustaría recomendar “Los principios de la oración a Dios”. Ojalá entremos juntos en este aspecto de la verdad.


Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso

¿Qué es adorar a Dios? Y ¿Cómo adorar a Dios en espíritu y en verdad?


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¿Qué es adorar a Dios? Y ¿Cómo adorar a Dios en espíritu y en verdad?

 Por Xianxin

El Señor dijo: “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24). El Señor requiere que adoremos a Dios en espíritu y en verdad, porque sólo de esa manera podemos ganar Su aprobación. Pero, ¿qué implica exactamente adorar a Dios en espíritu y en verdad? Algunos hermanos y hermanas creen que orar diligentemente y leer la Biblia todos los días es adorar a Dios, y algunas personas creen que asistir a las reuniones a tiempo e ir a la Iglesia cada semana es adorar a Dios, todavía hay otros que creen que trabajar duro, sacrificarse y dedicándose al Señor es adorar a Dios, y así sucesivamente. Hay muchas maneras de practicar la adoración a Dios, pero ¿lo estamos adorando en espíritu y en verdad? ¿Aprecia Dios este tipo de práctica? Vamos a compartir esto juntos.

1. ¿Estamos practicando la verdad, o aferrándonos a reglas y rituales?

Desde el momento en que comenzamos a creer en el Señor, aunque podamos orar, leer la Biblia y cantar himnos todos los días, e ir a la iglesia, alabar al Señor y escuchar sermones cada semana, ¿adorar a Dios en espíritu y en verdad implica sólo estas prácticas externas? Podemos recordar que cuando la mujer samaritana le preguntó al Señor Jesús dónde debía adorar a Dios, y el Señor Jesús respondió: “[...] la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. […] cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:21, 23-24). El Señor Jesús claramente le dijo a la gente la voluntad y los requisitos de Dios: No importa dónde uno adore a Dios, ni debe seguir ninguna regla o ceremonia, sino más bien uno debe adorar a Dios en espíritu y en verdad. Este es también nuestro principio de práctica para adorar a Dios. Pero la mayoría de las veces sólo centramos nuestro esfuerzo en nuestras prácticas externas; tenemos cuidado de orar un poco más y decir un poco más; leemos versículos en la Biblia una y otra vez, tratando de memorizarlos; asistimos a la iglesia todo el tiempo, haya viento o lluvia, esté caliente o frío; organizamos todo tipo de actividades u organizamos diversos espectáculos para alabar al Señor, y siempre participamos con una actitud positiva; y así sucesivamente. Desde el exterior, parece que estamos realizando mucho esfuerzo y estamos pagando un alto precio para alabar al Señor, y que sufrimos mucho, pero ¿cuántas veces hablamos lo que hay en nuestro corazón cuando oramos a Dios? ¿Cuántas veces durante el tiempo en que leemos la Biblia, cantamos himnos o asistimos a la Iglesia y escuchamos sermones, hacemos esfuerzos para estar cerca de Dios y meditar las palabras del Señor? ¿Cuántas veces, al adorar a Dios, buscamos la voluntad del Señor y comprendemos las palabras del Señor? Algunos hermanos y hermanas han practicado de esta manera durante muchos años, sin embargo, todavía no entienden la verdad, no tienen conocimiento del Señor, y cuando las cosas les suceden, todavía pecan con frecuencia y viven dentro de la esclavitud y las limitaciones del pecado. En esto nos enfrentamos a un problema serio, que es que la mayor parte del tiempo que pasamos orando, leyendo la Biblia, yendo a la Iglesia y escuchando sermones, simplemente estamos pasando yendo con la corriente. En realidad, no estamos adorando a Dios en espíritu y en verdad, ni estamos practicando la verdad para satisfacer a Dios. No importa lo bien que podamos mantener estas prácticas externas, Dios no lo aprueba.

