Sólo las tres etapas de la obra de Dios son Su gestión completa (V)

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Estudios bíblicos profundos | Sólo las tres etapas de la obra de Dios son Su gestión completa (V)

I. La relevancia de la obra de Dios en la Era de la Ley fue principalmente para guiar a la humanidad

Lo que Dios Todopoderoso ha revelado acerca de la relevancia de la obra de Dios en la Era de la Ley es como sigue:
La obra que Jehová hizo en los israelitas instauró entre la humanidad el lugar terrenal del origen de Dios, Su lugar sagrado donde Él estaba presente. Confinó Su obra al pueblo israelita. Al principio, no obró fuera de Israel; en lugar de eso, escogió un pueblo que encontró apropiado para así restringir el alcance de Su obra. Israel es el lugar donde Dios creó a Adán y Eva y del polvo de ese lugar Jehová hizo al hombre; este es el fundamento de Su obra en la tierra. Los israelitas, que son los descendientes de Noé y de Adán, fueron el cimiento de la obra de Jehová en la tierra.

La relevancia, propósito y avance de la obra de Jehová en Israel fueron para comenzar Su obra en toda la tierra, gradualmente extendiéndose a las naciones gentiles desde su centro en Israel. Este es el principio de acuerdo en el cual Él obra en el universo, para establecer un modelo, después ampliarlo hasta que toda la gente en el universo haya aceptado Su evangelio. Los primeros israelitas eran los descendientes de Noé. Estas personas sólo tenían el aliento de Jehová y sólo podían hacerse cargo de las necesidades básicas de la vida, pero no sabían qué clase de Dios era Jehová, ni tampoco conocían Su voluntad para el hombre, mucho menos cómo debían reverenciar al Señor de toda la creación. Los descendientes de Adán no sabían qué reglas y leyes debían obedecer o qué obra debían hacer los creados para el Creador. Todo lo que sabían era que el esposo debía sudar y trabajar para proveer a su familia y que la esposa debía someterse a su esposo y perpetuar la raza humana que Jehová creó. En otras palabras, esta gente sólo tenía el aliento de Jehová y Su vida, pero no sabían cómo seguir las leyes de Dios o cómo satisfacer al Señor de toda la creación. Entendían demasiado poco. Así que aunque no había nada torcido o malicioso en sus corazones y aunque rara vez tenían celos y peleaban, no conocían ni entendían a Jehová, el Señor de toda la creación. Estos antepasados del hombre sólo sabían comer lo que Jehová hacía, disfrutar lo que Jehová había hecho, pero no sabían reverenciar a Jehová; no sabían que lo debían adorar sobre sus rodillas. ¿Cómo podrían ser llamadas Sus criaturas? Y, de esta manera, ¿no fueron las palabras, “Jehová es el Señor de toda la creación” y “Él creó al hombre como una expresión de sí mismo, para glorificarlo y representarlo”, dichas en vano? ¿Cómo puede la gente que no reverencia a Jehová ser un testimonio de Su gloria? ¿Cómo pueden ser expresiones de Su gloria? ¿No se convirtieron las palabras de Jehová, “Yo creé al hombre a Mi imagen”, un arma en la mano de Satanás —el maligno—? ¿Estas palabras no se volvieron luego una marca de humillación a la creación del hombre que Jehová hizo? Con el fin de completar esa etapa de la obra, Jehová, después de crear a la humanidad, no la instruyó o guió desde Adán hasta Noé. No fue sino hasta después del diluvio que Él formalmente comenzó a guiar a los israelitas, que eran los descendientes de Adán y de Noé. Su obra y Sus palabras en Israel guiaron las vidas de todo el pueblo por todo el país, mostrándoles que Jehová no sólo era capaz de soplar el aliento en el hombre para que tuviera Su vida y fuera resucitado del polvo y hecho una criatura de Dios, sino que también pudiera abrasar a la humanidad con las llamas y maldecir a la humanidad usando Su vara para gobernar a la humanidad. Así que, también, vieron que Jehová podía guiar la vida del hombre en la tierra y hablar y obrar entre ellos día y noche. Hizo la obra sólo para que Sus criaturas supieran que el hombre vino del polvo que Él recogió, que el hombre fue hecho por Él. Además, la obra que Él comenzó en Israel estaba destinada para que otras personas y naciones (que de hecho no estaban separadas de Israel, sino que se habían ramificado de los israelitas, pero todavía eran descendientes de Adán y Eva) pudiesen recibir el evangelio de Jehová de Israel, para que todas las criaturas en el universo lo reverenciaran y lo tuvieran por grandioso. Si Jehová no hubiera comenzado Su obra en Israel, sino que, después de crear a la humanidad, la hubiera dejado vivir vidas