Las palabras relevantes de Dios:
El camino de la vida no es algo que cualquiera pueda poseer y tampoco es algo que cualquiera pueda conseguir con facilidad. Esto se debe a que la vida solo puede proceder de Dios, es decir, solo Dios mismo posee la esencia de la vida y solo Dios mismo tiene el camino de vida. Y, así, solo Dios es la fuente de la vida y el manantial del agua viva de la vida que siempre fluye. Desde que creó el mundo, Dios ha hecho mucha obra que implica la vitalidad de la vida, ha hecho mucha obra que le da vida al hombre y ha pagado un gran precio para que el hombre pueda alcanzar la vida. Esto se debe a que Dios mismo es la vida eterna y Dios mismo es el camino por el cual el hombre resucita. Dios nunca está ausente del corazón del hombre y vive entre los hombres todo el tiempo. Ha sido la fuerza que impulsa la vida del hombre, la raíz de la existencia humana, y un rico depósito para su existencia después del nacimiento. Él hace que el hombre vuelva a nacer y le permite vivir con constancia en cada función de su vida. Gracias a Su poder y Su fuerza de vida inextinguible, el hombre ha vivido generación tras generación, a través de las cuales el poder de la vida de Dios ha sido el pilar de su existencia, y por el cual Dios ha pagado un precio que ningún hombre común ha pagado jamás. La fuerza de vida de Dios puede prevalecer sobre cualquier poder; además, excede cualquier poder. Su vida es eterna, Su poder extraordinario, y Su fuerza de vida no puede ser aplastada por ningún ser creado ni fuerza enemiga. La fuerza de vida de Dios existe e irradia su reluciente resplandor, independientemente del tiempo o el lugar. El cielo y la tierra pueden sufrir grandes cambios, pero la vida de Dios es la misma para siempre. Todas las cosas pueden pasar, pero la vida de Dios todavía permanecerá porque Él es la fuente de la existencia de todas las cosas y la raíz de su existencia. La vida del hombre proviene de Dios, la existencia del cielo se debe a Dios, y la existencia de la tierra procede del poder de la vida de Dios. Ningún objeto que tenga vitalidad puede trascender la soberanía de Dios, y ninguna cosa que tenga vigor puede eludir el ámbito de Su autoridad. De esta manera, independientemente de quiénes sean, todos se deben someter al dominio de Dios, todos deben vivir bajo el mandato de Dios y nadie puede escapar de Sus manos.
Extracto de ‘Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna’ en “La Palabra manifestada en carne”
Desde que Dios creó todas las cosas, estas han estado funcionando y han seguido desarrollándose en forma ordenada y de acuerdo con las leyes que Él prescribió. Bajo Su mirada, bajo Su gobierno, la humanidad ha sobrevivido y, mientras tanto, todas las cosas han venido desarrollándose en forma ordenada. No hay nada que pueda cambiar ni destruir estas leyes. Gracias al gobierno de Dios todas las cosas pueden multiplicarse, y es gracias a Su gobierno y gestión que todos los seres pueden sobrevivir. Es decir, bajo el gobierno de Dios todos los seres llegan a existir, desarrollarse, desaparecer y reencarnarse de una forma ordenada. Cuando llega la primavera, la llovizna produce la sensación de la estación fresca y humedece la tierra. El suelo empieza a reblandecerse y la hierba se abre camino a través de este y comienza a germinar, mientras que los árboles van reverdeciendo. Todas estas cosas vivas aportan nueva vitalidad a la tierra. Esto es lo que sucede cuando todos los seres llegan a la existencia y se desarrollan. Toda clase de animales salen de sus guaridas para sentir el calor de la primavera y comenzar un nuevo año. Todos los seres disfrutan del calor durante el verano y de la calidez que trae esta estación. Crecen rápidamente. Árboles, hierba y todo tipo de plantas van creciendo con mucha rapidez, hasta que finalmente florecen y dan fruto. Todos los seres están ocupados durante el verano, incluidos los humanos. En otoño, la lluvia trae el frescor otoñal, y todo tipo de seres vivientes empiezan a presentir la llegada de la estación de la cosecha. Todos los seres