Conocer a Dios (3)



Dios se sirve de las palabras para crear todas las cosas

Génesis 1:3-5 Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y fue la mañana: un día.

Génesis 1:6-7 Entonces dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.

Génesis 1:9-11 Entonces dijo Dios: Júntense en un lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que aparezca lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco tierra, y al conjunto de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él. Y fue así.

Génesis 1:14-15 Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean para señales y para estaciones y para días y para años; y sean por luminarias en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.

Génesis 1:20-21 Entonces dijo Dios: Llénense las aguas de multitudes de seres vivientes, y vuelen las aves sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se mueve, de los cuales están llenas las aguas según su género, y toda ave según su género. Y vio Dios que era bueno.

Génesis 1:24-25 Entonces dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género: ganados, reptiles y bestias de la tierra según su género. Y fue así. E hizo Dios las bestias de la tierra según su género, y el ganado según su género, y todo lo que se arrastra sobre la tierra según su género. Y vio Dios que era bueno.

En el primer día, el día y la noche de la humanidad nacen y permanecen gracias a la autoridad de Dios

Veamos el primer pasaje: “Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y fue la mañana: un día” (Génesis 1-5). Este pasaje describe el primer acto de Dios al principio de la creación, y el primer día que Dios pasó en el que hubo una noche y una mañana. Pero fue un día extraordinario: Dios empezó a preparar la luz para todas las cosas, y, además, la separó de las tinieblas. En ese día, Dios comenzó a hablar, y Sus palabras y autoridad existieron una al lado de la otra. Su autoridad comenzó a manifestarse entre todas las cosas, y Su poder se extendió entre ellas como consecuencia de Sus palabras. Desde este día en adelante, todas las cosas se hicieron y permanecieron gracias a las palabras de Dios, la autoridad de Dios, y el poder de Dios; de la misma manera, comenzaron a funcionar a través de Su palabra, Su autoridad y Su poder. Cuando Dios pronunció la frase “Sea la luz”, fue la luz. Dios no inició ningún programa de obras; la luz había aparecido como resultado de Sus palabras. A la luz Dios la llamó día, y el hombre sigue dependiendo de ella hoy para su existencia. Por la orden de Dios, su esencia y su valor nunca han cambiado ni desaparecido. Su existencia muestra la autoridad y el poder de Dios, proclama la existencia del Creador. Confirma una y otra vez Su identidad y Su estatus. No es intangible ni ilusoria, sino una luz real que el hombre puede ver. Desde ese momento, en este mundo vacío en el que “la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo”, se produjo la primera cosa material. Esta cosa surgió de las palabras de la boca de Dios, y apareció en el primer acto creador de todas las cosas por la autoridad y las declaraciones de Dios. Poco después, Él ordenó que la luz y las tinieblas se separaran… Todo cambió y se completó por las palabras de Dios… Él llamó a esta luz “Día”, y a las tinieblas “Noche”. En ese momento, la primera noche y la primera mañana se produjeron en el mundo que Dios pretendía crear, y Él determinó que este fuera el primer día. Fue el primero en que el Creador hizo todas las cosas, y el comienzo de la creación de todas las cosas; fue la primera vez que la autoridad y el poder del Creador se manifestaban en este mundo que Él había creado.

A través de estas palabras, el hombre es capaz de contemplar la autoridad de Dios, de Sus palabras así como Su poder. Dado que sólo Dios posee semejante poder, solo Él tiene tal autoridad, y precisamente por esto, sólo Él tiene tal poder. ¿Podría algún hombre u objeto poseer una autoridad y un poder como estos? ¿Existe una respuesta en vuestros corazones? ¿Posee algún ser creado o no creado, aparte de Dios, una autoridad así? ¿Habéis visto alguna vez un ejemplo de semejante cosa en algún libro o publicación? ¿Existe algún registro de que alguien crease los cielos, la tierra y todas las cosas? No, no aparece en ninguna otra parte; estas son, por supuesto, las únicas palabras autoritativas y poderosas sobre la magnífica creación del mundo por parte de Dios, y se registran en la Biblia; ellas hablan por la autoridad y la identidad únicas de Dios. ¿Se puede decir que esa autoridad y ese poder simbolizan la identidad única de Dios? ¿Que Dios, y sólo Él, las posee? Sin la menor duda; ¡solo Dios mismo posee tal autoridad y poder! ¡Ningún ser creado o no creado puede poseer o reemplazarlos! ¿Es esta una de las características del único Dios mismo? ¿Habéis sido testigos de ello? Estas palabras permiten con rapidez y claridad que las personas entiendan la realidad de que Dios posee una autoridad y un poder únicos, una identidad y un estatus supremos. ¿Podéis decir, basándoos en la enseñanza anterior, que el Dios en el que creéis es el único Dios mismo?

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 84

En el segundo día, la autoridad de Dios organiza las aguas, hace el firmamento, y aparece un espacio para la supervivencia humana más básica

“Entonces dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así” (Génesis 1:6-7). ¿Qué cambios se produjeron después de que ordenase “Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas”? Las Escrituras dicen: “E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión”. ¿Cuál fue el resultado después de que Dios hubiese hablado y realizado esto? La respuesta se encuentra en la última parte del pasaje: “Y fue así”.

Estas dos breves frases registran un acontecimiento magnífico, y describen una escena maravillosa: el tremendo proyecto en el que Dios gobernó las aguas, y creó un espacio en el que el hombre pudiera existir…

En esta imagen, las aguas y el firmamento aparecen ante los ojos de Dios en un instante, y Él los divide con la autoridad de Sus palabras; se separan “arriba” y “abajo” en la forma designada por Él. Es decir, el firmamento creado por Dios no sólo cubría las aguas abajo, sino que también sustentaba las aguas arriba… En esto, el hombre no puede evitar limitarse a mirar fijamente, estupefacto, y gritar de admiración ante el poder de Su autoridad y el esplendor de la escena en la que el Creador movió las aguas y mandó sobre ellas, y creó el firmamento. A través de Sus palabras, Su poder, y Su autoridad, Dios logró otra gran proeza. ¿No es esto el poder de la autoridad del Creador? Utilicemos las Escrituras para explicar los hechos de Dios: Él pronunció Sus palabras y, por ellas, se creó un firmamento en medio de las aguas. Al mismo tiempo por estas palabras divinas se produjo un cambio tremendo en aquel espacio, y no fue un cambio en el sentido ordinario, sino una especie de sustitución en la que la nada se convirtió en algo. Nació de los pensamientos del Creador, y surgió de la nada por las palabras que el Creador pronunció. Además, desde ese momento en adelante existiría y permanecería por causa del Creador, y cambiaría, se transformaría, y renovaría de acuerdo con Sus pensamientos. Este pasaje describe el segundo acto del Creador en Su creación de la totalidad del mundo. Fue otra expresión de Su autoridad y Su poder, otro proyecto pionero suyo. Ese día fue el segundo día que el Creador había pasado desde la fundación del mundo, y fue otro día maravilloso para Él: caminó en medio de la luz, trajo el firmamento, organizó y gobernó las aguas, y Sus hechos, Su autoridad, y Su poder se pusieron a trabajar en el nuevo día…

¿Había un firmamento en medio de las aguas antes de que Dios pronunciara Sus palabras? ¡Por supuesto que no! ¿Y después de que Dios ordenara “Haya expansión en medio de las aguas”? Apareció lo que Dios tenía en mente; hubo un firmamento en medio de las aguas, y estas se separaron porque Dios mandó “separe las aguas de las aguas”. De esta forma, siguiendo las palabras de Dios, dos nuevos objetos, dos cosas recién nacidas aparecieron entre todas las demás como resultado de la autoridad y del poder de Dios. ¿Cómo os sentís por la aparición de estas dos nuevas cosas? ¿Sentís la grandeza del poder del Creador? ¿Sentís la fuerza única y extraordinaria del Creador? La grandeza de semejante fuerza y poder se debe a la autoridad de Dios, que es una representación y una característica única de Dios mismo.

¿Os ha proporcionado este pasaje una vez más otro sentido profundo de la singularidad de Dios? De hecho, esto está lejos de ser suficiente; la autoridad y el poder del Creador van más allá. Su singularidad no se debe simplemente a que Él posea una esencia diferente a la de cualquier criatura, sino también a que Su autoridad y Su poder son extraordinarios, ilimitados, superlativos para todos, y están por encima de todos. Además, Su autoridad, así como lo que Él tiene y es pueden crear vida, producir milagros, crear todos y cada uno de los espectaculares y extraordinarios minutos y segundos. Al mismo tiempo, Él es capaz de dominar la vida que crea y ser Soberano sobre los milagros, y sobre todos y cada uno de los minutos y segundos creados por Él.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 85

En el tercer día, las palabras de Dios dan origen a la tierra y los mares, y la autoridad de Dios provoca que el mundo rebose de vida

La primera frase de Génesis 1:9-11 dice: “Entonces dijo Dios: Júntense en un lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que aparezca lo seco”. ¿Qué cambios ocurrieron después de que Dios dijese simplemente: “Júntense en un lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que aparezca lo seco”? ¿Y qué había en ese espacio lejos de la luz y el firmamento? Está escrito en las Escrituras: “Y llamó Dios a lo seco tierra, y al conjunto de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno”. Es decir, ahora había tierra y mares en aquel espacio, y fueron separados. La aparición de estas nuevas cosas siguió al mandato de la boca de Dios, “Y fue así”. ¿Describen las Escrituras a Dios apresurado mientras estaba haciendo esto? ¿Le describen involucrado en una labor física? ¿Cómo hizo Dios, pues, todo esto? ¿Cómo causó Dios que estas nuevas cosas se produjesen? Evidentemente, Él se sirvió de las palabras para lograr todo aquello, para crearlo todo en su totalidad.

[…]

Continuemos hasta la frase final de este pasaje: “Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él. Y fue así”. Mientras Dios estaba hablando, todas estas cosas nacieron siguiendo los pensamientos divinos, y en un instante una variedad de pequeñas formas de vida delicadas sacaban vacilantes la cabeza a través del suelo; antes incluso de haberse sacudido la tierra del cuerpo se saludaban con entusiasmo, asintiendo y sonriéndole al mundo. Daban gracias al Creador por la vida que les había concedido, y anunciaban al mundo que formaban parte de todas las cosas, y que cada una de ellas dedicaría su vida a evidenciar la autoridad del Creador. Cuando Dios pronunció Sus palabras, la tierra se volvió exuberante y verde; todas las clases de hierbas de las que los hombres podrían disfrutar surgieron y brotaron de la tierra; las montañas y las llanuras se poblaron copiosamente de árboles y bosques… Este mundo árido, en el que no había existido rastro alguno de vida, se cubrió con rapidez de abundancia de pasto, hierbas y árboles, y desbordó de vegetación… La fragancia del pasto y el aroma de la tierra se extendieron por el aire, y toda una serie de plantas comenzó a respirar en tándem con la circulación del aire, y se inició el proceso del crecimiento. Al mismo tiempo, gracias a las palabras de Dios y siguiendo Sus pensamientos, todas las plantas iniciaron los ciclos de vida perpetua en los que crecen, florecen, dan fruto, y se multiplican. Empezaron a adherirse a sus respectivas trayectorias vitales y comenzaron a desempeñar sus respectivos papeles entre todas las cosas… Todas nacieron, y vivían por las palabras del Creador. De Él recibirían provisión incesante y alimentación, y siempre sobrevivirían tenazmente en cada rincón de la tierra para mostrar Su autoridad y Su poder, y siempre mostrarían la fuerza vital que Él les había concedido…

La vida del Creador es extraordinaria, Sus pensamientos son extraordinarios, y Su autoridad es extraordinaria; por tanto, cuando pronunció Sus palabras, el resultado final fue: “Y fue así”. Claramente, Dios no necesita trabajar con Sus manos cuando actúa; simplemente usa Sus pensamientos para mandar y Sus palabras para ordenar, y así se logran las cosas. En ese día, Dios reunió las aguas en un lugar, y dejó que apareciese la tierra seca; a continuación hizo que el pasto brotara de la tierra, y allí crecieron las hierbas que daban semillas, y los árboles que llevaban fruto, y Dios los clasificó según su especie, e hizo que cada uno contuviese su propia semilla. Todo esto se realizó de acuerdo con los pensamientos divinos y las órdenes pronunciadas por Dios; y cada cosa apareció, una tras otra, en este nuevo mundo.

