com Por Cheng Hang
En la Biblia esta registrado: “Mientras ellos relataban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Pero ellos, aterrorizados y asustados, pensaron que veían un espíritu. Y El les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Y cuando dijo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos todavía no lo creían a causa de la alegría y que estaban asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces ellos le presentaron parte de un pescado asado. Y El lo tomó y comió delante de ellos” (Lucas 24:36–43). Cada vez que leo estos versículos, siento envidia de Pedro, Juan y los demás. Mientras Jesús realizaba su obra en Judea, estuvo con sus discípulos día y noche y, después de su resurrección, los cuidó como había hecho siempre y se les apareció, les explicó las Escrituras y les transmitió enseñanzas. Pedro y los demás tuvieron la suerte de haber sido elegidos por el Señor para ser Sus discípulos, y pudieron escuchar las enseñanzas del Señor Jesús con sus propios oídos; fue una gran bendición. Después, leí las palabras de Dios y llegué a entender que la voluntad del Señor Jesús estaba tras de Su aparición al hombre después de Su resurrección, y que esta acción englobaba aún más la omnipotencia y sabiduría de Dios. Entendí así que la aparición del Señor Jesús al hombre después de Su resurrección fue realmente significativa.
Las palabras de Dios dicen: “Lo primero que Él hizo tras Su resurrección fue permitir que todos lo vieran, confirmar Su existencia y el hecho de Su resurrección. Además, restauró Su relación con las personas para que volviera a ser como la que tuvo con ellas cuando obraba en la carne y era el Cristo que ellos podían ver y tocar. De este modo, uno de los resultados es que nadie tuvo dudas de que Él hubiera resucitado de la muerte después de haber sido clavado en la cruz, y que no se dudara de la obra del Señor Jesús para redimir a la humanidad. Otro resultado es que, al aparecerse tras la resurrección y permitir que lo vieran y lo tocaran proporcionaba una firme garantía a la humanidad en la Era de la Gracia. Desde ese momento en adelante, no se podría regresar a la época precedente, la Era de la Ley, por la ‘desaparición’ o la ‘deserción’ del Señor Jesús, sino que seguirían adelante, siguiendo las enseñanzas del Señor Jesús y la obra que Él había realizado. Una nueva fase se había abierto, pues, de manera formal en la obra de la Era de la Gracia. Quienes habían estado bajo la ley salieron debidamente de debajo de ella, desde ese instante, y entraron a una nueva era, con un nuevo comienzo. Estos son las múltiples relevancias de la aparición del Señor Jesús a la humanidad, después de Su resurrección” (“La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III”).
Después de leer las palabras de Dios, entendí al fin que había dos significados detrás de la aparición del Señor Jesús al hombre durante los 40 días siguientes a Su resurrección. Uno de ellos era que Él vino a decirle al hombre que Dios había puesto fin a la Era de la Ley y había comenzado la Era de la Gracia, y que conduciría a la humanidad a la nueva era. El otro significado era que Dios hizo aquello para que la gente afirmara que el Señor Jesús era Dios Mismo encarnado, y de este modo fortalecieran su fe en Dios.
1. El Señor Jesús fue resucitado y se apareció ante el hombre para guiarlos a la nueva era y establecerlo firmemente en la Era de la Gracia
El Señor Jesús marcó el comienzo de la Era de la Gracia y puso fin a la Era de la Ley. Expresó el camino de “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17), y realizó muchos milagros, como curar a los enfermos, echar fuera a los demonios, hacer que los cojos caminaran y los ciegos vieran, etc., para que la gente pudiera disfrutar de la abundante gracia que venía de Dios. Pero la gente de aquel tiempo no conocía la obra de Dios, no contaban con el verdadero entendimiento de que Jesús era la encarnación de Dios. Cuando el Señor Jesús fue crucificado, la gente simplemente ignoraba que esto significaba que Dios había terminado la obra de la redención, y por tanto se sumieron en la negatividad y la debilidad. La gente comenzó a dudar de la identidad del Señor Jesús, y algunos incluso regresaron al templo y comenzaron a observar la ley del Antiguo Testamento. De esta manera, la gente todavía seguía en peligro de ser condenada a muerte por la ley a causa de sus pecados, y la obra que el Señor Jesús realizó para redimir a la humanidad había quedado a medias. El Señor Jesús escudriñó lo más profundo del corazón del hombre y entendió perfectamente sus necesidades y defectos. Por tanto, después de Su resurrección, Él se apareció y le habló primero a Sus discípulos, hizo contacto real con ellos y les permitió ver que de verdad había regresado de entre los muertos, había completado Su obra de redimir a la humanidad e iniciado la nueva era. Después de eso, la humanidad dejó la ley atrás y entró en una nueva era: la Era de la Gracia. Bajo la guía de la obra y las palabras del Señor Jesús, la gente comenzó a practicar conforme a sus enseñanzas, cargaron la cruz y siguieron al Señor y Su enseñanza de “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Así, comenzaron a difundir el evangelio del reino celestial y dieron testimonio del nombre del Señor Jesús para que todas las personas pudieran aceptarlo y alcanzar Su salvación. Hoy, el evangelio del Señor Jesús se ha extendido por todo el mundo y esto es enteramente resultado de la aparición de Jesús al hombre después de su regreso de la muerte. De esto podemos entender lo significativo de Su aparición al hombre después de la resurrección.