dan frutos, y los humanos empiezan a cosechar estos varios tipos de frutos con el fin de prepararse para el invierno. En invierno, todos los seres comienzan poco a poco a aquietarse y descansar a medida que llega el clima más frío, y las personas también se toman un respiro durante esta estación. De una estación a otra, pasando de la primavera al verano, al otoño y al invierno —estos cambios se producen todos ellos según las leyes establecidas por Dios—. Él guía a todas las cosas y a la humanidad sirviéndose de estas leyes y ha establecido una forma de vida rica y colorida para la humanidad, preparando un entorno para la supervivencia que tiene diferentes temperaturas y estaciones. Por eso, dentro de esta clase de entornos ordenados para la supervivencia, los seres humanos pueden sobrevivir y multiplicarse de una forma ordenada. Los seres humanos no pueden cambiar estas leyes y ninguna persona o ser puede quebrantarlas. Aunque hayan tenido lugar innumerables cambios, los mares se hayan convertido en campos y los campos en mares, estas leyes siguen existiendo. Existen porque Dios existe, y gracias a Su gobierno y Su gestión. Con este tipo de entorno ordenado y de gran escala, las vidas de las personas avanzan dentro de estas leyes y normas. Bajo estas leyes se criaron sucesivas generaciones de personas, y sucesivas generaciones han sobrevivido. Las personas han disfrutado de este entorno ordenado para la supervivencia, así como de las muchas cosas creadas por Dios para una generación tras otra. Aunque las personas sienten que estos tipos de leyes son innatos y dan por sentada su existencia con desinterés, y aunque no pueden sentir que Dios las está orquestando, que Él gobierna sobre ellas, pase lo que pase, Dios siempre está ocupado en esta obra inmutable. Su propósito en ella es la supervivencia de la humanidad, y que esta pueda seguir adelante.
Extracto de ‘Dios mismo, el único IX’ en “La Palabra manifestada en carne”
Dios dirige las normas que gobiernan el funcionamiento de todas las cosas; Él dirige las normas que gobiernan la supervivencia de todas las cosas; Él controla todas las cosas y las dispone para que se refuercen y dependan entre sí, para que no perezcan ni desaparezcan. Solo así la humanidad puede continuar viviendo; solo así puede vivir bajo la guía de Dios en ese entorno. Dios es quien dirige estas normas de funcionamiento, y nadie puede interferir con ellas, ni cambiarlas. Solo Dios mismo las conoce y solo Él las gestiona. Cuándo germinarán los árboles, cuándo lloverá, cuánta agua y cuántos nutrientes dará la tierra a las plantas, en qué estación caerán las hojas, en qué estación darán fruto los árboles, cuántos nutrientes dará la luz del sol a los árboles, qué exhalarán estos tras nutrirse de la luz del sol, todo esto fue dispuesto por Dios cuando creó todas las cosas, como normas que nadie puede quebrantar. Las cosas que Dios creó, ya sea vivientes o, a los ojos del hombre, no vivientes, están en Su mano, donde Él las controla y reina sobre ellas. Nadie puede cambiar ni quebrantar estas normas. Es decir, cuando Dios creó todas las cosas, predeterminó que sin la tierra, el árbol no podría echar raíces, germinar y crecer; que si la tierra no tuviera árboles, se secaría; que el árbol debía convertirse en el hogar de los pájaros y en un lugar en el que podrían refugiarse del viento. ¿Puede un árbol vivir sin la luz del sol? (No). Tampoco podría vivir solo con la tierra. Todas estas cosas son para la humanidad, para su supervivencia. Del árbol, el hombre recibe aire fresco, y vive sobre la tierra que está protegida por el árbol. El hombre no puede vivir sin la luz ni sin diversos seres vivos. Aunque estas relaciones son complejas, debes recordar que Dios creó las reglas que gobiernan todas las cosas de forma tal que puedan fortalecerse mutuamente, depender entre sí y coexistir. En otras palabras, cada cosa creada por Él tiene valor y significado. Si Dios creara algo sin significado, lo haría desaparecer. Este es uno de los métodos que usa Dios para proveer para todas las cosas.
