Mostrando entradas con la etiqueta libros | ar-ticulo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta libros | ar-ticulo. Mostrar todas las entradas

Testimonio cristiano | La dura persecución del Gobierno del PCCh no hizo sino reforzar mi amor por Dios


✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈•✼


Testimonio cristiano | La dura persecución del Gobierno del PCCh no hizo sino reforzar mi amor por Dios

Por Li Zhi, provincia de Liaoning


En el año 2000 tuve la suerte de oír el evangelio del reino de Dios Todopoderoso. Leyendo las palabras de Dios llegué a comprender el misterio de los nombres de Dios, el misterio de Sus encarnaciones y las verdades relacionadas, por ejemplo, con cómo las tres etapas de la obra de Dios salvan a la humanidad y con su manera de transformar, purificar y perfeccionar completamente al hombre. Tuve la certeza de que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús retornado y acepté gustosa el evangelio del reino de Dios. Después participé activamente en la vida de iglesia, así como en la difusión del evangelio y del testimonio de Dios. En 2002 me di a conocer a nivel local por predicar el evangelio y estaba en constante peligro de ser detenida por la policía del PCCh. No tuve más remedio que huir de casa para poder seguir cumpliendo con mi deber.

El Gobierno del PCCh siempre ha utilizado los teléfonos para vigilar y detener a cristianos, por lo que no me atrevía a llamar a mi familia después de irme de casa. A principios de 2003 llevaba casi un año separada de ellos, así que fui a casa de mi suegra a ver a mi marido porque los extrañaba mucho. Cuando vio que había vuelto, el hermano menor de mi marido llamó a mi madre y le dijo que estaba en casa de mi suegra. Para mi sorpresa, tres horas después llegaron a casa de mi suegra cuatro agentes de la Oficina Municipal de Seguridad Pública en un vehículo policial. Nada más entrar en la casa, me dijeron agresivamente: “Somos de la Oficina Municipal de Seguridad Pública. Eres Li Zhi, ¿verdad? Llevas casi un año en nuestra lista de fugitivos, ¡y ya por fin te tenemos! ¡Te vienes con nosotros!”. Estaba asustadísima y para mis adentros oraba a Dios sin parar: “¡Oh, Dios Todopoderoso! El Gobierno del PCCh me va a detener hoy con Tu permiso. Sin embargo, tengo muy poca estatura y me siento cobarde y asustada. Por favor, guíame, protégeme y concédeme fe y fuerza. Me traten como me traten, deseo ampararme en Ti y mantenerme firme en el testimonio. ¡Prefiero ir a la cárcel que ser una judas y traicionarte!”. Tras orar recordé estas palabras de Dios: “Su carácter es símbolo de autoridad, símbolo de todo lo que es justo, símbolo de todo lo que es hermoso y bueno. Más que esto, es un símbolo de Aquel que no puede ser[a] vencido o invadido por la oscuridad ni por ninguna fuerza enemiga, […]” (‘Es muy importante comprender el carácter de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). “Así es”, pensé para mí. “Dios tiene soberanía y gobierna sobre todas las cosas. En los últimos años, el Gobierno del PCCh ha hecho todo lo posible por perturbar y entorpecer la difusión del evangelio del reino de Dios y, sin embargo, los fieles de toda religión y denominación que creen sinceramente en Dios y oyen Su voz han regresado ante Su trono para aceptar Su salvación en los últimos días. De ello se deduce que ninguna fuerza puede detener la obra de Dios ni ningún ser humano puede interponerse en su camino. Aunque ahora he caído en manos de la policía del PCCh, ellos están en las manos de Dios, ¡y con Dios a mi lado no hay nada que temer!”. Las palabras de Dios me dieron fe y fuerza y poco a poco empecé a calmarme.

Al llegar a la Oficina Municipal de Seguridad Pública me escoltaron hasta una sala de interrogatorios. Los policías me quitaron el cinturón, la ropa, los zapatos y los calcetines y me registraron. Después, uno de ellos me gritó: “Date prisa y cuéntanos todo lo que sabes. ¿Cuántos años llevas creyendo? ¿Quién te predicó? ¿Quiénes son los líderes de tu iglesia? ¿A cuánta gente has predicado? ¿Qué haces en la iglesia?”. Como no respondí a sus preguntas, enseguida se enfureció, incómodo, y vociferó: “¡Si no empiezas a hablar, tenemos muchas maneras de hacer que lo hagas!”. Mientras lo decía me arrastró enérgicamente de la silla al suelo. Dos agentes me pisaron las piernas y otros dos me pisotearon fuertemente la espalda. Estuve a punto de darme de cabeza en el suelo y me costaba respirar. Entonces, uno de los policías agarró un lápiz y me lo pasó levemente de un lado a otro de los arcos de los pies, haciéndome daño y cosquillas al mismo tiempo. Era insoportable; me costaba tanto respirar que estaba a punto de asfixiarme y el miedo a la muerte se apoderó de mí. Uno de ellos empezó a amenazarme: “¿Vas a hablar o no? Si no hablas, ¡te torturaremos hasta matarte!”. Tenía mucho miedo ante el hostigamiento y la intimidación de esa jauría de policías; me preocupaba que me torturaran hasta la muerte. Lo único que pude hacer fue orar a Dios sin cesar para pedirle fe y fuerza y que me protegiera para poder mantenerme firme en el testimonio, no convertirme en una judas y no traicionarlo. Tras orar me vinieron a la cabeza estas palabras de Dios: “La fe es como un puente de un solo tronco: aquellos que se aferran miserablemente a la vida tendrán dificultades para cruzarlo, pero aquellos que están dispuestos a sacrificarse pueden pasar con paso seguro y sin preocupación. Si el hombre alberga pensamientos asustadizos y de temor es porque Satanás lo ha engañado por miedo a que crucemos el puente de la fe para entrar en Dios” (‘Capítulo 6’ de Declaraciones de Cristo en el principio en “La Palabra manifestada en carne”). Inspirada por las palabras de Dios, inmediatamente sentí surgir una fuerza en mi interior y me di cuenta de que mi cobardía y temor a la muerte provenían de que Satanás estaba jugando conmigo. En vano, el Gobierno del PCCh esperaba someterme a torturas crueles para que cediera a su poder despótico, traicionara a la iglesia y me convirtiera en una judas traidora a Dios por miedo a la muerte o al dolor. De ninguna manera podía permitir que la astuta trama de Satanás saliera bien y decidí mantenerme firme en el testimonio de Dios incluso a costa de mi propia vida. La policía siguió torturándome igual, pero ya no tenía tanto miedo. Entonces supe que esa era una demostración de la misericordia y la protección de Dios y sentí una gratitud tremenda hacia Él.

Luego dos policías me volvieron a esposar a la silla y a hacer las mismas preguntas en tono severo. En vista de que aún no contestaba, intensificaron la tortura. Me estiraron los brazos y luego tiraron de ellos con fuerza hacia arriba por detrás de mí. De inmediato tuve la impresión de que se me iban a partir y el dolor agudo me produjo sudores por todo el cuerpo; no pude evitar dar un grito. Después me levantaron las piernas con los pies por encima de la cabeza y tiraron de cada una de ellas para un lado. El desgarrador tormento me llevó al borde del desmayo. Seguí orando a Dios para mis adentros: “¡Oh, Dios Todopoderoso! Por favor, concédeme fe, fuerza y tesón para soportar este dolor. Que Tú seas mi apoyo incondicional y fortalecedor de mi espíritu. Sin importar qué crueles trucos use esta jauría de demonios conmigo, siempre me ampararé en Ti y me mantendré firme en el testimonio”. Después de esta oración me vino a la mente un himno de las palabras de Dios: “Cuando las personas atraviesan pruebas, es normal que sean débiles, internamente negativas o que carezcan de claridad sobre la voluntad de Dios o sobre la senda en la que practicar. Pero en cualquier caso, como Job, debes tener fe en la obra de Dios, y no negarlo. […] Lo que Dios perfecciona al obrar de esa manera es la fe, el amor y las aspiraciones de las personas. Dios realiza la obra de perfección en la gente y ellos no pueden verla ni sentirla; es en tales circunstancias en las que se requiere tu fe. Se exige la fe de las personas cuando algo no puede verse a simple vista, cuando no puedes abandonar tus propias nociones. Cuando no tienes clara la obra de Dios, lo que se requiere es tu fe y que adoptes una posición firme y que seas testigo. Cuando Job alcanzó este punto, Dios se le apareció y le habló. Es decir, sólo podrás ver a Dios desde el interior de tu fe. Cuando tengas fe, Dios te perfeccionará” (‘Las pruebas exigen fe’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Las palabras de Dios me dieron una fe y una fuerza fabulosas. Recordé las enormes pruebas por las que pasó Job cuando todo su cuerpo quedó asolado por dolorosas llagas y sufría un dolor terrible. Y sin embargo, a pesar del dolor, aún fue capaz de buscar la voluntad de Dios; no pecó de palabra ni renegó de Dios, sino que lo obedeció y alabó Su santo nombre. Job tenía una fe y una veneración verdaderas por Dios, por lo que fue capaz de mantenerse firme en el testimonio de Él y de avergonzar y derrotar completamente a Satanás; Dios, finalmente, se le apareció y le habló. Dios también había permitido la adversidad y la prueba que habían caído sobre mí en aquel momento. Aunque no entendía del todo la voluntad de Dios y mi carne estaba sufriendo un dolor desmedido, era Dios quien tenía la última palabra acerca de si vivía o moría y, sin Su permiso, la policía jamás podría quitarme la vida por más que me torturara. Esos policías, en apariencia crueles, ante Dios no eran más que unos gigantes con pies de barro, meros instrumentos en Sus manos. Dios estaba empleando su brutalidad y su acoso para perfeccionar mi fe y yo deseaba permanecer leal a Él, abandonarme completamente en Sus manos y ampararme en Él para vencer a Satanás y dejar de temer a los policías.

La policía me torturó reiteradamente. En vista de que seguía sin hablar, un policía agarró una regla de acero blanco de unos 50 cm y se puso a darme con ella en toda la cara. Ni sé cuántas veces me dio; la cara se me hinchó y me escocía de dolor. No veía más que estrellas flotando ante mis ojos y me zumbaba la cabeza. Después, dos policías me pisotearon los muslos con el tacón de sus zapatos de piel. Cada golpe me destrozaba con un dolor lacerante. En mi sufrimiento, lo único que pude hacer fue invocar a Dios con ahínco en mi interior, pidiéndole que me protegiera para poder superar la cruel tortura que me infligía la policía del PCCh.