2. La aparición del Señor Jesús al hombre después de su resurrección les permitió afirmar que Él era la encarnación de Dios Mismo, fortaleciendo así su fe en él.
Las palabras de Dios dicen: “Durante el tiempo en el que el Señor Jesús obró en la carne, la mayoría de Sus seguidores no pudieron comprobar por completo Su identidad y las cosas que dijo. Cuando fue a la cruz, la actitud de ellos fue de expectación; cuando fue clavado en la cruz y hasta que fue sepultado, su comportamiento fue de decepción. Durante este tiempo, habían empezado a pasar en sus corazones de la duda a la negación de las cosas que el Señor Jesús había dicho durante el tiempo que estuvo en la carne. Y cuando Él salió de la tumba y se fue apareciendo una por una a las personas, la mayoría de los que le habían visto con sus propios ojos o que habían oído las nuevas de Su resurrección fueron pasando poco a poco de la negación al escepticismo. Cuando Él hizo que Tomás pusiera su mano en Su costado, cuando partió el pan y comió delante de ellos, después de Su resurrección y sólo entonces, y después de que Él comiera pescado asado delante de ellos, aceptaron realmente que el Señor Jesús era el Cristo en la carne. Se podría decir que fue como si ese cuerpo espiritual, con carne y huesos, allí delante de aquellos hombres los estuviera despertando a todos de un sueño: el Hijo del Hombre que estaba allí, frente a ellos, era aquel que había existido desde tiempos inmemoriales. Tenía una forma, era de carne y hueso, y ya había vivido y comido con la humanidad durante largo tiempo… ¡En ese momento, las personas sintieron que Su existencia era tan real, tan maravillosa! ¡Estaban, asimismo, tan gozosos y felices, y, a la vez, tan llenos de emoción! Y Su reaparición permitió que vieran de verdad Su humildad, que sintieran Su cercanía, Su preocupación y Su apego por la humanidad. Esta breve reunión hizo que las personas que vieron al Señor Jesús sintieran como si hubiera transcurrido toda una vida. Sus corazones perdidos, confusos, asustados, angustiados, anhelantes y entumecidos hallaron consuelo. Ya no dudaban ni se sentían decepcionados, porque sentían que ahora había esperanza, algo en que confiar. El Hijo del Hombre allí delante de ellos estaría detrás de ellos por toda la eternidad; sería su torre fuerte, su refugio en todo tiempo”(“La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III”).
Las palabras de Dios dejan claro otro significado de la aparición del Señor Jesús al hombre tras su resurrección. El Señor Jesús se encarnó entre los hombres y realizó Su obra durante tres años y medio, y muchos aceptaron Su salvación y siguieron al Señor. La mayoría de la gente, sin embargo, no tenía un verdadero entendimiento de que el Señor Jesús era Cristo ni de que Él era Dios Mismo. Por tanto, cuando el Señor Jesús estaba a punto de ser crucificado, observaron los acontecimientos, comenzaron a dudar en sus corazones y se preguntaron: ¿Es el Señor Jesús en realidad Dios? Si Él es Cristo y es Dios Mismo, entonces ¿cómo es que fue capturado por las autoridades romanas, azotado y ridiculizado por los soldados y luego crucificado? En particular, cuando el Señor Jesús estaba siendo crucificado en la cruz, se sintieron totalmente decepcionados con Él y negaron que fuera la encarnación de Dios Mismo y negaron las palabras que Él había expresado, creyendo en cambio que Jesús moriría como un hombre común y corriente y no sería capaz de sobrevivir. El Señor Jesús sabía que la gente tenía muy poca fe, que no conocían al Señor, y que más gente se acabaría sintiendo débil y abatida porque Él había sido crucificado. Por tanto, después que el Señor Jesús regresó de entre los muertos, se puso en contacto con sus discípulos y les habló, les explicó las Escrituras y conversó con ellos, comió con ellos, y permitió que Tomás tocara sus manos y su costado, entre otras cosas. Como consecuencia de las palabras del Señor Jesús y las obras que realizó después de su resurrección, sus discípulos afirmaron que Jesús de verdad había resucitado, y sabían que Él era el mismo Señor que había comido, habitado y compartido antes la vida con ellos, que Él era el mismo Señor que les había predicado, provisto y guiado, que los amaba de la misma manera que antes, que los cuidaba, no los había abandonado y estaba allí mismo con ellos. El Señor Jesús fue la encarnación de Dios mismo, el eterno, el apoyo sempiterno del hombre, el bastión y refugio del hombre. Aunque el Señor Jesús había sido crucificado, Él era el guardián de las llaves de la otra vida y tenía el poder de regresar a la vida, pues Él era el único Dios Mismo... Después de eso, la gente ya no se sentía perdida o desconcertada y no dudaban del Señor Jesús, sino que eran capaces de creer en Jesús y confiar en él desde el fondo de sus corazones. Esto se debió por entero a que el Señor Jesús se apareciera a Sus discípulos y hablara con ellos después de su regreso de la muerte.