Cuando aún no había iniciado Su obra, Dios ya tenía en mente una imagen de lo que pretendía lograr, y cuando Dios emprendió la consecución de estas cosas, momento en el que también abrió Su boca para reproducir el contenido de dicha imagen, empezaron a producirse cambios en todas las cosas gracias a la autoridad y el poder de Dios. Independientemente de cómo lo hiciera, o de cómo ejerciera Su autoridad, todo se logró paso a paso, de acuerdo a Su plan y por Sus palabras; así se produjeron también los cambios entre el cielo y la tierra gracias a las palabras y a la autoridad de Dios. Todas estas modificaciones y apariciones mostraron la autoridad del Creador, lo extraordinario y la grandeza del poder de Su vida. Sus pensamientos no son meras ideas o una imagen vacía, sino una autoridad poseedora de vitalidad y de una energía excepcional; son el poder que provoca que todas las cosas cambien, revivan, se renueven y perezcan. Debido a ello, todas las cosas funcionan a causa de Sus pensamientos, y, al mismo tiempo, se realizan por las palabras de Su boca…

Antes de que aparecieran todas las cosas, hacía mucho que en los pensamientos de Dios se había formado un plan completo, y se había constituido un nuevo mundo. Aunque el tercer día aparecieron toda clase de plantas sobre la tierra, Dios no tenía razones para detener los pasos de Su creación de este mundo; Su intención era seguir pronunciando Sus palabras, llevando a cabo la creación de cada cosa nueva. Él hablaría, emitiría Sus mandatos, ejercería Su autoridad y mostraría Su poder; y preparó todo lo que había planeado a fin de que estuviera dispuesto para todas las cosas y para la humanidad que pretendía crear…

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 86

En el cuarto día nacen las estaciones, los días, y los años de la humanidad, al ejercer Dios una vez más Su autoridad

El Creador usó Sus palabras para cumplir Su plan, y así pasó los tres primeros días de Su plan. Durante ellos, no se ve que Dios estuviera ajetreado ni agotado; por el contrario, pasó tres maravillosos primeros días de Su plan, y logró la gran tarea de la transformación radical del mundo. Ante Sus ojos apareció un mundo totalmente nuevo y, poco a poco, la bella imagen que se había sellado en Sus pensamientos se reveló finalmente en las palabras de Dios. La aparición de cada nueva cosa fue como el nacimiento de un bebé recién nacido, y al Creador le agradó esa imagen que había estado una vez en Sus pensamientos, pero que ahora había cobrado vida. En ese momento, un asomo de satisfacción inundó Su corazón, pero Su plan no había hecho más que comenzar. En un abrir y cerrar de ojos había llegado un nuevo día, ¿cuál era la página siguiente en el plan del Creador? ¿Qué dijo Él? ¿Cómo ejerció Su autoridad? Mientras tanto, ¿qué nuevas cosas llegaron a este nuevo mundo? Siguiendo la dirección del Creador, nuestra mirada recae en el cuarto día de la creación de todas las cosas por parte de Dios, un día que suponía otro nuevo comienzo. Para el Creador, era indudablemente otro día maravilloso y de máxima importancia para la humanidad de hoy. Era, por supuesto, un día de inestimable valor. ¿En qué era maravilloso, tan importante, y de inestimable valor? Escuchemos primero las palabras pronunciadas por el Creador…

“Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean para señales y para estaciones y para días y para años; y sean por luminarias en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra” (Génesis 1:14-15). Esto fue otro ejercicio de la autoridad de Dios mostrado por las criaturas una vez creada la tierra seca y las plantas en ella. Para Él fue un acto tan fácil como el que ya había hecho, porque Él tiene ese poder; Dios es tan bueno como Su palabra, y esta se cumplirá. Dios ordenó que aparecieran luces en el cielo, y estas no sólo brillaron en él y sobre la tierra, sino que también sirvieron como señales para el día y la noche, para las estaciones, los días y los años. De esta forma, cuando Dios pronunció Sus palabras, todo acto que Dios deseó realizar se cumplió de acuerdo con el significado divino y de la manera designada por Él.

Las luces del cielo son materia celeste que puede irradiar luz; pueden iluminar el cielo y la tierra y los mares. Giran según el ritmo y la frecuencia ordenados por Dios, y alumbran diferentes períodos de tiempo sobre la tierra; de esta forma, los ciclos de rotación de las luces hacen que se produzca el día y la noche en el este y en el oeste de la tierra. No son tan sólo señales para la noche y el día, sino que a través de estos distintos ciclos también se señalan las fiestas y los diversos días especiales de la humanidad. Son el complemento y el acompañamiento perfectos para las cuatro estaciones —primavera, verano, otoño, e invierno— dictadas por Dios, junto a las cuales las luces sirven armoniosamente como marcas regulares y precisas para los términos, los días, y los años lunares de la humanidad. Aunque no fue hasta la aparición de la agricultura cuando la humanidad comenzó a entender y a encontrarse con la división de los términos, los días y los años lunares causada por las luces que Dios creó, que en realidad son los que el hombre entiende hoy, estos empezaron a producirse hace mucho tiempo, en el cuarto día de la creación de todas las cosas por parte de Dios. Del mismo modo, los ciclos alternos de la primavera, el verano, el otoño y el invierno, experimentados por el hombre, comienzan hace mucho, en el cuarto día de la creación de todas las cosas por parte de Dios. Las luces creadas por Dios le permitieron al hombre diferenciar con regularidad, precisión y claridad entre la noche y el día, contar los días, y seguir con nitidez los términos y los años lunares. (El día de la luna llena era la compleción de un mes, y a partir de ahí el hombre sabía que la iluminación de las luces comienza un nuevo ciclo; el día de la media luna era la compleción de una mitad del mes, y le señalaba al hombre que empezaba un nuevo término lunar del cual podía deducirse cuántos días y noches había en un término lunar, cuántos términos lunares había en una estación, y cuántas estaciones había en un año; y todo esto se manifestaba con gran regularidad). De este modo, el hombre pudo seguir fácilmente los términos, los días y los años lunares marcados por las rotaciones de las luces. Desde ese momento en adelante, la humanidad y todas las cosas vivieron inconscientemente en medio del ordenado intercambio de la noche y el día, y la alternancia de las estaciones producidas por las rotaciones de las luces. Este era el significado de las luces que el Creador creó el cuarto día. De forma parecida, los objetivos y el significado de esta acción suya seguían siendo inseparables de Su autoridad y Su poder. Y así, las luces creadas por Dios y el valor que pronto traerían al hombre fueron otra obra maestra en el ejercicio de la autoridad del Creador.

En este nuevo mundo en el que la humanidad aún tenía que hacer su aparición, el Creador había preparado noche y día, el firmamento, tierra y mares, pasto, hierbas y diversos tipos de árboles, y las luces, las estaciones, los días y los años para la nueva vida que pronto Él crearía. La autoridad y el poder del Creador se expresaron en cada nueva cosa que creó, y Sus palabras y logros se produjeron simultáneamente, sin la más mínima discrepancia ni intervalo. La aparición y el nacimiento de todas estas nuevas cosas eran la prueba de la autoridad y el poder del Creador: Él es tan bueno como Su palabra, y esta se cumplirá; y lo que Él cumple dura para siempre. Esta realidad nunca ha cambiado: así fue en el pasado, así es hoy, y así será por toda la eternidad. Cuando miráis una vez más esas palabras de las Escrituras, ¿estas os resultan nuevas? ¿Habéis visto un nuevo contenido, y hecho nuevos descubrimientos? Esto es así, porque los hechos del Creador han despertado vuestros corazones, y guiado la dirección de vuestro conocimiento de Su autoridad y poder; han abierto la puerta de vuestro entendimiento del Creador, y Sus hechos y autoridad han concedido vida a estas palabras. Así, el hombre ha percibido en ellas una expresión real y vívida de la autoridad del Creador, ha presenciado de verdad la supremacía del Creador, y contemplado lo extraordinario de Su autoridad y Su poder.

La autoridad y el poder del Creador producen milagro tras milagro; Él atrae la atención del hombre; este no puede evitar limitarse a mirar fijamente los asombrosos hechos nacidos del ejercicio de Su autoridad. Su fenomenal poder provoca un deleite tras otro, y el hombre se queda sorprendido y encantado, sin aliento por admiración, atónito y vitoreando; más aún, el hombre se conmueve visiblemente, y en él se ocasionan respeto, reverencia, y apego. La autoridad y los hechos de Dios tienen un gran impacto y un efecto de purificación sobre el espíritu del hombre, y, además, lo satisfacen. Cada uno de Sus pensamientos, cada una de Sus afirmaciones, y cada revelación de Su autoridad son una obra maestra entre todas las cosas, y una gran tarea sumamente digna del profundo entendimiento y conocimiento de la humanidad creada.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 87

En el quinto día, de formas diversas y variadas la vida manifiesta la autoridad del Creador de diferentes maneras

Las Escrituras declaran: “Entonces dijo Dios: Llénense las aguas de multitudes de seres vivientes, y vuelen las aves sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se mueve, de los cuales están llenas las aguas según su género, y toda ave según su género. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:20-21). Las Escrituras dicen claramente que, en ese día, Dios hizo las criaturas de las aguas y las aves del cielo, es decir, creó los distintos peces y aves, y clasificó a cada uno de ellos según su especie. De esta forma, la tierra, los cielos y las aguas fueron enriquecidos por la creación de Dios…

Conforme Dios pronunció Sus palabras, nueva vida fresca, cada una con una forma diferente, cobró vida al instante en medio de las palabras del Creador. Vinieron al mundo abriéndose paso a empujones para conseguir una posición, saltando, retozando de gozo… Peces de todas las formas y tamaños nadaron por las aguas; crustáceos de todo tipo crecieron de las arenas; criaturas escamosas, con caparazón e invertebradas se desarrollaron a toda prisa en distintas formas, grandes o pequeñas, largas o cortas. Asimismo variadas clases de algas comenzaron a crecer rápidamente, balanceándose con el movimiento de la vida acuática diversa, ondulando, urgiendo a las aguas estancadas, como diciéndoles: “¡Sacude una pierna! ¡Trae a tus amigos! ¡Porque no volverás a estar sola!”. Desde el momento en que las diversas criaturas vivientes creadas por Dios aparecieron en el agua, cada nueva y fresca vida aportó vitalidad a las aguas que habían estado estáticas durante tanto tiempo, y dieron comienzo a una nueva era… Desde ese instante, se acurrucaron unos con otros y se acompañaron, y no mantuvieron distancia entre sí. El agua existía para las criaturas que albergaba, alimentando cada vida que residía dentro de su abrazo, y cada una de ella existía a causa del agua, por su alimentación. Cada una confería vida sobre la otra, y al mismo tiempo, cada una daba testimonio del mismo modo de lo milagroso y lo grandioso de la creación del Creador, y del poder insuperable de Su autoridad…

Como el mar ya no estaba en silencio, la vida empezó también a llenar los cielos. Una por una, aves grandes y pequeñas volaron hacia el cielo desde la tierra. A diferencia de las criaturas del mar, tenían alas y plumas que cubrían sus figuras finas y elegantes. Agitaban sus alas, desplegando con orgullo y altivez su espléndido manto de plumas y las funciones y habilidades especiales que el Creador les había concedido. Se elevaban libremente, y se desplazaban con habilidad entre el cielo y la tierra, sobre praderas y bosques… Eran las preferidas del aire, las favoritas de todas las cosas. Pronto se convertirían en el vínculo entre el cielo y la tierra, y transmitirían los mensajes a todas las cosas… Cantaban, bajaban gozosamente en picado, traían vítores, risa, y vitalidad a este mundo una vez vacío… Usaban su canto claro, melodioso, las palabras de sus corazones, para alabar al Creador por la vida concedida. Danzaban alegremente para exhibir la perfección y lo milagroso de la creación del Creador, y dedicarían toda su vida a dar testimonio de la autoridad del Creador a través de la vida especial que Él les había concedido…

Independientemente de que estuvieran en el agua o en los cielos, por el mandato del Creador, esta plétora de cosas vivientes existía en las diferentes configuraciones de la vida, y por el mandato del Creador, se reunían según su respectiva especie y ninguna criatura podía alterar esta ley, esta norma. Nunca se atrevían a ir más allá de los límites establecidos para ellas por el Creador, ni eran capaces de hacerlo. Tal como Él lo ordenó, vivían, se multiplicaban y se ceñían estrictamente al curso vital y a las leyes que Él estableció para ellas; vivían conscientemente por Sus mandatos no orales y los edictos y preceptos celestiales que Él les dio, desde entonces hasta hoy. Conversaban con el Creador en su propia forma especial, y llegaron a apreciar Su sentido y a obedecer Sus mandatos. Ninguna de ellas transgredió jamás la autoridad del Creador, y Su soberanía y dominio sobre ellas se ejercía dentro de Sus pensamientos; no se emitieron palabras, sino que la autoridad que era exclusiva del Creador controlaba en silencio todas las cosas que no poseían la función del lenguaje, y que diferían de la humanidad. El ejercicio de Su autoridad de este modo especial obligaba al hombre a obtener un nuevo conocimiento, y a hacer una nueva interpretación de Su autoridad única. Aquí debo deciros que, en este nuevo día, el ejercicio de la autoridad del Creador demostraba una vez más Su singularidad.

A continuación, echemos un vistazo a la última frase de este pasaje de las escrituras: “Vio Dios que era bueno”. ¿Qué creéis vosotros que esto significa? Las emociones de Dios están contenidas en estas palabras. Vio nacer y permanecer por Sus palabras todo aquello que había creado, y vio cómo empezaba a cambiar gradualmente. En ese tiempo, ¿estaba Dios satisfecho con las diversas cosas que había hecho mediante Sus palabras, y los diversos actos que había logrado? La respuesta es “Vio Dios que era bueno”. ¿Qué veis aquí? ¿Qué representa que “Vio Dios que era bueno”? ¿Qué simboliza? Significa que Dios tenía el poder y la sabiduría para cumplir aquello que Él había planeado y prescrito, para conseguir los objetivos que Él había establecido cumplir. Cuando Dios hubo completado cada tarea, ¿sintió arrepentimiento? La respuesta sigue siendo “Vio Dios que era bueno”. En otras palabras, no sólo no sintió arrepentimiento, sino que quedó satisfecho. ¿Qué quiere decir que no sintió arrepentimiento? Significa que el plan de Dios es perfecto, que Su poder y Su sabiduría son perfectos, y que sólo por Su autoridad puede cumplirse tal perfección. Cuando el hombre lleva a cabo una tarea, ¿puede él, como Dios, ver que es bueno? ¿Puede todo lo que el hombre hace lograr la perfección? ¿Puede el hombre completar algo de una vez por todas, para toda la eternidad? Del mismo modo que el hombre dice: “Nada es perfecto, sólo mejor”, nada de lo que el hombre hace puede alcanzar la perfección. Cuando Dios vio que todo lo que había hecho y logrado era bueno, todo lo que Él hizo quedó establecido por Sus palabras, es decir, cuando “Vio Dios que era bueno”, todo lo que Él había hecho adoptó una forma permanente, fue clasificado de acuerdo a un tipo, y se le dio una posición, un propósito y una función fijos, de una vez y por toda la eternidad. Más aún, su papel entre todas las cosas y el viaje que estas deben emprender durante la gestión de todo por parte de Dios, ya habían sido ordenados por Él, y eran inmutables. Esta fue la ley celestial que el Creador dio a todas las cosas.