Entonces, ¿cómo podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad al orar o leer la Biblia? Leamos un pasaje de las palabras de Dios juntos. Las palabras de Dios dicen: “Una vida espiritual normal es vivir una vida ante Dios. Cuando uno ora, puede acallar su corazón ante Él y, a través de la oración, puede buscar el esclarecimiento del Espíritu Santo, entender las palabras de Dios, y entender la voluntad de Dios. Al comer y beber las palabras de Dios, se puede ser más claro y más lúcido respecto a lo que Dios quiere hacer ahora mismo, tener una nueva senda de práctica y no ser conservador de manera que toda la práctica de uno tenga el propósito de lograr el progreso en la vida. Por ejemplo, la oración de uno no tiene como propósito pronunciar algunas palabras bonitas o llorar a gritos delante de Dios para expresar la deuda propia, sino, más bien, practicar ejercitando el espíritu propio, acallar el propio corazón delante de Dios, practicar la búsqueda de la guía de las palabras de Dios en todas las cosas, hacer del corazón propio un corazón que sea atraído hacia la nueva luz cada día; no ser pasivo ni perezoso y entrar en la senda correcta de practicar las palabras de Dios” (‘Respecto a una vida espiritual normal’ en “La Palabra manifestada en carne”).

Las palabras de Dios nos muestran el camino de la práctica. Cuando oramos, debemos prestar mucha atención para hablar a Dios desde el corazón, para hablar honestamente y para confiar en Dios nuestras dificultades prácticas y nuestro estado real. Y, cuando leemos la Biblia, cantamos himnos, vamos a la iglesia o escuchamos sermones, nuestros corazones siempre deben centrarse en buscar la verdad, buscar la guía y la iluminación del Espíritu Santo, contemplando las palabras de Dios, para que podamos entender la voluntad de Dios a través de Sus palabras, conocer a Dios y tener un camino de práctica y entrada. Sólo esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Si practicamos a menudo de esta manera, experimentaremos un crecimiento continuo en la vida.

2. ¿Nos dedicamos a Dios por el bien de amarlo y satisfacerlo?

Después de creer en el Señor, muchos hermanos y hermanas renuncian y gastan para el Señor y llevan a cabo sus tareas en medio de grandes adversidades. Algunos hacen donaciones frecuentes, algunos están ocupados con la difusión del Evangelio, otros dan sermones dondequiera que van, y algunos incluso abandonan sus matrimonios y sirven al Señor por el resto de sus vidas... Muchos hermanos y hermanas creen que esto es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pero, ¿alguna vez hemos considerado si pagamos este precio para amar y satisfacer al Señor? Si lo pensamos detenidamente, aunque trabajemos y prediquemos el Evangelio para el Señor, a veces todavía nos mostramos y testificamos a nosotros mismos a través de compartir la Biblia para ganar la estima y el apoyo de los demás, y para establecer nuestra propia posición e imagen. Aunque algunos hermanos y hermanas abandonan, gastan, se dedican y trabajan, poseen muchas impurezas, y hacen estas cosas por el bien de obtener recompensas y coronas, y para que puedan disfrutar de las bendiciones del reino celestial... Entonces podemos ver que pagamos un precio y no nos dedicamos con un corazón sincero por consideración a la carga de Dios y para satisfacer la voluntad de Dios, sino que trabajamos, predicamos el Evangelio, entregamos las cosas y nos dedicamos para satisfacer nuestros propios deseos egoístas, y luchamos por nuestro propio futuro y posiciones. Esto no es adorar a Dios en espíritu y en verdad. Pagar un precio y depender de esta manera es negociar con Dios, y no puede ganar la aprobación del Señor. El Señor Jesús dijo: “Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad»” (Mateo 7:22-23). El Señor condenó a las personas que predicaban y trabajaban para Él como personas que trabajaban en la iniquidad. Esto se debió a que no adoraban a Dios en espíritu y en verdad, ni se ofrecían sinceramente por Dios. En cambio, deseaban trabajar por el Señor a cambio de recompensas y bendiciones. Lucharon y trabajaron por el bien de sus propios destinos finales, y por la fama, la fortuna y el estatus. En última instancia, no sólo no ganaron la aprobación del Señor por el precio que pagaron, sino que, por el contrario, fueron condenados por el Señor. Tomemos como ejemplo a los fariseos de la época. Durante generaciones, leyeron la Escritura y asistieron al templo con todos los climas para adorar a Jehová Dios. Viajaron por tierra y mar para difundir el evangelio de Jehová, se entregaban al renunciar a sus familias y negocios, y sufrieron mucho. Pero nada de lo que hicieron se hizo por amor a Dios o satisfacer a Dios, sino que se hizo por el bien de sus propias posiciones y medios de vida. Cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra, sabían perfectamente que las obras y las palabras del Señor Jesús poseían autoridad y poder, y que todo provenía de Dios, pero que no buscaban ni investigaban en absoluto. En cambio, definieron al Señor de acuerdo con sus propias nociones e imaginaciones, creyendo que un hombre que no era llamado Mesías no podía ser Dios. En particular, cuando vieron el creciente número de personas comunes que seguían al Señor Jesús, tuvieron miedo de que ya nadie los siguiera, y de que sus posiciones y medios de vida fueran insostenibles. Y así, aprovechaban todas las oportunidades para atacarlo, juzgarlo, condenarlo y blasfemarlo, hasta que finalmente crucificaron al Señor Jesús. A partir de esto, podemos ver que los fariseos no adoraron a Dios en espíritu y en verdad. Parecían piadosos por fuera, pero su esencia era hipócrita y engañosa, y por lo tanto el Señor Jesús les reprendió, diciendo: “Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! [...]” (Mateo 23:13).