A partir de estos dos significados atribuidos a la aparición del Señor Jesús al hombre después de Su resurrección, logré entender al fin que Él había despertado los corazones de la gente al aparecerse ante ellos y también permitió que experimentáramos el cuidado y amor de Dios por nosotros. Este tipo de cuidado y amor no son sólo una especie de leyenda, son hechos. De esto también podemos percibir que Dios nos considera como Su familia; Él siempre ha estado con el hombre y nunca nos ha abandonado, porque Dios creó al hombre para ganarnos y Él espera que escuchemos Sus palabras, le obedezcamos y le adoremos totalmente, y que lleguemos a ser una sola mente con Él. Por tanto, si el Señor Jesús estaba realizando Sus obras y diciendo Sus palabras en la carne, o si se estaba apareciendo al hombre en el Espíritu después de Su resurrección, siempre se preocupó por la humanidad y, especialmente, por aquellos que le seguían. Esto se debe a que el hombre no tiene la habilidad de vencer el pecado y, sin la guía de Dios ni la provisión de la verdad, el hombre no tiene manera de desechar su corrupción y alcanzar la verdadera salvación de Dios. Creemos erróneamente que Dios nos abandonó después de haber terminado la obra de la redención y que ya no nos prestó atención después de aquello. Pero la verdad no es como la imaginamos. El Señor Jesús completó Su obra para redimir a la humanidad, pero no abandonó al hombre. El Señor Jesús es nuestro socorro y nuestro apoyo en la necesidad, y da igual de qué manera se nos aparezca, ¡siempre estará con nosotros! Es lo que dicen las palabras de Dios: “Aunque el Señor Jesús había resucitado, Su corazón y Su obra no habían abandonado a la humanidad. Con Su aparición les dijo a las personas que independientemente de la forma en la que Él existiera, los acompañaría, caminaría y estaría con ellos en todo tiempo, en todo lugar. Y así, proveería para la humanidad y la pastorearía; permitiría que ellos lo vieran y lo tocasen, y se aseguraría de que nunca más volvieran a sentirse indefensos. El Señor Jesús también quería que las personas supieran esto: no estaban solos durante su vida en este mundo. La humanidad cuenta con el cuidado de Dios; Él está con ellos; las personas pueden apoyarse siempre en Él, quien es la familia de cada uno de Sus seguidores. Con Su apoyo, la humanidad ya no estaría sola ni indefensa, y aquellos que le aceptan como ofrenda por su pecado dejarán de estar atados al pecado” (“La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III”).
De hecho, todos y cada uno de nosotros que creemos en el Señor Jesús podemos ver que, en el camino de la fe en Dios, siempre que nos encontramos con tentaciones como el dinero, la fama o la fortuna, el Señor nos protege y nos permite evitarlas y superarlas. Siempre que nos encontramos con reveses y fracasos, el Señor nos guía con sus palabras, nos da fe y fuerza, lo que nos permite ser fuertes. Cuando nos topamos con dificultades en nuestras vidas, el Señor es siempre nuestro socorro en la necesidad, nos abre caminos. Cuando nos sobrevienen las pruebas y experimentamos el sufrimiento, las palabras del Señor nos iluminan y guían debidamente, permitiéndonos comprender la voluntad de Dios y sentir paz y alegría en nuestros espíritus... Podemos sentir de verdad que Dios está a nuestro lado, guiándonos y acompañándonos cada día, permitiéndonos comprender la verdad y entender Su voluntad....
Estoy muy conmovido por el amor del Señor, y ahora entiendo mejor por qué el Señor Jesús se apareció al hombre durante 40 días después de su resurrección, comió en presencia de sus discípulos, les explicó las Escrituras, conversó con ellos y les hizo muchos requerimientos, entre otras cosas. Todo lo que el Señor Jesús dijo o hizo rebosaba gran cuidado y criterio, y todas Sus obras y palabras fueron extraordinariamente significativas. Por medio de la lectura de las palabras de Dios, ahora tengo una comprensión más profunda de la aparición de Jesús al hombre después de Su resurrección. ¡Gracias a Dios!
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