“Vio Dios que era bueno”, estas palabras simples, subestimadas, tan a menudo ignoradas, son las palabras de la ley y el edicto celestiales que Dios dio a todas las criaturas. Son otra materialización de la autoridad del Creador, una más práctica y más profunda. A través de Sus palabras, el Creador no sólo fue capaz de obtener todo lo establecido para ser obtenido, y de conseguir todo lo establecido para ser conseguido, sino que también pudo controlar con Sus manos todo lo que Él había creado, y gobernar todas las cosas que Él había hecho bajo Su autoridad; además, todo fue sistemático y regular. Todas las cosas también vivían y morían por Su palabra; más aún, por Su autoridad existían en medio de la ley que Él había establecido, ¡y nadie estaba exento! Esta ley comenzó en el mismo instante que “Vio Dios que era bueno”, ¡y existirá, continuará, y funcionará por el plan de gestión de Dios justo hasta el día en que el Creador la derogue! Su autoridad única no sólo se puso de manifiesto en Su capacidad de crear todas las cosas y ordenar que todas vieran la luz, sino también en Su capacidad de gobernar y tener soberanía sobre la totalidad de ellas; de conceder vida y vitalidad sobre todas las cosas, y, además, en Su capacidad de hacer que, de una vez y por toda la eternidad, todo lo que Él creara en Su plan apareciera y existiera en el mundo que Él creó, de una forma perfecta, en una estructura de vida perfecta y con un papel perfecto. Así también se manifestó en el modo en que los pensamientos del Creador no estaban sujetos a ninguna restricción ni limitados por el tiempo, el espacio, o la geografía. Como Su autoridad, la identidad única del Creador permanecerá inmutable desde la eternidad hasta la eternidad. ¡Su autoridad será siempre una representación y un símbolo de Su identidad única, y ambas existirán por siempre una al lado de la otra!

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 88

En el sexto día, el Creador habla, y cada especie de criatura viviente en Su mente hace su aparición, una tras otra

Imperceptiblemente, la obra del Creador de hacer todas las cosas había continuado durante cinco días, tras los cuales dio inmediatamente la bienvenida al sexto día de Su creación. Ese día era un nuevo comienzo, y otro día extraordinario. ¿Cuál fue entonces el plan del Creador en la víspera de este nuevo día? ¿Qué nuevas criaturas produciría, crearía? Escucha, es la voz del Creador…

“Entonces dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género: ganados, reptiles y bestias de la tierra según su género. Y fue así. E hizo Dios las bestias de la tierra según su género, y el ganado según su género, y todo lo que se arrastra sobre la tierra según su género. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:24-25). ¿Qué criaturas vivientes están incluidas? Las Escrituras detallan: ganado, y cosas que se arrastran, y bestias de la tierra según su especie. Es decir, en este día no sólo había todo tipo de criaturas vivientes sobre la tierra, sino que fueron todas clasificadas según su especie; de igual manera, “Vio Dios que era bueno”.

Como en los cinco días anteriores, el Creador habló con el mismo tono y ordenó en el sexto día el nacimiento de las criaturas vivientes que Él deseó, y que aparecieron sobre la tierra, cada una según su especie. Cuando Él ejerce Su autoridad, ninguna de Sus palabras se pronuncia en vano; así, en el sexto día, cada criatura viviente que Él había pretendido crear apareció en el momento escogido. Cuando el Creador mandó: “Produzca la tierra seres vivientes según su género”, la tierra se llenó inmediatamente de vida, y sobre ella emergió de repente el aliento de toda clase de criaturas vivientes… En la verde naturaleza herbosa aparecieron robustas vacas, una detrás de otra, sacudiendo sus rabos de un lado a otro; ovejas que balaban se reunían en rebaños, y caballos que relinchaban y comenzaban a galopar… En un instante, las vastas extensiones de prados silenciosos estallaron de vida… La aparición de este ganado diverso fue un bello panorama sobre los prados tranquilos, y trajo con ella una vitalidad sin límites… Serían los compañeros de los pastizales, y los amos de los prados, interdependientes entre sí; también se convertirían en los guardianes y los cuidadores de estas tierras, que serían su hábitat permanente, y que les proveería todo lo necesario, una fuente de alimentación eterna para su existencia…

El mismo día en que nació ese ganado diverso, por la palabra del Creador también surgió una plétora de insectos, unos detrás de otros. Aunque eran los más pequeños de los seres vivientes entre todas las criaturas, su fuerza vital seguía siendo la milagrosa creación del Creador, y no llegaron demasiado tarde… Algunos agitaban sus pequeñas alas, mientras otros reptaban lentamente; unos saltaban y rebotaban, otros se tambaleaban; unos salían disparados hacia delante, mientras otros retrocedían rápidamente; unos se movían de costado, otros saltaban arriba y abajo… Todos estaban ocupados tratando de encontrar un hogar para sí: unos se dirigían a la hierba, otros se disponían a cavar hoyos en la tierra, algunos volaban hasta los árboles, escondidos en los bosques… Aunque pequeños en tamaño, no estaban dispuestos a resistir el tormento de un estómago vacío, y después de encontrar sus propios hogares, se apresuraban a buscar comida para alimentarse. Unos trepaban por el pasto para comer sus tiernas hojas, algunos se llenaban la boca de polvo y se lo tragaban para bajarlo a su estómago, comiendo con mucho gusto y placer (para ellos, incluso el polvo es un sabroso lujo); algunos estaban escondidos en los bosques, pero no se detuvieron para descansar, ya que la savia de las lustrosas hojas verde oscuro proveían una comida suculenta… Tras quedar satisfechos, los insectos no cesaban aún su actividad; aunque pequeños en estatura, poseían una tremenda energía y un entusiasmo ilimitado, y por eso son los más activos y laboriosos de todas las criaturas. Nunca perezosos, tampoco se complacieron en el descanso. Una vez sus apetitos eran saciados, seguían esforzándose en sus labores por el bien de su futuro, ocupándose y corriendo para su mañana, para su supervivencia… Canturreaban suavemente baladas de melodías y ritmos diversos para animarse y alentarse. También añadían gozo al pasto, a los árboles, y a cada pulgada de suelo, haciendo que cada día y cada año fueran únicos… Con sus propios lenguajes y sus propios caminos, pasaban información a todas las cosas creadas sobre la tierra. Usando su propia trayectoria vital especial, marcaban todas las cosas, dejando huellas sobre ellas… Mantenían una estrecha relación con el suelo, el pasto y los bosques. Les aportaban vigor y vitalidad; trajeron las exhortaciones y los saludos del Creador a todas las cosas vivientes…

La mirada del Creador recorrió todas las cosas que había creado, y en ese momento Sus ojos se detuvieron en los bosques y las montañas, y Su mente cavilaba. Al pronunciar Sus palabras, en los densos bosques y sobre las montañas apareció un tipo de criatura diferente a todas las que habían venido antes: eran los animales salvajes que la boca de Dios había ordenado. Con mucho retraso, movieron sus cabezas y sacudieron sus rabos, cada uno de ellos con su rostro único. Unos tenían abrigos peludos, otros estaban acorazados, algunos enseñaban los colmillos; unos lucían sonrisas, otros tenían el cuello largo, algunos un rabo corto; unos los ojos desorbitados, otros una mirada tímida, algunos se inclinaban a comer pasto; unos con sangre alrededor del hocico, otros rebotaban sobre dos patas, algunos avanzaban sobre cuatro pezuñas; unos miraban a la distancia sobre los árboles, otros se echaban esperando en los bosques, algunos buscaban cuevas para descansar; unos corrían y retozaban sobre las llanuras, otros merodeaban a través de los bosques…; rugiendo, aullando, ladrando, dando alaridos…; unos eran sopranos, otros barítonos; unos a pleno pulmón, otros claros y melodiosos…; unos eran sombríos, otros bellos, algunos repugnantes; unos eran adorables, otros aterradores, algunos encantadoramente ingenuos… Llegaron uno a uno. Mira qué altivos son, con un espíritu libre, distraídamente indiferentes hacia los demás, sin molestarse en dedicar una mirada unos a otros… Cada uno llevaba la vida particular que el Creador les había concedido, con su propio estado salvaje y brutalidad, aparecían en los bosques y sobre las montañas. Con desdén ante todo, completamente imperiosos, ¿quién los convirtió en los verdaderos amos de montes y bosques? Desde el momento en que el Creador ordenó su aparición, “reclamaron” los bosques y los montes, porque Él ya había sellado sus límites y determinado el alcance de su existencia. Solo ellos eran verdaderos señores de montes y bosques, y por eso eran tan salvajes y desdeñosos. Los denominaron “animales salvajes” sencillamente porque, de todas las criaturas, eran las verdaderamente salvajes, brutales e indomables. No podían ser domesticados, por lo que no podían criarse ni vivir en armonía con la humanidad ni trabajar por el bien de esta. Como no podían ser domesticados y no podían trabajar a favor de la humanidad, tenían que vivir distanciados de ella y el hombre no podía acercarse a ellos. A su vez, fue porque vivían distanciados de la humanidad y el hombre no podía acercarse a ellos que fueron capaces de cumplir la responsabilidad que el Creador les había otorgado: guardar las montañas y los bosques. Su salvajismo protegía las montañas y guardaba los bosques, siendo así la mejor protección y garantía de su existencia y propagación. Al mismo tiempo, su salvajismo mantenía y aseguraba el equilibrio entre todas las cosas. Su llegada trajo apoyo y anclaje a las montañas y los bosques; inyectó vigor y vitalidad sin límites a los montes y los bosques inmóviles y vacíos. Desde ese instante en adelante, estos pasaron a ser su hábitat permanente; nunca perderían su hogar, porque las montañas y los bosques aparecieron y existieron para ellos; los animales salvajes ellos cumplirían con su obligación, harían todo lo que pudiesen para guardarlos. Asimismo, vivirían estrictamente según las exhortaciones del Creador a aferrarse a su territorio, y seguir usando su naturaleza bestial para mantener el equilibrio de todas las cosas establecidas por el Creador, ¡y mostrar Su autoridad y Su poder!

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 89

Bajo la autoridad del Creador, todas las cosas son perfectas

Todas las cosas creadas por Dios, las que podían moverse y las que no, las aves y los peces, los árboles y las flores, el ganado, los insectos y los animales salvajes creados el sexto día, todas estaban bien a los ojos de Dios; además, a Sus ojos y según Su plan, todas estas cosas habían alcanzado el apogeo de la perfección y los estándares que Él deseaba lograr. Paso a paso, el Creador hizo la obra que pretendía hacer de acuerdo con Su plan. Una tras otra aparecieron las cosas que Él pretendía crear, y la aparición de cada una de ellas fue un reflejo de la autoridad del Creador, la cristalización de Su autoridad; debido a estas materializaciones, ninguna de las criaturas podía evitar estar agradecida por la gracia y la provisión del Creador. Cuando los hechos milagrosos de Dios se manifestaron, este mundo creció poco a poco, con todas las cosas que Él creó, y pasó del caos y las tinieblas a la claridad y la luminosidad, de la quietud sepulcral a la vivacidad y vitalidad sin límites. Entre todas las cosas de la creación, desde las grandes a las pequeñas, y desde estas a las microscópicas, no había ni siquiera una que no hubiese sido creada por la autoridad y el poder del Creador, y existía una necesidad y un valor únicos e inherentes a la existencia de cada criatura. Independientemente de las diferencias de forma y estructura, solo tenían que ser hechas por el Creador para existir bajo Su autoridad. En ocasiones, las personas ven un insecto, uno muy feo, y dicen: “Ese insecto es tan horrible; es imposible que Dios haya podido hacer algo tan feo; no puede haber creado algo tan desagradable”. ¡Qué punto de vista más necio! Lo que deberían decir es: “Aunque este insecto es tan feo, lo hizo Dios y, por tanto, debe tener su propósito propio y único”. En Sus pensamientos, Dios pretendió dar a las diversas cosas vivientes que creó todas y cada una de las apariencias, todo tipo de funciones y usos; por tanto, ninguna de ellas fue cortada por el mismo patrón. Desde su composición externa a la interna, desde sus hábitos de vida a la ubicación que ocupan, cada una es diferente. Las vacas tienen aspecto de vacas, los burros apariencia de burros, los ciervos la de los ciervos y los elefantes la de los elefantes. ¿Puedes decir cuál es el más bonito, y cuál el más feo? ¿Puedes decir cuál es el más útil, y la existencia de cuál es la menos necesaria? A algunas personas les gusta la apariencia de los elefantes, pero nadie los utiliza para plantar campos; a algunas personas les gusta el aspecto de los leones y los tigres, porque su apariencia es la más impresionante de todas, ¿pero puedes tenerlos como mascotas? En resumen, cuando se trata de las cosas innumerables de la creación, el hombre debería acatar la autoridad del Creador, es decir, adherirse al orden escogido por Él Creador para todas las cosas; es la actitud más sabia. Solo una disposición de obediencia y búsqueda de los propósitos originales del Creador es la verdadera aceptación y la certeza de Su autoridad. Si a los ojos de Dios está bien ¿qué razón tiene el hombre para encontrar fallos?