Extracto de ‘Dios mismo, el único VII’ en “La Palabra manifestada en carne”
Que “Dios provee para todas las cosas” es una frase con un sentido y alcance muy amplios. Dios no solo provee a las personas en sus necesidades diarias de alimentos y bebida; Él provee a la humanidad todo lo que necesita, incluyendo todo lo que las personas pueden ver y también las cosas que no se pueden ver. Dios sostiene, gestiona y reina sobre este entorno vital que es esencial para la humanidad. Es decir, cualquiera que sea el entorno que la humanidad necesite en cada estación, Dios lo ha preparado. Dios también gestiona el tipo de aire y la temperatura para que sean adecuados para la supervivencia humana. Las normas que gobiernan estas cosas no se producen por sí solas o aleatoriamente; son el resultado de la soberanía de Dios y de Sus hechos. Dios mismo es la fuente de todas estas normas y la fuente de vida para todas las cosas. Lo creas o no, lo veas o no, lo entiendas o no, esta es una realidad establecida e irrefutable.
Extracto de ‘Dios mismo, el único VII’ en “La Palabra manifestada en carne”
¿Cuáles son las condiciones básicas en las que se basan estos diferentes estilos de vida humanos? ¿No es absolutamente necesario que los entornos en los cuales pueden sobrevivir sean mínimamente preservados? Es decir, si los que subsisten por medio de la caza perdieran los bosques montañosos o las aves y los animales, desaparecería su fuente de sustento. La dirección a tomar por esta etnia y esta clase de personas se volvería incierta y podrían incluso desaparecer. ¿Y qué sucede con los que viven del pastoreo? ¿De qué dependen? En realidad, no dependen de su ganado, sino del entorno en el que este sobrevive: los pastizales. Si no hubiera pastizales, ¿adónde llevarían a pastar a su ganado? ¿Qué comerían las reses y las ovejas? Sin el ganado, estos pueblos nómadas no tendrían sustento. Sin una fuente de sustento, ¿a dónde irían estas personas? Sería muy difícil para ellos poder sobrevivir; no tendrían futuro. Si no existieran fuentes de agua y los ríos y lagos se secaran, ¿seguirían existiendo todos esos peces que dependen del agua para vivir? No. ¿Podrían sobrevivir esas personas que dependen del agua y de los peces para su sustento? Si no tuvieran alimento, si carecieran de su fuente de sustento, esas personas no podrían seguir sobreviviendo. Es decir, si cierta etnia alguna vez se topara con un problema para procurar su sustento o su supervivencia, dejaría de existir y podría desaparecer de la faz de la tierra y se extinguiría. Y si los que viven de la agricultura perdieran sus tierras, si no pudieran cultivar toda clase de plantas y conseguir su alimento a partir de ellas, ¿cuál sería su desenlace? Sin alimentos, ¿no se morirían las personas de hambre? Si las personas se muriesen de hambre, ¿no sería aniquilada esa raza humana? Por consiguiente, este es el propósito de Dios al mantener diversos tipos de entornos. Dios solo tiene un propósito al mantener diferentes entornos y ecosistemas y todos los distintos seres vivientes dentro de ellos; lo hace para alimentar a toda clase de personas, para sustentar a personas que viven en diferentes entornos geográficos.
