I
Dios no viene a salvar
al hombre a través
del Espíritu
ni como Espíritu,
al que nadie puede ver
ni acercarse o tocar.
Si Dios salvara a la humanidad
como Espíritu
y no como hombre,
nadie obtendría la salvación,
nadie podría ser salvado.
Dios se encarna en un hombre,
y Su palabra se hace carne.
Para así poder impartirla
entre todos los que lo siguen.
Y así podrán oír y ver
y recibir Su palabra.
Sólo a través
de esto el hombre
puede salvarse del pecado.