Hoy, todos están dispuestos a entender la voluntad de Dios y a conocer Su carácter, pero nadie sabe por qué son incapaces de llevar a cabo lo que están dispuestos a hacer, por qué su corazón los traiciona siempre y no pueden lograr lo que desean. Como resultado, los asalta una vez más por una desesperación abrumadora, pero también están temerosos. Incapaces de expresar esas emociones contradictorias, solo pueden bajar la cabeza con pesar y preguntarse incesantemente: ¿Será que Dios no me ha esclarecido? ¿Será que Dios me ha abandonado en secreto? Quizá todos los demás están bien, y Dios los ha esclarecido a todos, excepto a mí. ¿Por qué me siento siempre perturbado cuando leo las palabras de Dios, por qué no puedo captar nunca nada? Aunque tales pensamientos estén en la mente de las personas, nadie se atreve a expresarlos; sencillamente siguen luchando en su interior. En realidad, nadie sino Dios es capaz de entender Sus palabras ni de comprender Su verdadera voluntad. A pesar de todo, Dios siempre pide que las personas capten Su voluntad; ¿no es esto como pedirle peras al olmo? ¿Ignora Dios los fallos humanos? Esta es una encrucijada en la obra de Dios, es lo que las personas no entienden y, por ello, Dios declara: “El hombre vive en medio de la luz, pero no es consciente de lo preciosa que es. Ignora la esencia de la luz, su fuente y, además, a quién pertenece”. Según las palabras de Dios y lo que Él le pide al hombre, nadie sobrevivirá, porque no hay nada en la carne del hombre que acepte las palabras de Dios. En consecuencia, si las personas son capaces de obedecer las palabras de Dios, de apreciarlas y anhelarlas, y aplicar las palabras de Dios que señalan los estados del hombre a su propia condición y, así, llegan a conocerse a sí mismas, este es, pues, el estándar más alto. Cuando, al final, el reino se haya manifestado, el hombre, que vive en la carne, seguirá siendo incapaz de captar la voluntad de Dios, y seguirá requiriendo Su guía personal. Solo que las personas no tendrán la interferencia de Satanás y poseerán la vida normal del hombre, que es el objetivo de Dios al derrotar a Satanás, y es principalmente para recuperar la sustancia original del hombre, quien fue creado por Dios. En la mente de Dios, la “carne” alude a lo siguiente: la incapacidad de conocer la sustancia de Dios, de ver los asuntos de la esfera espiritual, y, además, la capacidad de ser corrompido por Satanás, pero también dirigido por el Espíritu de Dios. Esta es la esencia de la carne creada por Dios. Naturalmente, también es con el fin de evitar el caos causado por la falta de orden en la vida de la humanidad. Cuanto más habla Dios, y más incisivas se vuelven Sus palabras, más las entienden las personas. Estas cambian y viven en la luz sin darse cuenta y, así, “gracias a la luz, están creciendo y han dejado la oscuridad”. Esta es la hermosa escena del reino, y es como aquello de lo que se habló muchas veces: “vivir en la luz, apartarse de la muerte”. Cuando Sinim se materialice en la tierra —cuando se materialice el reino— no habrá más guerra en la tierra; nunca más habrá hambrunas, plagas y terremotos; las personas dejarán de fabricar armas; todos vivirán en paz y estabilidad, y habrá interacciones normales entre las personas y entre los países. Con todo, el presente no tiene comparación con esto. Todo lo que hay bajo los cielos está en el caos; los golpes de estado empiezan a producirse poco a poco en cada país. Al emitir Dios Su voz, las personas cambian gradualmente y, de forma interna, cada país se destroza lentamente. Los sólidos fundamentos de Babilonia empiezan a temblar, como un castillo de arena, y al cambiar la voluntad de Dios, se producen tremendas alteraciones desapercibidas en el mundo, y toda suerte de señales aparece en cualquier momento, ¡para mostrar a las personas que el último día del mundo ha llegado! Este es el plan de Dios; estas son las etapas mediante las que Él obra, y cada país será hecho pedazos con seguridad. La vieja Sodoma será aniquilada por segunda vez y, así, Dios afirma: “¡El mundo está cayendo! ¡Babilonia está paralizada!”