A las 8 de la mañana del día siguiente, el jefe de la Brigada de Policía Criminal entró en la sala de interrogatorios. Al enterarse de que la policía no había sido capaz de sacarme información, dijo con dureza: “Te niegas a hablar, ¿verdad? ¡Bah! ¡Ya lo veremos!”. Luego se fue. Aquella tarde vino a mí un agente gordo con una tarjeta de identidad en la mano, y me preguntó: “¿Conoces a esta persona?”. Inmediatamente vi que era una hermana de la iglesia de mi aldea. Pensé para mis adentros: “Pase lo que pase, no debo traicionar a mi hermana”. Así pues, le respondí: “No, no la conozco”. Entornó los ojos y agarró una porra eléctrica que había en la mesa. Blandiéndola delante de mi cara, dijo de forma amenazante: “Eres una testaruda. Sabemos que eres una líder de la iglesia, ¡conque confiesa! ¿Cuántos miembros hay en ella? ¿Dónde está el dinero de la iglesia? Si no me lo dices, ¡te daré a probar esta porra eléctrica!”. Mirando el rostro malévolo del policía, sentí mucho miedo y me apresuré a orar a Dios en silencio. Justo entonces me vinieron a la mente unas palabras de Dios: “No temas, el Dios Todopoderoso de los ejércitos seguramente estará contigo; Él guarda vuestras espaldas y es vuestro escudo” (‘Capítulo 26’ de Declaraciones de Cristo en el principio en “La Palabra manifestada en carne”). Poseedoras de autoridad, las palabras de Dios me dieron fe y fuerza e instantáneamente percibí que tenía algo en lo que apoyarme. Pensé para mis adentros: “Dios es omnipotente y, por muy crueles que sean Satanás y los demonios, ¿no están también ellos en las manos de Dios? Con el apoyo incondicional de Dios Todopoderoso no tengo nada que temer”. Así, respondí con indiferencia: “No sé nada”. El policía gordo dijo maliciosamente: “¡Esto es lo que te pasa por no saber nada!”. Entretanto, me pegó en las esposas con la porra eléctrica y una potente sobrecarga de corriente me atravesó todo el cuerpo con una agitación insoportablemente dolorosa: el tormento fue indescriptible. El policía siguió dándome descargas con la porra y, justo cuando casi no aguantaba más, ocurrió un milagro: ¡se quedó sin energía! Había presenciado la omnipotencia y soberanía de Dios y, además, había experimentado el hecho de que Dios siempre estaba a mi lado velando por mí, protegiéndome y teniendo presente mi debilidad. Mi fe creció y se reforzó mi determinación de mantenerme firme en el testimonio de Dios.

La policía comprobó posteriormente que todavía no pensaba hablar, por lo que se turnaron de dos en dos para vigilarme. No me dejaban comer, beber ni dormir. En cuanto me ponía a dar cabezadas, me golpeaban y daban patadas con la esperanza de quebrar mi voluntad. Sin embargo, Dios me guió para que comprendiera su astuta trama y le oré en silencio, canté himnos mentalmente, medité las palabras de Dios y, sin darme cuenta, se elevó mi espíritu. Por su parte, los policías tomaban café constantemente y, con todo, estaban tan cansados que seguían bostezando. Uno de ellos dijo con asombro: “Debe de tener algún poder mágico que la sostenga; si no, ¿de dónde saca toda esta energía?”. Al oír su comentario, alabé el gran poder de Dios una y otra vez, pues en el fondo sabía bien que todo aquello se debía a la guía de las palabras de Dios, cuya fuerza vital me sostenía y concedía fe y fortaleza. Aunque entonces no sabía qué otras crueles torturas me tenía reservadas la policía, tenía fe para ampararme en Dios y afrontar futuros interrogatorios y decidí no someterme jamás al despótico poder del Gobierno del PCCh y, por el contrario, ¡mantenerme firme en el testimonio de Dios!

En la tarde del tercer día, el jefe de la Brigada de Policía Criminal me sirvió una taza de agua caliente y, fingiendo preocupación, me dijo: “Ahora no seas boba. Ya te ha traicionado alguien; por tanto, ¿qué sentido tiene soportar todo esto por otros? Tan solo cuéntame todo lo que sepas y te prometo que te soltaré. Tu hijo todavía es un niño y necesita el amor de su madre. Podrías tener una buena vida ¡y sin embargo la desperdicias creyendo en ese Dios! Dios no puede salvarte, pero nosotros sí. Podemos ayudarte en cualquier dificultad y a encontrar un buen empleo cuando salgas de aquí…”. Mientras lo escuchaba no pude evitar pensar en mi hijo pequeño y me preguntaba que tal estaría desde mi detención. ¿Se burlarían de él mis amigos y parientes incrédulos? ¿Lo acosarían sus compañeros de la escuela? Justo cuando empezaba a flojear, Dios me dio esclarecimiento con un pasaje de Sus palabras: “Debéis estar despiertos y esperando en todo momento, y debéis orar más delante de Mí. Debéis reconocer las diversas tramas y argucias engañosas de Satanás, reconocer los espíritus, conocer a la gente y ser capaces de discernir todo tipo de personas, sucesos y cosas; […]” (‘Capítulo 17’ de Declaraciones de Cristo en el principio en “La Palabra manifestada en carne”). Inspirada por las palabras de Dios, llegué a la clara conclusión de que Satanás estaba utilizando mis sentimientos hacia mi familia como señuelo para que traicionara a Dios. Satanás sabía que amaba a mi hijo más que a nada y estaba hablando por boca del policía para atacarme, tentarme y hacer que el amor por mi hijo me llevara a traicionar a mis hermanos y hermanas. Entonces me convertiría en una judas traidora a Dios que, en definitiva, acabaría maldecida y castigada por Él; ¡qué insidioso y siniestro es Satanás! Pensé en que no podía estar con mi hijo para cuidarlo, pero ¿acaso no era todo ello consecuencia de que el Gobierno del PCCh es enemigo de Dios y de que detiene y persigue frenéticamente a los cristianos? Así y todo, la policía afirmaba que se debía a mi fe en Dios. ¿No era esa una manera de tergiversar la verdad y distorsionar los hechos? ¡Qué sinvergüenza y depravado es el Gobierno del PCCh! Total, dijera lo que dijera el policía, yo no le prestaba ninguna atención. Viendo que no me dejaba influenciar ni por la zanahoria ni por el palo, se marchó airado y de mala gana. Con la guía y la protección de Dios, una vez más había vencido las tentaciones de Satanás.

Pasadas las ocho de aquella tarde, el policía gordo regresó con una porra eléctrica grande en la mano y tres subordinados tras él. Me llevaron a un gimnasio, me quitaron la ropa, dejándome solo en ropa interior, y me ataron con una cuerda a una caminadora. Al mirar sus rostros, a cuál más malévolo, me sentí sumamente temerosa e indefensa y no sabía qué cruel tortura me iban a infligir a continuación ni cuánto duraría. Estaba muy débil en aquel momento y empecé a tener pensamientos de muerte. Sin embargo, enseguida supe que esos pensamientos estaban equivocados, por lo que me apresuré a orar e invocar a Dios: “¡Oh, Dios Todopoderoso! Tú conoces mi corazón y no quiero ser una judas que te traicione y pase a la historia como tal. No obstante, mi estatura es muy pequeña y siento tanto dolor y tanta debilidad frente a este tormento que temo no aguantar y traicionarte. ¡Oh, Dios! Por favor, protégeme y concédeme fe y fuerza. Por favor, acompáñame, guíame, ve delante de mí y haz que me mantenga firme en el testimonio durante esta cruel tortura”. Tras orar recordé unas palabras de Dios que dicen así: “Por lo tanto, durante estos últimos días debéis dar testimonio de Dios. No importa qué tan grande sea vuestro sufrimiento, debéis caminar hasta el final e, incluso hasta vuestro último suspiro, debéis seguir siendo fieles a Dios y estar a merced de Él; solo esto es amar verdaderamente a Dios y solo esto es el testimonio sólido y rotundo” (‘Solo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer la hermosura de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios me aportaron consuelo y aliento. Con ellas entendí que Dios permitía aquella cruel tortura sobre mí para que en mi interior se forjaran una fe y un amor verdaderos, de tal modo que permaneciera leal a Dios en mi padecimiento, me sometiera a Sus orquestaciones y disposiciones y me mantuviera firme en el testimonio, apoyándome en Sus palabras, por muy grande que fuera la prueba o por terrible que fuera el dolor. Una vez que comprendí la voluntad de Dios, al instante surgieron dentro de mí el valor y la determinación para luchar contra Satanás hasta el final y decidí que fuera cual fuera la tortura por la que aún tuviera que pasar, deseaba continuar viviendo; y que por muy grande que llegara a ser mi sufrimiento, ¡seguiría a Dios hasta mi último aliento!

Justo entonces, el policía gordo, con un cigarrillo colgando de la boca, vino a preguntarme: “¿Vas a hablar o no?”. Decidida, le contesté: “Pueden matarme a palos, pero yo sigo sin saber nada”. Con furia, tiró el cigarrillo al suelo y, ardiendo de ira, me clavó la porra eléctrica en la espalda y en los muslos una y otra vez. El lacerante dolor me producía sudores fríos en todo el cuerpo y no paraba de llorar miserablemente. Mientras me clavaba la porra, bramó: “¡Esto es lo que consigues por no hablar! ¡Te haré gritar, a ver cuánto duras!”. Los demás agentes presentes en la sala, apartados a un lado, se rieron con estridencia y dijeron: “¿Por qué no viene a salvarte tu Dios?”. También dijeron muchas otras blasfemias contra Dios. Viendo sus rostros demoníacos, invoqué ardientemente a Dios para que me concediera fe y fuerza para poder soportar el dolor y borrar esa sonrisa del rostro de Satanás. Tras orar, apreté los labios y me negué a emitir ningún sonido más sin importar cómo me torturaran. Me electrocutaban constantemente. Cuando una porra eléctrica se quedaba sin energía, la cambiaban por otra, y me torturaron hasta un punto en que se me nubló la mente y la muerte me parecía preferible a la vida. No podía mover ni un músculo y, al ver que me quedaba quieta, pensaron que me había desmayado. Me echaron agua fría para despertarme y luego continuaron electrocutándome. En medio del dolor recordé unas palabras de Dios que dicen: “¡Esa banda de cómplices criminales[1]! Descienden al reino de los mortales para complacerse en los placeres y causar una conmoción, agitando tanto las cosas que el mundo se convierte en un lugar voluble e inconstante y el corazón del hombre se llena de pánico e inquietud [...]. incluso desean asumir el poder soberano en la tierra. Obstaculizan tanto la obra de Dios que esta apenas puede avanzar, y estrechan al hombre tan firmemente como los muros de cobre y acero. Habiendo cometido tantos pecados graves y causado tantos desastres, ¿todavía están esperando otra cosa que el castigo? Los demonios y los espíritus malignos han estado causando estragos en la tierra durante un tiempo, han bloqueado la voluntad y el meticuloso esfuerzo de Dios hasta el punto en que son impenetrables. ¡Qué pecado mortal! ¿Cómo puede Dios no sentirse angustiado? ¿Cómo no airarse? Se han opuesto a la obra de Dios y la han obstaculizado severamente: ¡Qué rebeldes! Hasta esos demonios, grandes y pequeños, se comportan como chacales siguiendo los talones del león y la corriente malvada, ideando disturbios sobre la marcha” (‘La obra y la entrada (7)’ en “La Palabra manifestada en carne”).