Si todas las cosas de la creación perdieran sus propias leyes, dejarían de existir; si las leyes de todas las cosas se perdieran, los seres vivos entre todas las cosas no podrían seguir adelante. La humanidad también perdería los entornos de los que depende para su supervivencia. Si la humanidad perdiera todo eso, no podría continuar viviendo, como lo venía haciendo, ni desarrollarse y multiplicarse generación tras generación. La razón por la que los seres humanos han sobrevivido hasta ahora es que Dios les ha provisto de todas las cosas de la creación para nutrirlos, y para hacerlo de diferentes formas. La humanidad ha sobrevivido hasta ahora, hasta el día de hoy, solo porque Dios alimenta a los seres humanos de distintas maneras. Con un tipo de entorno fijo para la supervivencia que sea favorable y en el cual las leyes naturales estén en orden, todas las diferentes clases de personas de la tierra, todas las razas diferentes, pueden sobrevivir dentro de sus ámbitos prescritos. Nadie puede ir más allá de estos ámbitos o límites, porque Dios es quien los ha delineado.
Extracto de ‘Dios mismo, el único IX’ en “La Palabra manifestada en carne”
Dios creó este mundo y trajo a él al hombre, un ser vivo al que le otorgó la vida. Después, el hombre tuvo padres y parientes y ya no estuvo solo. Desde que el hombre puso los ojos por primera vez en este mundo material, estuvo destinado a existir dentro de la predestinación de Dios. El aliento de vida proveniente de Dios sostiene a cada ser vivo hasta llegar a la adultez. Durante este proceso, nadie siente que el hombre esté creciendo bajo el cuidado de Dios. Más bien, la gente cree que lo hace bajo el amor y el cuidado de sus padres y que es su propio instinto de vida el que dirige este crecimiento. Esto se debe a que el hombre no sabe quién le otorgó la vida o de dónde viene esa vida, y, mucho menos, la manera en la que el instinto de la vida crea milagros. El hombre solo sabe que el alimento es la base para que su vida continúe, que la perseverancia es la fuente de su existencia y que las creencias de su mente son el capital del que depende su supervivencia. El hombre es totalmente ajeno a la gracia y la provisión de Dios y, así, desperdicia la vida que Dios le otorgó… Ni uno solo de esta humanidad a quien Dios cuida día y noche toma la iniciativa de adorarlo. Dios simplemente continúa obrando en el hombre —sobre el cual no tiene expectativas— tal y como lo planeó. Lo hace así con la esperanza de que, un día, el hombre despierte de su sueño y, de repente, comprenda el valor y el significado de la vida, el precio que Dios pagó por todo lo que le ha dado y la ansiedad con la que Dios espera que el hombre regrese a Él. Nadie ha investigado nunca los secretos del origen y la continuidad de la vida del hombre. Solo Dios, que entiende todo esto, soporta en silencio el dolor y los golpes que el hombre —que ha recibido todo de parte de Él, pero que no es agradecido— le propina. El hombre da por sentado todo lo que la vida brinda y, del mismo modo, piensa que es “parte de la rutina” que Dios sea traicionado por el hombre, olvidado por el hombre y extorsionado por el hombre. ¿Podría ser que el plan de Dios realmente tenga tal importancia? ¿Podría ser que el hombre, este ser vivo que provino de la mano de Dios, tenga tal importancia? Indudablemente, el plan de Dios es importante; sin embargo, este ser vivo creado por la mano de Dios existe en aras de Su plan. Por lo tanto, Dios no puede causar estragos sobre Su plan por odio hacia esta raza humana. Es por el bien de Su plan y por el aliento que insufló que Él soporta todos los tormentos; no por la carne del hombre, sino por la vida del hombre. Él lo hace no para recuperar la carne del hombre, sino la vida que Él insufló. Este es Su plan.