Así, bajo la autoridad del Creador, todas las cosas deben interpretar una nueva sinfonía por Su soberanía; deberán iniciar un brillante preludio a Su obra del nuevo día, ¡y en ese momento, Él también abrirá una nueva página en la obra de Su gestión! Según la ley decretada por el Creador de los nuevos brotes en primavera, la maduración en verano, la cosecha en otoño, y el almacenamiento en invierno, todas las cosas harán eco de Su plan de gestión, y darán la bienvenida a su propio nuevo día, nuevo comienzo, y nueva trayectoria vital. Seguirán viviendo y se reproducirán en una sucesión infinita a fin de recibir cada nuevo día bajo la soberanía de la autoridad del Creador…

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 90

Ninguno de los seres creados y no creados puede reemplazar la identidad del Creador

Desde que comenzó la creación de todas las cosas, el poder de Dios empezó a expresarse y a revelarse, porque Él usó las palabras para crearlas. Independientemente de cómo y por qué las creó, todas las cosas nacieron, permanecieron y existieron gracias a Sus palabras; esta es la autoridad única del Creador. En el tiempo anterior a la aparición de la humanidad en el mundo, Él utilizó Su poder y autoridad para crear todas las cosas para ella, y empleó Sus métodos únicos para prepararle un entorno de vida adecuado. Todo lo que hizo fue en preparación para la humanidad, que pronto recibiría Su aliento. Es decir, en el tiempo anterior a la creación del hombre, la autoridad de Dios se mostró en todas las criaturas diferentes de la humanidad, en cosas tan grandes como los cielos, las luminarias, los mares y la tierra, y en aquellas tan pequeñas como los animales y las aves, todas las clases de insectos y microorganismos, incluidas diversas bacterias invisibles a simple vista. Cada uno recibió vida, proliferó, y vivió por las palabras del Creador y bajo Su soberanía. Aunque no recibieron Su aliento, seguían mostrando la vida y la vitalidad que Él les concedió a través de sus diferentes formas y estructuras; aunque Él no les otorgó la capacidad de hablar que le dio a la humanidad, cada uno recibió de Él una forma de expresar su vida que difería del lenguaje del hombre. La autoridad del Creador no solo proporciona la vitalidad de la vida a objetos materiales aparentemente estáticos, para que nunca desaparezcan, sino que, además, le da a todo ser viviente el instinto de reproducirse y multiplicarse para que nunca se extinga y que, generación tras generación, transmita las leyes y los principios de supervivencia que el Creador les ha otorgado. La forma en que el Creador ejerce Su autoridad no se adhiere con rigidez a un macropunto o micropunto de vista ni se limita a forma alguna; Él es capaz de ordenar las operaciones del universo y tener soberanía sobre la vida y la muerte de todas las cosas; además, Él es capaz de manejar todas las cosas para que le sirvan; puede gestionar todo el funcionamiento de las montañas, los ríos, y los lagos, y gobernarlo todo dentro de ellos. Y, lo que es más, es capaz de proveer lo necesario para todas las cosas. Esta es la manifestación de la autoridad única del Creador entre todas las cosas aparte de la humanidad. Semejante manifestación no es para una vida solamente; nunca cesará ni descansará; nadie ni nada puede alterarla ni dañarla, añadirle ni deducirle, porque nadie puede reemplazar la identidad del Creador. Por tanto, ningún ser creado puede reemplazar Su autoridad, que es inalcanzable para todo ser no creado. Tomemos, por ejemplo, a los mensajeros y los ángeles de Dios. No poseen Su poder, y mucho menos la autoridad del Creador, y la razón es que no tienen Su esencia. Aunque los seres no creados, como los mensajeros y los ángeles de Dios, pueden hacer algunas cosas en Su nombre, no pueden representarle. Aunque poseen algún poder que el hombre no tiene, no ostentan la autoridad de Dios, no cuentan con Su autoridad para crear todas las cosas, mandar y ser soberanos sobre ellas. Por tanto, la unicidad de Dios no puede ser reemplazada por ningún ser no creado, y, de forma parecida, Su autoridad y Su poder no pueden ser sustituidos por ningún ser no creado. ¿Has leído en la Biblia sobre algún mensajero de Dios que creara todas las cosas? ¿Por qué no envió Dios a cualquiera de Sus mensajeros o ángeles a crearlas? Porque ellos no poseían Su autoridad y, por lo tanto, no tenían la capacidad de ejercerla. Como todas las criaturas, ellos están bajo la soberanía y la autoridad del Creador; por tanto, y del mismo modo, el Creador es también su Dios y su Soberano. Entre todos y cada uno de ellos —nobles o modestos, de mayor o menor poder— no hay uno que pueda superar la autoridad del Creador. Por consiguiente, entre ellos no hay ni uno que pueda reemplazar Su identidad. Nunca se les llamará Dios ni serán capaces de ser el Creador. ¡Estas son verdades y realidades inmutables!

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 91

Dios usa Sus palabras para establecer un pacto con el hombre

Génesis 9:11-13 Yo establezco mi pacto con vosotros, y nunca más volverá a ser exterminada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que hago entre yo y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por todas las generaciones: pongo mi arco en las nubes y será por señal del pacto entre yo y la tierra.

Después de hacer todas las cosas, la autoridad del Creador se confirma y se muestra una vez más en el pacto del arco iris

La autoridad del Creador siempre se muestra y ejerce entre todas las criaturas, y Él no sólo gobierna el destino de todas las cosas, sino también a la humanidad, a la criatura especial que Él creó con Sus propias manos, que posee una estructura vital diferente y existe en una forma de vida diferente. Después de hacer todas las cosas, el Creador no cesó de expresar Su autoridad y poder; para Él, la autoridad con la que tenía soberanía sobre todas las cosas y sobre el destino de toda la humanidad, solo comenzó de manera formal cuando esta nació realmente de Su mano. Él pretendía gestionarla y gobernarla, salvarla, ganarla de verdad; ganar a una humanidad que pudiese gobernar todas las cosas; pretendía hacer que viviera bajo Su autoridad, que la conociera y la obedeciera. Por eso, Dios empezó a expresar oficialmente Su autoridad entre los hombres usando Sus palabras, y empezó a servirse de la primera para materializar las segundas. Por supuesto, la autoridad de Dios se manifestó en todas partes durante este proceso; simplemente he elegido algunos ejemplos específicos y bien conocidos a partir de los cuales podáis entender y conocer la unicidad de Dios, y entender y conocer Su autoridad única.

Existe una similitud entre el pasaje de Génesis 9:11-13 y los anteriores concernientes al registro de la creación del mundo por parte de Dios, pero también hay una diferencia. ¿Cuál es la similitud? La similitud reside en el uso que Dios hace de las palabras para realizar lo que Él pretendía. La diferencia consiste en que los pasajes citados representan la conversación de Dios con el hombre en la que estableció un pacto con él, y le indicó cuál era el contenido de este. Este ejercicio de la autoridad de Dios se logró durante Su diálogo con el hombre; es decir, antes de la creación de la humanidad, las palabras de Dios eran instrucciones y órdenes emitidas a las criaturas que Él pretendía crear. Pero ahora había alguien para oír Sus palabras y, por tanto, estas eran a la vez un diálogo con el hombre, una exhortación y una amonestación. Además, las palabras de Dios eran mandamientos que llevaban Su autoridad y que fueron entregados a todas las cosas.

¿Qué acción de Dios se registra en este pasaje? Deja constancia del pacto que Dios estableció con el hombre después de destruir el mundo con un diluvio; le dice al hombre que Dios no volvería a infligir semejante destrucción sobre el mundo, y que, para ello había creado una señal. ¿Cuál era esta señal? En las Escrituras se señala: “Pongo mi arco en las nubes y será por señal del pacto entre yo y la tierra”. Estas son las palabras originales que dirigió el Creador a la humanidad. Cuando las pronunció, un arco iris apareció ante los ojos de los hombres y, ha permanecido allí hasta hoy. Todo el mundo ha visto ese arco iris, y cuando tú lo ves, ¿sabes cómo aparece? La ciencia es incapaz de demostrarlo, de localizar su fuente o de identificar su ubicación. Eso se debe a que el arco iris es una señal del pacto establecido entre el Creador y el hombre; no requiere una base científica, no fue hecho por el hombre ni este es capaz de alterarlo. Es una continuación de la autoridad del Creador después de que Él profiriera Sus palabras. Él usó Su propio método particular para respetar Su pacto con el hombre y Su promesa; por tanto, Su uso del arco iris como señal del acuerdo que Él había establecido es un edicto celestial y una ley que debe permanecer inmutable por siempre, ya sea respecto al Creador o a la humanidad creada. A pesar de ello hay que reconocer que esta ley inalterable es otra manifestación verdadera de la autoridad del Creador después de haber creado todas las cosas, y que Su autoridad y Su poder son ilimitados; Su uso del arco iris como señal es una continuación y una extensión de Su autoridad. Fue un acto más que Dios llevó a cabo usando Sus palabras, y un símbolo del pacto establecido de palabra con el hombre. Le habló al hombre de lo que había decidido lograr, y de qué forma se cumpliría y se realizaría. Así se llevó a cabo el asunto, según las palabras emitidas por la boca de Dios. Sólo Él posee ese poder y hoy, varios miles de años después de que Él pronunciase estas palabras, el hombre puede seguir contemplando el arco iris del que Dios habló. Por las palabras que Él profirió, esto ha permanecido inalterable e inmutable hasta hoy. Nadie puede eliminar este arco iris ni cambiar sus leyes; existe exclusivamente por las palabras de Dios. Esta es precisamente Su autoridad. “Dios es tan bueno como Su palabra, y Su palabra se cumplirá, y lo que se cumple dura para siempre”. Estas palabras son claramente manifiestas aquí, y son una señal y una característica claras de la autoridad y el poder de Dios. Ninguno de los seres creados posee semejante señal o característica, ni se la ve en ellos, como tampoco se la ve en ninguno de los seres no creados. Le pertenece sólo al único Dios, y distingue la identidad y la esencia que sólo posee el Creador de aquellas que poseen las criaturas. Al mismo tiempo, es también una señal y una característica que, de no ser Dios mismo, nunca podrá superar ningún ser creado o no creado.

Que Dios estableciera Su pacto con el hombre fue un acto de gran importancia, que Él pretendía usar para comunicarle al ser humano una realidad y Su voluntad. Para este fin utilizó un método único, una señal especial para instituir un pacto con el hombre, una señal que era una promesa del pacto que Él había establecido con este. Por tanto, ¿fue el establecimiento de este pacto un gran acontecimiento? ¿Cómo de grande? Esto es exactamente lo especial de este pacto: no es un pacto establecido entre un hombre y otro, entre un grupo y otro, o entre un país y otro, sino entre el Creador y toda la humanidad, y permanecerá vigente hasta el día en que Él derogue todas las cosas. El ejecutor de este pacto y quien lo mantiene es también el Creador. En resumen, la totalidad del pacto del arco iris instituido con la humanidad se cumplió y se logró según el diálogo entre el Creador y la humanidad, y se ha mantenido así hasta hoy. ¿Qué otra cosa pueden hacer las criaturas aparte de someterse a la autoridad del Creador, obedecerla, creerla, apreciarla, presenciarla y alabarla? Porque nadie sino el único Dios posee el poder de establecer semejante pacto. La aparición del arco iris, una y otra vez, es un anuncio a la humanidad y atrae su atención al pacto entre el Creador y la humanidad. En las continuas apariciones del pacto entre el Creador y la humanidad, lo que se le muestra a esta no es un arco iris o el pacto en sí, sino la autoridad inmutable del Creador. La aparición repetida del arco iris muestra Sus hechos tremendos y milagrosos en lugares escondidos y, al mismo tiempo, es un reflejo vital de Su autoridad que nunca se desvanecerá ni cambiará. ¿Acaso no es esto la manifestación de otro aspecto de la autoridad única del Creador?

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 92

Las bendiciones de Dios

Génesis 17:4-6 En cuanto a mí, he aquí, mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham; porque yo te haré padre de multitud de naciones. Te haré fecundo en gran manera, y de ti haré naciones, y de ti saldrán reyes.

Génesis 18:18-19 Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Porque lo conozco, él ordenará a sus hijos y a su casa después de él, y ellos seguirán en el camino de Jehová, para que hagan justicia y juzguen; y para que Jehová dé a Abraham lo que Él ha dicho de él.*

Génesis 22:16-18 Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.*

Job 42:12 Entonces Jehová bendijo la situación actual de Job más que al comienzo, ya que él tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.*

La manera única y las características de las declaraciones del Creador son un símbolo de Su identidad y autoridad únicas

Muchos desean buscar y obtener las bendiciones de Dios, pero no todos las consiguen, porque Él tiene Sus propios principios y bendice al hombre a Su manera. Las promesas que Dios le hace al hombre, y la cantidad de gracia que le concede, se asignan en base a sus pensamientos y sus acciones. Entonces ¿qué muestran las bendiciones de Dios? ¿Qué pueden ver las personas en su interior? En este punto, dejemos de lado el debate respecto a qué tipos de personas bendice Dios, y los principios de la bendición de Dios al hombre. En su lugar, consideremos que Dios bendice al hombre con el objetivo de que este conozca Su autoridad y desde esa perspectiva.

Los cuatro pasajes anteriores de las Escrituras son registros de la bendición de Dios sobre el hombre. Proporcionan una descripción detallada de los destinatarios de las bendiciones divinas como Abraham y Job, así como de las razones por las que Dios las concedió, y cuál era su contenido. El tono y la manera de las declaraciones de Dios, así como la perspectiva y la posición desde las cuales Él habló, permiten a la gente apreciar que Aquel que otorga las bendiciones y el receptor de estas bendiciones tienen una identidad, un estatus y una esencia distintivamente diferentes. El tono y la manera de estas afirmaciones, y la posición desde los que fueron habladas, son exclusivos de Dios, quien posee la identidad del Creador. Tiene autoridad y poder, así como el honor del Creador y la majestad que no tolera la duda de ningún hombre.