El esclarecimiento de las palabras de Dios me permitió ver nítidamente el verdadero rostro del Gobierno del PCCh. Odia absolutamente la verdad y a Dios y le aterra que las palabras de Dios Todopoderoso se difundan por todas partes. Con tal de mantener su régimen eternamente, hace todo lo posible por impedir la difusión del evangelio del reino de Dios y no repara en nada para detener, torturar y maltratar a los elegidos de Dios. El Gobierno del PCCh nos azota y persigue así a los creyentes porque quiere destruir la obra de Dios en los últimos días. Lo hace en un intento de erradicar totalmente las creencias religiosas, para impedir que el pueblo crea en Dios y lo siga y para hacer de China un territorio ateo, con lo que lograría su insensato objetivo de controlar al pueblo chino para siempre. Pese a que el Gobierno del PCCh proclama al resto del mundo que hay “libertad de credo” y que “los ciudadanos de China gozan de derechos legales”, en realidad todo son mentiras descaradas para engañar, embaucar y seducir al pueblo, ¡y tácticas para ocultar sus malvados métodos! El Gobierno del PCCh se comporta perversamente, actúa contra el Cielo y su esencia es la del diablo, Satanás: ¡la de un enemigo de Dios! En ese preciso momento verdaderamente tuve que tomar una decisión en silencio: “No debo permitir que el arduo precio que Dios ha pagado por mí sea en vano; debo tener determinación y conciencia y, sea cual sea la cruel tortura que aún tenga que soportar, me mantendré siempre firme en el testimonio de Dios”. En aquel instante surgió en mí una tremenda sensación de justicia y rectitud y sentí a Dios a mi lado, dándome fuerza. Después, fuera cual fuera la manera de electrocutarme de los policías, no sentía dolor. Una vez más había presenciado las maravillas de Dios; me percaté vivamente de la presencia de Dios, de que Él me protegía y velaba por mí. Los policías me torturaron cuatro horas, pero seguían sin sacarme ningún dato. Sin opciones, no pudieron sino desatarme de la caminadora. No tenía ni pizca de fuerza en todo el cuerpo y me desplomé contra el suelo. Dos policías me devolvieron a rastras a la sala de interrogatorios, me colocaron en una silla y me esposaron a una tubería de la calefacción central. Al verlos tan acabados no pude evitar expresar mi agradecimiento y alabanza a Dios: “¡Oh, Dios Todopoderoso! He experimentado Tu omnipotencia y soberanía y veo que Tu fuerza vital puede derrotar a todas las demás fuerzas. ¡Gracias a Dios!”.

Al cuarto día entraron cinco policías en la sala de interrogatorios. Uno de ellos llevaba una porra eléctrica con la que daba chispas. Días de brutales torturas me habían llenado de terror en cuanto veía una porra que emitiera aquella horrible luz azul. Vino un agente que no me había interrogado anteriormente y se puso delante de mí, me dio violentamente con la porra eléctrica y me dijo: “He oído que eres un hueso duro de roer. Hoy comprobaré exactamente lo dura que eres. No puedo creer que no podamos ajustarte las cuentas. ¿Vas a hablar o no? Si no, ¡hoy mismo te llegará tu final!”. Le contesté diciendo: “No sé nada”. Esto lo azoró de rabia, me arrastró violentamente de la silla al suelo y me contuvo. Otro policía me metió la porra eléctrica bajo la camisa, gritando mientras me daba una descarga en la espalda: “¿Vas a hablar o no? ¡Si no, te matamos!”. Ante su brutalidad y sus horrendos y lascivos rostros, no pude evitar caer en un estado de terror, y me apresuré a invocar a Dios: “¡Oh, Dios Todopoderoso! Por favor, guíame! ¡Por favor, concédeme verdadera fe y fuerza!”. La policía siguió electrocutándome mientras yo lloraba sin parar. Sentí como si toda la sangre del cuerpo se me fuera a la cabeza y tenía tanto dolor que estaba empapada en sudor y casi desmayada. En vista de que todavía no pensaba hablar, los policías se pusieron a insultarme de rabia. Poco después, cuando estaba a punto de perder el conocimiento, de nuevo me levantaron a rastras y me esposaron a la silla, tras lo cual dos de ellos se turnaron para vigilarme y asegurarse de que no me quedara dormida. Por entonces no había comido nada ni bebido agua ni dormido durante cuatro días y cuatro noches. Entre eso y la cruel tortura que me estaban infligiendo, mi cuerpo había llegado a un estado de máxima debilidad. Tenía frío y hambre y al dolor por ambas cosas se unió el dolor punzante de mi cuerpo lastimado: sentía que mi vida se acercaba a su fin. En mi estado de extrema debilidad me vino a la mente una frase de las palabras de Dios: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Meditándola comprendí que únicamente podía apoyarme en las palabras de Dios para continuar viviendo en una situación así, al tiempo que me daba cuenta de que Dios estaba utilizando precisamente aquella situación para perfeccionar mi entrada en este aspecto de la verdad. Reflexionando una y otra vez al respecto, inconscientemente me olvidé de todo el sufrimiento, el hambre y el frío.

Al quinto día, los policías veían que me mantenía tenazmente en silencio y se pusieron a amenazarme malintencionadamente, diciéndome: “Pues espera a que te condenen. ¡Te caerán siete años por lo menos, pero aún tienes oportunidad de evitarlo si empiezas a hablar ahora!”. Entonces, en silencio, oré a Dios: “¡Oh, Dios Todopoderoso! La policía del PCCh dice que me condenará a siete años de cárcel, pero sé que ellos no tienen la última palabra, pues mi destino está en Tus manos. ¡Oh, Dios! ¡Prefiero pasar encarcelada el resto de mi vida y permanecer en el camino verdadero a traicionarte alguna vez!”. Posteriormente, la policía trató de incitarme a traicionar a Dios trayéndome a mi incrédulo marido. Cuando me vio esposada, con cortes y moretones por todo el cuerpo, me dijo con lástima: “Solo había visto esposas por la tele. Jamás pensé que te vería a ti con unas”. Oyéndolo y viendo su expresión doliente, me apresuré a orar a Dios para pedirle que me protegiera para no caer en la trampa de Satanás a causa de mis sentimientos por mi familia. Después de mi oración le dije tranquilamente a mi marido: “Creo en Dios, no robo cosas ni a la gente. Simplemente voy a reuniones, leo las palabras de Dios e intento ser una persona honesta como Dios manda. No he cometido ningún delito, pero quieren mandarme a la cárcel”. Mi marido me contestó: “Te buscaré un abogado”. Al ver que mi esposo no estaba intentando sacarme información de la iglesia y de mis hermanos y hermanas, sino que se estaba ofreciendo a contratar a un abogado, los policías se lo llevaron a rastras de la sala. Sabía que aquello era consecuencia de la protección de Dios, ya que mis sentimientos por mi familia eran muy profundos; si mi esposo hubiera mostrado alguna preocupación por mi estado físico, no sé si habría podido mantenerme fuerte. La guía y la protección de Dios fueron lo que me permitió vencer la tentación de Satanás.

Los policías vieron que no me habían sorprendido y, en un estallido de rabia, dijeron: “Ahora te pondremos una inyección que te desquiciará. ¡Luego te dejaremos y ni siquiera podrás morirte!”. Esto me provocó inmediatamente un estado de ansiedad y el terror se apoderó de mí una vez más. Pensé en lo cruel y malvado que es el Gobierno del PCCh: en cuanto detienen a algún responsable de la iglesia y siguen sin poder sacarle nada sobre ella con palizas y torturas bestiales, le inyectan por la fuerza drogas que lo desquician y le causan esquizofrenia; de esta cruel manera ha torturado y atormentado el Gobierno del PCCh a algunos hermanos y hermanas. El corazón me empezó a palpitar en el pecho ante ese pensamiento, y me pregunté: “¿De verdad me van a torturar estos esbirros del PCCh hasta que pierda la cabeza y acabe deambulando como una loca?”. Cuanto más lo pensaba, más miedo tenía, y no pude evitar que un sudor frío me empapara entera. Me apresuré a invocar y orar a Dios: “¡Oh, Dios Todopoderoso! Los esbirros del PCCh quieren inyectarme drogas para desquiciarme y temo volverme loca. ¡Oh, Dios! Aunque sé que debo mantenerme firme en el testimonio de Ti, ahora mismo me siento cobarde y temerosa. ¡Oh, Dios! Por favor, protege mi corazón y concédeme verdadera fe para que pueda encomendarte mi vida y mi muerte y someterme a Tus orquestaciones y disposiciones”. Justo entonces me vinieron a la mente unas palabras del Señor Jesús: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Las palabras del Señor me dieron fe y fuerza. “Sí”, pensé, “estos demonios tal vez sean capaces de matar y mutilar mi cuerpo, pero no mi alma. Sin el permiso de Dios, no me volveré loca aunque me inyecten esas drogas”. Entonces pensé en unas palabras de Dios que manifiestan lo siguiente: “Cuando las personas están preparadas para sacrificar su vida, todo se vuelve insignificante y nadie puede conseguir lo mejor de ellas. ¿Qué podría ser más importante que la vida? Así pues, Satanás se vuelve incapaz de hacer nada más en las personas, no hay nada que pueda hacer con el hombre” (‘Capítulo 36’ de Interpretaciones de los misterios de las palabras de Dios al universo entero en “La Palabra manifestada en carne”). Conforme meditaba las palabras de Dios, poco a poco se desvanecía el miedo que sentía en mi interior y ya no tenía aquel pavor. Por el contrario, estaba dispuesta a ponerme en las manos de Dios y a someterme a Su soberanía, tanto si vivía como si moría o me volvía loca o tonta. En ese momento, un policía me acercó la aguja y la droga y me amenazó diciendo: “¿Vas a hablar o no? ¡Si no hablas, te inyecto esto!”. Totalmente carente de miedo, le contesté: “Haga lo que quiera. Lo que pase será culpa suya”. Ante la evidencia de que no tenía miedo, dijo cruelmente: “¡Traigan el que tiene el virus del sida! Eso le inyectaremos”. Como aún no mostraba ningún temor, apretó los dientes con ira y protestó: “¡Perra, resistes más que los espías!”. Luego tiró la aguja sobre la mesa. Estaba eufórica. Testigo de cómo las palabras de Dios me habían guiado para que humillara una vez más a Satanás, no pude más que ofrecer una oración de gratitud a Dios. Al final los policías se dieron cuenta de que no me sacarían la información que querían, por lo que se marcharon desanimados.

Tras haber jugado todas sus cartas en vano, lo único que pudo hacer la policía fue enviarme a un centro de detención. Tan pronto como llegué, los guardias de la cárcel incitaron a las demás presas, diciéndoles: “Es creyente del Relámpago Oriental. ¡Denle una ‘cálida bienvenida’!”. Sin ocasión de reaccionar, varias presas se abalanzaron sobre mí, me arrastraron al baño y luego, después de quitarme la ropa, se pusieron a lavarme con agua fría. Cada vasija de agua fría que vertían sobre mí era como los golpes de una piedra sobre mi cuerpo, helados y dolorosos, y temblaba de frío de arriba abajo. Me agaché en el suelo sujetándome la cabeza con las manos e invocando reiteradamente a Dios para mis adentros. Al rato, una presa dijo: “Vale, vale, ya basta. No quiero que se enferme”. Las presas que me estaban castigando lo dejaron en el momento en que oyeron sus palabras. Cuando se enteró de que no había comido nada en cinco días, a la hora de la cena me dio la mitad de un pan de maíz cocido al vapor. Yo era plenamente consciente de que esta era la consideración que había tenido Dios por mi debilidad al hacer que esa presa me ayudara. Comprobé que Dios estaba siempre conmigo y le agradecí de todo corazón Su misericordia y Su salvación.