Todos los que vienen a este mundo deben experimentar la vida y la muerte, y la mayoría de ellos han pasado por el ciclo de la muerte y el renacimiento. Los que viven pronto morirán y los muertos pronto regresarán. Todo esto es el curso de la vida dispuesto por Dios para cada ser vivo. Sin embargo, este curso y este ciclo son, justamente, la verdad que Dios desea que el hombre contemple: que la vida que Dios le otorga al hombre es ilimitada, sin restricciones por el carácter físico, el tiempo o el espacio. Este es el misterio de la vida otorgada por Dios al hombre y la prueba de que la vida vino de Él. Aunque muchos puedan no creer que la vida vino de Dios, el hombre inevitablemente goza de todo lo que viene de Dios, crea o niegue Su existencia. Si un día Dios tuviera un cambio repentino en su forma de pensar y deseara reclamar todo lo que existe en el mundo y recuperar la vida que ha dado, entonces todo desaparecerá. Dios usa Su vida para proveer a todas las cosas, tanto vivas como inertes, y trae el orden en virtud de Su poder y autoridad. Esta es una verdad que nadie puede concebir ni comprender y estas verdades incomprensibles son la manifestación misma y el testimonio de la fuerza vital de Dios. Ahora bien, déjame contarte un secreto: la grandeza y el poder de la vida de Dios son insondables para cualquier criatura. Es así ahora, como lo fue en el pasado, y así será en el tiempo por venir. El segundo secreto que impartiré es este: la fuente de la vida proviene de Dios para todos los seres creados, sin importar lo diferentes que puedan ser en forma o estructura. Seas el tipo de ser vivo que seas, no te puedes poner en contra de la trayectoria de vida que Dios ha establecido. En cualquier caso, todo lo que deseo es que el hombre entienda esto: sin el cuidado, la custodia y la provisión de Dios, el hombre no puede recibir todo lo que estaba destinado a recibir, sin importar con cuánta diligencia lo intente o lo mucho que se esfuerce. Sin la provisión de vida de Dios, el hombre pierde el sentido de valor del vivir y el sentido del significado de la vida. ¿Cómo podría Dios permitirle al hombre, que desperdicia frívolamente el valor de Su vida, ser tan despreocupado? Como he dicho antes: no olvides que Dios es la fuente de tu vida. Si el hombre no atesora todo lo que Dios le ha otorgado, Dios no solo recuperará lo que dio en el principio, sino que le exigirá al hombre, como recompensa, el doble del precio de todo lo que Él ha dado.
Extracto de ‘Dios es la fuente de la vida del hombre’ en “La Palabra manifestada en carne”
La obra de gestión de Dios comenzó en la creación del mundo, y el hombre se encuentra en el centro de esta obra. Puede decirse que la creación de todas las cosas por parte de Dios es en beneficio del hombre. Como la obra de Su gestión abarca miles de años y no se lleva a cabo simplemente en cuestión de minutos o segundos o en un abrir y cerrar de ojos ni a lo largo de un año o dos, Él tuvo que crear más cosas necesarias para la supervivencia del hombre, como el sol, la luna, todo tipo de criaturas vivientes, alimentos y un entorno hospitalario. Este fue el comienzo de la gestión de Dios.
Después de eso, Dios le entregó la humanidad a Satanás, y el hombre vivió bajo su campo de acción, lo cual llevó gradualmente a la obra de Dios de la primera era: la historia de la Era de la Ley… A lo largo de varios miles de años durante la Era de la Ley, la humanidad se acostumbró a la guía de esta y la dio por hecho. Poco a poco, el hombre dejó el cuidado de Dios. Y así, aunque seguía la ley, también adoraba a ídolos y llevaba a cabo actos malvados. Quedaron sin la protección de Jehová y se limitaron a vivir su vida delante del altar en el templo. De hecho, la obra de Dios los había abandonado hacía mucho, y aunque los israelitas seguían apegándose a la ley, pronunciaban el nombre de Jehová y hasta creían con orgullo que solo ellos eran el pueblo de Jehová y Sus escogidos, la gloria de Dios los abandonó silenciosamente…
Cuando Dios lleva a cabo Su obra, siempre abandona un lugar en silencio y lleva a cabo con delicadeza la nueva obra que inicia en otra parte. Esto les parece increíble a las personas, que están adormecidas. Siempre han valorado lo viejo y han visto las cosas nuevas y poco familiares con hostilidad o como un fastidio. Y así, cualquiera que sea la nueva obra que Dios lleve a cabo, desde el principio hasta el final, el hombre es el último, entre todas las cosas, en saber de ella.