Primero veamos Génesis 17:4-6: “En cuanto a mí, he aquí, mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham; porque yo te haré padre de multitud de naciones. Te haré fecundo en gran manera, y de ti haré naciones, y de ti saldrán reyes”. Estas palabras fueron el pacto que Dios estableció con Abraham, así como Su bendición sobre él: Dios convertiría a Abraham en padre de naciones, lo haría extremadamente fructífero, y de él saldrían naciones y reyes. ¿Ves la autoridad de Dios en estas palabras? ¿Y cómo la ves? ¿Qué aspecto de la esencia de Su autoridad ves? A partir de una lectura detenida de estas palabras no resulta difícil descubrir que la autoridad y la identidad de Dios se revelan con claridad en el lenguaje de Sus afirmaciones. Por ejemplo, cuando Él declara: “mi pacto es contigo, y serás […] yo te haré […] Te haré […]”, frases como “tú serás” y “Yo haré”, cuyo lenguaje conlleva la afirmación de la identidad y la autoridad de Dios, son, en un aspecto, un indicador de la fidelidad del Creador y en otro, palabras especiales usadas por Dios, quien posee la identidad del Creador, y que a la vez forman parte del vocabulario convencional. Si alguien dice que espera que otra persona sea sumamente fructífera, que de ella se formen naciones y salgan reyes, es sin duda un tipo de deseo, no una promesa o una bendición. Por ello, las personas no se atreven a decir “yo te haré esto y aquello, tú harás esto y aquello…”, porque saben que no poseen tal poder; es algo que no está en sus manos, y aunque expresaran tales cosas, sus palabras serían vacías y sin sentido, y estarían impulsadas por su deseo y su ambición. ¿Se atreve alguien a hablar en semejante tono grandioso si siente que no puede cumplir sus deseos? Todo el mundo desea el bien de sus descendientes, y espera que se destaquen y disfruten de grandes éxitos. “¡Qué gran fortuna sería que uno de ellos llegase a ser emperador! ¡Si uno fuera gobernador, tampoco estaría mal, mientras sea alguien importante!”. Todos estos son deseos de la gente, pero las personas solo pueden desear bendiciones sobre sus descendientes, y no pueden cumplir ninguna de sus promesas ni hacer que se hagan realidad. En su corazón todos saben claramente que no poseen el poder para lograr tales cosas, porque todo acerca de ellas escapa a su control; ¿cómo podrían, pues, ordenar el destino de otros? La razón por la que Dios sí puede pronunciar estas palabras es que posee esa autoridad, y es capaz de cumplir y realizar todas las promesas que le hace al hombre, y de materializar todas las bendiciones que le concede. El ser humano fue creado por Dios, y para Él sería un juego de niños hacer que alguien sea sumamente fructífero; hacer que prosperen los descendientes de alguien solo requeriría una palabra suya. Él nunca tendría que apurarse para lograr algo así, ni romperse la cabeza o enredarse; este es el poder mismo de Dios, Su autoridad misma.

Después de leer que “Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él”* en Génesis 18:18, ¿podéis sentir la autoridad de Dios? ¿Podéis sentir lo extraordinario del Creador? ¿Podéis sentir Su supremacía? Las palabras de Dios son ciertas. Él no habla así por confiar en Su éxito ni en representación de este, sino que Sus palabras son la prueba de la autoridad de Sus declaraciones y un mandamiento que las cumple. Aquí, deberíais prestar atención a dos expresiones. Cuando Dios dice “Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él”,* ¿existe algún elemento de ambigüedad en estas palabras? ¿Algún elemento de preocupación? ¿De miedo? Debido a las palabras “ciertamente” y “serán” en las afirmaciones de Dios, estos elementos particulares en el hombre y a menudo exhibidos por él, nunca han tenido relación alguna con el Creador. Nadie se atrevería a usar tales palabras al desear el bien de otros ni osaría bendecir a alguien con tanta seguridad como para darle una nación grande y poderosa, ni prometerle que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Cuanto más ciertas son las palabras de Dios, más demuestran algo; ¿y qué es ese algo? Demuestran que Dios posee esa autoridad, que Su autoridad puede lograr estas cosas, y que su cumplimiento es inevitable. Dios estaba seguro en Su corazón, sin la más mínima duda, de todo aquello con lo que bendijo a Abraham. Además, todo aquello se cumpliría según Sus palabras; no habría fuerza capaz de alterar, obstruir, perjudicar o perturbar su cumplimiento. Independientemente de lo que ocurriese, nada podría revocar ni influenciar el cumplimiento y la realización de las palabras divinas. ¡Este es el verdadero poder de las palabras que salen de la boca del Creador, y Su autoridad que no admite la negativa del hombre! Una vez leídas estas palabras, ¿sigues teniendo dudas? La boca de Dios pronunció estas palabras, y en ellas hay poder, majestad y autoridad. Este poder y esta autoridad, así como la inevitabilidad del cumplimiento del hecho, son inalcanzables e insuperables para cualquier ser creado o no creado. Solo el Creador puede conversar con la humanidad usando semejante tono y entonación, y los hechos han demostrado que Sus promesas no son palabras vacías ni alardes inútiles, sino la expresión de la autoridad única e insuperable por cualquier persona, cosa, u objeto.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 93

Génesis 17:4-6 En cuanto a mí, he aquí, mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham; porque yo te haré padre de multitud de naciones. Te haré fecundo en gran manera, y de ti haré naciones, y de ti saldrán reyes.

Génesis 18:18-19 Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Porque lo conozco, él ordenará a sus hijos y a su casa después de él, y ellos seguirán en el camino de Jehová, para que hagan justicia y juzguen; y para que Jehová dé a Abraham lo que Él ha dicho de él.*

Génesis 22:16-18 Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.*

Job 42:12 Entonces Jehová bendijo la situación actual de Job más que al comienzo, ya que él tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.*

¿Cuál es la diferencia entre las palabras habladas por Dios y las pronunciadas por el hombre? Cuando lees estas declaraciones de Dios, sientes el poder de Sus palabras y Su autoridad. ¿Cómo te sientes cuando oyes a las personas decir estas palabras? ¿Piensas que son extremadamente arrogantes y jactanciosos, que alardean de sí mismas? Porque no tienen este poder ni poseen esa autoridad y, por tanto, son completamente incapaces de lograr tales cosas. Que estén tan seguros de sus promesas solo muestra la negligencia de sus observaciones. Si alguien pronuncia semejantes palabras, sin duda es arrogante y excesivamente confiado, y se revelaría como un ejemplo clásico del carácter del arcángel. Estas palabras salieron de la boca de Dios; ¿percibes algún elemento de arrogancia aquí? ¿Sientes que las palabras de Dios son solo una broma? Sus palabras son autoridad, Sus palabras son realidad, y antes de que Su boca las profiera, es decir, cuando Él toma la decisión de hacer algo, eso ya se ha realizado. Puede decirse que todo lo que Dios le dijo a Abraham fue un pacto que Él estableció con Abraham, y una promesa que le hizo. Esta promesa era una realidad establecida, un hecho consumado, y todo se cumplió gradualmente en los pensamientos de Dios de acuerdo con Su plan. Por tanto, que Dios profiriera tales palabras no significa que tenga un carácter arrogante, porque Él es capaz de lograr esas cosas. Él tiene ese poder y autoridad, y es totalmente capaz de realizar esos actos, y su materialización está por completo dentro del ámbito de Su capacidad. Cuando palabras como estas salen de la boca de Dios, son una revelación y una expresión de Su verdadero carácter; una revelación y una manifestación perfectas de la esencia y la autoridad de Dios, y no hay nada más apropiado y adecuado como prueba de la identidad del Creador. La forma, el tono y el lenguaje de tales afirmaciones son precisamente la marca de Su identidad, y se corresponden perfectamente con la expresión de la propia identidad de Dios; en ellas no hay fingimiento ni impureza; son, completa y totalmente, la demostración perfecta de la esencia y la autoridad del Creador. En cuanto a las criaturas, no poseen esta autoridad ni esta esencia, y mucho menos el poder que Dios da. Si el hombre traiciona semejante comportamiento, sería con total seguridad la fulminación de su carácter corrupto, y en la raíz de esto estaría el impacto de la interferencia de la arrogancia del hombre y su ambición salvaje, así como la revelación de las intenciones malignas nada más y nada menos que del diablo, Satanás, quien desea engañar a las personas y seducirlas para que traicionen a Dios. ¿Cómo considera Dios lo que revela un lenguaje así? Él diría que deseas usurpar Su lugar, suplantarlo y reemplazarlo. Cuando tú imitas el tono de las afirmaciones de Dios, tu intención es sustituirlo en el corazón de las personas, apropiarte de la humanidad que le pertenece por derecho a Dios. Eso es Satanás, lisa y llanamente; ¡son las acciones de los descendientes del arcángel, intolerables para el cielo! ¿Hay entre vosotros alguien que haya imitado alguna vez a Dios de algún modo, hablando unas pocas palabras con intención de confundir y engañar a alguien, haciéndole sentir que sus palabras y sus acciones encierran la autoridad y el poder de Dios, como si la esencia y la identidad de esta persona fuesen únicas, e incluso como si el tono de sus palabras fuese similar al de Dios? ¿Habéis hecho algo así en alguna ocasión? ¿Habéis imitado alguna vez el tono de Dios en vuestro discurso, con gestos que representan supuestamente Su carácter, con lo que suponéis que es poder y autoridad? ¿Actuáis así la mayoría de vosotros, con frecuencia o planeáis hacerlo? Ahora, cuando veis, percibís y conocéis verdaderamente la autoridad del Creador, y miráis en retrospectiva a lo que solíais hacer y revelar de vosotros mismos, ¿os sentís asqueados? ¿Reconocéis vuestra bajeza y desvergüenza? Habiendo diseccionado el carácter y la esencia de tales personas, ¿podría decirse que son la descendencia maldita del infierno? ¿Podría afirmarse que todos los que actúan así están acarreando humillación sobre sí mismos? ¿Reconocéis la gravedad de su naturaleza? ¿Os dais cuenta de lo grave que es? El propósito de las personas que actúan de este modo es imitar a Dios. Quieren ser Dios, y hacen que las personas los adoren como tal. Quieren abolir el lugar de Dios en el corazón de las personas, y librarse del Dios que obra en medio del hombre, y lo hacen para conseguir el objetivo de controlar a las personas, devorarlas y tomar posesión de ellas. Todos tienen deseos y ambiciones subconscientes como este; todos viven en este tipo de esencia satánica y corrupta y en una naturaleza satánica en la que están en enemistad con Dios, lo traicionan, y desean convertirse en Él. Después de Mi enseñanza sobre el tema de la autoridad de Dios, ¿seguís deseando o aspirando a suplantarle o imitarle? ¿Seguís deseando ser Dios? ¿Seguís deseando volveros Dios? El hombre no puede imitar Su autoridad ni puede suplantar Su identidad y Su estatus. Aunque seas capaz de imitar el tono con el que Dios habla, no puedes imitar Su esencia. Aunque seas capaz de ponerte en el lugar de Dios y suplantarlo, jamás serás capaz de hacer lo que Él pretende hacer y nunca serás capaz de gobernar y ordenar todas las cosas. A los ojos de Dios, siempre serás una pequeña criatura, e independientemente de lo grandes que sean tus habilidades y capacidades, de los dones que tengas, estás totalmente bajo el dominio del Creador. Aunque seas capaz de pronunciar palabras atrevidas, con ello no demostrarás jamás tener la esencia del Creador ni esto supondrá que poseas Su autoridad. La autoridad y el poder de Dios son la esencia de Dios mismo. No fueron aprendidas ni añadidas externamente, sino que son la esencia inherente a Él mismo. Por tanto, la relación entre el Creador y las criaturas nunca puede alterarse. Como una de las criaturas, el hombre debe mantener su propia posición y comportarse concienzudamente. Debes guardar con sumisión aquello que el Creador te ha confiado. No debéis actuar de forma inaceptable ni hacer cosas más allá de vuestra capacidad, ni las que son aborrecibles para Dios. No tratéis de ser grandioso, ni de convertirte en un superhombre ni de estar por encima de los demás, ni de buscar volverte Dios. Así es como las personas no deberían desear ser. Buscar ser grandioso o un superhombre es absurdo. Procurar convertirse en Dios es incluso más vergonzoso; es repugnante y despreciable. Lo que es elogiable, y a lo que las criaturas deberían aferrarse más que a cualquier otra cosa, es a convertirse en una verdadera criatura; este es el único objetivo que todas las personas deberían perseguir.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 94

La autoridad del Creador no se ve restringida por el tiempo, el espacio ni la geografía, y la autoridad del Creador es incalculable

Veamos Génesis 22:17-18. Este es otro pasaje hablado por Jehová Dios, en el que le dijo a Abraham: “te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz”.* Jehová Dios bendijo a Abraham muchas veces diciéndole que su descendencia se multiplicaría; pero ¿hasta que grado se multiplicaría? Como dicen las Escrituras: “como las estrellas del cielo y como la arena de la playa”.* Es decir, Dios deseaba conceder a Abraham una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo, y tan abundante como la arena de la orilla del mar. Dios habló mediante imágenes, y a partir de ellas no es difícil ver que Dios no sólo concedería uno, dos, o incluso miles de descendientes a Abraham, sino un número incontable, suficiente para convertirse en una multitud de naciones, porque Dios le prometió que sería el padre de muchas naciones. ¿Decidió el hombre este número o fue Dios? ¿Puede el hombre controlar cuántos descendientes tiene? ¿Le corresponde a él? No, no le compete a él tener varios o ninguno, no digamos ya tantos como “como las estrellas del cielo y como la arena de la playa”.* ¿Quién no desea que su descendencia sea tan numerosa como las estrellas? Desgraciadamente, las cosas no siempre ocurren como el hombre quisiera. Independientemente de lo habilidoso o capaz que sea el hombre, no es algo que le corresponda a él; nadie puede permanecer fuera de lo que Dios ha ordenado. Lo que Él te permita, eso será lo que tendrás: si Dios te da un poco, nunca tendrás mucho, y si Dios te da mucho, de nada sirve molestarse por lo mucho que tienes. ¿No es este el caso? ¡Todo esto le corresponde a Dios, no al hombre! Dios es quien gobierna al ser humano, ¡y nadie está exento!