En el centro de detención vivía con todo tipo de presas. Cada una de nuestras tres comidas consistía en un pan de maíz cocido al vapor y dos tiras de nabo salado, o bien en un cuenco de sopa de col con bichos flotando y sin apenas nada de col. Una vez a la semana nos daban un alimento de grano fino, que no era más que un pan al vapor del tamaño de un puño que no me llenaba nada. Aparte de recitar las normas de la cárcel, allí todos los días nos asignaban unos cupos de trabajo de pequeñas manualidades imposibles de cumplir. Puesto que tenía las manos lastimadas por las apretadas esposas, me las habían electrocutado hasta el punto de perder toda sensibilidad en ellas y, además, las manualidades que teníamos que hacer eran tan pequeñas, no podía sostenerlas ni cumplir con mi carga de trabajo. En una ocasión, como no había terminado, los guardias de la cárcel ordenaron a las demás presas vigilarme toda la noche para que no me quedara dormida. También se me castigaba con frecuencia a hacer guardia y solo se me permitía dormir cuatro horas cada noche. En esa época la policía del PCCh me interrogaba constantemente. Hasta habían mandado a mi hijo que me escribiera una carta con el fin de engañarme para que traicionara a Dios. Sin embargo, gracias a la protección y la guía de Dios descubrí las astutas tramas de Satanás y pude mantenerme firme en el testimonio una vez tras otra. A pesar de no conseguir nada que me incriminara, me acusaron de “alteración del orden público” y me condenaron a tres años de reeducación por medio del trabajo.

El 25 de diciembre de 2005 había cumplido totalmente mi sentencia y fui liberada. Tras haber experimentado esta lucha entre la justicia y la iniquidad, pese a que había sufrido tanto en mi cuerpo como en mi mente, llegué a comprender muchas verdades y vi clara la esencia demoníaca y opuesta a Dios del Gobierno del PCCh. También entendí verdaderamente la omnipotencia, soberanía, excelsitud y sabiduría de Dios y experimenté de veras Su amor por mí y Su salvación. Mientras aquellos demonios me torturaban y vejaban, el esclarecimiento y la guía de las palabras de Dios en el momento oportuno constituían un apoyo incondicional y me daban la determinación y el valor para luchar contra Satanás hasta el final. Cuando Satanás probaba todo tipo de tramas astutas con el fin de tentarme y seducirme para que traicionara a Dios, era Dios quien, justo a tiempo y por medio de Sus palabras, me advertía, me guiaba y me quitaba la venda de los ojos de mi espíritu para que descubriera las tramas de Satanás y me mantuviera firme en el testimonio; cuando aquellos demonios me infligían unas torturas tan terribles que la muerte me parecía preferible y mi vida pendía de un hilo, las palabras de Dios cimentaban mi supervivencia. Me conferían una fe y una fuerza tremendas y con ellas me liberé del dominio de la muerte. Todas estas cosas me hicieron apreciar de verdad la esencia hermosa y bondadosa de Dios: Él es quien más ama a la humanidad. Por otro lado, el Gobierno del PCCh, esa banda de Satanás y sus demonios, ¡no sabe sino corromper, agraviar y destruir al pueblo! Hoy, frente a los ataques cada vez más salvajes del Gobierno del PCCh a la Iglesia de Dios Todopoderoso, he decidido firmemente renunciar por completo a este viejo diablo del Gobierno del PCCh, entregar mi corazón a Dios y hacer todo lo posible por buscar la verdad y por procurar amar a Dios. Difundiré el evangelio del reino de Dios y recuperaré para Él a todos aquellos que sinceramente creen en Él, anhelan la verdad y han sido terriblemente engañados por el Gobierno del PCCh, para así retribuir a Dios por honrarme con Su salvación.

Notas al pie:

1. Los “cómplices criminales” son del mismo tipo que “una banda de rufianes”.

a. El texto original dice: “es un símbolo de no poder ser”.

Para conocer más: Cómo vencer la tentación

Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso







Pablo dijo en 2 Timoteo 3:16: “Toda Escritura es inspirada por Dios […]”. Así que, lo que está escrito en la Biblia son todas las palabras de Dios. Pero algunos dicen que no todas ellas son palabras de Dios. ¿No están negando la Biblia y engañando a otros?


✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈•✼

Pablo dijo en 2 Timoteo 3:16: “Toda Escritura es inspirada por Dios […]”. Así que, lo que está escrito en la Biblia son todas las palabras de Dios. Pero algunos dicen que no todas ellas son palabras de Dios. ¿No están negando la Biblia y engañando a otros?


Respuesta: Respecto a “Toda Escritura es inspirada por Dios”, primero tenemos que conocer el trasfondo de la palabra de Pablo. Cuando Pablo escribió las cartas a Timoteo, solo existía el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento no se había recopilado todavía. Y solo había docenas de cartas que se guardaban en las iglesias. Así pues, la palabra de Pablo se refiere al Antiguo Testamento, porque los israelitas solo consideraban como Escritura el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento se creó después del 300 d. C. En aquel momento, los líderes de esas iglesias se reunieron. Pensaban que los últimos días estaban cerca, que debían reunir las palabras de Jesús y las cartas de los apóstoles, recopilarlas en un libro, como el Antiguo Testamento, y dárselo a todas las iglesias. Así pues, reunieron las cartas que habían escrito los discípulos y apóstoles de Jesús. Finalmente, mediante el estudio y la confirmación, seleccionaron 27 cartas como el canon del Nuevo Testamento. Más tarde las recopilaron junto con el Antiguo Testamento, y ese es el contenido completo de la Biblia. Así fue como nacieron el Antiguo y el Nuevo Testamento. Además, sobre la creación de la Biblia, tenemos que saber quién la había escrito y quién la había recopilado. La Biblia tiene muchos autores, pero ninguno de ellos dijo que todas sus letras fueran inspiradas por Dios. si Dios hubiera dicho que toda la Biblia estaba inspirada por él, lo habría dicho a través de los profetas. Pero no había nada de eso en los libros de los profetas. El Señor Jesús nunca lo dijo, y los apóstoles nunca dijeron que todas sus cartas y testimonios estuvieran inspirados por Dios, y mucho menos se atrevieron a decir que eran palabras de Dios. Pero después, todos los creyentes en Dios creyeron que Dios solo había dicho las palabras de la Biblia y que, aunque los Testamentos habían sido escritos por hombres, estaban inspirados por Dios. Entonces, ¿hemos valorado si esas palabras se basan en hechos?

La Biblia está inspirada por Dios, y todas las palabras de la Biblia son palabras de Dios. ¡Es un hecho reconocido por el cristianismo! Estos solo son puntos de vista del hombre. Los puntos de vista del hombre no pueden representar a Dios. Solo Dios habla claro sobre la Biblia. Veamos cómo lo dice la palabra de Dios Todopoderoso. Dios Todopoderoso dice: “En realidad, aparte de los libros de profecía, la mayor parte del Antiguo Testamento es un registro histórico. Algunas de las epístolas del Nuevo Testamento provienen de las experiencias de las personas, y, otras, del esclarecimiento del Espíritu Santo. Las epístolas paulinas, por ejemplo, surgieron de la obra de un hombre; todas fueron resultado del esclarecimiento del Espíritu Santo y se escribieron para las iglesias, y fueron palabras de exhortación y aliento para los hermanos y hermanas de las mismas. No fueron palabras habladas por el Espíritu Santo; Pablo no podía hablar en nombre del Espíritu Santo ni era profeta, y, mucho menos, tuvo las visiones que tuvo Juan. Sus epístolas se escribieron para las iglesias de Éfeso, Filadelfia, Galacia, y otras” (‘Relativo a la Biblia (3)’ en “La Palabra manifestada en carne”). “No todo en la Biblia es un registro de las palabras habladas personalmente por Dios. La Biblia simplemente documenta las dos etapas anteriores de la obra de Dios, de las cuales una parte es un registro de las predicciones de los profetas y, otra, las experiencias y el conocimiento escritos por personas usadas por Dios a lo largo de las eras. Las experiencias humanas están contaminadas con opiniones y conocimiento humanos, y esto es algo inevitable. En muchos de los libros de la Biblia hay nociones humanas, prejuicios humanos y el entendimiento absurdo de los humanos. Por supuesto, la mayoría de las palabras son resultado del esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo, y son entendimientos correctos, pero sigue sin poderse decir que son expresiones de la verdad totalmente precisas. Sus opiniones sobre ciertas cosas no son más que conocimiento derivado de la experiencia personal o el esclarecimiento del Espíritu Santo. Dios instruyó personalmente las predicciones de los profetas: las profecías de los semejantes a Isaías, Daniel, Esdras, Jeremías y Ezequiel vinieron de la instrucción directa del Espíritu Santo; estas personas eran profetas, habían recibido el Espíritu de profecía, y eran, todos, profetas del Antiguo Testamento. Durante la Era de la Ley, estas personas, que habían recibido las inspiraciones de Jehová, hablaron muchas profecías, que fueron instruidas directamente por Jehová” (‘Relativo a la Biblia (3)’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las palabras de Dios Todopoderoso lo han dejado muy claro. La Biblia no es un historial de las palabras pronunciadas personalmente por Dios, sino una narración de la obra de Dios. En la Biblia, las palabras de Jehová, las palabras de Jesús y las palabras que reveló Dios a los profetas son verdaderamente palabras de Dios, y el resto son principalmente el relato de la historia y las experiencias del hombre. Así que “Toda Escritura es inspirada por Dios” no se corresponde con los hechos históricos.

Extracto del guion de la película de “Revelar el misterio de la Biblia”

Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.




He sido arrebatado delante de Dios


 Por Zhang Yue, Indonesia

A los 20 años, me bauticé y me volví al Señor Jesús. Los sermones del pastor sobre el amor y las enseñanzas del Señor Jesús abrigaban mi corazón, y todos mis hermanos y hermanas de la iglesia se ayudaban mucho entre sí, así que disfrutaba mucho de asistir a esa iglesia. A menudo, el pastor decía: “El Señor Jesús fue crucificado para redimirnos, resucitó y ascendió al cielo para prepararnos un lugar. Cuando finalice Sus preparativos, vendrá por nosotros y nos acompañará al cielo. El Señor Jesús prometió: ‘Porque voy a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros’ (Juan 14:2-3). Y, de nuevo, en 1 Tesalonicenses 4:17: ‘Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre’”. El pastor nos decía con frecuencia: “Mientras confiemos en el Señor, cuando Él venga, nos llevará al cielo y estaremos con Él para siempre. En el cielo no hay tristeza, enfermedad ni lágrimas. Solo hay alegría y paz”. Estos versículos me daban esperanza y apoyo. Creía que, mientras siguiera al Señor y resistiera hasta el final, seguramente sería arrebatado al cielo y disfrutaría de las bendiciones del Señor. Siempre tuve la esperanza de que el Señor vendría pronto para arrebatarme al cielo.

Hasta que un día de septiembre de 2017 conocí al hermano Wang a través de Facebook. Me dijo: “El Señor Jesús ya ha regresado como Dios Todopoderoso para expresar la verdad y hacer la obra de juicio y de purificación en los últimos días”. Cuando me enteré de esto, quedé desconcertado: ¿El Señor Jesús ya ha regresado? ¿Cómo es posible? Si la promesa del Señor aún no se ha cumplido, ¿cómo podría haber regresado ya? Antes de que el hermano Wang terminara de hablar, lo interrumpí y dije: “Cuando el Señor Jesús regrese, todos seremos arrebatados a las nubes para encontrarnos con el Señor. Pero todavía estamos aquí en la tierra, ninguno de nosotros ha sido arrebatado. ¿Cómo podría haber regresado el Señor Jesús?”. El hermano Wang me aconsejó que buscara e investigara la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días. También me dijo que compartiría sus enseñanzas conmigo si tenía alguna pregunta. Pero, como lo que dijo era diferente a lo que yo había entendido, y también porque estaba bastante ocupado con el trabajo, no volví a hablar con el hermano Wang.

