Por la mañana, un tímido rayo de luz del sol entró por la ventana alcanzando el cuerpo de Luisa, ¿parece estuvo pensado en algo? ¿Qué se estuvo preocupando?
De hecho, la protagonista está reflexionando sobre las palabras de Pedro: “La devoción espiritual significa que hay que leer la Biblia, orar, cantar y alabar a Dios todos los días. Orar por las familias, los siervos de Dios y los hermanos y hermanas débiles. Mientras haces tales devociones espirituales todos los días, la relación entre el Señor y tú se convertirá más normal, podrás ser aprobado por Dios”. Luisa se sentía muy confundida: “He estado insistiendo en hacer las devociones espirituales según lo que decía el pastor, pero ¿por qué no puedo lograr un buen efecto? ¿Acaso tales devociones no se conforman con la voluntad de Dios?” ¿Si tienes las mismas confusiones que él? Leamos este artículo, para encontrar un camino en él...
¿Qué es un devocional? ¿Cómo hacer correctamente un devocional?
1. Creía que la devoción espiritual consistía en leer la Biblia, orar y cantar himnos con perseverancia
Recuerdo la primera vez que fui a la iglesia, escuché un sermón del pastor y luego conocí un poco la salvación del Señor Jesús y expresé mi deseo de creer en el Señor al instante. Cuando me marchaba, el pastor me recordó que “para vivir como los cristianos hay que practicar la devoción espiritual”. Le pregunté: “¿Qué es la devoción espiritual? ¿Cómo la practicamos?”. Entonces el pastor me dijo: “La devoción espiritual consiste en leer la Biblia, orar y cantar himnos de alabanza cada día. Al orar debemos hacerlo por nuestras familias, por los hermanos y hermanas débiles de nuestra iglesia y por los siervos de Dios. También debemos perseverar para leer la Biblia y cantar himnos cada día y tenemos que seguir haciéndolo ininterrumpidamente. Siempre y cuando practiques diligentemente la devoción espiritual a diario, tu espiritualidad continuará evolucionando, te acercarás cada vez más al Señor y entonces Dios se regocijará”.
Así, empecé a practicar como el pastor me había dicho. Cada mañana me levantaba de la cama a las 5 en punto para comenzar mi devoción espiritual. Primero leía dos capítulos de la Biblia, luego cantaba himnos y después oraba como me había indicado el pastor. Mantuve esta rutina en todas las estaciones y persistí en mis oraciones aunque a veces se me durmieran las piernas de estar tanto tiempo de rodillas. Pasaron varios años y creía que podría recibir un mayor esclarecimiento con la práctica de mi devoción espiritual, que entendería cada vez mejor las palabras del Señor y que tendría una creciente intimidad con Él. Pero en realidad, pese a ser capaz de recitar algunos versículos clásicos de la Biblia y de recordar algunas palabras que empleaba con frecuencia en oración, seguía sin entender en absoluto las palabras del Señor, Su voluntad o Sus exigencias. Llegó un punto en que incluso daba cabezadas o me adormilaba durante la devoción espiritual y no sentía la presencia del Señor en lo más mínimo.
Pregunté a numerosos predicadores, así como a muchos hermanos y hermanas, cómo había que practicar la devoción espiritual para acercarse al Señor, pero la manera en que ellos la practicaban era más o menos como la mía. También ellos madrugaban para orar, leían la Biblia y cantaban himnos de alabanza al Señor sin lograr tampoco ningún resultado evidente. Algunos hasta se dormían mientras oraban. Esto me produjo una enorme consternación: si llevaba algunos años practicando mi devoción espiritual tal como el pastor me había dicho, ¿por qué no había obtenido ningún resultado positivo? ¿Acaso el Señor no consideraba loable esta forma de practicar la devoción espiritual? ¿Cuál era exactamente la voluntad del Señor?
2. ¿En qué consiste la auténtica devoción espiritual?
Un día visité a la hermana Song en su casa para estudiar la Biblia. Cuando le pregunté cómo había que practicar la devoción espiritual para poder recibir el elogio del Señor, la hermana Song sacó un libro titulado El Rollo Abierto por el Cordero y leyó un pasaje del mismo: “Una vida espiritual normal no se limita a la oración, a los cánticos, a la vida de la iglesia, a comer y beber las palabras de Dios, y otras prácticas semejantes, sino que significa vivir una vida espiritual fresca y llena de vida. No se trata del método, sino del resultado. La mayoría de las personas piensan que, para tener una vida espiritual normal, uno tiene que orar, cantar, comer y beber las palabras de Dios, o intentar descifrarlas. Independientemente de que haya algún resultado, o un verdadero entendimiento, estas personas sólo se centran en pasar por los movimientos del exterior y no se enfocan en el resultado: son personas que viven dentro de los rituales de la religión, que no viven en el seno de la iglesia y, menos aún, son personas del reino. Las oraciones, los cantos y el comer y el beber las palabras de Dios por parte de este tipo de personas, todo ello cumple con las normas; están obligadas a hacerlo y lo hacen según las corrientes; no actúan de buen grado ni desde el corazón. Por mucho que estas personas oren o canten, no habrá resultado alguno, porque toda su práctica consiste en normas religiosas y rituales, y no practican la palabra de Dios. Al centrarse tan sólo en el método, y tomar las palabras de Dios como normas que observar, este tipo de persona no ponga en práctica la palabra de Dios, y que se limite a satisfacer la carne y a hacer cosas para presumir delante de los demás. Esta clase de ritual religioso y de normas proceden del hombre, no de Dios. Él no cumple normas ni se atiene a ley alguna; Él hace cosas nuevas cada día y realiza obra práctica. […] Si las personas viven con normas, con el corazón vertido en la práctica, entonces el Espíritu Santo no tiene forma de obrar, porque el corazón de las personas está ocupado por ellas y por los conceptos humanos; por tanto, Dios no tiene manera de obrar; las personas vivirán siempre bajo el control de la ley, y este tipo de persona no será nunca capaz de recibir el elogio de Dios” (“Respecto a una vida espiritual adecuada”).