Cuando Dios dijo “multiplicaré tu simiente”,* fue un pacto que estableció con Abraham y, como el pacto del arco iris, se cumpliría por toda la eternidad; también era una promesa que le hizo a Abraham. Sólo Dios está cualificado y es capaz de hacerla realidad. Independientemente de que el hombre la crea o no, la acepte o no, de cómo la vea y la considere, todo se cumplirá al pie de la letra, según las palabras pronunciadas por Dios. Las Palabras de Dios no serán alteradas por los cambios de la voluntad ni las nociones del hombre, de ninguna persona, cosa o evento. Todas las cosas pueden desaparecer, pero las palabras de Dios permanecerán para siempre. De hecho, el día que todas las cosas desaparezcan será exactamente el día en el que las palabras de Dios se cumplan por completo, porque Él es el Creador, posee la autoridad y el poder del Creador. Él controla todas las cosas y toda fuerza vital; Él es capaz de provocar que algo salga de la nada o que algo se convierta en nada. Él controla la transformación de todas las cosas vivas a muertas y, por tanto, nada podría ser más sencillo para Él que multiplicar la simiente de alguien. Esto suena fantástico para el hombre, como un cuento de hadas, pero para Dios, lo que Él decide y promete hacer no es fantástico ni un cuento de hadas. Es una realidad que Él ya ha visto y que se cumplirá con seguridad. ¿Apreciáis esto? ¿Demuestran los hechos que los descendientes de Abraham fueron numerosos? ¿Cómo de numerosos? ¿Tantos como “como las estrellas del cielo y como la arena de la playa”* de las que Dios habló? ¿Se esparcieron por todas las naciones y regiones, en cada lugar del mundo? ¿A través de qué se cumplió este hecho? ¿Se cumplió por la autoridad de las palabras de Dios? Durante centenares o millares de años después de que Dios pronunciara aquellas, estas siguieron cumpliéndose y se convirtieron constantemente en hechos; este es el poder de las palabras de Dios, y la prueba de Su autoridad. Cuando Él creó todas las cosas en el principio, dijo que fuese la luz, y fue la luz. Esto ocurrió muy deprisa, se cumplió en un tiempo muy corto y su realización y cumplimiento no se retrasaron; los efectos de las palabras de Dios fueron inmediatos. Ambas cosas fueron una demostración de Su autoridad; sin embargo, cuando bendijo a Abraham, permitió que el hombre viera otro lado de la esencia de Su autoridad, así como el hecho de que la autoridad del Creador es incalculable y además, le permitió ver un lado más práctico, más exquisito de esta.

Una vez que las palabras de Dios son pronunciadas, Su autoridad toma el mando de esta obra, y el hecho prometido por Su boca comienza gradualmente a convertirse en una realidad. Como consecuencia, empiezan a aparecer cambios entre todas las cosas; en gran medida ocurre así como al llegar la primavera la hierba reverdece, florecen las flores, germinan los capullos de los árboles, los pájaros empiezan a cantar, regresan los gansos y los campos se llenan de personas… Con la llegada de la primavera todas las cosas rejuvenecen, y es la maravillosa obra del Creador. Cuando Dios cumple Sus promesas, en el cielo y en la tierra todas las cosas se renuevan y cambian según los pensamientos de Dios; nada está exento. Cuando Dios pronuncia un compromiso o una promesa, todas las cosas sirven y se manejan para su cumplimiento y por el bien del mismo; todas las criaturas están dispuestas y organizadas bajo el dominio del Creador, y desempeñan su papel, y sirven a su función respectiva. Esta es la manifestación de la autoridad del Creador. ¿Qué ves tú en esto? ¿Cómo conoces la autoridad de Dios? ¿Existe un rango para ella? ¿Hay un límite de tiempo? ¿Puede decirse que hay una cierta altura o longitud? ¿Que existe un cierto tamaño o fuerza? ¿Puede medirse por las dimensiones del hombre? La autoridad de Dios no parpadea, no viene y va, y nadie puede medir cuán grande es Su autoridad. Independientemente del tiempo que pase, cuando Dios bendice a una persona esa bendición sigue adelante, y esa continuación dará testimonio de Su inestimable autoridad. Permitirá que la humanidad observe la reaparición de la inextinguible fuerza vital del Creador una y otra vez. Cada exhibición de Su autoridad es la demostración perfecta de las palabras de Su boca, que se demuestra a todas las cosas y a la humanidad. Más aún, todo lo que se cumple por Su autoridad es exquisito y supera toda comparación; es totalmente perfecto. Puede decirse que Sus pensamientos, Sus palabras, Su autoridad, y toda la obra que Él realiza forman una imagen incomparablemente bella. Para las criaturas, el lenguaje de la humanidad es incapaz de articular su significado y su valor. Cuando Dios le hace una promesa a una persona, todo acerca de ellos es tan conocido para Dios como la palma de Su mano, ya sea respecto a donde vive, o a lo que hace, el trasfondo antes o después de recibir la promesa, o lo grandes que hayan sido las conmociones en su entorno de vida. No importa cuánto tiempo pase desde que Dios pronunciara Sus palabras, para Él es como si acabase de proferirlas. Es decir, Dios tiene el poder y tal autoridad que puede vigilar, controlar, y materializar cada promesa que le hace a la humanidad, independientemente de la promesa que sea, del tiempo necesario para cumplirla por completo y hasta de lo amplio que sea el alcance que abarque su cumplimiento, por ejemplo, tiempo, geografía, raza, etc., la promesa se cumplirá, se materializará, y no le exigirán el más mínimo esfuerzo. ¿Qué demuestra esto? Que la magnitud de la autoridad y el poder de Dios es suficiente para controlar todo el universo y a toda la humanidad. Dios hizo la luz, pero eso no significa que sólo gestione la luz, o el agua, por haberla creado, y que todo lo demás no guarde relación con Él. ¿No sería esto una malinterpretación? Aunque la bendición que Abraham recibió de Dios había desaparecido gradualmente de la memoria del hombre, tras varios centenares de años, para Dios seguía siendo la misma. Todavía estaba en proceso de cumplimiento, y nunca se había detenido. El hombre nunca supo ni oyó cómo ejercía Dios Su autoridad, cómo disponía y organizaba todas las cosas, y cuántas historias maravillosas ocurrieron entre todas las cosas de la creación de Dios durante este tiempo; pero cada espléndida pieza de la manifestación de la autoridad de Dios y la revelación de Sus hechos se transmitió y exaltó sobre todas las cosas. Todo mostró y habló de los milagrosos hechos del Creador, y cada una de las tan contadas historias de Su soberanía sobre todas las cosas se proclamará para siempre. La autoridad y el poder por los que Dios gobierna todas las cosas muestran que Él está presente en todas partes y en todo momento. Cuando tú has sido testigo de la omnipresencia de Su autoridad y Su poder, verás que Él está presente en todo lugar y en todo momento. Su autoridad y Su poder no están limitados por el tiempo, la geografía, el espacio ni por cualquier persona, suceso o cosa. La magnitud de la autoridad y el poder de Dios sobrepasa la imaginación del hombre; es insondable, inimaginable para el ser humano que nunca la conocerá.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 95

A algunas personas les gusta deducir e imaginar, ¿pero hasta dónde puede llegar la imaginación del hombre? ¿Puede ir más allá de este mundo? ¿Es el hombre capaz de deducir e imaginar la autenticidad y la precisión de la autoridad de Dios? ¿Son la deducción y la imaginación del hombre capaces de permitirle obtener un conocimiento de la autoridad de Dios? ¿Pueden hacer que el hombre aprecie y se someta verdaderamente a esta? Los hechos demuestran que la deducción y la imaginación del hombre no son más que un producto del intelecto humano, y que no le proporcionan la más mínima ayuda o beneficio para el conocimiento de la autoridad de Dios. Después de leer ciencia ficción, algunos son capaces de imaginarse la luna, o son las estrellas. Pero esto no significa que el hombre tenga ningún entendimiento de la autoridad divina. La imaginación del hombre es solo eso: imaginación. De las realidades de estas cosas, es decir, de su conexión con la autoridad de Dios, no tiene absolutamente ninguna comprensión. ¿Qué importa si has estado en la luna? ¿Demuestra esto que tengas una comprensión multidimensional de la autoridad de Dios? ¿Que seas capaz de imaginar la magnitud de Su autoridad y Su poder? Como la deducción y la imaginación del hombre son incapaces de permitirle conocer la autoridad de Dios, ¿qué debería hacer el ser humano? La opción más sabia no sería deducir o imaginar, es decir que el hombre nunca debe basarse en la imaginación ni depender de las deducciones cuando se trata de conocer la autoridad de Dios. ¿Qué es lo que deseo deciros aquí? El conocimiento de la autoridad y del poder de Dios, de Su propia identidad y de Su esencia no puede lograrse basándote en tu propia imaginación. Al no poder apoyarte en tu imaginación para conocer la autoridad divina, ¿de qué forma puedes lograr un verdadero conocimiento de ella? Se hace comiendo y bebiendo las palabras de Dios a través de la comunión y de la práctica de estas. Así tendrás una experiencia y una verificación graduales de Su autoridad y conseguirás un conocimiento progresivo y cada vez mayor de ella. Esta es la única forma de lograr el conocimiento de la autoridad de Dios; no hay atajos. Pediros que no imaginéis no es lo mismo que obligaros a que os sentéis pasivamente para esperar la destrucción, o que dejéis de hacer algo. No usar tu cerebro para pensar e imaginar significa dejar de utilizar la lógica para deducir, dejar de utilizar el conocimiento para analizar, dejar de usar la ciencia como base, y apreciar, verificar, y confirmar en su lugar que el Dios en el que tú crees tiene autoridad; confirmar que Él tiene soberanía sobre tu destino, y que Su poder demuestra en todo momento que Él es el verdadero Dios mismo, a través de Sus palabras, de la verdad, de todo lo que encuentras en la vida. Es la única forma en que cualquiera puede conseguir un entendimiento de Dios. Algunos dicen que desean hallar una forma simple de conseguir este objetivo, ¿pero puedes tú pensar así? Yo te lo digo, no necesitas pensar: ¡no hay otras formas! La única manera es saber y verificar de forma minuciosa y constante lo que Dios tiene y es, a través de cada palabra que Él expresa y de todo lo que Él hace. Esta es la única forma de conocer a Dios. Porque lo que Dios tiene y es, y todo lo referente a Él, no es algo hueco o vacío, sino que es real.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 96

La realidad del control y el dominio del Creador sobre todas las cosas y los seres vivos hablan de la verdadera existencia de Su autoridad

Se registra en el libro de Job la bendición que este recibió de Jehová. ¿Qué le concedió Dios a Job? “Entonces Jehová bendijo la situación actual de Job más que al comienzo, ya que él tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras” (Job 42:12).* Desde la perspectiva del hombre, ¿qué cosas se le dieron a Job? ¿Fueron posesiones de la humanidad? ¿Con estos bienes, no habría sido Job muy rico durante aquella época? ¿Cómo adquirió entonces aquel patrimonio? ¿Qué produjo su riqueza? No es necesario decir que, gracias a la bendición de Dios, Job acabó poseyéndolas. No hablaremos aquí de cómo veía Job estas posesiones ni en cómo consideraba las bendiciones de Dios. Cuando se trata de esto, todas las personas anhelan día y noche ser bendecidas por Dios, pero el hombre no tiene control sobre la cantidad de posesiones que puede ganar durante su vida, o si puede recibir bendiciones de Dios; ¡este es un hecho indiscutible! Dios tiene autoridad y poder para concederle al hombre cualquier posesión, para permitirle obtener cualquier bendición; pero existe un principio para ellas. ¿A qué tipo de personas bendice Dios? A las personas que le gustan, ¡por supuesto! Abraham y Job fueron ambos bendecidos por Dios, pero las bendiciones que recibieron no fueron las mismas. Dios bendijo a Abraham con descendientes tan numerosos como la arena y las estrellas. Cuando Dios bendijo a Abraham, hizo que los descendientes de un solo hombre, una nación, se volviesen poderosos y prósperos. En esto, la autoridad de Dios gobernaba a la humanidad, que respiraba el aliento de Dios entre todas las cosas y los seres vivos. Bajo la soberanía de la autoridad de Dios, esta humanidad proliferó y existió a una velocidad establecida por Dios y dentro un ámbito decidido por Dios. Específicamente, la viabilidad, el ritmo de expansión y la expectativa de vida de aquella nación formaban parte de las disposiciones de Dios, y el principio de todo ello se basaba por completo en la promesa de Dios a Abraham. Es decir, independientemente de las circunstancias, las promesas de Dios procederían sin impedimentos y se realizarían bajo la providencia de Su autoridad. En la promesa que Dios le hizo a Abraham, al margen de las turbulencias del mundo, de la época, de las catástrofes soportadas por la humanidad, los descendientes de Abraham no se enfrentarían al riesgo de la aniquilación, y su nación no moriría. La bendición de Job por parte de Dios, sin embargo, le hizo extremadamente rico. Lo que Dios le dio fue una variedad de criaturas vivientes, que respiraban y cuyos detalles particulares —su número, su velocidad de propagación, sus índices de supervivencia, la cantidad de grasa en sus cuerpos, etc.— también eran controlados por Dios. Aunque estos seres vivientes no poseían la capacidad de hablar, también formaban parte de las disposiciones del Creador, y el principio detrás de las disposiciones de Dios para ellos se hizo de acuerdo con las bendiciones que Él le prometió a Job. Aunque lo que Dios les prometió a Abraham y Job en Sus bendiciones era diferente, la autoridad con la que el Creador gobernaba todas las cosas y los seres vivientes era la misma. Cada detalle de la autoridad y del poder de Dios se expresa en Sus diferentes promesas y bendiciones a Abraham y Job; una vez más, le muestra a la humanidad que la autoridad de Dios está mucho más allá de la imaginación del hombre. Estos detalles le dicen, una vez más, a la humanidad que si desea conocer la autoridad de Dios, sólo puede lograrlo a través de Sus palabras y de la experiencia de Su obra.