Luego, en noviembre, me dieron un mes de licencia mientras remodelaban mi empresa, así que, de repente, tenía mucho tiempo libre. Entraba a Facebook y hablaba con amigos. Noté que muchos de mis amigos publicaban películas, videos, artículos con testimonios, videos musicales e himnos de la Iglesia de Dios Todopoderoso. Recordé que el hermano Wang me había dicho que el Señor Jesús ya había regresado. Así que me dio curiosidad: ¿qué tipo de iglesia es la Iglesia de Dios Todopoderoso exactamente? ¿Por qué parece estar creciendo tan rápido? Recordé un dicho familiar: “¡Todo lo que viene de Dios debe florecer!”. ¿Es posible que Dios Todopoderoso sea verdaderamente el Señor Jesús que ha regresado? Pero luego pensé: “Todavía no hemos sido arrebatados y la promesa de Dios aún no se ha cumplido. ¿Qué está pasando, exactamente?”. Me sentía muy confundido. Y un día, mientras charlaba en Facebook con la hermana Li, mi amiga, le pregunté: “¿Sabes algo de la Iglesia de Dios Todopoderoso?”. Dijo que la conocía, que es la única iglesia que da testimonio de que el Señor Jesús ya ha regresado, que su primo acababa de aceptar a Dios Todopoderoso y que la había llevado dos veces a escuchar los sermones. los sermones que había escuchado en la iglesia eran muy frescos y esclarecedores, y que le habían ayudado a aclarar muchas preguntas sobre su fe. Entonces decidió averiguar más sobre la Iglesia de Dios Todopoderoso.

Cuando me enteré de esto, me puse un poco nervioso y rápidamente le dije a la hermana Li: “En 1 Tesalonicenses 4:17 dice: ‘Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire’. Pero todavía estamos en la tierra, no hemos sido arrebatados, ¿cómo podría haber regresado ya el Señor? No debes tener los ojos vendados ni descarriarte”. Dijo: “No hay que ser cortos de vista, pero tampoco sería correcto rechazarlo ciegamente sin examinarlo primero. ¡Esa no es la voluntad del Señor!”. “Si Dios Todopoderoso es verdaderamente el Señor Jesús que ha regresado y lo pasamos por alto porque nos rehusamos a investigarlo, vamos a lamentarlo”. “El Señor Jesús dijo: ‘Y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá’ (Mateo 7:8). Siempre que busquemos con la mente abierta, seremos recompensados. No hay duda”. Pensé que lo que dijo la hermana Li tenía mucho sentido. Recibir al Señor influye directamente en cómo entramos al reino de los cielos y no debe tomarse a la ligera.

Entonces entré a la página web de la Iglesia de Dios Todopoderoso con la hermana Li para investigar más a fondo. Vimos una película llamada Ser arrebatado en el peligro, en la que una conversación entre tres personas me dejó una profunda impresión. En esa escena, el hermano Guo leyó algunas profecías de Apocalipsis: “Y me volví para ver de quién era la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete candelabros de oro; y en medio de los candelabros, vi a uno semejante al Hijo del Hombre” (Apocalipsis 1:12-13). “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis capítulos 2, 3). Y dijo: “Estos versículos nos muestran que, cuando el Señor regrese durante los últimos días, se encarnará como el Hijo del hombre para hablar a las iglesias. El Señor Jesús también dijo: ‘Mis ovejas oyen mi voz’ (Juan 10:27). Debemos ser vírgenes prudentes y buscar la voz de Dios. Dondequiera que el Espíritu Santo les hable a las iglesias estará la voz de Dios, así como Su aparición y Su obra. ¡Solo después de escuchar la voz de Dios, de aceptar Su obra y de regresar ante el trono de Dios, seremos arrebatados!”. “Entiendo que el ‘arrebatamiento’ se trata de escuchar la voz de Dios, de aceptar al Hijo del hombre encarnado e ir al encuentro de Dios. Este es el verdadero significado del arrebatamiento. No seremos arrebatados si no aceptamos el regreso del Señor. Dios nos abandonará”. Luego, el hermano Zhou compartió sus enseñanzas: “El Señor se hace carne como el Hijo del hombre para hacer Su obra en la tierra en los últimos días. Somos arrebatados cuando aceptamos al Hijo del hombre encarnado. Debemos ser vírgenes prudentes y buscar la voz de Dios. ¡Hallar las declaraciones del Espíritu Santo y aceptar a Dios significa que somos arrebatados de verdad!”. Luego, el hermano Zheng dijo: “Ahora sabemos el verdadero significado del arrebatamiento. Es cuando el Señor viene a la tierra para encontrarnos, cuando escuchamos Su voz y finalmente regresamos ante Él. No tiene nada que ver con ser elevados de un lugar bajo a un lugar alto. Creemos que el Señor está en el cielo y nos arrebatará hacia él, pero este rapto es producto de nuestra imaginación. ¡No tiene sentido!”.

En ese punto de la película, estaba un poco confundido, así que le pregunté a la hermana Li: “Esto es diferente de lo que entiendo por arrebatamiento. ¿Significa que he estado equivocado todo este tiempo? Mi pastor siempre describió el arrebatamiento de esta manera. Simplemente se refiere al Señor Jesús que nos eleva en el aire para estar con Él a Su regreso. ¿Acaso esto es incorrecto?”.

La hermana Li respondió: “Lo que dicen es esclarecedor. Después de todo, en la Biblia dice que solo los santos verán al Señor. Si seguimos atrapados en el ciclo de pecar y confesar, ¿podemos poner los ojos en el Señor? ¿No es demasiado vaga nuestra idea de ser arrebatados en el aire para encontrarnos con el Señor? Escuché a los hermanos y a las hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso decir que el Señor Jesús solo hizo la obra de redención, que perdonó los pecados de la humanidad, pero el carácter corrupto y la naturaleza pecaminosa del hombre aún no se han resuelto. La gente todavía comete pecados y se resiste a Dios a menudo, por lo que no puede entrar en Su reino. Para salvar a la humanidad, Dios se ha hecho carne en los últimos días. Se basa en la obra del Señor Jesús y expresa la verdad y juzga y purifica al hombre para quitar de raíz la causa de los pecados del hombre, para que el hombre pueda librarse del pecado, ser salvo y entrar en el reino de Dios. Así que no creo que el arrebatamiento sea tan simple como lo imaginamos”.

Después de escuchar a la hermana Li, me parecía también que había algún tipo de misterio en la idea del arrebatamiento y quería descubrirlo. Así que contactamos al hermano Wang de la Iglesia de Dios Todopoderoso y le comentamos nuestra confusión. Le dije: “1 Tesalonicenses 4:17 dice: ‘Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire’. Vimos que en la película Ser arrebatado en el peligro arrebatamiento significa escuchar la voz del Señor aquí en la tierra, y aceptar Sus palabras y obra cuando regrese. No significa lo que dice la Biblia, que somos arrebatados en el aire para encontrarnos con el Señor. ¿No va esto en contra de la propia Biblia?”.

Lo siguiente: “En cuanto al misterio del arrebatamiento, ningún hombre puede comprenderlo del todo. Solo Dios lo sabe”. “Debemos buscar la verdad basándonos en las palabras del Señor y en las profecías de Apocalipsis. Solo eso es lo correcto”. “¿Qué dice en la oración del Señor? ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo’ (Mateo 6:9-10). El Señor Jesús nos dijo claramente: El reino de Dios descenderá sobre la tierra en los últimos días. No estará en el cielo. La voluntad de Dios se hará tanto en la tierra como en el cielo. Además, en Apocalipsis dice: ‘Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos’ (Apocalipsis 21:2-3). ‘El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos’ (Apocalipsis 11:15)”. “Estas profecías mencionan ‘el tabernáculo de Dios está entre los hombres’, ‘el reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo’, y ‘la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios’. Esto demuestra que Dios construirá Su reino en la tierra en los últimos días, que vivirá entre los hombres y que todas las naciones del mundo llegarán a ser el reino de Cristo. Si mantenemos eso de acuerdo con nuestra creencia, el reino de Dios está en los cielos y, cuando el Señor regrese, nos arrebatará al cielo. ¿No acabarían en la nada esas profecías?”.

Ante esto, pensé: “En mis años como cristiano, siempre dije la oración del Señor, que dice que venga el reino de Dios y que se haga Su voluntad tanto en la tierra como en el cielo. Apocalipsis dice claramente: ‘El tabernáculo de Dios está entre los hombres’, ‘El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo’, ‘la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios’. Todo esto lo explica claro como el agua, ¿cómo no me di cuenta yo mismo? ¿Por qué el pastor o los predicadores no hablaron de estos capítulos? Los sermones de la gente de la Iglesia de Dios Todopoderoso son muy esclarecedores. Lo han explicado todo con tanta claridad y sencillez que, cuanto más escucho, más me interesa”. Pero todavía tenía algunas dudas, así que le pregunté al hermano Wang: “Tu análisis de Dios construyendo Su reino en la tierra es fresco y novedoso, y está de acuerdo con la Biblia. Pero el Señor Jesús también prometió: ‘Porque voy a preparar un lugar para vosotros. Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros’ (Juan 14:2-3). Cuando el Señor Jesús resucitó y ascendió al cielo, preparó un lugar para nosotros, así que ese lugar debería ser en el cielo. ¿De qué otra forma podría entenderse este pasaje?”.

El hermano Wang respondió con una enseñanza: “Hay misterio en todas las palabras del Señor. No podemos delimitar la obra de Dios con nuestras propias nociones e imaginaciones, porque la obra de Dios es insondable”. “Solo después de que Dios haya terminado toda Su obra y la haya manifestado ante nosotros, podremos verla con claridad. Recién luego de que acepté la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días y vi los frutos de la obra de Dios, me di cuenta de lo que significa que el Señor nos prepara un lugar. Significa que Dios se hace carne en los últimos días para hacer Su obra en la tierra y que también preordina que naceríamos en los últimos días para aceptar Su obra. Esto cumple lo que dijo el Señor Jesús: ‘Para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros’ (Juan 14:3). Como pueden ver, el lugar que el Señor Jesús nos ha preparado es en la tierra, no en el cielo”. Al escuchar esto, me di cuenta de lo ignorante que había sido. El Señor había venido a la tierra en los últimos días para hablar y hacer Su obra, pero ahí estaba yo, mirando hacia las nubes y esperando que el Señor me arrebatara en el aire. ¡Había entendido todo mal! ¿Cómo podría haber recibido al Señor y haber sido arrebatado?