El pasaje que leyó la hermana me conmovió el corazón. Anteriormente había estudiado Teología, había leído un gran número de libros espirituales, tanto antiguos como modernos, chinos y extranjeros, y había escuchado muchas grabaciones de sermones de predicadores famosos, pero jamás había visto ni oído una explicación tan meridianamente clara de en qué consistía la auténtica devoción espiritual y de los resultados que se consiguen al practicarla. Además, aquel pasaje exponía en qué situación había estado nuestra devoción espiritual desde un principio: ¡no cabía duda de que en ella había normas y errores!
Posteriormente, gracias a las enseñanzas de la hermana, llegué a comprender que la devoción espiritual no implica perseverar en la lectura de la Biblia, en cantar himnos y orar a diario, pues con la auténtica devoción espiritual da igual cómo sean las prácticas externas, lo bien que se observe el rito religioso o cuánto tiempo se practique al día. Lo importante, por el contrario, es el resultado: es decir, depende de si la devoción espiritual puede o no capacitarnos para recibir más esclarecimiento e iluminación del Espíritu Santo, de si puede o no capacitarnos para comprender mejor la voluntad de Dios y de si puede o no capacitarnos para que nos acerquemos más a Él. Por ejemplo, no cantamos himnos por puro formalismo, sino para entrenar el sosiego del corazón ante Dios. Al cantar himnos podemos recibir el esclarecimiento y la orientación del Espíritu Santo, con los cuales entendemos la voluntad de Dios. La oración no es sólo recitar las mismas palabras de siempre una y otra vez, día tras día, año tras año, ni creer que cuanto más tiempo oremos y más cosas digamos en oración más acorde es esta con la voluntad de Dios. La oración consiste más bien en abrir el corazón y confiarle a Dios todo lo que hay en él y todas nuestras dificultades prácticas. La oración supone presentarse ante Dios y buscar Su voluntad y el sendero de práctica. No leemos las palabras del Señor con la sola finalidad de entender su sentido literal y dotarnos de conocimientos y doctrinas espirituales para luego predicárselos a otros o para resolver los problemas de nuestros hermanos y hermanas. Por el contrario, leemos las palabras del Señor con el fin de meditarlas, comprender la voluntad y las exigencias del Señor hacia nosotros, practicar mejor Sus palabras y hacerlo de acuerdo con Su voluntad.
Nunca había buscado resultados en mi devoción espiritual, sino que la había practicado a diario como si solamente estuviera llevando a cabo una tarea. Cuando cantaba himnos, cantaba por cantar; cuando oraba, siempre repetía la misma secuencia, las mismas palabras muchas veces; cuando leía la Biblia, únicamente entendía algo del sentido literal de las palabras y me dotaba de un poco de teoría espiritual. Sencillamente, nunca reflexioné sobre por qué el Señor había dicho lo que había dicho, sobre cuáles eran Su voluntad y Sus exigencias subyacentes a las cosas que había dicho, sobre qué verdades entendía yo en Sus palabras, etc. Comparándome con el pasaje que había leído la hermana Song, al final comprobé que mi devoción espiritual no consistía sino en seguir unas normas y llevar a cabo un rito religioso; no era una auténtica devoción espiritual y, francamente, eso no podía granjearme el elogio de Dios. Medité con ahínco aquel pasaje y advertí que no sólo exponía la causa principal de por qué no logramos nada con nuestra devoción espiritual, sino que también nos mostraba el sendero de práctica. ¡Aquel pasaje fue verdaderamente de gran utilidad y provecho para mí! Quería leer más, por lo que le pedí prestado el libro a la hermana Song.