El Señor Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Dios requiere que persigamos el amor de Él, y que cuando gastamos para Dios y nos ocupamos trabajando por Dios, se debe hacer sobre el fundamento de amar a Dios y satisfacer a Dios. Debemos ser sinceramente considerados de la carga de Dios y satisfacer Su voluntad, libres de cualquier impureza o negociación personal, y no hacer estas cosas para obtener bendiciones o coronas, sólo esto es adorar al Señor en espíritu y en verdad. Tomemos a Pedro, por ejemplo. Después de que el Señor Jesús resucitó, le preguntó a Pedro tres veces: “[...] Simón, hijo de Juan, ¿me amas? [...] Pastorea mis ovejas” (Juan 21:16). De Su pregunta, Pedro comprendió los requisitos del Señor y la tarea que el Señor le había confiado: perseguir convertirse en alguien que amaba y satisfacía a Dios, hacer todo lo que estuviera en su poder para alimentar a las ovejas de Dios y completar la comisión de Dios. Pedro grabó la tarea que el Señor le había confiado en su corazón, y en su obra posterior, buscó aún más amar y satisfacer a Dios con todo su corazón y alma. Difundió el evangelio del Señor en todas las direcciones, y testificó las palabras y la voluntad del Señor a más personas. En su obra, exaltó y testificó al Señor en todos los sentidos, y dirigió a sus hermanos y hermanas utilizando la verdad que entendía, los llevó a todos ante el Señor y les enseñó a respetar al Señor por encima de todo. Además, cuando Pedro encontró persecución y adversidad, pudo jurar lealtad al Señor hasta la muerte, de modo que, al final, sacrificó todo lo que tenía, incluso su vida, por el Señor. Fue crucificado colgado boca abajo, dando así testimonio de su amor extremo por Dios y su voluntad de obedecer hasta la muerte. Pedro adoraba a Dios en espíritu y en verdad, se dedicó con un corazón que amaba a Dios y, al final, se convirtió en alguien que deleitaba al Señor, y a quien el Señor alabó.