La autoridad de la soberanía de Dios sobre todas las cosas le permite al hombre ver una realidad: la autoridad de Dios no sólo se expresa en las palabras “Y Dios dijo: Que haya luz, y hubo luz; y que haya firmamento, y hubo firmamento; y que haya tierra, y hubo tierra”, sino, además, en cómo Su autoridad es personificada en cómo Él hizo que la luz continuase, cómo evitó que el firmamento desapareciese, y cómo mantuvo siempre la tierra separada del agua, así como en los detalles de cómo gobernó y gestionó a las cosas que Él creó: luz, firmamento y tierra. ¿Qué otras cosas veis en la bendición de Dios a la humanidad? Sin duda, después de que bendijera a Abraham y a Job, los pasos de Dios no cesaron, porque Él sólo había comenzado a ejercer Su autoridad, e intentaba hacer una realidad de cada una de Sus palabras, hacer ciertos cada uno de los detalles de los que habló, y así, en los años venideros, siguió haciendo todo lo que pretendía. Debido a que Dios tiene autoridad, quizás le parezca al hombre que Dios solo tiene que hablar y, sin levantar un dedo, todos los asuntos y cosas se cumplen. ¡Estas imaginaciones son bastante ridículas! Si solo tomas la visión parcial del establecimiento del pacto con el hombre y del cumplimiento de Dios de todas las cosas, sólo mediante palabras, y eres incapaz de ver las diversas señales y realidades de que la autoridad de Dios tiene dominio sobre la existencia de todas las cosas, ¡tienes un entendimiento demasiado vacío y ridículo de la autoridad de Dios! Si el hombre imagina que Dios es así, hay que decir que su conocimiento de Dios ha sido empujado a la última fosa, y ha llegado a un callejón sin salida, porque el Dios que el hombre imagina no es sino una máquina que emite órdenes, no el Dios que posee autoridad. ¿Qué has visto a través de los ejemplos de Abraham y Job? ¿Has contemplado el lado práctico de la autoridad y del poder de Dios? Después de que Dios bendijese a Abraham y Job, no se quedó donde estaba ni puso a Sus mensajeros a trabajar mientras esperaba ver cuál sería el resultado. Por el contrario, tan pronto como Dios pronunció Sus palabras, bajo la dirección de Su autoridad, todas las cosas comenzaron a cumplir la obra que Dios pretendía hacer, y se prepararon las personas, las cosas, y los objetos que Dios requirió. Es decir, en cuanto las palabras salieron de la boca de Dios, Su autoridad comenzó a ejercerse por toda la tierra, y Él fijó un curso para realizar y cumplir las promesas hechas a Abraham y a Job, a la vez que hacía los planes y los preparativos apropiados para todo lo exigido en cada paso y cada etapa clave que Él planeó llevar a cabo. Durante ese tiempo, Dios no sólo manejó a sus mensajeros, sino también todas las cosas que Él había creado. Es decir que el ámbito dentro del cual se ejerció la autoridad de Dios no solo incluía a los mensajeros, sino, además, todas las cosas en la creación manejadas con el fin de cumplir la obra que pretendía realizar; estas fueron las formas específicas en las que Dios ejerció Su autoridad. En vuestras imaginaciones, algunos pueden tener el siguiente entendimiento de la autoridad de Dios: Dios tiene autoridad y poder, y por tanto solo necesita permanecer en el tercer cielo, o en un lugar fijo, sin tener que hacer ningún trabajo particular, y la totalidad de Su obra se completa dentro de Sus pensamientos. Algunos también pueden creer que, aunque Dios bendijo a Abraham, no tuvo que hacer nada, y que bastó con que pronunciara Sus palabras. ¿Es esto lo que realmente ocurrió? ¡Claro que no! Aunque Dios posee autoridad y poder, Su autoridad es verdadera y práctica, no está vacía. La autenticidad y la realidad de Su autoridad y Su poder se revelan y se plasman gradualmente en Su creación y Su control de todas las cosas, y en el proceso por el cual dirige y gestiona a la humanidad. Todo método, toda perspectiva y todo detalle de la soberanía de Dios sobre la humanidad, sobre todas las cosas y sobre toda la obra que Él ha cumplido, así como Su entendimiento de todas las cosas demuestran literalmente que Su autoridad y Su poder no son palabras vacías. Estos se demuestran y se revelan constantemente, y en todas las cosas. Estas manifestaciones y revelaciones hablan de la existencia real de la autoridad de Dios, porque Él la está usando junto con Su poder para continuar Su obra, para ordenar y gobernar todas las cosas en cada momento; los ángeles o los mensajeros de Dios no pueden sustituir Su poder y Su autoridad. Dios decidió qué bendiciones concedería a Abraham y a Job; esa era la decisión de Dios. Aunque los mensajeros de Dios visitaron personalmente a Abraham y a Job, sus acciones se basaron en Sus mandamientos y sus acciones se llevaron a cabo bajo Su autoridad y los mensajeros también estaban bajo Su soberanía. Aunque el hombre vea a los mensajeros de Dios visitar a Abraham, y no sea testigo de que Jehová Dios haga personalmente nada en los relatos de la Biblia, en realidad, el único que ejerce verdaderamente el poder y la autoridad es Dios mismo, ¡y esto no admite la duda de ningún hombre! Aunque tú hayas visto que los ángeles y los mensajeros poseen un gran poder, y han llevado a cabo milagros o han realizado algunas cosas comisionados por Dios, sus acciones son simplemente por el bien de la compleción de Su comisión, y no son en absoluto una manifestación de Su autoridad, porque ningún hombre u objeto tiene ni posee la autoridad del Creador para crear y gobernar todas las cosas. De este modo, ningún hombre u objeto puede ejercer ni mostrar la autoridad del Creador.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 97

La autoridad del Creador es inmutable y no se puede ofender

1. Dios se sirve de las palabras para crear todas las cosas

Génesis 1:3-5 Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día, y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y fue la mañana: un día.

Génesis 1:6-7 Entonces dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.

Génesis 1:9-11 Entonces dijo Dios: Júntense en un lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que aparezca lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco tierra, y al conjunto de las aguas llamó mares. Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él. Y fue así.

Génesis 1:14-15 Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean para señales y para estaciones y para días y para años; y sean por luminarias en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así.

Génesis 1:20-21 Entonces dijo Dios: Llénense las aguas de multitudes de seres vivientes, y vuelen las aves sobre la tierra en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se mueve, de los cuales están llenas las aguas según su género, y toda ave según su género. Y vio Dios que era bueno.

Génesis 1:24-25 Entonces dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género: ganados, reptiles y bestias de la tierra según su género. Y fue así. E hizo Dios las bestias de la tierra según su género, y el ganado según su género, y todo lo que se arrastra sobre la tierra según su género. Y vio Dios que era bueno.

2. Dios usa Sus palabras para establecer un pacto con el hombre

Génesis 9:11-13 Yo establezco mi pacto con vosotros, y nunca más volverá a ser exterminada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que hago entre yo y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por todas las generaciones: pongo mi arco en las nubes y será por señal del pacto entre yo y la tierra.

3. Las bendiciones de Dios

Génesis 17:4-6 En cuanto a mí, he aquí, mi pacto es contigo, y serás padre de multitud de naciones. Y no serás llamado más Abram; sino que tu nombre será Abraham; porque yo te haré padre de multitud de naciones. Te haré fecundo en gran manera, y de ti haré naciones, y de ti saldrán reyes.

Génesis 18:18-19 Abraham por seguro se convertiría en una nación grande y poderosa, y que todas las naciones de la tierra serán benditas en él. Porque lo conozco, él ordenará a sus hijos y a su casa después de él, y ellos seguirán en el camino de Jehová, para que hagan justicia y juzguen; y para que Jehová dé a Abraham lo que Él ha dicho de él.*

Génesis 22:16-18 Juro por Mí mismo —dijo Jehová— que porque has hecho esto, y no has retenido a tu hijo, tu único hijo, te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tu simiente tendrá las puertas de sus enemigos; y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido Mi voz.*

Job 42:12 Entonces Jehová bendijo la situación actual de Job más que al comienzo, ya que él tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil burras.*

¿Qué habéis visto en estas tres partes de las escrituras? ¿Habéis percibido que existe un principio por el cual Dios ejerce Su autoridad? Por ejemplo, Dios usó un arco iris para establecer un pacto con el hombre, colocó un arco iris en las nubes con el fin de decirle al hombre que nunca más utilizaría un diluvio para destruir el mundo. ¿Sigue siendo el arco iris que la gente ve hoy el mismo que fue dicho de la boca de Dios? ¿Han cambiado su naturaleza y su significado? Sin duda, no lo han hecho. Dios usó Su autoridad para llevar a cabo Su acción, y el pacto que Él estableció con el hombre ha continuado hasta hoy; el momento en el que este pacto se alterará será, por supuesto, la decisión de Dios. Después de que Él declarara: “Pongo mi arco en las nubes”, siempre respetó este pacto, hasta hoy. ¿Qué ves tú en esto? Aunque Dios posee autoridad y poder, es muy riguroso y con principios en Sus acciones, y permanece fiel a Su palabra. Su rigurosidad y los principios de Sus acciones muestran que no se puede ofender al Creador ni superar Su autoridad. Aunque posee una autoridad suprema y todas las cosas están bajo Su dominio, y aunque tiene poder para gobernar todas las cosas, Dios nunca ha dañado ni perturbado Su propio plan, y cada vez que ejerce Su autoridad lo hace estrictamente de acuerdo con Sus propios principios; Él sigue con precisión lo que Su boca pronunció, así como los pasos y los objetivos de Su plan. No es necesario decir que todas las cosas gobernadas por Dios también obedecen los principios por los cuales se ejerce Su autoridad, y ningún hombre o cosa están exentos de las disposiciones de esta ni pueden alterar los principios por los cuales ella se ejerce. A los ojos de Dios, los que son bendecidos reciben la buena fortuna producida por Su autoridad, y los que son maldecidos reciben su castigo también por ella. Bajo la soberanía de Su autoridad, ningún hombre o cosa están exentos del ejercicio de ella ni pueden alterar los principios por los cuales se ejerce. La autoridad del Creador no se ve alterada por cambios en ningún factor y, de forma parecida, los principios por los cuales se ejerce Su autoridad no se alteran por ninguna razón. El cielo y la tierra pueden pasar por grandes turbulencias, pero la autoridad del Creador no cambiará; todas las cosas pueden desaparecer, pero la autoridad del Creador no pasará. Esta es la esencia de la autoridad inmutable, que no se puede ofender, del Creador, ¡y es justamente la unicidad del Creador!

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 98

El mandato de Dios a Satanás

Job 2:6 Y Jehová le dijo a Satanás: Mira, él está en tu mano, pero salva su vida.*

Satanás nunca se ha atrevido a transgredir la autoridad del Creador, y por ello, todas las cosas viven en orden

Este es un pasaje del libro de Job, y “él” en estas palabras se refiere a Job; aunque breve, esta frase esclarece muchos asuntos. Describe un diálogo particular entre Dios y Satanás en el mundo espiritual, y cuenta que el objeto de las palabras de Dios era Satanás. Registra, asimismo, lo que Dios dijo específicamente. Las palabras de Dios eran un mandato y una orden para Satanás. Los detalles específicos de esta orden guardan relación con preservar la vida de Job y es dónde Dios trazó la línea en el trato de Satanás hacia Job: Satanás tenía que conservar la vida de Job. La primera cosa que aprendemos de esta frase es que fueron las palabras que Dios dirigió a Satanás. Según el texto original del libro de Job, se cuenta el trasfondo de esas palabras: Satanás deseaba acusar a Job y, por tanto, tenía que obtener el acuerdo de Dios antes de poder tentarlo. Cuando Él consintió a la petición de Satanás le puso la siguiente condición: “Job está en tu mano, pero salva su vida”. ¿Cuál es la naturaleza de estas palabras? Es claramente un mandato, una orden. Habiendo entendido la naturaleza de estas palabras, deberías, por supuesto, comprender también que fue Dios quien emitió esta orden y que fue Satanás quien la recibió y la obedeció. Sobra decir, en esta orden, que la relación entre Dios y Satanás es evidente para cualquiera que lea estas palabras. Por supuesto, esta es también la relación entre Dios y Satanás en el mundo espiritual, y la diferencia entre la identidad y el estatus de Dios y Satanás que se proporciona en los registros de diálogos bíblicos entre Dios y Satanás y, es la diferencia distintiva entre la identidad y el estatus de Dios y Satanás lo que el hombre puede aprender hasta la fecha en el ejemplo específico y el registro textual. En este punto, debo indicar que el registro de estas palabras es un importante documento en el conocimiento de la identidad y el estatus de Dios por parte de la humanidad, y que provee información importante para que la humanidad conozca a Dios. A través de este diálogo entre el Creador y Satanás en el mundo espiritual, el hombre es capaz de entender un aspecto más específico de Su autoridad. Estas palabras son otro testimonio de Su autoridad única.

