Música para adorar a Dios | Todas las cosas viven en las normas y leyes de Dios



Música para adorar a Dios | Todas las cosas viven en las normas y leyes de Dios



Han pasado miles de años y los humanos aún disfrutan de la luz y el aire que Dios les proveyó. Los humanos aún respiran el aire que Dios mismo exhaló, que Dios les regaló. Los humanos aún disfrutan los peces, aves y flores, todas las cosas que Dios les proveyó. Todas las cosas viven en las normas y leyes de Dios. Viven bajo la alimentación y provisión de Dios. Nadie puede cambiar sus instintos. Nadie puede romper sus reglas de supervivencia. 


II 
Día y noche siguen cambiando. Como siempre, las estaciones se alteran. En invierno los gansos parten, y en primavera siempre regresan. Y en el agua los peces no abandonan los ríos y lagos, su hogar. En verano las cigarras cantan, y en otoño los grillos tararean. Los leones cazan y los alces viven en la hierba. Todas las cosas viven en las normas y leyes de Dios. Viven bajo la alimentación y provisión de Dios. Nadie puede cambiar sus instintos. Nadie puede romper sus reglas de supervivencia. Oh… Oh… Oh… Oh... 

III 
Toda creatura parte y vuelve, un millón de cambios en un momento. Pero si algo no cambiará son sus instintos y leyes de la… Todas las cosas viven en las normas y leyes de Dios. Viven bajo la alimentación y provisión de Dios. Nadie puede cambiar sus instintos. Nadie puede romper sus reglas de supervivencia. Oh… Oh… Oh… Oh… 


 De "La Palabra manifestada en carne"


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Antes de que esta humanidad naciese, el cosmos —todos los planetas, todas las estrellas en los cielos— ya existía. En el macronivel, estos cuerpos celestiales han estado orbitando regularmente, bajo el control de Dios, durante toda su existencia, por muchos años que hayan sido. Qué planeta va a qué lugar, en qué momento particular; qué planeta realiza qué tarea, y cuándo; qué planeta gira por qué órbita, y cuándo desaparece o es reemplazado; todas estas cosas tienen lugar sin el más mínimo error. Las posiciones de los planetas y las distancias entre ellos siguen todas patrones estrictos, que pueden describirse con datos precisos; los caminos por los que viajan, la velocidad y los patrones de sus órbitas, los tiempos que permanecen en las diversas posiciones, pueden cuantificarse con precisión y describirse por medio de leyes específicas. Durante eones, los planetas han seguido estas leyes sin desviarse lo más mínimo. Ningún poder puede cambiar, o interrumpir, sus órbitas o los patrones que siguen. Debido a que las leyes especiales que gobiernan su movimiento y los datos precisos que los describen están predestinados por la autoridad del Creador, estos obedecen estas leyes por sí mismos, bajo Su soberanía y Su control. En el macronivel no le resulta difícil al hombre encontrar algunos patrones, algunos datos y algunas leyes o fenómenos extraños e inexplicables. Aunque la humanidad no admite que Dios exista ni acepta que el Creador hiciera y domine todas las cosas, además de no reconocer la existencia de Su autoridad, los científicos, astrónomos y físicos humanos están viendo cada vez más que la existencia de todas las cosas en el universo, los principios y patrones que dictan sus movimientos, están todos gobernados y controlados por una inmensa e invisible energía oscura. Esto obliga al hombre a afrontar y reconocer que existe un Todopoderoso en medio de estos patrones de movimiento, que lo orquesta todo. Su poder es extraordinario y, aunque nadie puede ver Su verdadero rostro, Él lo gobierna y lo controla todo en todo momento. Ningún hombre o fuerza puede ir más allá de Su soberanía. Frente a esta realidad, el hombre debe reconocer que las leyes que gobiernan la existencia de todas las cosas no pueden ser controladas por los humanos, nadie puede cambiarlas; al mismo tiempo, el hombre debe admitir que los seres humanos no pueden entender del todo estas leyes, que no ocurren de manera natural, sino que son dictadas por un Señor y Amo. Todas estas son expresiones de la autoridad de Dios que la humanidad puede percibir en un macronivel.
En el micronivel, todas las montañas, lagos, mares y masas continentales que el hombre observa sobre la tierra, todas las estaciones que experimenta, todas las cosas que habitan la tierra, incluidas plantas, animales, microorganismos y seres humanos, están sujetos a la soberanía de Dios y son controlados por Él. Bajo la soberanía y el control de Dios, todas las cosas nacen o desaparecen de acuerdo con Sus pensamientos, sus vidas están gobernadas por ciertas leyes, crecen y se multiplican según ellas. Ningún ser humano o cosa está por encima de estas. ¿Por qué ocurre esto? La única respuesta es: por la autoridad de Dios. O, dicho de otro modo, por Sus pensamientos y palabras; porque Dios mismo lo hace todo. Es decir, son la autoridad y la mente de Dios las que dan lugar a estas leyes; cambiarán y se transformarán de acuerdo con Sus pensamientos, y estos cambios y transformaciones ocurren o desaparecen por causa de Su plan. Por ejemplo, consideremos las epidemias. Se producen sin avisar, nadie conoce su origen ni las razones exactas por las que ocurren, y siempre que una epidemia alcanza un lugar, los que están condenados no pueden escapar a la calamidad. La ciencia humana entiende que las epidemias son causadas por la propagación de microbios violentos y dañinos, y no puede predecir ni controlar su velocidad, alcance ni método de transmisión. Aunque la humanidad las resiste con todos los medios posibles, no puede controlar qué personas o animales se ven inevitablemente afectados cuando brotan. Lo único que los seres humanos pueden hacer es intentar prevenirlas, resistirlas e investigarlas. Pero nadie conoce las causas principales que explican el comienzo o el final de ninguna epidemia particular, y nadie las puede controlar. Frente al brote y a la propagación de una epidemia, la primera medida que toman los seres humanos es desarrollar una vacuna; sin embargo, con frecuencia la epidemia se extingue por sí sola antes de que la vacuna esté lista. ¿Por qué desaparecen las epidemias? Algunos dicen que se han controlado los gérmenes, otros dicen que mueren por los cambios estacionales… En cuanto a si estas especulaciones descabelladas se sostienen, la ciencia no puede ofrecer explicación ni dar una respuesta precisa. El hombre no sólo se enfrenta a estas especulaciones, sino a la falta de entendimiento de las epidemias y al miedo a las mismas por parte de la humanidad. Nadie sabe, en el análisis final, por qué empiezan o terminan. La humanidad nunca hallará respuesta, porque sólo tiene fe en la ciencia y se basa por completo en ella, sin reconocer la autoridad del Creador ni aceptar Su soberanía.
De "La Palabra manifestada en carne"
Fuente del artículo: Relámpago Oriental
Recomendación: Alabanza cristiana

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