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Devocional cristiano de hoy | ¿Qué puede alcanzar la oración sincera?
Las palabras relevantes de Dios:
Las personas pueden llevar a cabo la práctica de la oración y comprender su significado, pero que la oración sea eficaz no es nada sencillo. No se trata solo de hacer las cosas por inercia, seguir procedimientos o recitar las palabras de Dios. Es decir, orar no es repetir ciertas palabras como un loro ni es imitar a los demás. En la oración, se debe llegar a un estado en que se le entregue el corazón a Dios, en el que este se abra de par en par para que Dios lo conmueva. Si la oración ha de ser efectiva, entonces se debe basar en la lectura de las palabras de Dios. Solo al orar desde dentro de las palabras de Dios se puede recibir mayor esclarecimiento e iluminación. Las manifestaciones de una oración verdadera son: tener un corazón que anhela todo lo que Dios pide y además un deseo de cumplir lo que Él exige; detestar lo que Dios odia y sobre esta base ganar cierto entendimiento de ello y tener cierto conocimiento y claridad sobre las verdades que Dios explica. Donde hay determinación, fe, y una senda de práctica después de la oración, solo entonces se puede llamar verdadera oración y solo este tipo de oración puede ser efectiva. Sin embargo, la oración se debe construir sobre el disfrute de las palabras de Dios, debe establecerse sobre la base de la comunión con Dios en Sus palabras, y el corazón debe poder buscar a Dios y calmarse ante Él. Ese tipo de oración ya ha entrado en la etapa de la comunión verdadera con Dios.
Extracto de ‘Acerca de la práctica de la oración’ en “La Palabra manifestada en carne”
Sé una persona honesta; ora a Dios para deshacerte del engaño que hay en tu corazón. Purifícate a través de la oración en todo momento, sé conmovido por el Espíritu santo a través de la oración y tu carácter cambiará gradualmente. La verdadera vida espiritual es una vida de oración; es una vida que el Espíritu Santo conmueve. El proceso de ser conmovido por el Espíritu Santo es el proceso de cambiar el carácter del hombre. Una vida que no es conmovida por el Espíritu Santo no es una vida espiritual, sino solamente una vida de ritual religioso. Solo aquellos a quienes el Espíritu Santo conmueve con frecuencia, y a los que el Espíritu Santo ha esclarecido e iluminado, han entrado en la vida espiritual. El carácter del hombre cambia constantemente cuando ora. Cuanto más lo conmueve el Espíritu de Dios, más proactivo y obediente es. Así, también, su corazón será purificado poco a poco y su carácter cambiará gradualmente. Ese es el efecto de la verdadera oración.
Extracto de ‘Acerca de la práctica de la oración’ en “La Palabra manifestada en carne”
A veces, cuando estás disfrutando las palabras de Dios, tu espíritu es tocado y sientes que no puedes dejar de amar a Dios, sientes que hay una gran fuerza dentro de ti y que no hay nada que no puedas dejar a un lado. Si te sientes así, entonces el Espíritu de Dios te ha tocado y tu corazón se ha vuelto por completo a Dios y orarás a Dios y le dirás: “¡Oh, Dios! Tú realmente nos has predestinado y escogido. Tu gloria me llena de orgullo y para mí es glorioso ser uno de Tu pueblo. Erogaré todo y daré todo para hacer Tu voluntad y te dedicaré todos mis años y toda una vida de esfuerzos”. Cuando oras de esta manera, tu corazón albergará un amor sin fin y una obediencia verdadera hacia Dios. ¿Alguna vez has tenido una experiencia como esta? Si las personas son tocadas con frecuencia por el Espíritu de Dios, entonces están especialmente dispuestas a consagrarse a Dios en sus oraciones: “¡Oh, Dios! Quiero contemplar Tu día de gloria y quiero vivir para Ti, nada es más valioso o importante que vivir para Ti y no tengo el más mínimo deseo de vivir para Satanás y la carne. Al permitirme vivir por Ti hoy, me elevaste”. Cuando hayas orado de esta manera, sentirás que no puedes dejar de darle tu corazón a Dios, sentirás que debes ganar a Dios y que odiarías morirte sin haber ganado a Dios mientras estás vivo. Después de haber elevado tal oración, habrá dentro de ti una fuerza inagotable que no sabrás de dónde proviene; en tu corazón habrá un poder sin límite y tendrás la sensación de que Dios es muy encantador y que es digno de que lo ames. Así será cuando Dios te haya tocado. Todos los que han tenido esa experiencia es porque Dios los ha tocado. Aquellos que con frecuencia son tocados por Dios, experimentan cambios en sus vidas, son capaces de establecer su propósito, están dispuestos a ganar por completo a Dios, el amor por Dios en sus corazones es más fuerte, sus corazones se han vuelto por completo a Dios, no tienen en cuenta ni la familia, ni el mundo, ni las complicaciones, ni el futuro y están dispuestos a dedicarle a Dios una vida de esfuerzos. A todos aquellos a quienes el Espíritu de Dios ha tocado son los que están en busca de la verdad y que tienen la esperanza de que Dios los perfeccione.