descuidadas sobre la tierra, entonces por la naturaleza física del hombre (naturaleza quiere decir que el hombre nunca puede saber las cosas que no puede ver, es decir, que él no sabe que Jehová creó a la humanidad, mucho menos por qué lo hizo), nunca sabría que Jehová creó a la humanidad y es el Señor de todas las cosas. Si Jehová hubiera creado al hombre y lo hubiera colocado sobre la tierra como Su entretenimiento, entonces simplemente se hubiera sacudido el polvo de las manos y se hubiera ido en vez de guiar entre los hombres por un periodo de tiempo, entonces toda la humanidad habría regresado a la nada; hasta el cielo y la tierra y todas las cosas que Él creó, incluyendo a toda la humanidad habría regresado a la nada y habría sido pisoteada por Satanás. Y de esta manera el deseo de Jehová de que “Él pudiese tener un lugar para pararse sobre la tierra, un lugar santo entre Su creación”, se habría hecho añicos. Así que en su lugar, después de que Dios creó a la humanidad, la guió en sus vidas y les habló con el fin de llevar a cabo Su deseo, para lograr Su plan. La obra de Dios en Israel estuvo destinada sólo para ejecutar el plan que Él había establecido antes de Su creación de todas las cosas. Y por tanto Su labor primero entre los israelitas y Su creación de todas las cosas no estaban en conflicto entre sí, sino que ambos fueron por el bien de Su gestión, Su obra y Su gloria, profundizando el significado de Su creación de la humanidad. Él guió la vida de la humanidad sobre la tierra por dos mil años después de Noé, durante los cuales les enseñó cómo reverenciar a Jehová el Señor de todas las cosas, les enseñó cómo conducirse y vivir sus vidas y, sobre todo, cómo actuar como testigo de Jehová, cómo obedecerlo y reverenciarlo y cómo alabarlo con música al igual que David y sus sacerdotes.
Antes de los dos mil años durante los cuales Jehová hizo Su obra, el hombre no sabía nada y casi todos se degeneraron a lo profundo de la promiscuidad y la perversión que precedieron al diluvio: sus corazones estaban desprovistos de Jehová, no digamos ya Su camino. Nunca entendieron la obra que Jehová iba a hacer; les faltaba la razón, mucho menos el conocimiento, como máquinas vivientes que respiran, ignorantes del hombre, de Dios, de todas las cosas y de la vida por igual. En la tierra se involucraron en mucha seducción, como la serpiente, y dijeron muchas cosas que fueron ofensivas a Jehová, pero porque eran ignorantes, Jehová no los castigó ni los disciplinó. Después del diluvio, cuando Noé tenía 601 años, Jehová formalmente se le apareció a Noé y lo guió a él y a su familia, conduciéndolo a él, a los pájaros y a las bestias, que sobrevivieron el diluvio y a sus descendientes hasta el fin de la Era de la Ley, un total de 2.500 años. Estuvo obrando de una manera formal en Israel durante 2.000 años y el periodo en el que estuvo obrando tanto en Israel como fuera de Israel fue de 500 años, que juntos suman 2.500 años. Durante este periodo Él les enseñó a los israelitas que para servir a Jehová debían construir el templo y usar las túnicas de los sacerdotes y caminar descalzos en el templo al amanecer, para que sus zapatos no ensuciaran el templo y cayera fuego sobre ellos de arriba del templo y los quemara hasta la muerte. Cumplían con sus deberes y se sometían a los planes de Jehová. Oraban a Jehová en el templo y después de ser inspirados por Jehová, es decir, después de que Jehová había hablado, guiaban al pueblo y le enseñaban que debían reverenciar a Jehová —su Dios—. Y Jehová les dijo que debían construir el templo y el altar, y en el tiempo señalado por Jehová, es decir, en la pascua, debían preparar becerros y corderos recién nacidos como sacrificios sobre el altar para servir a Jehová, con el fin de frenarles y poner en sus corazones reverencia por Jehová. Si obedecían la ley sería la medida de su lealtad a Jehová. Jehová también estableció para ellos el día del Sabbat, el séptimo día de Su creación. El día siguiente, Él hizo el primer día, un día para que ellos alabaran a Jehová, para ofrecerle sacrificios y para hacerle música. En este día, Jehová convocó a todos los sacerdotes y dividió los sacrificios sobre el altar para que el pueblo comiera y para que pudieran disfrutar los sacrificios que se ofrecían a Jehová. Además, Jehová les dijo que eran benditos y tenían parte con Él y que eran Su pueblo escogido (que fue el pacto de Jehová con los israelitas). Es por esto que, hasta el día de hoy, el pueblo de Israel todavía dice que Jehová sólo es su Dios y no el Dios de otros pueblos.