De la comunión anterior, podemos ver que, si queremos adorar a Dios en espíritu y en verdad, debemos usar nuestro corazón para acercarnos a Dios, procurar entender la voluntad y los requisitos de Dios de Sus palabras, practicar las palabras de Dios en nuestra vida diaria y no aferrarnos a rituales y reglas. Al mismo tiempo, debemos ser capaces de abandonar sinceramente y dedicarnos a Dios sin pedir nada a cambio ni establecer ninguna condición, sino que debemos amar y satisfacer al Señor con todo nuestro corazón y alma. De esta manera, podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Sólo practicando de esta manera podemos entender la verdad y lograr el crecimiento en nuestras vidas, y sólo entonces ganaremos la aprobación de Dios a través de la dedicación.

Traducido del original en inglés al español por Xinia Arias Quirós

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Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso

¿Qué es la verdadera adoración a Dios?


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¿Qué es la verdadera adoración a Dios?

Versículos bíblicos como referencia:

“Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).

Las palabras relevantes de Dios:

Para adorar a Dios con tu corazón y tu honestidad, debes tener un corazón tranquilo y sincero; en lo más profundo de él debes saber buscar la voluntad de Dios y la verdad, y reflexionar acerca de cómo cumplir correctamente con el deber, qué partes de este no entiendes todavía y cómo llevarlo a cabo mejor. Solo si piensas a menudo en estas cosas dentro de tu corazón podrás ganar la verdad. Si estas cosas no son aquellas sobre las que sueles reflexionar dentro de tu corazón y este, en cambio, está lleno de cosas de la mente o externas, ocupado con cosas que no tienen nada que ver con adorar a Dios con tu corazón y tu honestidad, absolutamente nada que ver, ¿puedes ganar la verdad? ¿Tienes relación con Dios?

Extracto de ‘Solo si se es honesto se puede vivir con auténtica semejanza humana’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

Aunque orar de rodillas es hablar a Dios de corazón, debes saber que las oraciones de la gente son conductos para la obra del Espíritu Santo. Mientras una persona en un estado correcto ore y busque, el Espíritu Santo también estará obrando. Esta es una buena coordinación entre Dios y el hombre desde dos perspectivas diferentes, o se puede decir que Dios ayuda al hombre a resolver algunos de sus problemas, y cuando la gente acude a Dios se trata de un tipo de cooperación. También es una de las maneras en las que Dios salva y purifica a las personas y, además, es la senda de la entrada a la vida normal. No es un ritual. Orar no es simplemente algo que revigorice a la gente; si así fuera, bastaría con hacer las cosas por inercia y gritar algunos lemas, y no haría falta implorarle nada a Dios, ni tampoco adorar o tener devoción. ¡La oración tiene gran importancia! Si sabes cómo orar y lo haces a menudo, con oraciones frecuentes que se someten a Dios y son sensatas, entonces tu estado interior será bastante normal por norma general. Si, por el contrario, tus oraciones solo consisten en unos pocos lemas, no asumes carga alguna y no meditas sobre lo que sería sensato decir en oración y lo que no, ni sobre lo que sería verdaderamente reverencial decir, y nunca te tomas estos asuntos en serio, nunca tendrás buen éxito en la oración, y tu estado interior será siempre anormal. Nunca llegarás a profundizar en la lección de lo que es el sentido normal, la verdadera sumisión, la verdadera adoración y la perspectiva con la que debes orar, y tampoco profundizaras tu entrada en estas cosas. Todas estas cosas son sutiles.