. Nadie, sino Dios mismo, es capaz de entender esto por completo; después de todo, hay un límite en el conocimiento de las personas. Por ejemplo, los ministros de asuntos internos podrían saber que las circunstancias presentes son inestables y caóticas, pero son incapaces de ocuparse de ellas. Solo pueden seguir la corriente y esperar en su corazón el día en el que puedan mantener la cabeza erguida; que llegue el día en el que el sol vuelva a salir por el Oriente, brille por toda la tierra y revierta el lamentable estado en el que se encuentran las cosas. Poco saben, sin embargo, que cuando el sol salga por segunda vez no saldrá para restaurar el viejo orden, sino que será un resurgimiento, un cambio riguroso. Ese es el plan de Dios para todo el universo. Él producirá un nuevo mundo, pero, por encima de todo, renovará primero al hombre. Hoy, lo que resulta verdaderamente vital es llevar a la humanidad a las palabras de Dios, y no simplemente permitirle que disfrute las bendiciones del estatus. Además, como Dios dice, “En el reino, soy Rey, pero en lugar de tratarme como su Rey, el hombre me trata como el ‘Salvador que ha descendido del cielo’. Como consecuencia, anhela que Yo le dé dádivas, y no busca conocerme”. Esa es la verdadera condición de todas las personas. Hoy, lo crucial es disipar por completo la insaciable avaricia del hombre, permitiendo, así, que las personas conozcan a Dios sin pedir nada. No es de sorprender, pues, que Dios afirme “Muchos han suplicado delante de Mí como mendigos; muchos han abierto sus ‘costales’ ante Mí y me han implorado que les dé comida para sobrevivir”. Los estados como estos son un indicador de la avaricia de las personas y muestran que ellas no aman a Dios, sino que le exigen o intentan conseguir las cosas que anhelan. Las personas tienen la naturaleza de un lobo hambriento; todas son astutas y avariciosas, y, por ello, Dios les pone requisitos una y otra vez y las obliga a entregar su corazón avaricioso y a amar a Dios con sinceridad. En realidad, hasta hoy, las personas todavía tienen que entregarle todo su corazón a Dios; están a horcajadas en dos barcas, y, algunas veces, dependen de sí mismas y, otras, dependen de Dios, sin confiar en Él plenamente. Cuando la obra de Dios haya llegado a un cierto punto, todas las personas vivirán en medio del amor y la fe verdaderos, y la voluntad de Dios se cumplirá; así pues, los requisitos de Dios no son elevados.
Los ángeles se mueven constantemente entre los hijos y el pueblo de Dios, y se apresuran entre el cielo y la tierra, y descienden al mundo humano tras regresar a la esfera espiritual cada día. Este es su deber y, así, cada día, los hijos y el pueblo de Dios son pastoreados, y su vida cambia poco a poco. El día que Dios cambie Su forma, la obra de los ángeles en la tierra acabará oficialmente y regresarán a la esfera del cielo. Hoy, todos los hijos y el pueblo de Dios están en la misma condición. A medida que transcurren los segundos, todas las personas cambian, y los hijos y el pueblo de Dios maduran poco a poco. En comparación, todos los rebeldes cambian también delante del gran dragón rojo: las personas ya no son leales a él y los demonios ya no siguen sus disposiciones. En su lugar, “actúan como les place y cada una sigue su propio camino”. Así pues, cuando Dios dice: “¿Cómo no iban a perecer los países de la tierra? ¿Cómo no iban a caer?”, los cielos llegan en un instante ejerciendo presión… Es como si hubiera un sentimiento inquietante que presagiara el fin de la humanidad. Las diversas señales inquietantes aquí profetizadas son, precisamente, lo que está ocurriendo en el país del gran dragón rojo, y nadie en la tierra puede escapar. Esa es la profecía contenida en las palabras de Dios. Hoy, todas las personas tienen un presentimiento de que el tiempo es corto y parecen sentir que un desastre está a punto de caer sobre ellos; sin embargo, no tienen medios de escape y, así, ninguna tiene esperanza. Dios afirma: “Mientras Yo decoro la ‘cámara interior’ de Mi reino día a día, nadie ha entrado repentinamente en Mi ‘taller’ para interrumpir Mi obra”. De hecho, el significado de las palabras de Dios no consiste simplemente en decir que las personas pueden conocer a Dios en Sus palabras. Por encima de todo, indican que cada día Dios dispone todo tipo de acontecimiento que ocurre en todo el universo, para servir a la siguiente parte de Su obra. La razón por la que dice “Nunca nadie ha entrado repentinamente en Mi ‘taller’ para interrumpir Mi obra” es porque Dios obra en divinidad y las personas son incapaces de participar de Su obra, aunque tal vez deseen hacerlo. Así pues, permíteme preguntarte: ¿Podrías verdaderamente disponer cada acontecimiento que se produce en el universo entero? ¿Podrías hacer que las personas de la tierra contravinieran a sus ancestros? ¿Podrías manejar a las personas por todo el universo, para servir a la voluntad de Dios? ¿Podrías hacer que Satanás se desmande? ¿Podrías hacer que las personas sientan que el mundo está desolado y vacío? Las personas son incapaces de tales cosas. En el pasado, cuando las “destrezas” de Satanás aún no se habían ejercido por completo, este interfería siempre en cada paso de la obra de Dios; en esta etapa, Satanás se ha quedado sin trucos y, por tanto, Dios le permite mostrarse tal como es con el fin de que todas las personas puedan conocerlo. Esta es la verdad de las palabras “Nadie ha interrumpido nunca Mi obra”.