Durante la Era de la Ley, Jehová dio muchos mandamientos para que Moisés se los transmitiera a los israelitas quienes le siguieron saliendo de Egipto. Jehová dio estos mandamientos a los israelitas, quienes no guardaban relación con los egipcios y estaban destinados a restringir a los israelitas y eran Sus requisitos para ellos. Si alguien observaba el Sabbat, si alguien respetaba a sus padres, si alguien adoraba ídolos, etc., estos eran los principios por los cuales uno era juzgado como pecador o justo. Ya fuera que el fuego de Jehová lo golpeara a uno, lo apedrearan a muerte, o recibiera la bendición de Jehová, esto se determinaba de acuerdo a si alguien obedecía estos mandamientos. Aquellos quienes no observaban el Sabbat eran apedreados a muerte. Aquellos sacerdotes quienes no observaban el Sabbat eran golpeados por el fuego de Jehová. Aquellos quienes no respetaban a sus padres también eran apedreados a muerte. Todo esto era elogiado por Jehová. Jehová estableció Sus mandamientos y leyes para que mientras Él guiara sus vidas, el pueblo escuchara y obedeciera Su palabra y no se rebelara contra Él. Usó esas leyes para controlar a la recién nacida raza humana, para poner fundamento de Su obra por venir. Y así, por causa de la obra que Jehová hizo, la primera era se llamó la Era de la Ley. Aunque Jehová habló mucho e hizo muchas obras, sólo los guió de un modo positivo, enseñándoles a este pueblo ignorante cómo ser humano, cómo vivir, cómo entender el camino de Jehová. En Su gran mayoría la obra que Él hizo tenía la intención de permitirle al pueblo observar Su camino y seguir Su ley. La obra se hizo en gente que está superficialmente pervertida; no se ocupaba de la transformación del carácter o del crecimiento en la vida. Sólo se ocupaba de usar leyes para restringir y controlar a la gente. Para los israelitas de aquel tiempo, Jehová era sólo un Dios en el templo, un Dios en los cielos. Era una columna de nube, una columna de fuego. Todo lo que Jehová les demandaba hacer era obedecer lo que la gente conoce hoy como Sus leyes y mandamientos, incluso podría llamárseles reglas, porque la obra de Jehová no estaba destinada a transformarlos, sino a darles más cosas de las que el hombre debe tener, a decirles de Su propia boca, porque después que el hombre fue creado, el hombre no sabía nada acerca de lo que debía poseer. Y entonces, Jehová les dio las cosas que debían poseer para sus vidas sobre la tierra, hizo que la gente que Él había guiado superara a sus antepasados, Adán y Eva, porque lo que Jehová les dio superaba lo que Él les había dado a Adán y Eva en el principio. Independientemente, la obra que Jehová hizo en Israel fue sólo para guiar a la humanidad y para hacer que la humanidad reconociera a su Creador. No los conquistó ni los transformó, simplemente los guió. Esta es la suma de la obra de Jehová en la Era de la Ley. Esto es en el fondo, la historia verdadera, la esencia de Su obra en toda la tierra de Israel, y el inicio de Sus seis mil años de Su obra, para controlar a la humanidad por la mano de Jehová. De esto surgió más obra en Su plan de gestión de seis mil años. (‘La obra en la Era de la Ley’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Después de la creación de la humanidad en el principio, fueron los israelitas los que sirvieron como la base de la obra, y todo Israel fue la base de la obra que Jehová hizo en la tierra. La obra de Jehová fue dirigir y pastorear de una manera directa al hombre por medio de presentar las leyes para que el hombre pudiera vivir una vida normal y adorar a Jehová de una manera normal en la tierra. Dios, en la Era de la Ley, era alguien que el hombre no podía ver ni tocar. Él sólo estaba guiando a los primeros hombres que Satanás corrompió y estaba ahí para instruir y pastorear a estos