Extracto de ‘Conoce la nueva obra de Dios y sigue Sus huellas’ en “La Palabra manifestada en carne”
La mayoría de la gente no ora mucho la mayor parte del tiempo; simplemente recuerda el pasado con escaso conocimiento en su mente y dispuesta a arrepentirse, sin embargo, no ha considerado ni desentrañado la verdad. Considerar las palabras de Dios y buscar la verdad mientras se ora es mucho más profundo que el mero recuerdo y conocimiento. La conmoción que la obra del Espíritu Santo hace surgir en ti, y el esclarecimiento y la iluminación que Su obra te proporciona a través de las palabras de Dios te lleva al conocimiento y arrepentimiento verdaderos; son mucho más profundos que los pensamientos y el conocimiento humanos. Debes entender esto bien. Si simplemente te dedicas a pensar y examinar de manera aleatoria y superficial, no tienes una senda adecuada por la que practicar y avanzas poco hacia la verdad, entonces seguirás siendo incapaz de cambiar. Por ejemplo, en ocasiones, la gente tiene la determinación de esforzarse a fondo por Dios y de retribuirle Su amor con toda dedicación, pero, con este deseo no puedes esforzarte con mucha energía y tu corazón puede no estar entregado completamente al esfuerzo. Sin embargo, si, tras haber orado y haber sido conmovido, llegas a la siguiente resolución: “Dios, estoy dispuesto a sufrir dificultades; estoy dispuesto a aceptar Tus pruebas; y estoy dispuesto a someterme a ti por completo. Por mucho que sufra, estoy dispuesto a retribuir Tu amor. Disfruto de Tu amor inmenso, y me has levantado, por lo que estoy agradecido desde el fondo de mi corazón, y te doy toda la gloria”, después de ofrecer esta oración, tu cuerpo entero tendrá fuerzas y tendrás una senda en la que practicar. Orar tiene este efecto. Cuando una persona ha orado, el Espíritu Santo se dispone a obrar en ella, a esclarecerla, iluminarla, guiarla y darle la fe y el coraje necesarios para poner la verdad en práctica. Hay personas que leen las palabras de Dios a diario sin conseguir dicho resultado, pero, después de haberlas leído, cuando hablan sobre ellas, su corazón se ilumina y encuentran una manera de seguir adelante. Si, además, el Espíritu Santo te conmueve y te guía un poco, y te da un poco de carga, los resultados serán sin duda muy diferentes. Cuando lees las palabras de Dios por tu cuenta, puede que te conmuevan algo, y puede que llores, pero esa sensación se pasa en poco tiempo. Sin embargo, si ofreces una oración con lágrimas, una oración sincera, o una oración franca y honesta, entonces recibirás un vigor que puede durar días. Orar tiene este efecto. Orar tiene como objetivo hacer que las personas acudan a Dios y acepten lo que Él les quiera dar. Si oras a menudo, y te presentas con frecuencia ante Dios para tener comunión con Él, y tienes una relación normal con Él, siempre te conmoverá por dentro y siempre recibirás Su provisión. El que siempre recibe la provisión de Dios se transforma y su condición mejora cada vez más. En concreto, cuando los hermanos y las hermanas oran juntos, después surge una energía especialmente intensa, y sienten que han ganado mucho. En realidad, puede que no hayan compartido mucho cuando estaban juntos; la oración los conmovió de tal manera que no podían esperar ni un segundo más para renunciar a sus familias y al mundo, y no querían nada, porque les bastaba con tener a Dios. ¡Qué gran fe! ¡El hombre puede disfrutar sin fin del poder que le da la obra del Espíritu Santo! ¿Cuánto puedes durar sin apoyarte en ese poder, agarrándote y caminando con la cabeza alta o respaldándote en tu propia perseverancia y fuerza de voluntad? No llegarás muy lejos sin caerte y ser degradado; perderás las fuerzas mientras vas caminando. ¡La gente debe seguir en contacto con Dios hasta el final! Sin embargo, a medida que el hombre va caminando, se va separando de Dios. Dios es Dios, el hombre es el hombre, y cada uno sigue su propia senda. Dios habla las palabras de Dios, y el hombre camina por su propia senda, que no es la misma que la de Dios. Cuando una persona se queda sin fuerzas en su fe en Dios, acude a Dios para orar unas pocas palabras y tomar prestado algo de fuerza. Después de recibir energía, se aleja una vez más. Más tarde, se le gastan las pilas y vuelve a Dios para recargarlas. Una persona no puede seguir actuando de esta manera durante mucho tiempo; si deja a Dios, no puede seguir adelante.