Como siempre ha ocurrido, después de la obra de Jehová en la Era de la Ley, Dios empezó Su nueva obra de la segunda etapa: asumiendo la carne —encarnándose como hombre durante diez, veinte años— y hablando y haciendo Su obra entre los creyentes. Pero nadie lo sabía, sin excepción, y solo un pequeño número de personas reconocía que Él era Dios hecho carne después de que el Señor Jesús fuera clavado en la cruz y resucitara. […] En cuanto se completó la segunda etapa de la obra de Dios —después de la crucifixión—, Su obra de recuperar al hombre del pecado (es decir, de las manos de Satanás) se cumplió. Y así, a partir de ese momento, la humanidad solo tenía que aceptar al Señor Jesús como el Salvador y sus pecados les serían perdonados. Nominalmente hablando, los pecados del hombre ya no eran una barrera para que alcanzara su salvación y se presentara delante de Dios, ni eran ya la ventaja por la que Satanás acusaba al hombre. Esto se debe a que Dios mismo había llevado a cabo obra real, se había convertido en la semejanza y la muestra de la carne pecaminosa, y Él mismo era la ofrenda por el pecado. De esta forma, el hombre descendió de la cruz y fue redimido y salvado a través de la carne de Dios: la semejanza de esta carne pecaminosa. Y así, después de haber sido tomado en cautiverio por Satanás, el hombre se acercó un paso más a aceptar la salvación de Dios delante de Él. Por supuesto, esta etapa de la obra fue más profunda y desarrollada que la gestión de Dios durante la Era de la Ley.
Esa es la gestión de Dios: entregar a la humanidad a Satanás —una humanidad que no sabe qué es Dios, qué es el Creador, cómo adorar a Dios o por qué es necesario someterse a Él— y permitir que Satanás lo corrompa. Entonces, paso a paso, Dios recupera al hombre de las manos de Satanás, hasta que el hombre adora plenamente a Dios y rechaza a Satanás. Esta es la gestión de Dios. Puede sonar a cuento mítico y parecer desconcertante. Las personas sienten que esto es un cuento mítico porque no tienen ni idea de cuánto le ha ocurrido al hombre a lo largo de los últimos milenios y, mucho menos, cuántas historias han ocurrido en el cosmos y en el firmamento. Además, se debe a que no pueden apreciar el mundo más asombroso y atemorizante que existe más allá del mundo material, pero que sus ojos mortales les impiden ver. Esto le parece incomprensible al hombre porque no entiende la importancia de la salvación de la humanidad por parte de Dios o la importancia de Su obra de gestión, ni tampoco cómo Dios desea que sea la humanidad en última instancia. ¿Desea que la humanidad no sea corrompida en absoluto por Satanás? ¡No! El propósito de la gestión de Dios es ganar a un grupo de personas que adoren a Dios y se sometan a Él. Aunque estas personas han sido corrompidas por Satanás, ya no lo ven como su padre; reconocen el repugnante rostro de Satanás y lo rechazan, y vienen delante de Dios para aceptar Su juicio y Su castigo. Llegan a saber lo que es feo y cómo contrasta con aquello que es santo, y reconocen la grandeza de Dios y la maldad de Satanás. Una humanidad como esta no trabajará más para Satanás ni lo adorará ni lo consagrará. Es porque se trata de un grupo de personas que han sido ganadas por Dios de verdad. Esta es la importancia de la obra de Dios de gestionar a la humanidad. Durante Su obra de gestión de este tiempo, la humanidad es el objeto tanto de la corrupción de Satanás como de la salvación de Dios, y el hombre es el producto por el que pelean Dios y Satanás. Al mismo tiempo que Dios lleva a cabo Su obra, recupera poco a poco al hombre de las manos de Satanás y, así, el hombre se acerca cada vez más a Dios…