hombres, así que las palabras que habló fueron sólo estatutos, ordenanzas y un conocimiento común para vivir la vida como un hombre, y de ninguna forma las verdades que suplen la vida del hombre. Los israelitas bajo Su liderazgo no fueron los que antes Satanás había corrompido profundamente. Su obra de la ley era sólo la primera etapa de la obra de salvación, el mismo principio de la obra de salvación, y prácticamente no tenía nada que ver con los cambios en el carácter de la vida del hombre (‘La diferencia entre el ministerio del Dios encarnado y el deber del hombre’ en “La Palabra manifestada en carne”).
“Jehová” es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel, y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo, y guiar su vida. Significa el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. […] Es decir, sólo Jehová es el Dios del pueblo escogido de Israel, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Moisés, y de todo el pueblo de Israel. Y así en la era presente, todos los israelitas excepto la tribu de Judá adoran a Jehová. Hacen sacrificios a Él en el altar, y le sirven llevando túnicas de sacerdotes en el templo. Lo que esperan es la reaparición de Jehová. […] El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de base, sino que tiene un significado representativo: cada nombre representa una era. “Jehová” representa la Era de la Ley, y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel (‘El Salvador ya ha regresado en una “nube blanca”’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Nada fue más simbólico que la primera etapa llevada a cabo en Israel: los israelitas fueron los más santos y menos corruptos de toda la humanidad, y el comienzo de la nueva época en aquella tierra fue de suma importancia. Puede decirse que los antepasados de la humanidad procedieron de Israel, y que este fue el lugar de nacimiento de la obra de Dios. Al principio, estas personas eran las más santas, y todas adoraban a Jehová, y la obra de Dios en ellas pudo dar los mejores resultados (‘La visión de la obra de Dios (2)’ en “La Palabra manifestada en carne”).
En el tiempo del Antiguo Testamento, Jehová edificó el templo y el altar en Israel, guió la vida de los israelitas sobre la tierra, demostrando que eran Su pueblo escogido, el primer grupo de personas que seleccionó en la tierra y que estaban conformes a Su propio corazón, el primer grupo de personas que Él guió personalmente; es decir, las doce tribus de Israel fueron los primeros escogidos de Jehová, y por tanto Dios siempre obró en ellos, justo hasta el momento en que concluyó la obra de Jehová de la Era de la Ley (‘Relativo a la Biblia (1)’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Durante la Era de la Ley, la obra de guiar a la humanidad se realizó bajo el nombre de Jehová, y la primera etapa de la obra se llevó a cabo en la tierra. La obra de esta etapa fue edificar el templo y el altar, y usar la ley para guiar al pueblo de Israel y obrar en medio de él. Guiando al pueblo de Israel, Él estableció una base para Su obra en la tierra. Desde allí expandió Su obra más allá de Israel, es decir que, comenzando desde Israel la difundió hacia fuera, de forma que generaciones posteriores llegaron gradualmente a saber que Jehová era Dios, y que Él había creado los cielos, la tierra y todas las cosas, que había hecho a todas las criaturas. Él difundió Su obra por medio del pueblo de Israel, cuya tierra fue el primer lugar santo de la obra terrenal de Jehová, y la primera obra de Dios sobre la tierra se realizó por todo el territorio de Israel. Esa fue la obra de la Era de la Ley. (‘La visión de la obra de Dios (3)’ en “La Palabra manifestada en carne”).
Fuente del artículo: Iglesia de Dios Todopoderoso
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