Extracto de ‘El significado de la oración y su práctica’ en “Registros de las pláticas de Cristo”

A veces, cuando estás disfrutando las palabras de Dios, tu espíritu es tocado y sientes que no puedes dejar de amar a Dios, sientes que hay una gran fuerza dentro de ti y que no hay nada que no puedas dejar a un lado. Si te sientes así, entonces el Espíritu de Dios te ha tocado y tu corazón se ha vuelto por completo a Dios y orarás a Dios y le dirás: “¡Oh, Dios! Tú realmente nos has predestinado y escogido. Tu gloria me llena de orgullo y para mí es glorioso ser uno de Tu pueblo. Erogaré todo y daré todo para hacer Tu voluntad y te dedicaré todos mis años y toda una vida de esfuerzos”. Cuando oras de esta manera, tu corazón albergará un amor sin fin y una obediencia verdadera hacia Dios. ¿Alguna vez has tenido una experiencia como esta? Si las personas son tocadas con frecuencia por el Espíritu de Dios, entonces están especialmente dispuestas a consagrarse a Dios en sus oraciones: “¡Oh, Dios! Quiero contemplar Tu día de gloria y quiero vivir para Ti, nada es más valioso o importante que vivir para Ti y no tengo el más mínimo deseo de vivir para Satanás y la carne. Al permitirme vivir por Ti hoy, me elevaste”. Cuando hayas orado de esta manera, sentirás que no puedes dejar de darle tu corazón a Dios, sentirás que debes ganar a Dios y que odiarías morirte sin haber ganado a Dios mientras estás vivo. Después de haber elevado tal oración, habrá dentro de ti una fuerza inagotable que no sabrás de dónde proviene; en tu corazón habrá un poder sin límite y tendrás la sensación de que Dios es muy encantador y que es digno de que lo ames. Así será cuando Dios te haya tocado. Todos los que han tenido esa experiencia es porque Dios los ha tocado. Aquellos que con frecuencia son tocados por Dios, experimentan cambios en sus vidas, son capaces de establecer su propósito, están dispuestos a ganar por completo a Dios, el amor por Dios en sus corazones es más fuerte, sus corazones se han vuelto por completo a Dios, no tienen en cuenta ni la familia, ni el mundo, ni las complicaciones, ni el futuro y están dispuestos a dedicarle a Dios una vida de esfuerzos. A todos aquellos a quienes el Espíritu de Dios ha tocado son los que están en busca de la verdad y que tienen la esperanza de que Dios los perfeccione.

Extracto de ‘Conoce la nueva obra de Dios y sigue Sus huellas’ en “La Palabra manifestada en carne”

En la era actual, el Espíritu Santo sigue conmoviendo a las personas para permitirles sentir gozo y vive con el hombre. Esta es la fuente de esos[a] sentimientos especiales y agradables que suelen producirse en tu vida. De vez en cuando, llega un día en el que sientes que Dios es verdaderamente encantador, y no puedes evitar orarle: “¡Oh, Dios! Tu amor es realmente hermoso y, Tu imagen, verdaderamente extraordinaria. Deseo amarte más profundamente. Deseo dedicar todo mi ser a esforzarme durante toda mi vida. A Ti te dedicaré todo siempre que sea por Ti, siempre que, al hacerlo, pueda amarte…”. Este es un sentimiento de placer que te ha dado el Espíritu Santo. No es esclarecimiento ni iluminación; es la experiencia de ser conmovido. Experiencias similares a esta sucederán de vez en cuando: algunas veces, cuando vayas de camino al trabajo, orarás y te acercarás a Dios, y te sentirás conmovido, al punto en el que las lágrimas humedecerán tu rostro, y perderás todo autocontrol y te sentirás ansioso por hallar un lugar adecuado donde puedas expresar todo el fervor que hay dentro de tu corazón… Habrá veces en las que estés en un lugar público y sentirás que disfrutas mucho el amor de Dios, que tu suerte es todo menos común y corriente, y, aún más, que estás viviendo tu vida con más sentido que cualquiera. Sabrás profundamente que Dios te ha exaltado y que este es el gran amor de Dios por ti. En los lugares más recónditos de tu corazón sentirás que en Dios existe una clase de amor inexpresable e insondable hacia el hombre, como si lo conocieras, pero no tuvieras forma de describirlo, y que siempre te ofrece un momento para reflexionar, pero te deja incapaz de expresarlo por completo. En momentos como este, incluso llegarás a olvidar dónde estás y exclamarás: “¡Oh, Dios! ¡Eres tan insondable y tan amado!”. Esto deja a la gente desconcertada, pero todas esas cosas ocurren con bastante frecuencia. Habéis experimentado semejante cosa muchas veces. Esta es la vida que el Espíritu Santo te ha dado hoy y la que ahora deberías estar viviendo.