Cada día, las personas de las iglesias leen las palabras de Dios, y, cada día, pasan por la obra de disección en la “mesa de quirófano”. Por ejemplo, “perder su posición”, “ser despedido”, “sus temores se han disipado y su compostura se ha restablecido”, “abandono” y “carente de sentimientos”, son palabras de burla que “atormentan” a las personas y las dejan mudas de vergüenza. Es como si ninguna parte de todo su cuerpo —de la cabeza a los pies, desde adentro hacia afuera— contara con la aprobación de Dios. ¿Por qué Dios pone tan al descubierto la vida de las personas con Sus palabras? ¿Está Dios poniéndoles las cosas difíciles a las personas deliberadamente? Es como si el rostro de todas las personas estuviera manchado de barro que no se puede limpiar. Cada día, con la cabeza gacha, dan cuenta de sus pecados, como artistas de la estafa. Las personas han sido tan corrompidas por Satanás que no son plenamente conscientes de su verdadero estado. Pero, para Dios, el veneno de Satanás está en cada parte de su cuerpo, incluso en su médula; como resultado, cuanto más profundas son las revelaciones de Dios, más temerosas se vuelven las personas, y, así, todas ellas son forzadas a conocer a Satanás y a ver a Satanás en el hombre, pues han sido incapaces de verle a simple vista. Y siendo que todo ha entrado a la realidad, Dios expone la naturaleza del hombre —es decir, Él expone la imagen de Satanás—, y así le permite al hombre contemplar al Satanás real y tangible, para que conozca mejor al Dios práctico. Dios le permite al hombre conocerlo en la carne, y le da forma a Satanás, permitiendo que el hombre conozca al verdadero y tangible Satanás en la carne de todas las personas. Los diversos estados de los que se habla son todas manifestaciones de los actos de Satanás. Y, así, puede decirse que todos los que están en la carne son personificaciones de la imagen de Satanás. Dios es incompatible con Sus enemigos: son hostiles entre sí y son dos fuerzas diferentes; por tanto, los demonios son siempre demonios y Dios es siempre Dios; son incompatibles como el fuego y el agua, y están siempre tan separados como el cielo y la tierra. Cuando Dios creó al hombre, un tipo de personas tenía el espíritu de los ángeles, mientras que, otro, no tenía espíritu, y, así, los últimos fueron poseídos por los espíritus de los demonios, y por eso se les llama demonios. En última instancia, los ángeles son ángeles, los demonios son demonios, y Dios es Dios. Esto es lo que significa cada uno según su especie, y, por tanto, cuando los ángeles reinan en la tierra y disfrutan bendiciones, Dios regresa a Su morada y, el resto —los enemigos de Dios— es convertido en cenizas. De hecho, externamente, todas las personas parecen amar a Dios, pero la raíz está en su sustancia. ¿Cómo pueden los que tienen la naturaleza de los ángeles escapar de la mano de Dios y caer en el abismo sin fondo? Y ¿cómo pueden los que tienen la naturaleza de los demonios amar a Dios verdaderamente? La esencia de esas personas no es de amor verdadero a Dios; así pues, ¿cómo podrían tener alguna vez la oportunidad de entrar en el reino? Todo fue dispuesto por Dios cuando creó el mundo; tal como Dios dice: “Yo avanzo en medio del viento y la lluvia, y he pasado año tras año entre los hombres y he llegado puntual al presente. ¿No son estos precisamente los pasos de Mi plan de gestión? ¿Quién ha aportado alguna vez a Mi plan? ¿Quién puede desvincularse de los pasos de Mi plan?”. Una vez hecho carne, Dios debe experimentar la vida del hombre, ¿no es este el lado práctico del Dios práctico? Él no esconde nada del hombre a causa de la debilidad de este, sino que le deja la verdad al descubierto al hombre, tal como Dios afirma: “he pasado año tras año entre los hombres”. Es precisamente porque Dios es Dios hecho carne que ha pasado año tras año en la tierra; por consiguiente, solo después de pasar por todo tipo de procesos se puede considerar que es Dios encarnado, y solo después de eso puede obrar en la divinidad dentro de la carne. Luego, tras haber revelado todos los misterios, será libre para cambiar Su forma. Este es otro aspecto de la explicación de la no sobrenaturalidad, que Dios señaló directamente.
Es necesario pasar la prueba de cada una de las palabras de Dios, sin ser superficial. ¡Esta es la comisión de Dios!
De “La Palabra manifestada en carne”
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