En apariencia, Jehová Dios está teniendo un diálogo con Satanás. En cuanto a la esencia, la actitud con la que Jehová Dios habla, y la posición en la que está, son más elevadas que las de Satanás. Es decir, Jehová Dios está mandando a Satanás en tono de orden, y le está indicando lo que debe hacer y lo que no, que Job ya está en sus manos y que es libre de tratarlo como desee, pero le prohíbe quitarle la vida. El subtexto es que, aunque se ha puesto a Job en las manos de Satanás, no se le ha entregado; nadie puede arrebatar la vida de Job de las manos de Dios a no ser que Él lo permita. La actitud de Dios se articula claramente en este mandato a Satanás, que también manifiesta y revela la posición desde la que Jehová Dios conversa con Satanás. En esto, no solo ostenta el estatus de Dios que creó la luz, el aire, así como todas las cosas y los seres vivos, que es Soberano sobre todas las cosas y los seres vivientes, sino también del Dios que domina a la humanidad, el Hades, el que controla la vida y la muerte de todas las cosas vivientes. En el mundo espiritual, ¿quién aparte de Dios se atrevería a emitir una orden así a Satanás? ¿Y por qué le dio Dios esa orden personalmente? Porque Dios controla la vida del hombre, incluida la de Job. Él no permitió que Satanás le hiciera daño o le quitara la vida a Job; e incluso cuando Dios le permitió a Satanás tentar a Job, siguió acordándose de emitir especialmente esa orden, y le ordenó una vez más a Satanás que no le quitara la vida. Satanás nunca se ha atrevido a transgredir la autoridad de Dios y, además, siempre ha escuchado con cuidado y obedecido Sus órdenes y Sus mandatos específicos sin osar nunca desafiarlos ni alterar libremente cualquiera de ellos. Estos son los límites que Dios ha establecido para Satanás, y por ello este no se ha atrevido a cruzarlos. ¿No es este el poder de la autoridad de Dios? ¿No es este el testimonio de Su autoridad? Satanás tiene una comprensión mucho más clara que la humanidad de cómo comportarse delante de Dios, y de cómo considerar a Dios, y, así, en el mundo espiritual, Satanás ve muy claramente Su estatus y Su autoridad, y tiene una profunda apreciación del poder de esta y de los principios subyacentes al ejercicio de la misma. No se atreve en absoluto a pasarlos por alto ni a violarlos de ninguna manera, o hacer algo que transgreda la autoridad de Dios; tampoco osa desafiar la ira de Dios. Aunque es malo y arrogante en su naturaleza, Satanás nunca se ha atrevido a cruzar las fronteras y los límites que Dios estableció para él. Durante millones de años ha respetado estrictamente estos límites, cada mandato y orden que Dios le ha dado, sin atreverse jamás a sobrepasar la marca. Aunque es malicioso, Satanás es mucho más sabio que la humanidad corrupta; conoce la identidad del Creador y sus propias fronteras. A partir de las acciones “sumisas” de Satanás se puede ver que la autoridad y el poder de Dios son edictos celestiales que él no puede transgredir, y que es precisamente por la unicidad y la autoridad de Dios que todas las cosas cambian y se propagan de una forma ordenada, que la humanidad puede vivir y multiplicarse dentro del curso establecido por Él, sin que nadie ni nada sean capaces de alterar este orden o cambiar esta ley, porque todos vienen de las manos del Creador, de Su orden y de Su autoridad.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 99

La identidad especial de Satanás ha causado que muchas personas demuestren un gran interés en sus manifestaciones de diversos aspectos. Existen incluso muchas personas insensatas que creen que, como Dios, Satanás también posee autoridad, porque puede mostrar milagros y es capaz de hacer cosas imposibles para la humanidad. Y así, además de adorar a Dios, la humanidad también reserva un lugar para Satanás en su corazón, e incluso lo adora como a Dios. Estas personas son patéticas y detestables. Son patéticas por su ignorancia, y detestables por su herejía y su sustancia inherentemente malvada. En este punto, siento que es necesario informaros de lo que es, lo que simboliza y lo que representa la autoridad. En general, Dios mismo es autoridad, Su autoridad simboliza Su supremacía y Su esencia, y la autoridad de Dios mismo representa Su estatus y Su identidad. En este caso, ¿se atreve Satanás a decir que él mismo es Dios? ¿Osa afirmar que él creó todas las cosas, y que tiene la soberanía sobre ellas? ¡Por supuesto que no lo hace! Porque es incapaz de crear todas las cosas; hasta la fecha, nunca ha hecho nada creado por Dios ni nada que tenga vida. Debido a que no tiene la autoridad de Dios, nunca podría poseer en absoluto Su estatus ni Su identidad, y esto viene determinado por su esencia. ¿Tiene el mismo poder que Dios? ¡Por supuesto que no! ¿Cómo se denominan los actos de Satanás, y los milagros que exhibe? ¿Es poder? ¿Podría llamarse autoridad? ¡Por supuesto que no! Satanás dirige la marea del mal, altera, perjudica e interrumpe cada aspecto de la obra de Dios. Durante los últimos millares de años, aparte de corromper a la humanidad y maltratarla, atraer y engañar al hombre hasta la depravación y el rechazar a Dios, de forma que el hombre camina hacia el valle de la sombra de muerte, ¿ha hecho Satanás algo que merezca la más mínima conmemoración, elogio, o aprecio del hombre? Si Satanás poseyese autoridad y poder, ¿habría corrompido a la humanidad? ¿Si Satanás poseyera autoridad y poder, habría sido dañada la humanidad por él? Si Satanás poseyera poder y autoridad, ¿habría abandonado la humanidad a Dios y habría recurrido a la muerte? Como Satanás no tiene autoridad ni poder, ¿qué deberíamos concluir acerca de la esencia de todo lo que hace? Hay quienes definen todo lo que Satanás hace como simple engaño, pero creo que esta definición no es tan adecuada. ¿Son los hechos malvados de su corrupción de la humanidad un mero engaño? La fuerza malvada con la que Satanás maltrató a Job, y su intenso deseo de maltratarlo y devorarlo, no podrían conseguirse en absoluto mediante un simple engaño. Mirando en retrospectiva, en un instante, los rebaños y el ganado de Job, dispersos a lo largo y ancho sobre colinas y montañas, desaparecieron, la gran fortuna de Job se desvaneció. ¿Pudo haberse conseguido esto por medio de un simple engaño? La naturaleza de todo lo que Satanás hace se corresponde y encaja con términos negativos como perjudicar, interrumpir, destruir, hacer daño, el mal, la malicia y las tinieblas; así, la aparición de todo lo que es impío y malo está inextricablemente vinculado a sus actos y es inseparable de su malvada esencia, independientemente de lo “poderoso”, lo audaz y ambicioso que sea, de lo grande que sea su capacidad de infligir daño, del amplio espectro de las técnicas con las que corrompe y atrae al hombre, lo ingeniosos que sean los trucos y las artimañas con las que intimida al hombre y de lo cambiante que sea la forma en la que existe, nunca ha sido capaz de crear una simple cosa viva ni de establecer leyes o normas para la existencia de todas las cosas, ni de gobernar y controlar ningún objeto, animado o inanimado. En el cosmos y el firmamento no existe una sola persona u objeto que hayan nacido de él, o que existan por él; no hay una sola persona u objeto gobernados o controlados por él. Por el contrario, no sólo tiene que vivir bajo el dominio de Dios, sino que, además, debe obedecer todas Sus órdenes y Sus mandatos. Sin el permiso divino, le resulta difícil incluso tocar una gota de agua o un grano de arena sobre la tierra; ni siquiera es libre para mover a las hormigas sobre la tierra, y mucho menos a la humanidad creada por Dios. A los ojos de Dios, Satanás es inferior a los lirios del campo, a las aves que vuelan en el aire, a los peces del mar y a los gusanos de la tierra. Su papel, entre todas las cosas, es servirlas, trabajar para la humanidad, y servir a la obra de Dios y Su plan de gestión. Independientemente de lo maligna que es su naturaleza y lo malvado de su esencia, lo único que puede hacer es respetar sumisamente su función: estar al servicio de Dios, y proveer un contraste para Él. Tales son la sustancia y la posición de Satanás. Su esencia está desconectada de la vida, del poder, de la autoridad; ¡es un simple juguete en las manos de Dios, tan sólo una máquina a Su servicio!

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Palabras diarias de Dios Fragmento 100

La autoridad en sí misma puede explicarse como el poder de Dios. En primer lugar, puede decirse con certeza que tanto la autoridad como el poder son positivos. No guardan relación con nada negativo ni con ningún ser creado o no creado. El poder de Dios es capaz de crear cosas a partir de cualquier forma que tenga vida y vitalidad, y esto queda determinado por la vida de Dios. Él es vida y, por tanto, es la fuente de todos los seres vivientes. Además, la autoridad de Dios puede hacer que todos los seres vivientes obedezcan cada palabra suya, es decir, que nazcan de acuerdo a las palabras de la boca de Dios, vivan y se reproduzcan por Su mandato, tras el cual Él gobierna y domina a todos los seres vivientes. Nunca habrá una desviación, por siempre jamás. Ninguna persona u objeto tiene estas cosas; solo el Creador posee y sostiene semejante poder, y así se le denomina autoridad. Es la unicidad del Creador. Como tal, independientemente de que sea la palabra “autoridad” en sí o la esencia de la misma, sólo puede asociarse con el Creador, porque es un símbolo de Su identidad y Su esencia únicas, y representa Su identidad y Su estatus; aparte del Creador, ninguna persona u objeto puede asociarse con la palabra “autoridad”. Es una interpretación de Su autoridad única.

Aunque Satanás miró a Job con ojos codiciosos, sin el permiso de Dios no se atrevió a tocarle un solo pelo. Aun Satanás siendo inherentemente malvado y cruel, después de que Dios emitiese Su orden, no tuvo elección sino respetar Su mandato. Así, aunque Satanás estaba tan enloquecido como un lobo entre ovejas cuando cayó sobre Job, no se atrevió a olvidar los límites establecidos por Dios ni violar Sus órdenes. En todo lo que hizo, Satanás no osó desviarse de los principios y de los límites de las palabras de Dios. ¿No es esto una realidad? De esto se puede ver que Satanás no se atreve a contravenir ninguna de las palabras de Jehová Dios. Para él, cada palabra que sale de la boca de Dios es una orden, una ley celestial y una expresión de Su autoridad, porque detrás de cada palabra de Dios se insinúa Su castigo a aquellos que violan Sus órdenes, y a quienes desobedecen y se oponen a las leyes celestiales. Satanás sabe claramente que si viola las órdenes de Dios, debe aceptar las consecuencias de transgredir Su autoridad y de oponerse a las leyes celestiales. ¿Cuáles son estas consecuencias? No es necesario decir, que son el castigo de Dios. Las acciones de Satanás hacia Job fueron simplemente un microcosmos de su corrupción del hombre, y cuando las estaba llevando a cabo, los límites que Dios estableció y las órdenes que le dio a Satanás fueron simplemente un microcosmos de los principios subyacentes a todo lo que este hace. Además, su papel y su posición en este asunto eran simplemente un microcosmos de su papel y de su posición en la obra de la gestión de Dios; la obediencia total de Satanás a Dios en su tentación a Job no era más que un microcosmos de cómo Satanás no se atrevió a ejercer la más mínima oposición a Dios en Su obra de gestión. ¿Qué advertencia os hacen estos microcosmos? Entre todas las cosas, incluido Satanás, no existe persona o cosa que puedan transgredir ni que se atrevan a violar las leyes y los edictos celestiales establecidos por el Creador, porque no pueden alterar ni escapar al castigo que el Creador inflige sobre quienes le desobedecen. Sólo el Creador puede establecer leyes y edictos celestiales, sólo Él tiene el poder de hacerlos efectivos, y Su poder es el único que no puede ser transgredido por ninguna persona o cosa. Es Su autoridad única, una autoridad suprema entre todas las cosas y, por tanto, es imposible decir que “Dios es el más grande y Satanás es el segundo”. Fuera del Creador, que posee la autoridad única, ¡no hay otro Dios!

¿Tenéis un nuevo conocimiento de la autoridad de Dios? En primer lugar, ¿existe una diferencia entre la autoridad de Dios recién mencionada, y el poder del hombre? ¿Cuál es la diferencia? Algunas personas dicen que no hay comparación entre ambos. ¡Así es! Aunque las personas digan que no la hay, en los pensamientos y las nociones del hombre, el poder humano se confunde a menudo con la autoridad, y con frecuencia se comparan ambas cosas al mismo nivel. ¿Qué está pasando aquí? ¿No están las personas cometiendo el error de sustituir inadvertidamente uno por el otro? Los dos están desconectados, y no hay comparación entre ellos, pero las personas siguen sin ayudarse a sí mismas. ¿Cómo debería resolverse esto? Si tú deseas verdaderamente encontrar una resolución, la única forma es entender y conocer la autoridad única de Dios. Después de comprender y conocer la autoridad del Creador, no mencionarás el poder del hombre y la autoridad de Dios en la misma frase.

¿A qué se refiere el poder del hombre? Sencillamente, es una capacidad o habilidad que permite que el carácter corrupto, los deseos y las ambiciones del ser humano se expandan o se realicen en la mayor medida posible. ¿Cuenta esto como autoridad? Independientemente de lo hinchadas o lucrativas que sean las ambiciones y los deseos del hombre, no se puede decir que esa persona posea autoridad; como mucho, este engreimiento y éxito son simplemente una demostración de las bufonadas de Satanás entre los hombres; una farsa en la que actúa como su propio ancestro con el fin de cumplir su ambición de ser Dios.

Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”

Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

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