El hermano Wang luego leyó un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso. Dios Todopoderoso dice: “Cuando Dios y la humanidad entren juntos en el reposo, significará que la humanidad ha sido salvada y que Satanás ha sido destruido, que la obra de Dios entre los humanos se ha terminado por completo. Dios ya no continuará obrando en los humanos y ellos ya no vivirán bajo el campo de acción de Satanás. Por lo tanto, Dios ya no estará ocupado y los humanos ya no correrán de aquí para allá constantemente; Dios y la humanidad entrarán al mismo tiempo en el reposo. Dios regresará a Su lugar original y cada persona regresará a su lugar correspondiente. Estos son los destinos en los que Dios y los humanos residirán cuando toda la gestión de Dios se haya terminado. Dios tiene el destino de Dios y la humanidad tiene el destino de la humanidad. Mientras reposa, Dios seguirá guiando a todos los humanos en sus vidas sobre la tierra, y mientras están en Su luz, adorarán al único Dios verdadero que está en el cielo. Dios ya no vivirá entre la humanidad y tampoco los humanos podrán vivir con Dios en Su destino. Dios y los humanos no pueden vivir dentro del mismo reino; en vez de esto, ambos tienen sus respectivas maneras de vivir. Dios es el que guía a toda la humanidad y toda la humanidad es la cristalización de la obra de gestión de Dios. Los seres humanos son los que son guiados y no son de la misma sustancia que Dios. ‘Reposar’ quiere decir regresar a su lugar original. Por lo tanto, cuando Dios entra en el reposo, esto quiere decir que ha regresado a Su lugar original. Él ya no vivirá sobre la tierra ni entre la humanidad para compartir su júbilo y sufrimiento. Cuando los humanos entren en el reposo, esto querrá decir que se han convertido en verdaderos objetos de la creación; adorarán a Dios desde la tierra y vivirán vidas humanas normales. La gente ya no será desobediente a Dios ni se resistirá a Él y regresará a la vida original de Adán y Eva. Estas serán las respectivas vidas y destinos de Dios los humanos después de que entren en el reposo. La derrota de Satanás es una tendencia inevitable en la guerra con Dios. De esta manera, la entrada de Dios en el reposo después de que se complete Su obra de gestión y la salvación completa de la humanidad y su entrada en el reposo se han convertido igualmente en tendencias inevitables. El lugar de reposo de la humanidad está en la tierra y el lugar de reposo de Dios está en el cielo. Mientras los humanos adoran a Dios en reposo vivirán sobre la tierra, y mientras Dios guía al resto de la humanidad al reposo, los guiará desde el cielo, no desde la tierra” (‘Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo’ en “La Palabra manifestada en carne”).

Luego, el hermano Wang dijo: “Fue en la tierra donde, en el principio, Dios creó al hombre del polvo, y, cuando fue corrompido por Satanás, fue en la tierra donde Dios guio y redimió a la humanidad a través de Su obra”. “Ahora bien, en los últimos días, Dios ha vuelto a encarnarse y expresa la verdad para juzgar y purificar al hombre, para resolver su pecaminosidad y crear un grupo de vencedores. Estos vencedores pueden escuchar las palabras de Dios, someterse a Él y seguir Su camino. La voluntad de Dios se cumplirá y el reino de Cristo se realizará aquí en la tierra, lo que le traerá gloria a Dios”. “Cuando la obra de gestión de Dios para la salvación del hombre esté terminada, Él habrá derrotado a Satanás. Las fuerzas de Satanás ya no podrán perturbar el mundo, solo quedarán los que Dios ha salvado y el hombre ya no se resistirá ni se rebelará contra Dios. La humanidad vivirá en paz, no habrá más guerras, y Dios y el hombre entrarán en reposo juntos. El lugar de reposo de Dios está en el cielo, mientras que el del hombre está en la tierra. Dios guiará a la humanidad desde Su lugar en el cielo, y el hombre adorará a Dios en la tierra, y disfrutará de una existencia como si estuviera en el cielo. Esta es la vida armoniosa y maravillosa que Dios ha preparado para la humanidad. Es lo que Dios finalmente logrará”.

Había algo muy práctico en lo que decía el hermano Wang. Cuando Satanás sea destruido, el mundo se librará de las fuerzas oscuras y del mal ¡y la vida que Dios ha planeado para nosotros será la más maravillosa! Estaba muy equivocado con respecto al arrebatamiento. Dios creó al hombre para que viva en la tierra, ¿cómo podría alcanzar el cielo tan fácilmente? Si Dios realmente arrebató al hombre por los aires, ¿cómo sobreviviría sin comida ni refugio? Esta idea de encontrarnos con el Señor en el aire es realmente un producto de las nociones e imaginaciones del hombre. Es una forma de pensar muy infantil. Con frecuencia, solía escuchar al pastor hablar sobre cómo el reino de Dios está en el cielo, y yo lo creía de verdad y anhelaba ser arrebatado al cielo. ¡Supongo que el pastor y los predicadores tampoco entienden la Biblia! Interpretan mal la palabra de Dios según sus propias nociones. ¡Están engañando a la gente de verdad!

El hermano Wang continuó con sus enseñanzas: “Con respecto al verdadero significado del arrebatamiento, veamos qué tienen para decir las palabras de Dios Todopoderoso. Dios Todopoderoso dice: ‘“Ser arrebatado” no significa ser tomado de un lugar bajo para ser colocado en un lugar alto, como las personas podrían imaginar; es una idea completamente equivocada. “Ser arrebatado” se refiere a Mi predestinación y posterior selección. Va dirigido a todos los que Yo he predestinado y escogido. Todos aquellos que son arrebatados son personas que han ganado el estatus de hijos primogénitos, de hijos, o que son del pueblo de Dios. Esto es sumamente incompatible con las nociones de las personas. Aquellas que tengan participación en Mi casa en el futuro son los que han sido arrebatados delante de Mí. Esto es absolutamente cierto, nunca cambia y es irrefutable. Este es el contraataque contra Satanás. Todo aquel a quien Yo predestiné será arrebatado delante de Mí’” (‘Capítulo 104’ de Declaraciones de Cristo en el principio en “La Palabra manifestada en carne”). El hermano Wang compartió lo siguiente: “El arrebatamiento no es como lo imaginamos. No significa ser arrebatados de la tierra a las nubes para encontrarnos con el Señor, y desde luego no se refiere a ser arrebatados al cielo. Esta idea surgió a través de las nociones de la gente y de las interpretaciones literales de esos versículos”. “Ser arrebatado en realidad se refiere a recibir al Señor y ser llevados ante Dios. Significa poder escuchar la voz de Dios, aceptar y someterse a la nueva obra de Dios y seguir las huellas del Cordero cuando Dios venga a la tierra para hablar y hacer Su obra. Dios Todopoderoso se ha hecho carne para expresar la verdad y hacer la obra de juicio y de purificación. Todos los que escuchan la voz y siguen la nueva obra de Dios en los últimos días son arrebatados delante del trono de Dios. Estas personas son las vírgenes prudentes, son el ‘oro, la plata y las gemas’ que el Señor lleva a la casa de Dios. Todas estas personas son de buen calibre, pueden aceptar y comprender la verdad y entienden la voz de Dios. Son arrebatadas de verdad. Aceptan el juicio y el castigo de las palabras de Dios, alcanzan una comprensión real de Él y se purifica su carácter corrupto. Estas personas son los vencedores hechos por Dios antes de los grandes desastres y Él los conducirá a su maravilloso destino final. Este es el verdadero significado de ser arrebatados al cielo”. “Aquellas personas que se aferran a sus nociones y esperan que el Señor las lleve al cielo, y que se niegan a aceptar la obra del juicio de Dios en los últimos días, son las vírgenes insensatas. Serán desechadas por el Señor y caerán en los desastres, llorando y rechinando los dientes”. “Como dicen las palabras de Dios Todopoderoso: ‘Aquellos que puedan permanecer firmes durante la obra del juicio y el castigo de Dios durante los últimos días, es decir, durante la obra final de purificación, serán los que entrarán en el reposo final con Dios; por lo tanto, los que entran en el reposo se habrán librado de la influencia de Satanás y Dios los habrá adquirido después de que hayan pasado Su obra final de purificación. Estos humanos a los que Dios finalmente haya adquirido entrarán en el reposo final. El objetivo esencial de la obra del castigo y el juicio de Dios es purificar a la humanidad y prepararla para el día del reposo final. Sin esta purificación, nadie de la humanidad podrá ser clasificado en diferentes categorías según su especie ni entrar en el reposo. Esta obra es el único camino de la humanidad para entrar en el reposo. Solo la obra de purificación de Dios purificará a los humanos de su injusticia y solo Su obra de castigo y juicio traerá a la luz aquellos elementos rebeldes entre la humanidad, separando de ese modo a los que pueden ser salvados de los que no, y aquellos que permanecerán de los que no. Cuando esta obra termine, todas aquellas personas a las que se les permita permanecer serán purificadas y entrarán en un estado superior de humanidad en el que disfrutarán de una segunda vida humana más maravillosa sobre la tierra; en otras palabras, comenzarán su día del reposo humano y convivirán con Dios. Después de que aquellos a los que no se les permite permanecer hayan sido castigados y juzgados, su verdadera forma de ser se revelará por completo; después de esto todos serán destruidos y, al igual que Satanás, ya no se les permitirá sobrevivir sobre la tierra. La humanidad del futuro no incluirá ya a nadie de ese tipo de personas; tales personas no son aptas para entrar a la tierra del último reposo ni tampoco para participar en el día del reposo que Dios y la humanidad compartirán, porque son blanco del castigo, son malvadas y no son justas’” (‘Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo’ en “La Palabra manifestada en carne”). Luego, el hermano Wang dijo: “Todas las personas que realmente creen en Dios y anhelan que aparezca han aceptado a Dios Todopoderoso al leer Sus palabras y escuchar Su voz y han sido arrebatados delante del trono de Dios. Reciben la provisión de las palabras de Dios y sus espíritus ya no tienen sed. Ya no son débiles ni negativos, y ya no viven atadas por las cadenas del pecado sin ningún camino que recorrer. Ahora viven a la luz de Dios. Han aceptado el juicio de las palabras de Dios, su carácter corrupto mejora gradualmente, y, con el tiempo, se deshacen de las ataduras del pecado y permanecen en el reino de la libertad sin restricciones. ¿No es esta la vida de alguien que ha sido arrebatado?”.

Las enseñanzas del hermano Wang me ayudaron con mi confusión. Ser arrebatado significa escuchar la voz de Dios y regresar ante Su trono. Finalmente entendí el verdadero significado del arrebatamiento. Durante estos años, solo entendía el significado literal de las Escrituras. Basándome en mis nociones, creía que el Señor vendría a llevarnos al cielo para encontrarnos con Él. No me concentré en escuchar la voz de Dios y casi me perdí la oportunidad de ser arrebatado. ¡Cuánta ignorancia de mi parte! Recién ahora me he dado cuenta de que solo aquellos que son arrebatados delante del trono de Dios, que aceptan el juicio de Su palabra, y que son purificados y transformados son aptos para entrar en el reino de Dios y recibir Sus promesas. La obra de Dios es verdaderamente sabia e importante. Después de buscar e investigar y de leer las palabras de Dios Todopoderoso, tuve la certeza de que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús que regresó ¡y acepté la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días! Fui arrebatado delante del trono de Dios y asistí a la fiesta del Cordero. ¡Gracias a Dios por Su salvación!

Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.

Fuente: Iglesia de Dios Todopoderoso


Devocional | En el Apocalipsis 3:12 se registra que Dios va a tener un nuevo nombre en los últimos días, ¿lo sabes?


✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈┈•✼•┈┈┈•✼

Devocional | En el Apocalipsis 3:12 se registra que Dios va a tener un nuevo nombre en los últimos días, ¿lo sabes?