Y después vino la Era del Reino, que es una etapa más práctica de la obra y, sin embargo, es también la más difícil de aceptar para el hombre. Esto se debe a que, cuanto más se acerca el hombre a Dios, más se acerca a él Su vara, y Su rostro se revela con mayor claridad al hombre. Después de la redención de la humanidad, el hombre regresó oficialmente a la familia de Dios. El hombre pensó que ese era el momento de disfrutar; sin embargo, es objeto de un ataque frontal total por parte de Dios que nadie pudo haber previsto jamás. Resulta que es un bautismo que el pueblo de Dios tiene que “disfrutar”. Con ese trato, las personas no tienen más opción que detenerse y pensar para sí: “yo soy el cordero, perdido durante muchos años, por el cual Dios pagó mucho para volverlo a comprar; entonces, ¿por qué me trata Él así? ¿Es esta la forma en la que Dios se ríe de mí y me pone en evidencia?…” Con el paso de los años, el hombre se ha curtido y ha experimentado la dureza del refinamiento y el castigo. Aunque el hombre ha perdido la “gloria” y el “romance” de tiempos pasados, sin saberlo, ha llegado a entender los principios de la conducta humana y a apreciar los años de devoción de Dios para salvar a la humanidad. El hombre comienza lentamente a aborrecer su propia barbarie. Empieza a odiar lo salvaje que es, todas las malinterpretaciones y exigencias irracionales que ha hecho de Dios. El reloj no puede volver atrás en el tiempo. Los acontecimientos del pasado se convierten en los pesarosos recuerdos del hombre, y las palabras y el amor de Dios pasan a ser la fuerza impulsora de la nueva vida del hombre. Las heridas de este se curan día tras día, su fortaleza vuelve y se pone en pie y mira el rostro del Todopoderoso… solo para descubrir que Él siempre ha estado a mi lado, y que Su sonrisa y Su hermoso rostro siguen siendo muy conmovedores. Su corazón se sigue preocupando por la humanidad que Él creó, y Sus manos siguen siendo tan cálidas y poderosas como lo fueron en el principio. Es como si el hombre regresara al jardín del Edén pero, esta vez, ya no escucha las tentaciones de la serpiente ni se aleja del rostro de Jehová. El hombre se arrodilla ante Dios, contempla Su rostro sonriente y ofrece su sacrificio más valioso: ¡Oh! ¡Mi Señor, mi Dios!
Extracto de ‘El hombre sólo puede salvarse en medio de la gestión de Dios’ en “La Palabra manifestada en carne”
Desde la existencia de la gestión de Dios, Él siempre ha estado totalmente dedicado a llevar a cabo Su obra. A pesar de ocultar Su persona del hombre, siempre ha estado a su lado, obrando en él, expresando Su carácter, guiando a toda la humanidad con Su esencia, y haciendo Su obra en cada persona por medio de Su poder, Su sabiduría y Su autoridad, dando así lugar a la Era de la Ley, la Era de la Gracia y la Era del Reino actual. Aunque Dios oculta Su persona del hombre, Su carácter, Su ser y posesiones, así como Su voluntad hacia la humanidad, se le revelan sin reservas para que los vea y experimente; en otras palabras, aunque los seres humanos no pueden ver ni tocar a Dios, Su carácter y Su esencia, con los que la humanidad se ha encontrado, son absolutamente expresiones de Dios mismo. ¿Acaso no es verdad? Independientemente de la manera o el ángulo de aproximación que Dios elija para llevar a cabo Su obra, Él siempre trata a las personas mediante Su identidad verdadera, hace la obra que a Él le incumbe y dice las palabras que está obligado a decir. No importa desde qué posición hable Dios —podría estar en el tercer cielo, o en la carne, o incluso bajo el aspecto de una persona corriente—, Él siempre le habla al hombre con todo Su corazón y toda Su mente, sin ningún engaño ni ocultamiento. Cuando lleva a cabo Su obra, Dios expresa Su palabra y Su carácter, lo que tiene y lo que es, sin ninguna reserva en absoluto. Él dirige a la humanidad con Su vida, Su ser y Sus posesiones.
