El Señor Jesús hizo su obra durante tres años y medio entre los hombres, curó a los enfermos y expulsó a los demonios, y llevó a cabo señales y maravillas, concedió abundantes gracias a la gente, la toleró y la perdonó. Finalmente, fue crucificado por los pecados de la humanidad, se convirtió en una ofrenda por el pecado para la humanidad y completó la obra redentora. Se compara al Señor Jesús con el Cordero de la expiación, y ¿qué sentido hay en esta metáfora?
Un libro dice: “[…] el Señor Jesús vio las dificultades en la vida de las personas, el sufrimiento, el infortunio, y la tristeza de las personas bajo la corrupción de Satanás, existiendo bajo su campo de acción, y en pecado. Mientras experimentaba personalmente la vida humana, también comprobó cuán desamparadas estaban las personas que vivían en medio de la corrupción, y vio y experimentó la desgracia de quienes vivían en pecado, los que estaban perdidos en la tortura de Satanás, del mal. […] y todo lo que observó le hizo sentir la importancia y la necesidad de la obra que había acometido, en ese momento, en la carne. Aunque Él mismo sabía que la responsabilidad que debía asumir en la carne era inmensa, y lo cruel que sería el dolor que afrontaría, cuando vio a la humanidad desamparada en el pecado, el infortunio de sus vidas y sus luchas ineficaces bajo la ley, sintió cada vez mayor tristeza, y más inquietud por salvar a la humanidad del pecado. Independientemente del tipo de dificultades que afrontaría o del dolor que sufriría, estuvo cada vez más decidido a redimir a la humanidad que vivía en pecado. Durante este proceso, se podría decir que el Señor Jesús comenzó a entender con mayor claridad la obra que necesitaba hacer y lo que se le había encomendado. También se sintió cada vez más deseoso de completar la obra que debía acometer: cargar con todos los pecados de la humanidad, hacer expiación por ella para que no viviera más en pecado y que Dios fuera capaz de olvidar los pecados del hombre, gracias a la ofrenda por el pecado, permitiéndole impulsar Su obra de salvar a la humanidad. Se podría decir que, en Su corazón, el Señor Jesús estaba dispuesto a ofrecerse por la humanidad, a sacrificarse. También lo estaba a actuar como ofrenda por el pecado, a ser clavado en la cruz, y estaba ansioso por completar esta obra. Cuando vio las condiciones miserables de las vidas humanas, todavía quiso cumplir Su misión a la mayor rapidez posible, sin el retraso de un solo minuto o segundo. Cuando tuvo ese sentimiento de urgencia, no estaba pensando en lo grande que sería Su dolor ni en cuanta humillación tendría que soportar; sólo tenía una convicción en Su corazón: mientras Él se ofreciera, mientras fuera clavado en la cruz como ofrenda por el pecado, la voluntad de Dios se llevaría a cabo y Él podría comenzar una nueva obra. La vida de la humanidad y su estado de existencia en el pecado, cambiarían por completo. Su convicción y lo que estaba decidido a hacer guardaban relación con salvar al hombre, y sólo tenía un objetivo: llevar a cabo la voluntad de Dios, de manera que pudiese iniciar, con éxito, la siguiente etapa en Su obra”("La Palabra manifestada en carne").
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