En los dos últimos milenios, los cristianos han orado, predicado, sanado enfermedades y expulsado demonios, todo ello en el nombre del Señor Jesús, con la firme creencia de que Él es nuestro único Salvador, de que sólo podemos salvarnos por medio del nombre de Jesús y de que el nombre del Señor Jesús permanecerá por siempre invariable. Tal como está escrito: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12), y “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Yo también pensé eso siempre. No obstante, hace unos días, mientras realizaba mis devocionales vi esto en el Libro del Apocalipsis: “Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. ‘El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias’” (Apocalipsis 3:12–13). De repente me llamaron la atención los dos términos “nombre nuevo” y les di una y mil vueltas en la cabeza. “¿Acaso es cierto que el Señor Jesús adoptará un nombre nuevo cuando regrese en los últimos días? No es posible, ¿verdad que no? Sin embargo, la Escritura afirma claramente que Dios tendrá un nombre nuevo y que el que tenga oído lo conocerá, oirá lo que el Espíritu diga a las iglesias. ¿Qué significa esto realmente?”. Tan perplejo como atónito, releí aquel pasaje y pensé detenidamente en él. ¡Eso es exactamente! Comprendí que eso es exactamente lo que figura en la Escritura; salió de la boca de Dios. Pensé para mis adentros: “De acuerdo con esto, cuando el Señor Jesús regrese en los últimos días, efectivamente, ¡adoptará un nombre nuevo! Ahora bien, en la Epístola a los Hebreos está escrito que el nombre del Señor Jesús es inmutable, así que ¿cómo fue posible que esta profecía del Libro del Apocalipsis afirmara que va a cambiar? ¿De qué va esto?”. Simplemente no era capaz de descifrarlo. Consulté a los pastores y ancianos y estudié numerosos libros relacionados con el evangelio, pero seguía sin hallar respuesta. En medio de la confusión me enteré de que un antiguo amigo mío, Wang Zhong, acababa de volver de un viaje misional. Estaba muy expectante, pues el hermano Wang siempre ha tenido una comprensión muy pura y es una persona reflexiva y profunda. Habíamos debatido la Biblia en muchas ocasiones y yo siempre adquiría lucidez acerca de la Escritura que investigáramos y compartiéramos juntos. Supuse que tal vez él conocería este tema, así que lo visité en cuanto pude.

En nuestro encuentro, el hermano Wang compartió gozosamente conmigo lo que había aprendido en su último viaje de predicación. Tras compartir durante un rato, hablé sin rodeos de la confusión de mi corazón. Al oírme, el hermano Wang me dijo sonriendo: “¡Gracias al Señor! Hermano Han, que a partir del Apocalipsis hayas entendido que el Señor tendrá un nombre nuevo cuando regrese es fruto, en verdad, ¡del esclarecimiento y la guía del Espíritu Santo! La cuestión de por qué ha de adoptar un nombre nuevo guarda relación directa con si podremos recibir Su regreso o no. Yo tampoco lo entendía, pero en este último viaje tuve la fortuna de encontrarme con un predicador mayor y, con lo que compartió conmigo, comprendí un poco la verdad en torno al nombre de Dios. Este es el momento perfecto para que también nosotros hablemos de ello”. Me alegró mucho oírle decir esto y asentí una y otra vez. El hermano Wang me preguntó: “Hermano Han, ¿cómo se llamaba Dios en el Antiguo Testamento?”. Contesté sin dudar: “¡Jehová!”. Después me preguntó: “¿Y cómo se llamaba Dios en el Nuevo Testamento?”. Respondí: “¡Jesús!”. A continuación, el hermano Wang me preguntó: “Entonces, ¿crees que ha cambiado el nombre de Dios?”. Por un momento no supe qué replicar. Arrugué la frente y pensé: “El nombre de Dios ha cambiado en realidad. La verdad es que nunca me lo he planteado”. Luego me comentó: “Toda la comunidad religiosa ha insistido en creer que el nombre de Dios es Jesús, que sólo aquellos que creen en ese nombre pueden salvarse y que el nombre de Dios no puede cambiar jamás. Pero, de hecho, únicamente lo creemos porque no entendemos el aspecto de la verdad relativo al nombre de Dios. Hermano Han, acabas de citar Apocalipsis 3:12: ‘Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo’. También en Isaías 62:2: ‘Y los gentiles verán Tu justicia y todos los reyes Tu gloria: y se te llamará por un nombre nuevo, que la boca de Jehová nombrará’*. Con estas profecías podemos estar seguros de que, cuando el Señor Jesús regrese, sin duda adoptará un nombre nuevo; ya no lo llamarán Jesús. La realidad es que el nombre de Dios en cada era no es una elección al azar; todos ellos tienen una honda relevancia. Aquel viejo predicador me dio un libro con una explicación muy clara de la verdad de los nombres de Dios. Vamos a echarle un vistazo”. Curioso, asentí para mostrarme de acuerdo y exclamé: “¡Bien!”.

El hermano Wang sacó el libro y me buscó unos pasajes para que los leyera. Leí en voz alta lo siguiente: “Algunos dicen que el nombre de Dios no cambia, ¿por qué pasó, entonces, a ser Jesús el nombre de Jehová? Se profetizó la venida del Mesías, ¿por qué vino, entonces, un hombre con el nombre de Jesús? ¿Por qué cambió el nombre de Dios? ¿No se llevó a cabo esa obra hace mucho tiempo? ¿Acaso no puede realizar Dios una nueva obra este día? La obra de ayer puede alterarse y la obra de Jesús puede seguir a la de Jehová. ¿No puede, entonces, la obra de Jesús ser sucedida por otra obra? Si el nombre de Jehová puede cambiar al de Jesús, entonces ¿no puede cambiarse también el nombre de Jesús? Esto no es extraño y las personas piensan así[a] sólo debido a su simpleza. Dios siempre será Dios. Independientemente de los cambios en Su obra y en Su nombre, Su carácter y sabiduría se mantienen siempre inmutables. Si crees que se puede llamar a Dios sólo por el nombre de Jesús, entonces sabes muy poco” (“¿Cómo puede el hombre que ha definido a Dios en sus conceptos recibir Sus revelaciones?”). “Deberías saber que, originalmente, Dios no tenía nombre. Sólo adoptó uno, dos, o muchos, porque tenía una obra que hacer y tenía que gestionar a la humanidad. Cualquiera que sea el nombre por el que se le llame, ¿no lo escoge Él libremente?” (“La visión de la obra de Dios (3)”). “En cada era, Dios hace nueva obra y se le llama por un nuevo nombre; ¿cómo podría hacer Él la misma obra en diferentes eras? ¿Cómo podría aferrarse a lo antiguo? El nombre de Jesús se adoptó para la obra de redención, ¿se le seguiría llamando por el mismo nombre cuando vuelva en los últimos días? ¿Seguiría haciendo Él la obra de redención? ¿Por qué son Jehová y Jesús uno, pero se les llama por nombres diferentes en eras diferentes? ¿Acaso no es porque las eras de Su obra son distintas? ¿Podría un solo nombre representar a Dios en Su totalidad? Siendo esto así, se debe llamar a Dios por un nombre diferente en una era diferente y Él debe usar el nombre para cambiar la era y representarla. Porque ningún nombre puede representar totalmente a Dios mismo y cada nombre sólo puede representar el aspecto temporal del carácter de Dios en una era dada; todo lo que necesita hacer es representar Su obra. Por tanto, Dios puede escoger cualquier nombre que encaje con Su carácter para representar a toda la era. Independientemente de que sea la era de Jehová, o la de Jesús, cada era está representada por un nombre” (“La visión de la obra de Dios (3)”). Estaba asombrado tras leer todo esto. Resulta que el nombre de Dios puede cambiar, pero aún no tenía muy claros los misterios al respecto, así que me apresuré a pedirle al hermano Wang que me los explicara.

El hermano Wang compartió conmigo: “Esto explica con gran claridad el sentido que tiene que Dios adopte un nombre y otros nuevos. Al principio Dios no tenía nombre. Nada más que porque quería realizar la obra de salvación de la humanidad se dio un nombre que pudiera simbolizar Su obra de esa era concreta, pero el nombre de Dios va cambiando con la obra que esté llevando a cabo. Cuando comienza una nueva etapa de Su obra emplea un nombre nuevo para cambiar de era y simbolizarla. Además, el nombre que adopta Dios en cada era sólo simboliza la obra que va a realizar y el carácter que va a expresar en esa era. Por ejemplo, en la Era de la Ley, Dios se llamaba Jehová, símbolo del carácter de majestuosidad, ira, maldición y misericordia de Dios. Jehová Dios dictó por medio de Moisés las leyes y los mandamientos con los que guio la vida de la humanidad recién nacida en la tierra, exigiendo la estricta adherencia del pueblo a dichos mandamientos y leyes. Todos aquellos que respetaban la ley de Jehová tenían Su bendición y gracia con ellos, mientras que quienes infringían Su ley tenían que hacer ofrendas por sus pecados. Si no, los lapidarían hasta matarlos o los abatiría el fuego del cielo. Quienes vivieron en la Era de la Ley percibieron el carácter inviolable de Jehová Dios y cultivaron un corazón temeroso de Él. Su conducta pasó a ser más normal y vivieron en la tierra de forma adecuada y ordenada. Sin embargo, en una fase posterior de la Era de la Ley, la gente se volvió cada vez más corrupta y sus pecados iban en aumento. Ya no eran suficientes las ofrendas en compensación por sus pecados y todo el mundo corría el riesgo de ser ajusticiado por infringir la ley. Por eso, a fin de satisfacer las necesidades de la humanidad, el propio Dios se encarnó bajo el nombre de Jesús y llevó a cabo la obra de redención. El Señor Jesús inició la Era de la Gracia y concluyó la Era de la Ley. Manifestó un carácter de amor y clemencia, dio a la gente un camino de arrepentimiento y le enseñó tolerancia, paciencia y amor por sus enemigos. También sanó enfermedades y expulsó demonios, otorgando así gracia y bendiciones en abundancia a los seres humanos. Al final, el Señor Jesús, libre de pecado, fue clavado en la cruz, crucificado en ofrenda por los pecados de la humanidad. Desde entonces, todos aquellos que creen en el Señor Jesús solamente han de orar en Su nombre para disfrutar de la gracia de Su salvación y de Sus abundantes bendiciones. Tras experimentar la obra de redención del Señor Jesús, la gente comprueba que el carácter de Dios no es únicamente de majestuosidad y condena, sino también de misericordia y amor. No sólo dicta leyes y mandamientos para guiar a la gente en la vida, sino que también es capaz de hacerse carne para obrar y hablar en medio de la humanidad. De este modo, la gente va conociendo más a Dios y acercándose cada vez más a Él. Es evidente que, en cada era, Dios realiza una obra diferente y expresa un carácter distinto, y que emplea diversos nombres para cambiar de era y delimitar cada una de ellas. Dios siempre cambia y es siempre nuevo. Su obra nunca deja de avanzar. De igual manera, el nombre de Dios ha de cambiar en los últimos días. Lo exige Su obra y es necesario para Su plan de gestión. Por eso no podemos delimitar a Dios según nuestras nociones y fantasías: ¡sería totalmente irracional!”.