Extracto de ‘El significado de la oración y su práctica’ en “Registros de las pláticas de Cristo”
Ahora deberías poder ver con claridad el camino preciso que Pedro tomó. Si puedes ver la senda de Pedro con claridad, entonces estarás seguro de la obra que se está haciendo actualmente, de modo que no te quejarás o serás pasivo ni anhelarás nada. Debes experimentar el ánimo de Pedro en ese momento: la tristeza lo golpeó; ya no pedía por un futuro ni ninguna bendición. No buscaba el lucro, la felicidad, la fama o la fortuna del mundo, solo buscaba vivir una vida con un mayor significado, retribuir el amor de Dios y dedicar lo más absolutamente precioso que tenía a Dios. Entonces estaría satisfecho en su corazón. Muchas veces oró a Jesús con las palabras: “Señor Jesucristo, una vez te amé, pero no te amé sinceramente nunca. Aunque dije que tenía fe en Ti, nunca te amé con un corazón sincero. Solo alzaba la vista a Ti, te adoraba y te extrañaba, pero nunca te amé ni tuve verdadera fe en Ti”. Él oró constantemente para tomar su decisión, las palabras de Jesús siempre lo alentaban y motivaban. Más tarde, después de un periodo de experiencia, Jesús lo probó, provocándolo a que lo anhelara más. Él dijo: “¡Señor Jesucristo! Cuánto te extraño, y cuánto anhelo verte. Tengo muchas carencias y no puedo compensar Tu amor. Te suplico que me lleves pronto. ¿Cuándo me necesitarás? ¿Cuándo me llevarás? ¿Cuándo veré otra vez Tu rostro? Ya no deseo vivir más en este cuerpo, ni seguir corrompiéndome, y tampoco quiero rebelarme más. Estoy listo para dedicarte todo lo que tengo tan pronto como pueda y ya no te quiero entristecer más”. Así es cómo él oraba, pero en ese momento no sabía lo que Jesús perfeccionaría en él. Durante la agonía de su prueba, Jesús se le apareció otra vez y le dijo: “Pedro, deseo hacerte perfecto, de tal manera que te conviertas en una pieza del fruto, uno que es la cristalización de Mi perfección en ti y de la cual gozaré. ¿Puedes realmente dar testimonio de Mí? ¿Has hecho lo que te pedí que hicieras? ¿Has vivido las palabras que he hablado? Una vez me amaste, pero aunque me amaste, ¿me has vivido? ¿Qué has hecho por Mí? Reconoces que no eres digno de Mi amor pero, ¿qué has hecho por Mí?”. Pedro vio que no había hecho nada por Jesús y recordó su promesa anterior de dar su vida por Dios. Y de esta manera, ya no se quejó y sus oraciones prosperaron mucho mejor a partir de entonces. Oró diciendo: “¡Señor Jesucristo! Una vez te dejé y Tú también una vez me dejaste. Hemos pasado tiempo separados y tiempo juntos en compañía. Sin embargo, me amas más que a todo lo demás. En repetidas ocasiones me he rebelado contra Ti y en repetidas ocasiones te he afligido. ¿Cómo puedo olvidar tales cosas? Siempre tengo en mente y nunca olvido la obra que has hecho en mí y lo que me has confiado. He hecho todo lo posible por la obra que has hecho en mí. Sabes lo que puedo hacer y también sabes qué papel puedo desempeñar. Deseo someterme a tus orquestaciones, y voy a dedicarte todo lo que tengo. Sólo Tú sabes lo que puedo hacer por Ti. Aunque Satanás me engañó tanto y me rebelé contra Ti, creo que Tú no te acuerdas de mí por esas transgresiones y que Tú no me tratas de acuerdo a ellas. Deseo dedicarte toda mi vida. No pido nada y tampoco tengo otras esperanzas o planes; sólo deseo actuar de acuerdo a Tu designio y hacer Tu voluntad. Beberé de Tu amarga copa y estoy a Tus órdenes”.
Extracto de ‘Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús’ en “La Palabra manifestada en carne”
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