3. Cómo conseguir una auténtica devoción espiritual
Al llegar a casa leí varios pasajes seguidos. Uno de ellos decía: “Las personas creen en Dios, lo aman, y lo satisfacen cuando tocan el Espíritu de Dios con su corazón y, de ese modo, logran la satisfacción de Dios. Cuando contactan con corazón con las palabras de Dios, Su espíritu las conmueve. Si se quiere alcanzar una vida espiritual normal y establecer una relación normal con Dios, primero hay que entregarle el corazón a Dios y tranquilizar el corazón ante Él. Sólo después que se haya derramado el corazón ante Dios se puede, poco a poco, tener una vida espiritual normal. […] Si tu corazón se puede derramar en Dios, y mantenerse tranquilo delante de Él, tendrás la oportunidad, las cualificaciones, para que el Espíritu Santo te use, para recibir Su esclarecimiento e iluminación, y tendrás aún más la oportunidad de que el Espíritu Santo compense tus deficiencias. Cuando das tu corazón a Dios, puedes entrar de forma más profunda en el lado positivo, y estar en un plano más elevado de entendimiento; en el lado negativo, tendrás más entendimiento de tus propias faltas y deficiencias, estarás más dispuesto a buscar satisfacer la voluntad de Dios y, en un estado no pasivo, entrarás activamente, y esto significará que eres una persona correcta” (“Es muy importante establecer una relación normal con Dios”).
Mientras meditaba este pasaje comprendí que, si quería tener una vida espiritual normal, primero tenía que olvidarme de todas aquellas viejas normas y prácticas del pasado, apartar el corazón de todas las personas, circunstancias y cosas del mundo exterior y sosegarlo ante Dios, orarle, leer Sus palabras y meditarlas con honestidad de corazón. En cuanto a aquello que no entendiera, supe que tenía que orar y buscar más con Dios; no podía limitarme a echar un vistazo rápido a las palabras de Dios y dejarlas pasar. La única forma de recibir el esclarecimiento y la iluminación del Espíritu Santo y de entablar una relación normal con Dios pasaba por practicar de este modo. Cuando nos volcamos de corazón en las palabras de Dios, al final descubrimos si nos comportamos según nuestros deseos en aquello que nos encontramos en la vida o si practicamos de acuerdo con las palabras de Dios; descubrimos que hay cosas en las que no practicamos totalmente de acuerdo con la voluntad de Dios y que sigue habiendo en nosotros errores, defectos y demás. Cuando reflexionamos acerca de estas cosas, buscamos el sendero de práctica en las palabras de Dios y después lo incorporamos a nuestra vida, lo practicamos y entramos en él a fin de resolver nuestros problemas reales. Sólo una vida espiritual que pueda lograr esta clase de resultados es una auténtica devoción espiritual. Una vez que lo hube comprendido, comencé a practicar y a entrar en ella: cuando practicaba la devoción espiritual, oraba al Señor por todos los problemas y dificultades que me encontraba a diario y buscaba el sendero de práctica en las palabras del Señor. Cuando oraba, le contaba al Señor todo lo que había en mi corazón, le hablaba sinceramente, le confiaba todas mis dificultades prácticas y le pedía ayuda; mis oraciones ya no consistían en seguir unas normas, en llevar a cabo un rito religioso ni en decir las mismas palabras de siempre. Cuando leía las palabras de Dios, ya no importaba cuánto leía ni cuánto era capaz de memorizar. Me centraba, en cambio, en meditar y buscar la voluntad y las exigencias del Señor, reflexionaba sobre si practicaba o no de acuerdo con las palabras del Señor ante los problemas y, de no ser así, sobre por qué no lo hacía, sobre qué debería hacer la próxima vez que me topara con el mismo problema, y así sucesivamente. Después de practicar de este modo durante un tiempo, percibía que mi relación con el Señor era cada vez más normal, a menudo notaba el esclarecimiento y la orientación del Espíritu Santo al leer las palabras del Señor y, cuando oraba, me emocionaba y presentía claramente que el Señor escuchaba mis oraciones. ¡Gracias al Señor!
El libro, El Rollo Abierto por el Cordero, también hablaba sobre qué es la auténtica vida espiritual, sobre cómo entablar una relación normal con Dios, sobre qué es una auténtica vida de iglesia y más cosas. Cuanto más lo leía, más nítido lo veía todo y más lo disfrutaba. Por otra parte, este libro explicaba muchas cosas que nunca antes había entendido en la Biblia. Con la lectura de este libro se resolvieron muchos problemas que antes me habían confundido y de pronto vi la luz, como si las nubes se hubieran alejado y hubieran dejado al descubierto la luz del sol. Me daba la impresión de que este libro no podía haber sido escrito por una persona corriente, pues era muy edificante y beneficioso, y no pude evitar pensar en las palabras del Señor Jesús: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:12–13). El Señor afirmó claramente que, cuando regrese, nos contará todas las verdades que aún no entendemos. Este libro tenía la capacidad de explicarlo todo con gran claridad; ¿acaso las palabras que contenía provenían de las declaraciones del Espíritu Santo? Estudié minuciosamente el libro y leí el título, El Rollo Abierto por el Cordero. Me dio un vuelco el corazón cuando de repente pensé: ¿no sería este libro el pequeño rollo tantas veces profetizado en el Apocalipsis? Pero solamente el Cordero puede abrir el pequeño rollo sellado… En medio de estos pensamientos, no pude quedarme ahí por más tiempo y, tras orar al Señor, agarré el libro y me fui rápidamente a casa de la hermana Song…
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Las escrituras tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA) Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.lbla.com.
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