Las enseñanzas del hermano Wang me ayudaron a adquirir algo de entendimiento. Supe que el nombre de Dios cambia con Su obra y que no es inmutable. Sin embargo, aún estaba perplejo, así que le pregunté: “Hermano Wang, con tus enseñanzas y estos pasajes que hemos leído, ya sé que Dios adopta un nombre nuevo para cada etapa de Su obra. Cada nombre simboliza una nueva era y una parte del carácter de Dios. Su nombre cambió de Jehová a Jesús porque iba a realizar la obra de redención de la humanidad. No obstante, la Biblia afirma: ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’ (Hebreos 13:8). Estas palabras parecen indicar que el nombre de Dios jamás cambiará; entonces, ¿cómo se explica esto? Por favor, comparte más enseñanzas conmigo”.

Sonriendo, el hermano Wang señaló: “A decir verdad, ese ‘por los siglos’ es una alusión de Dios a Su obra de la era de aquel momento. Esto es, el nombre de Dios no podría cambiar hasta la conclusión de aquella era. Tal como declaró Jehová Dios en la Era de la Ley: ‘Antes de mí no hubo Dios formado, ni lo habrá después de mí. Yo, incluso Yo, soy Jehová; y fuera de mí no hay Salvador’ (Isaías 43:10–11)*, y ‘Este es mi nombre para siempre, y con él se hará memoria de mí de generación en generación’ (Éxodo 3:15). En estos pasajes de la Escritura vemos que Dios nos dijo que solamente Jehová era Dios, que Jehová era el único nombre de Dios para la eternidad. Así pues, tal como lo entendemos nosotros, el nombre Jehová no debería cambiar, pero cuando llegó la Era de la Gracia y Dios vino a obrar, ya no se llamaba Jehová, sino Jesús. A partir de entonces ya no oramos a Jehová Dios, sino al nombre del Señor Jesús. Esto evidencia que el nombre Jehová es el nombre fijado para Dios en la Era de la Ley y que, de igual modo, Jesús es el nombre fijado para Dios en la Era de la Gracia. Mientras no llegue a su fin la obra de Dios de la Era de la Gracia, Su nombre seguirá siendo Jesús. No cambiará. Ahora bien, en cuanto llegue a término la obra de Dios de la Era de la Gracia, también lo hará el nombre de Jesús. El nombre Jehová podrá pasar a ser Jesús y cuando regrese el Señor Jesús sucederá como al final de la Era de la Ley: adoptará un nombre nuevo. Vemos que lo manifestado sobre Sus nombres en esas dos eras —‘para siempre’ y ‘de mí de generación en generación’— se refería a aquellas eras concretas, no a que el nombre de Dios fuera eternamente inmutable. En otras palabras, quería decir que mientras no cambiara la era, el nombre de Dios no cambiaría, pero que en cuanto cambiara la era aquel también cambiaría. Además, el propio Dios es eternamente inmutable, lo que significa que, sean cuales sean los cambios que se produzcan en cada era, la esencia de Dios, Su carácter inherente y lo que tiene y es no cambian nunca. No quiere decir que Su nombre no pueda cambiar nunca”.

Al oír todo aquello me vino una repentina ráfaga de conocimiento. Exclamé con alegría: “¡Gracias al Señor! Ya por fin entiendo que, en la Biblia, ‘para siempre’ y ‘de mí de generación en generación’ significan que el nombre de Dios permaneció igual en aquellas eras, no que Su nombre no pudiera cambiar jamás. El nombre de Dios cambia cuando cambia Su obra; siempre cambia a la par que las eras. Es decir, cuando Dios despliegue Su nueva obra en los últimos días, sin duda tendrá un nombre nuevo”.

El hermano Wang habló: “¡Da gracias al Señor! Es maravilloso que puedas tener esta clase de comprensión. En cuanto a si cambiará o no el nombre de Dios, realmente no podemos delimitar a Dios dentro de nuestras nociones y fantasías. Según la Biblia: ‘¿Quién ha medido las aguas en el cuenco de su mano y los cielos con el palmo […]? ¿Quién ha dirigido al Espíritu de Jehová o, siendo Su consejero, le ha enseñado?’* (Isaías 40:12-13). Dios es el Señor de la creación y Su pensamiento supera al de la humanidad entera. Todo cuanto Dios hace rebosa sabiduría y cuando adopta un nombre hay sabiduría en ello. Cuando cambia de nombre, en él se encuentra, en concreto, Su maravillosa voluntad; algo que nosotros, como seres humanos, no podemos comprender en absoluto. Sólo si buscamos humildemente podemos entender el misterio que hay en ello. Ahora comprendemos que ningún nombre de Dios puede representar plenamente la totalidad de la obra y del carácter de Dios. Además, en cualquier era, la obra de Dios es únicamente una parte de Su obra y lo que Él nos revela, únicamente una parte de Su carácter. No nos ha revelado íntegramente Su obra y Su carácter, por lo que nuestro entendimiento de Dios sigue siendo limitado. Si simplemente nos aferráramos a un nombre de Dios, ¡sería muy fácil delimitar y oponernos a Dios! Igual que los fariseos, que vivían inmersos en sus nociones y fantasías, ateniéndose literalmente a la Escritura con obstinación y creyendo que cuando viniera Dios seguro que lo llamarían Mesías. Entonces, cuando vino con el nombre de Jesús para realizar la obra de redención, se negaron a aceptarlo. Aun cuando veían que las palabras y la obra del Señor Jesús poseían autoridad y poder, seguían sin buscarlas ni investigarlas, oponiéndose frenéticamente a la nueva obra de Dios. Se aliaron con el Gobierno romano para crucificar al Señor Jesús en lo que fue un pecado monstruoso que les granjeó el castigo de Dios. Por eso, en cuanto a los cambios de nombre de Dios, lo único que hay que hacer es mantener un corazón que lo venere, olvidarnos de nuestras nociones y fantasías, buscar más la verdad y sopesar las cosas de acuerdo con las palabras de Dios. ¡No podemos cometer el mismo error desastroso que los fariseos!”.

Al oír esto dije con una prolongada sensación de azoramiento: “Así es. Los fariseos eran muy arrogantes, sólo se aferraban en vano al nombre Mesías a raíz de sus nociones y fantasías, mientras se negaban a admitir que el Señor Jesús era Dios. Tampoco tenían un corazón humilde de búsqueda, sino que se oponían y condenaban disparatadamente al Señor. Por consiguiente, atrajeron para sí la catástrofe, ¡una auténtica advertencia para nosotros! ¡Demos gracias a Dios por guiarnos! Con tus enseñanzas de hoy ya doy por seguro que Dios tendrá un nombre nuevo en los últimos días. En caso contrario, es muy probable que también creyera que solamente podría llamarse Jesús. ¿Eso no sería, precisamente, delimitar a Dios según mis nociones y fantasías? Si no conocemos la verdad, como seres humanos tenemos muchas probabilidades de tomar la misma senda que los fariseos, ¡lo cual tiene unas consecuencias impensables!”. En ese momento me vino a la cabeza que, dado que Dios adoptará un nombre nuevo cuando regrese en los últimos días, ¿cuál será ese nombre? También le hice esta pregunta al hermano Wang.

Observó: “Debemos abordar nuestra fe basándonos en las palabras de Dios. Sobre todo, tenemos que seguir Sus palabras en todo cuanto tenga que ver con la obra o el nombre de Dios. De hecho, hay fundamentos bíblicos para el nombre que adopta Dios en cada etapa de Su obra. Hay profecías bíblicas acerca del nombre de Dios en los últimos días: ‘Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios— el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso’ (Apocalipsis 1:8). ‘Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, que decía: ¡Aleluya! Porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina’ (Apocalipsis 19:6). ‘Y los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, estaban llenos de ojos alrededor y por dentro, y día y noche no cesaban de decir: Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir’ (Apocalipsis 4:8). ‘Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar’ (Apocalipsis 11:17). En todos estos versículos bíblicos se cita al ‘Todopoderoso’. En estas profecías vemos que, cuando regrese el Señor, el nombre de Dios pasará a ser ‘Todopoderoso’”. Dicho esto, el hermano Wang me pasó el libro. A continuación afirmó: “Si lees esto, comprenderás por qué el Señor quiere adoptar este nombre para Su regreso en los últimos días”.

Tomé el libro y leí: “La obra de Dios a lo largo de toda Su gestión es perfectamente clara: la Era de la Gracia es la Era de la Gracia, y los últimos días son los últimos días. Existen claras diferencias entre cada era, porque en cada una de ellas Dios hace una obra que representa a esa era. Para que se lleve a cabo la obra de los últimos días, debe haber fuego, juicio, castigo, ira y destrucción que pondrán fin a la era. Los últimos días se refieren a la era final. Durante esta, ¿no pondrá Dios fin a la era? Para finalizar la era, Dios debe traer consigo castigo y juicio. Sólo así puede Él poner fin a la era. […] Por tanto, durante la Era de la Ley, el nombre de Dios fue Jehová, y en la Era de la Gracia el nombre de Jesús representaba a Dios. Durante los últimos días, Su nombre es Dios Todopoderoso, el Todopoderoso, y usa Su poder para guiar al hombre, conquistarlo, ganarlo y, finalmente, concluir la era” (“La visión de la obra de Dios (3)”). El hermano Wang siguió hablando: “Dios es el Dios sabio y omnipotente y todo cuanto hace tiene pleno sentido. Lo llamarán Todopoderoso en los últimos días porque va a poner fin a la era; va a llevar a cabo la obra de clasificar a las personas por tipos, premiar el bien y castigar el mal. Por tanto, cuando regrese el Señor en los últimos días, deberá aparecerse a la humanidad con un carácter justo, majestuoso, airado e inviolable para mostrar al mundo el carácter inherente a Dios y lo que Él tiene y es. Con este carácter juzga y castiga la corrupción e iniquidad de toda la humanidad, de modo que nos salva plenamente del pecado para que podamos recobrar nuestra santidad humana original. Dios quiere que entendamos que no sólo es capaz de crear todas las cosas, sino también de gobernarlas; que Él no sólo puede ser el sacrificio por los pecados de la humanidad, sino también expresar palabras que perfeccionan, transforman y purifican al hombre; que es el Alfa y la Omega, y Sus maravillas y actos son insondables para cualquier hombre. Dios es el formidable Todopoderoso”.

La confusión de mi corazón se había aclarado totalmente para entonces. Muy conmovido, exclamé: “¡Gran verdad! Dios es el Señor de toda la creación. Es omnipotente y está lleno de autoridad. En los últimos días se nos aparecerá para revelar todo Su carácter y, según las profecías, lo llamarán Todopoderoso a Su regreso. ¡Demos gracias al Señor! Por fin entiendo los misterios subyacentes a los nombres de Dios gracias a lo que hemos hablado hoy. Tengo que compartir esta verdad lo antes posible con los demás hermanos y hermanas para que todos dejen atrás sus nociones y fantasías, escuchen la buena nueva del Todopoderoso ¡y reciban el regreso del Señor!”.

El hermano Wang replicó: “¡Doy gracias al Señor! Todo esto que sabemos ahora es fruto de la guía de Dios. Como predicadores, sin duda alguna debemos guiar a nuestros hermanos y hermanas para que conozcan la verdad y sigan las huellas del Cordero, de modo que puedan asistir a Su banquete. Esta es la comisión que el Señor nos ha encomendado”. Asentí enérgicamente con la cabeza y dije: “Pues vayamos juntos a compartir estas enseñanzas con nuestros hermanos y hermanas”.

Sonriendo, me contestó: “Estupendo, vamos”.

Juntos partimos hacia la iglesia…

Nota al pie:

a. El texto original dice “que es”.


Unas citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.LBLA.com.