Extracto de ‘La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I’ en “La Palabra manifestada en carne”
Han pasado varios miles de años, y la humanidad sigue disfrutando de la luz y el aire concedidos por Dios, sigue respirando el aliento exhalado por Dios mismo, sigue disfrutando de las flores, las aves, los peces y los insectos creados por Él, y disfruta de todas las cosas que Él ha proveído; el día y la noche siguen reemplazándose mutuamente de continuo; las cuatro estaciones alternan como de costumbre; los gansos vuelan en el cielo partiendo el invierno, y seguirán volviendo la próxima primavera; los peces en el agua nunca dejan los lagos y los ríos, su hogar; las cigarras de la tierra cantan con el corazón durante los días de verano; los grillos de la hierba tararean al compás del viento durante el otoño; los gansos se reúnen en bandadas, mientras las águilas permanecen en solitario; las manadas de leones se sustentan cazando; el alce no se aparta de la hierba y de las flores… Cada especie de criatura viviente entre todas las cosas parte y regresa, y después vuelve a partir, con un millón de cambios que se producen en un parpadeo. Pero lo que no cambia son los instintos y las leyes de la supervivencia. Viven bajo la provisión y la alimentación de Dios, y nadie puede cambiar sus instintos, como tampoco nadie puede alterar sus reglas de supervivencia. Aunque la humanidad, que vive entre ellos, ha sido corrompida y engañada por Satanás, el hombre sigue sin poder renunciar al agua, al aire y a todo lo creado por Dios. El hombre sigue viviendo y proliferando en este espacio que Él ha creado. Los instintos de la humanidad no han cambiado. El hombre sigue recurriendo a sus ojos para ver, a sus oídos para oír, a su cerebro para pensar, a su corazón para entender, a sus piernas y pies para caminar, a sus manos para trabajar, y así sucesivamente. Todos los instintos que Dios le concedió al hombre para que pudiera aceptar Su provisión, permanecen inalterados. Las facultades por medio de las cuales el hombre coopera con Dios no han cambiado, ni ha cambiado la facultad del ser humano para llevar a cabo la tarea de un ser creado, ni las necesidades espirituales de la humanidad, ni su deseo de encontrar sus orígenes, ni su anhelo de ser salvada por el Creador. Estas son las circunstancias actuales de la humanidad, que vive bajo la autoridad de Dios, y que ha resistido a la sangrienta destrucción forjada por Satanás. Aunque haya estado sujeta a su opresión y ya no sea el Adán y la Eva del principio de la creación, en lugar de estar llena de cosas que son antagonistas de Dios, como el conocimiento, la imaginación, las nociones, etc., y del carácter satánico corrupto, a los ojos de Dios sigue siendo la misma humanidad que Él creó. Sigue gobernada y organizada por Dios, y vive dentro del curso establecido por Él. Por tanto, a los ojos de Dios, la humanidad, que ha sido corrompida por Satanás, está simplemente cubierta de suciedad, con un estómago que ruge, con reacciones un tanto lentas, una memoria no tan buena como solía ser, y ligeramente mayor. Sin embargo, las funciones e instintos del hombre no han sufrido daño alguno. Esta es la humanidad que Dios pretende salvar. Esta humanidad sólo tiene que oír la llamada del Creador, oír Su voz, y se levantará y correrá a localizar la fuente de esta voz. Mientras esta humanidad vea la figura del Creador, dejará de prestar atención a todo lo demás, lo dejará todo para dedicarse a Dios, y hasta entregará su vida por Él. Cuando el corazón de la humanidad entienda las palabras sinceras del Creador, rechazará a Satanás y vendrá a Su lado; cuando la humanidad haya limpiado completamente la suciedad de su cuerpo, y haya recibido una vez más la provisión y la alimentación del Creador, su memoria será restaurada, y en ese momento habrá vuelto verdaderamente al dominio del Creador.
Extracto de ‘Dios mismo, el único I’ en “La Palabra manifestada en carne”
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