Extracto de ‘Práctica (1)’ en “La Palabra manifestada en carne”

Cuando Dios lo estaba castigando, Pedro oró: “¡Oh, Dios! Mi carne es desobediente y Tú me castigas y me juzgas. Me regocijo en Tu castigo y en Tu juicio, e incluso si no me quieres, en Tu juicio contemplo Tu justo y santo carácter. Cuando me juzgas para que los demás puedan contemplar Tu carácter justo en Tu juicio, me siento contento. Si puede expresar Tu carácter y permitir que Tu carácter justo sea visto por todas las creaturas, y si puede hacer que mi amor por Ti sea más puro, que yo pueda lograr la semejanza de alguien que es justo, entonces Tu juicio es bueno, porque así es Tu voluntad misericordiosa. Sé que todavía hay mucha rebeldía en mí y que todavía no soy digno de venir ante Ti. Quiero que me juzgues aún más, ya sea a través de un ambiente hostil o de grandes tribulaciones; no importa qué haces, para mí es precioso. Tu amor es tan profundo y estoy dispuesto a ponerme a merced Tuya sin la más mínima queja”. Este es el conocimiento que Pedro tiene después de haber experimentado la obra de Dios y también es un testimonio de su amor por Dios. […] Cerca del final de su vida, después de haber sido perfeccionado, Pedro dijo: “¡Oh, Dios! Si viviera unos cuantos años, me gustaría alcanzar un amor más puro y más profundo por Ti”. Cuando estaba a punto de ser clavado en la cruz, en su corazón oró: “¡Oh, Dios! Tu tiempo ha llegado ahora; el tiempo que Tú preparaste para mí ha llegado. Debo ser crucificado por Ti, debo dar testimonio de Ti y espero que mi amor pueda satisfacer Tus exigencias y que se pueda hacer más puro. Para mí, poder morir por Ti hoy y ser clavado en la cruz por Ti, es reconfortante y tranquilizador, porque nada me es más grato que poder ser crucificado por Ti y satisfacer Tus deseos, y poder darme a Ti, poder ofrecerte mi vida. ¡Oh, Dios! ¡Eres tan amoroso! Si me permitieras vivir, estaría aún más dispuesto a amarte. Mientras esté vivo, te amaré. Quisiera amarte con mayor profundidad. Me juzgas y me castigas y me pruebas porque no soy justo, porque he pecado. Y Tu justo carácter se me hace más evidente. Esto es una bendición para mí porque puedo amarte con mayor profundidad y estoy dispuesto a amarte de esta manera incluso si Tú no me amaras. Estoy dispuesto a contemplar Tu justo carácter porque esto me capacita más para vivir una vida que tenga sentido. Siento que mi vida es ahora más significativa porque soy crucificado por Tu causa, y es valioso morir por Ti. Pero todavía no me siento satisfecho porque sé muy poco de Ti, sé que no puedo cumplir por completo Tus deseos y te he retribuido demasiado poco. En mi vida no he sido capaz de regresarte mi yo completo; estoy lejos de eso. Al mirar hoy hacia atrás, me siento tan en deuda contigo y solo tengo este momento para compensar todos mis errores y todo el amor que no te he retribuido”.

Extracto de ‘Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio’ en “La Palabra manifestada en carne”

Nota al pie:

a. El texto original dice “Estos son algunos”.

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